En Movimiento

Raúl Zibechi

Bancarrota del fundamentalismo eurocéntrico

En 2009 Ramón Grosfoguel escribió un ensayo titulado “Los derechos humanos y el antisemitismo después de Gaza”, donde aborda la cuestión de los fundamentalismos1. El contexto eran los ataques de Israel a la infraestructura de Hamas con bombardeos durante 25 días que se cobraron la vida de 1.300 palestinos, un tercio niños, además de 45.000 desplazados y 4.000 edificios destruidos.

Evidentemente el contexto actual es mucho más grave, pero es la profundización hasta límites inauditos de lo que ya venía sucediendo. De modo que el análisis de Grosfoguel puede servirnos de indicador de las actitudes de Occidente.

En el ensayo citado, hace referencias a la historia de los derechos humanos, como “nuevo discurso bajo la hegemonía estadounidense”, convertido en parte del proyecto desarrollista del nuevo hegemón en el sistema-mundo. Nos recuerda que los derechos humanos se aplican a los enemigos del imperialismo occidental, pero se pasan por alto cuando se trata de regímenes dictatoriales amigos de Occidente. Ese uso instrumental de los derechos humanos, contra Cuba pero no contra Arabia Saudí, va de la mano de la acusación de “terrorismo” a todo aquel que se oponga a los intereses de occidente, como es el caso del PKK kurdo.

Denuncia el racismo de la Guerra contra el Terrorismo (que puede aplicarse a la Guerra contra las Drogas), que privilegia la epistemología occidental en la idea de que la razón radica en Occidente y la no-razón en el resto del mundo, o sea el Sur Global. Ese sentimiento de superioridad lleva al Norte a definir qué son los derechos humanos, quien los respeta y quien no, así como en qué lugares funciona la democracia y en qué consiste.

A esta forma de pensamiento y de acción política la define como ”fundamentalismo eurocéntrico”. Lo explica: “Si Occidente se define como inherente y naturalmente democrático, a favor de los derechos de la mujer, los derechos humanos, la democracia, la libertad, el no-Occidente se define como inherente y naturalmente autoritario, patriarcal, etc.” (p. 173).

En rigor, las afirmaciones de Grosfoguel no suenan novedosas, salvo por el epíteto “fundamentalismo” que siempre Occidente aplica a movimientos y pensamientos del Sur. Sin embargo, usarlo coloca en su lugar a quienes en realidad patentaron ese concepto con su permanente práctica neo-colonial. El autor agrega, y no es dato menor, que los fundamentalismos en el Sur son la imagen invertida de lo que hace el Norte: “El fundamentalismo eurocéntrico es el más peligroso en el mundo hoy, no solamente por su poder actual de imponerse a través del mundo por medios violentos sino también porque es el que produce las demás formas de fundamentalismos (tercermundistas) al producirlos como reacciones derivadas e invertidas de sus términos binarios” (p. 174).

A medida que el sistema-mundo posterior a la segunda guerra mundial va colapsando, no sólo aparecen las grietas sino también se hacen visibles las artimañas discursivas e ideológicas. Entre ellas, la llamada “democracia”, convertida apenas en argumento para disparar contra adversarios y enemigos. Una supuesta democracia que en el Norte niega derechos a quienes se manifiestan a favor de Palestina, a migrantes y desocupados, mostrando así que es apenas una forma sofisticada de dominación.

Todo el discurso del Norte enseña una doble moral. Se acusa a China de piratería, al robar datos de los países más desarrollados. Siendo cierta la acusación, se esconde debajo de la alfombra que esa fue la forma como ascendió el colonialismo británico. ¿Acaso Francia, Inglaterra y España no emplearon la piratería, engalanada bajo el nombre de “patentes de corso”, como forma de expansión colonial?

Ni qué hablar del imperialismo estadounidense que realizó decenas de invasiones e intervenciones militares en todo el mundo, desde comienzos del siglo XIX. ¿Alguien recuerda que el 28 de diciembre de 1831 la corbeta USS Lexington (enarbolando una bandera francesa como táctica pirata), arribó a Puerto Soledad (hoy islas Malvinas), y desembarcó un grupo de soldados que destruyeron el asentamiento, tomando prisioneros a la mayoría de sus habitantes? Dos años después una fragata británica anexó las islas a Gran Bretaña.

México, Nicaragua, Haití, Uruguay, Chile, Paraguay, Cuba, Puerto Rico, Dominicana, Guatemala, Granada son algunos de los nombres de las intervenciones militares, invasiones, ocupaciones y anexiones de Estados Unidos en nuestro continente.

La historia se escribe con la violencia de los poderosos como argumento central, justificado con discursos sobre ciudadanía, democracia y derechos humanos. Esta es la hora en que se caen las máscaras y aparece una realidad tan desgarradora como insoportable. Los estudiantes de cientos de universidades estadounidenses y europeas están contribuyendo a destapar esta realidad.

1 Grosfoguel, Ramón (2009), “Los derechos humanos y el antisemitismo después de Gaza”, Universitas Humanística68(68). En https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/univhumanistica/article/view/2271

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