Patera vacía: navegando en la necropolítica migratoria

Borja Abargues

“Llevamos a las últimas personas hacia el buque y estarán todos a salvo. Solicitamos permiso para desembarcar y continuar con las labores…”. Estas fueron las últimas palabras que pronunciaba Unai Ruíz de Escudero, desde la Reef, para comunicarse con las compañeras de la tripulación del Aita Mari, que esperaban arriba del barco de rescate. En unos minutos la “patera de los 40 bangladesís” quedaba a la deriva sin nadie a bordo… Todos estaban a salvo. Cada una de las personas rescatadas era, también, una manera de rescatar la esperanza.

El viernes 16 de febrero la expedición del antiguo pesquero vasco rescataba a 43 personas (40 de Bangladesh, 1 de Sudán y 2 de Egipto), cerca de las costas libias. Tan solo doce horas más tarde, un aviso alertaba del avistamiento de otro grupo de personas migrantes a bordo de otra patera. Por radio, la ONG Alarmphone informaba que se trataba de una embarcación de unas ochenta personas a la deriva, ochenta cuerpos que se esforzaban por sobrevivir… Pasados unos minutos, la patera se aproximaba a nosotros. No quedaba nadie. Mientras el sol se escondía en el Mediterráneo, una patrullera libia acababa de interceptar la embarcación y terminaba de suprimir cualquier vestigio de vida que en ella pudiera quedar. Se disponía a devolver a todos los tripulantes a puerto libio. Libia, pese a estar considerada “un lugar no seguro” según la Organización Internacional de las Migraciones, sería el destino implacable que recibiría la frustración de los migrantes, sus sueños quebrados aún antes de convertirse en realidad.

La patera se aproximaba a nosotros. No quedaba nadie. Mientras el sol se escondía en el Mediterráneo, una patrullera libia acababa de interceptar la embarcación

Patera vacía es un relato fotográfico que invita a reflexionar acerca de la suerte o su ausencia. Un gesto bondadoso del caprichoso azar que señala a un grupo de personas que serán las salvadas por el barco de rescate humanitario mientras que su ausencia, la suerte fatídica, como una ruleta de muerte girará para designar a quienes irán a bordo de la patera interceptada por las patrulleras libias. La serie de fotografías habla sobre el azar que permite desembarcar en un puerto seguro en Italia, o que castiga devolviendo a las personas a la casilla de salida en una cárcel de Zuwara (Libia). Además, hace referencia a la inmensa necesidad de fortuna para las personas en movimiento que cruzan, a diario, el Mediterráneo Central, en busca de una vida mejor tras el abandono forzado de su hogar.

Acompañamos a la tripulación del Aita Mari durante su doceava misión de rescate en el Mediterráneo Central, saliendo del Puerto de Vinarós, en Castellón y desembarcando a todas las personas rescatadas en Ortona (Italia), a más de 1200 km de la zona de rescate. Seguimos a un grupo de gente que se resiste a aceptar el designio de la suerte y del azar que hace que haya víctimas o supervivientes de manera injustamente aleatoria.

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Vista aérea del buque de salvamento marítimo vasco Aita Mari. El pasado 12 de febrero inició su duodécima misión, saliendo del Puerto de Vinarós (Castellón) y con el objetivo de llegar en pocos días a zona SAR Libia en el Mediterráneo Central. El antiguo barco de pesca vasco pertenece a la organización SMH (Salvamento Marítimo Humanitario), con sede en Euskadi y creada en 2015 por un grupo de personas con una inquietud común: salvar vidas. Su zona de actuación se sitúa en el mar Mediterráneo, rescatando barcos en situaciones límite y proporcionando todo tipo de asistencia a las personas rescatadas.BORJA ABARGUES
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Mapa de los recorridos realizados por el buque de salvamento marítimo durante la misión de rescate y la ruta realizada por la patera desde su salida de las costas de Zuara (Libia) y antes de ser rescatada el viernes 16 de febrero. Libia es uno de los principales puntos por el que las personas en movimiento intentan llegar a Europa. Según Proyecto Migrantes Desaparecidos, en 2023 se registraron al menos 3.129 muertes y desapariciones en la ruta Mediterránea hacia el continente europeo.BORJA ABARGUES
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Simón Vidal (Capitán) y Ramón Mateo (Oficial de puente) observan la pantalla ante el aviso recibido por un posible avistamiento de una embarcación de madera a la deriva. Durante las misiones de rescate se reciben mensajes de varias ONG’s alertando a los barcos de salvamento. En estos mensajes se informa de las características de las embarcaciones divisadas y su localización aproximada. En ese momento comienzan los preparativos de todo el personal del equipo para un posible rescate en alta mar. La tripulación del Aita Mari, se estuvo preparando durante varias semanas para poder llevar a cabo rescates en el Mediterráneo. Como en anteriores misiones, el grupo lo formaban ocho profesionales y seis personas voluntarias, entre las que se encontraban personal médico, personas de salvamento y un fotoperiodista.BORJA ABARGUES
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Mientras el Aita Mari recorría las más de 900 millas náuticas que separan España y la zona SAR Líbia, un grupo de jóvenes bangladesís esperaba en un punto indeterminado en la costa libia a que una camioneta los recogiera y transportara al litoral de Zuara para subirse a una patera rumbo a Italia. Este grupo de amigos desembolsó alrededor de 4000 euros para poder subirse a una embarcación que, según los traficantes, no sobrepasaría las 30 personas y así cruzar la llamada ruta de la muerte. “En un principio nos dijeron que el viaje hasta Italia nos costaría entre 3000 y 6000 euros, todo dependía de nuestra posición en la barca. Yo, vengo de una familia pobre, mucha gente ha colaborado con nosotros y nos ha dejado dinero para poder hacer este viaje… Y, evidentemente, todo ese dinero lo tendré que devolver algún día”, dice Nowshan Sabbir de 20 años de edadBORJA ABARGUES
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Amanece y se produce el momento justo en el que la tripulación del Aita Mari mantiene su primer contacto con la patera. A las 6:30 de la mañana del viernes 16 de febrero, una alarma despertaba a todo el personal a bordo del barco de salvamento marítimo. Una embarcación de madera y de color azul cielo estaba emergiendo por el costado de estribor con alrededor 50 personas en su interior. En breves minutos, la barcaza se encontraba a pocos metros del barco, y a simple vista parecía que todas las personas que viajaban en ella se hallaban en buen estado de salud. Los migrantes, en su mayoría procedentes de Bangladesh, navegaban a la deriva después de que las mafias que operan en el norte de Libia los abandonaran entre las olas sin apenas medios para completar la arriesgada travesía.BORJA ABARGUES
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Ahmed (25 años, Sudán) mira fijamente a la expedición de rescate, mientras se reparten los chalecos salvavidas a todas las personas a bordo de la patera. El joven sudanés se convirtió, en pocas horas, en una pieza muy importante para el grupo de Bangladesh gracias a su hospitalidad con el resto de la embarcación. Antes de subirse a bordo de la barcaza de madera, cruzó a pie, durante 35 días, los países de Sudán, Chad y Libia. En este último, estuvo trabajando para un presunto constructor que le prometió dinero suficiente para poder cruzar a Europa a cambio de trabajar para él en la obra. Dos meses más tarde, Ahmed fue despedido y no recibió ninguna compensación por los días trabajados en la construcción. Después de una lucha interminable, consiguió recoger el dinero suficiente y la noche del 14 de febrero consiguió subirse a la patera de los 40 bangladesis en Zuwara.BORJA ABARGUES
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La reef de rescate se acerca a la patera en el Mediterráneo Central para salvar a las últimas personas a bordo de la patera. Las labores de salvamento se alargaron durante toda la mañana y, en ocasiones, la tripulación tuvo que pelear contra olas de más de un metro de altura para poder ayudar a las personas que viajaban en el bote. “Una vez rescatadas todas las personas y en un primer triaje médico se estima que la salud general de las personas rescatadas no es grave, a pesar del cansancio extremo y la deshidratación severa”, fueron las primeras palabras de Juan Luis Haro tras la primera inspección del grupo.BORJA ABARGUES
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Akash (18 años, Bangladesh) descansa en la zona de popa del Aita Mari, minutos después de ser rescatado. Terminaban semanas de auténtico sufrimiento físico y mental. Antes de llegar a Libia, el grupo de jóvenes bangladesís fue interceptado cerca de Sfax (Túnez) por la policía tunecina cuando intentaban cruzar el país en busca de la costa libia. “Nos detuvieron y pasamos 12 días en prisión sin comida ni agua. Las condiciones del lugar eran lamentables y nos trataban de una manera despreciable”, añade el joven. Túnez es otro de los países con “mayores oportunidades” para salir hacía Europa. Especialmente después del acuerdo que en 2017 firmaron los gobiernos de Italia y Libia (con el apoyo de la UE) para reforzar la vigilancia marítima tunecina. Muchas personas migrantes llegan a Túnez en busca de oportunidades, pero se encuentran una sociedad que los repudia y los maltrata, con una violencia verbal y física inaudita, según las propias personas migrantes.BORJA ABARGUES
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La patera de los 40 bangladesís flotaba en el Mediterráneo, minutos después de ser rescatadas las ultimas personas migrantes que en ella viajaban destino a Italia. Un rescate más se había producido y una interceptación menos por parte de la guardia costera libia, que como indican numerosos informes y denuncian diferentes ONG’s, ejercen una violencia física desmesurada sobre los migrantes que intentan cruzar por una de las rutas migratorias más multitudinarias: 270.180 llegadas según OIM (Organización Internacional para las Migraciones) en 2023.BORJA ABARGUES
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Retrato de Nowshan Sabbir (20 años, Bangladesh) junto a un dibujo que realizó horas después de ser rescatado por el Aita Mari. En él, el joven bangladesí quiso interpretar el momento del rescate de la patera de los 40 bangladesis la mañana del 16 de febrero. Nowshan salió de su Madaripur natal junto a cinco amigos porque estaba viviendo una situación económica límite: “No tuve más remedio que salir de mi país. Mi familia apenas puede comer y yo soy su única esperanza para intentar ingresar un poco más de dinero en casa. Pensaba que nunca tendría que haber emprendido este viaje, pero tuvo que echarle valor y tomar la decisión de salir. Era por necesidad.”, añade el joven.BORJA ABARGUES
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Ramón Mateo (Oficial de puente), determina la localización exacta, ante el aviso de la ONG Alarmphone, del avistamiento de una nueva patera a la deriva con alrededor 80 personas a bordo. Tan sólo unas horas después del primer rescate, el Aita Mari ponía rumbo a un segundo salvamento a pocas millas del lugar de navegación en ese preciso momento.BORJA ABARGUES
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La patera vacía encontrada por el Aita Mari momentos más tarde de que una patrullera libia interceptase la embarcación, detuviera a sus ocupantes y extrajese todo el material a bordo. Una vez devueltas las personas a Libia, reciben los primeros auxilios por parte de la OIM, son entregadas a las Autoridades de Migración Libias y son trasladados a centros de internamiento donde, según ha denunciado MSF en varias ocasiones, sufren maltrato, abuso físico y violencia sexual o de género. * “Las patrulleras libias no hacen labores de rescate, al contrario, intentan entorpecer todas las labores de ayuda que se puedan producir. No son más que militares contratados para deportar a personas en movimiento. Van armados y son gente muy violenta”, denuncia Simón Vidal, Capitán del Aita Mari. *https://www.msf.es/noticia/vas-morir-aqui-una-frase-constante-abusos-violaciones-derechos-humanos-libiaBORJA ABARGUES
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Ahamed (28 años, India) salió de Makri por la dificultad de encontrar un trabajo que le permitiera comer y ayudar a su familia. Cocinero de formación, había trabajado en restaurantes a través de contratos temporales, pero los sueldos eran tan extremadamente bajos que era imposible seguir accediendo a las necesidades básicas. “Mi familia no estaba de acuerdo con el viaje, pero por otro lado era la única esperanza que nos quedaba. Soy consciente de que en Europa no van a ponerme las cosas fáciles, pero era salir o morir”, añade Ahamed.BORJA ABARGUES
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Las personas rescatadas son informadas de su primer destino en Europa: Italia. Por delante restaban más de 1200 km para llegar a Ortona, en la provincia de Chieti. La asignación de un puerto tan lejano obedece, según SMH (Salvamento Marítimo Humanitario), “a una estrategia empleada por el gobierno italiano para diezmar los recursos y tiempo disponible de las ONG”. De esta manera, se “alarga de forma, totalmente, innecesaria el sufrimiento y malestar de las personas rescatadas”, denuncia el personal de la organización vasca.BORJA ABARGUES
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Parte del grupo momentos antes de desembarcar en el Puerto de Ortona (Italia). Las 43 personas migrantes rescatadas por el Aita Mari aquel 16 de febrero eran conscientes, según expresaron, de la suerte que habían tenido, ya que sabían el riesgo que corrían cruzando, en patera, la ruta de la muerte hasta Italia. Se estima que más de 28.000 migrantes han desaparecido o perdido la vida en el Mediterráneo desde 2014, según datos del Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Estos datos son una clara consecuencia del fracaso de las políticas migratorias europeas para acoger personas migrantes, la predisposición a “proteger las fronteras” y la anulación del concepto de salvamento marítimo, la humillación continúa a quienes migran y el constante enriquecimiento de las redes de tráfico de personas a raíz de estas políticas. Hoy en día, parte del grupo de los bangladesís sigue viviendo en Italia. El 11 de abril, Nowshan envió este mensaje por whatsapp: “Seguimos todos juntos en Italia. Alguno está trabajando, pero la mayoría seguimos buscando empleo. Necesito trabajar cuanto antes, pero sin papeles sé que va a ser imposible. Mantengo la esperanza de poder devolver todo el dinero que me han prestado para el viaje y también de comenzar a ayudar a mi familia para que puedan vivir de una forma digna”, concluye.BORJA ABARGUES

Este material se comparte con autorización de El Salto

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