Cárceles en Roma, Italia

Silvia Baraldini

Silvia Baraldini es una militante política italiana. Participó en las luchas de liberación de las poblaciones afroamericanas en los Estados Unidos de América (EUA) durante los años 60 y 70. Detenida en 1983 por delitos relacionados con presumidas actividades terroristas, Silvia fue condenada a un total de 43 años de cárcel por la justicia estadounidense. Nunca fue acusada por ningún acto violento ni por detención de armas o explosivos. Purgó parte de su condena en el aislamiento más absoluto y luego el resto en cárceles de máxima seguridad.

Operada en dos ocasiones por cáncer uterino, la militante italiana fue finalmente extraditada a Italia en 1999 tras la amplia movilización internacional que pedía su liberación. Sin embargo, a pesar de su condición de “presa política”, sólo en 2006 Silvia Baraldini consiguió su liberación, gracias a la ley de indulto promulgada por el entonces gobierno italiano. Hoy vive y trabaja en Roma, Italia.

Aquí abajo el texto originalmente escrito por Silvia Baraldini para el presente fotoreprotaje:

«Scrivere anche brevemente del carcere e, in particolare, del significato di avervi vissuto per oltre vent’anni è sempre difficile. A volte le immagini, più delle parole, comunicano e raccontano con maggiore efficacia e sentimento questa realtà. Per questo ho sempre apprezzato il lavoro svolto un po’ di anni fa da Stefano in tre carceri romane. Queste fotografie racchiudono in sé molte verità: la dignità dei detenuti e delle detenute, il loro ingegno di fronte a condizioni inaccettabili, l’affetto che unisce madre e figli dietro le sbarre, il lavoro svolto quotidianamente da coloro costretti a vivervi senza alcun sostegno esterno, le piccole e grandi umiliazioni imposte da quello che, in sostanza, è un regime totalitario. Dietro ogni immagine si nascondono vite e circostanze che meritano di essere approfondite. Dopo quasi dieci anni la fotografia della piccola Anna mi fa sempre tenerezza. Non la scorderò mai. All’età di sei mesi Anna è arrivata alla sezione di massima sicurezza di Rebibbia con la madre che doveva scontare una vecchia condanna. Raggiunti i due anni, accompagnata da una delle volontarie, ha iniziato a frequentare un asilo esterno. Il primo giorno di scuola è stata anche la prima volta che Anna si è resa conto di vivere in una prigione. Quello che fine a quel momento era stato vissuto con serenità, circondata dall’affetto di tutte le donne della massima, si è trasformata per lei in un calvario, in un pianto inconsolabile che iniziava il momento della chiusura della cella. Per una settimana Anna ha pianto ogni sera, poi rassegnata ha smesso. Spero che si sia scordata di tutto questo. Il 20 giugno la popolazione delle carceri in Italia ha raggiunto quota 67,516 di cui quasi tremila sono donne. Le cifre non ci dicono quante Anne si trovano in questo momento nelle carceri italiane.»

Y la traducción que aparece en el fotoreprotaje:

«Escribir aunque sea brevemente de la cárcel y, en particular, del significado que tiene haber vivido en ella durante más de 20 años es algo siempre difícil. A veces, las imágenes más que las palabras comunican y cuentan con mayor eficacia y sentimiento esta realidad. Por esta razón siempre aprecié el trabajo del fotógrafo Stefano en tres cárceles de Roma. Estas fotografías encierran en sí muchas verdades: la dignidad de los detenidos y detenidas, su ingenio frente a condiciones inaceptables, el cariño que une madres e hijos tras las rejas, el trabajo realizado cotidianamente por aquellos obligados a vivir la cárcel sin ningún apoyo externo, las pequeñas y grandes humillaciones impuestas por lo que, en la substancia, es un régimen totalitario. Tras cada imagen se esconden vidas y circunstancias que merecen ser profundizadas. Tras casi diez años, la fotografía de Anna sigue dándome ternura. Nunca la olvidaré. A la edad de seis mese, Anna legó a la sección de máxima seguridad de Rebibbia con su madre que debía purgar una vieja condena. Alcanzados los dos años, acompañada por una de las voluntarias, comenzó a frecuentar un kinder externo. El primer día de escuela fue también la primera vez que Anna se diera cuenta de estar viviendo en una cárcel. Lo que hasta ese momento había vivido con serenidad, rodeada por el cariño de todas las mujeres de la ‘máxima’, se transformó para ella en un infierno, un llanto sin consuelo que comenzaba en el momento en que se cerraban las celdas. Durante una semana, Anna lloró todas las noches, luego, resignada, ya no lo hizo. Espero se haya olvidado de todo eso. El 20 de junio, la población de las cárceles en Italia alcanzó cuota 67.516, de los cuales casi treinta mil son mujeres. Los números no nos dicen cuantas Annas se encuentran en este momento en las cárceles italianas.»

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