El cambio de rostro de zonas elitistas de la Ciudad de México recibe al crimen organizado

Por el taller de periodismo de Desinformémonos Fotos: Cuartoscuro

México, Distrito Federal. En las calles de la Zona Rosa y la Condesa, en el corazón de la ciudad de México, entre bares, boutiques de moda, restaurantes con valet parking y una que otra chocolaterie francesa, brillantes sellos amarillos salpican las puertas de establecimientos clausurados en estas zonas antes seguras y tranquilas. Son reflejo de los sucesos violentos registrados a finales de mayo: el asesinato de un joven a las puertas del Bar Black y la desaparición forzada de 12 jóvenes del Bar Heaven. Javier Sicilia, poeta y fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, asegura que “el gobierno del Distrito Federal habla demasiado a la ligera” al valorar que son hechos aislados. “Lo que pasó en las discotecas con los desaparecidos es parte del crimen organizado”, asegura.

En contraste con las declaraciones gubernamentales, las voces de vecinos de la zona, urbanistas y de un narcomenudista dibujan un deterioro de ambas zonas –nacidas originalmente para albergar a las clases medias y altas capitalinas- y la consolidación del crimen organizado en ellas. “El cartel de ‘Los Tepis’ surte a las 16 delegaciones”, confirma a Desinformémonos un joven recién liberado tras cumplir una condena de 10 años por narcomenudeo, no identificado para preservar su identidad.

Comerciantes y vecinos establecidos en la zona desde hace 30 años se quejan de la existencia de negocios ilícitos ante las autoridades de la Delegación Cuauhtémoc, quienes niegan la presencia de estos giros. Se combinan restaurantes ejecutivos con lugares de diversión de todo tipo y «la delincuencia cada vez se organiza más”, denuncia Alicia Martínez, residente y vecina activa de la Roma desde hace 12 años. “Sabemos que hay extorsiones en el Distrito Federal y que en esas colonias les cobran derecho de piso”, informa Sicilia, cuyo hijo Juan Francisco fue asesinado en 2011 a la salida de un bar en Morelos.

El auge de la vida glamorosa,  restaurantes de lujo, hoteles de cinco estrellas, galerías, las boutiques de firma más importantes a nivel mundial, centros nocturnos con los cantantes  de moda, así como la visita cotidiana de artistas e intelectuales, convirtieron a la Zona Rosa y La Condesa en centros de atractivo turístico hasta 1985. El sismo fue un parteaguas en la vida de la ciudad, particularmente en esta área, que fue abandonada por temor a otro temblor, tanto por sus habitantes como por el cierre masivo de comercios que buscaron zonas más seguras. Transcurrieron casi 30 años, y entre recuerdos y olvidos, la Zona Rosa y la Condesa transformaron su rostro.

De la época de oro a la época plástica

“Demasiado tímida para ser roja y demasiado atrevida para ser blanca”, fue la descripción del escritor y periodista Vicente Leñero sobre la Zona Rosa, de la década de los sesenta. Por sus hoteles de lujo, restaurantes, cafés, galerías, tiendas de moda y bares pasaron artistas y personajes como el pintor José Luis Cuevas, el escritor Carlos Fuentes, o el poeta y periodista John Ross.

Tras el temblor de 1985 y hasta el 2000, la Zona Rosa cayó en decadencia y cerraron más de un centenar de establecimientos, que abrieron las puertas a nuevas formas de hacer negocios. Poco a poco lo bohemio y artesanal se convirtió en comercial, plástico, franquicias, antros y mercado del sexo, refieren comerciantes con tres décadas en el lugar. Los habitantes de la zona describen a esta transformación como un proceso fortuito, producto de la negligencia por parte de las autoridades y el crecimiento invasivo del comercio internacional. De las antiguas casonas y palacetes que adornaban las calles de Liverpool y Londres, ya sólo quedan algunas fachadas y estructuras que sobreviven entre colosales monolitos comerciales. Bares, hoteles, sex shops, restaurantes, boutiques y otros establecimientos, modificaron la vida de los antiguos habitantes y los desplazaron a otras colonias de la ciudad en busca de una vida más tranquila y segura.

El área contigua compuesta por las colonias Condesa, Hipódromo e Hipódromo Condesa-, nació como una hacienda de la condesa Miravalle en el siglo XVI, y en el siglo XX se volvió asiento de las clases medias altas en medio de edificios Art Decó y amplios espacios públicos como parques, aceras, calles y áreas verdes. Existen 250 edificios catalogados como patrimonio histórico o artístico, muchos de los cuales están en mal estado, pues los dueños no encuentran incentivos para arreglarlos, denuncia el historiador y vecino de la zona apodado “Marcos y miércoles”.

“En zonas como la colonia Condesa el control del territorio lo tiene el mercado inmobiliario”, indica en entrevista con Desinformémonos la doctora Georgina Sandoval, arquitecta y doctora en urbanismo. La también catedrática de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) valora que la norma urbana indica  un uso habitacional mixto e intensidades altas, “con lo cual tienen permitido casi todo”. En síntesis, apunta la doctora Sandoval, detrás de estas actuaciones está el valor del suelo y su rentabilidad, las cuales  omiten el valor patrimonial y no reconocen a la población residente.

Caminar por el Parque España hoy trae la impresión de que la ciudad de los vendedores ambulantes y las señoras con su mandado está a muchos kilómetros de distancia. Aislado, un tianguis acaba su jornada a las seis y media de la tarde. “Dos calles para allá puedes encontrar todos los bares que quieras, de los dos lados de las aceras. Ahí no hay descanso”, indica un vendedor de dulces, que rápidamente es “invitado” a retirarse cuando se acerca a una taquería que le prohíbe la entrada a él y a los cantantes.  En el pasado, recuerda “Marcos y Miércoles”, la Condesa era “más apacible, con menos movimiento y más cuidada”, además de que tuvo negocios de todo tipo, como papelerías, farmacias, tlapalerías, torterías, taquerías, peluquerías y carpinterías.

Las colonias Condesa y Juárez –donde se localiza la Zona Rosa- están planificadas para un sector de población pudiente, informa la especialista en urbanismo y consultora de vivienda. “Sin embargo, su magnífica localización, con una infraestructura privilegiada en cuanto a calles anchas con camellones y parques arbolados, las convirtió en zonas de enorme atractivo turístico, lo que provoca una enorme presión inmobiliaria y un paulatino abandono del uso de suelo habitacional”, describe.

Un afilador de cuchillos que trabaja hace 15 años en la Condesa cree que todavía es posible vivir con tranquilidad en la zona, pero advierte que “si va a tener un bebé, cuide que no esté cerca de los bares, porque es imposible, está demasiado lleno de gente. Hay que caminar mucho para encontrar un lugar tranquilo”. La vecindad de la Zona Rosa, con los dos corredores urbanos-económicos más importantes de la ciudad (las avenidas Reforma e Insurgentes) redujo drásticamente la  oferta habitacional, en la cual predominan los edificios en renta a precios exorbitantes, indica Sandoval.

La Condesa aún vive su boom de moda, que convoca a población de paso y extranjeros con alto poder adquisitivo que sustituyen a la población original.   “Esto genera a la zona un intenso uso comercial en la vía pública,  específicamente en banquetas y vialidades. Las condiciones actuales  ya no la hacen un sitio agradable para muchos en la ciudad”, concluye la entrevistada.

La urbanista señala que la responsabilidad de controlar lo que sucede en estas zonas es del Estado y no puede dejarse en manos del mercado. “Los demás actores, ya sean asociaciones de colonos o gremios, tienen una incidencia mínima”, finaliza Sandoval.

El reino del “Necte”

De día por las calles de la colonia Condesa circulan oficinistas, jóvenes, trabajadores de los restaurantes, parejas, policías de pie y en patrulla, bicicletas y, en algunos rincones de Parque España, más perros que seres humanos. Pero “la Condesa de día y la de noche son dos Condesas”, precisa Nadia Calderas, habitante de la colonia desde hace siete años. Por la noche, cuando abren los antros, restaurantes, y bares, se siente la inseguridad. En un puesto de periódicos en la calle Tamaulipas, el tendero, con 27 años de trabajar en la colonia – y quien hace de mapa humano para los paseantes- coincide en que “se está poniendo feo,” sobre todo de noche y en particular, en el cruce entre las calles Tamaulipas y Michoacán, en donde la densidad de bares, restaurantes y antros – aun de día – se hace mucho más evidente.

En la Zona Rosa, en contraste, los comerciantes del día –apostados a las entradas de los comercios nocturnos antes de que abran- aseguran que el ambiente es muy tranquilo. “Es más cuento todo lo que dicen de aquí”, asegura la dueña de un local que por la mañana vende desayunos y por la noche es bar, sobre la calle Hamburgo. “Está muy tranquilo y hay bastante vigilancia”. Asegura que siempre ha habido gente que viene a drogarse a algunos antros, pero que “como en todos lados, como en el mismo Tepito”, hay de todo, “para divertirse o para buscar otra cosa”. En las 24 manzanas que componen la zona, se combinan restaurantes ejecutivos con lugares de diversión de todo tipo, como bares, afters y table dance, a los que se reconoce como “de alto impacto”. La Agrupación de Comerciantes de la Zona Rosa reporta que de 500 establecimientos comerciales en el área, 80 son de éste tipo y ocho son giros negros (ilegales).

Calderas señala que, desde el cambio de gobierno en el Distrito Federal, se ha vivido una “comercialización a destajo” que ella siente como “una invasión” a la colonia, que le quita no sólo su oferta cultural, sino su seguridad. En cuanto a los recientes hechos en la colonia – el asesinato de un joven afuera del Bar Black y la clausura del Zydeco, ambos en la calle Tamaulipas – el tendero opina que tienen que ver con la entrada del narcotráfico a la zona.

El joven narcomenudista, quien solicita omitir su nombre, ratifica la venta a discreción de drogas en antros y bares. El negocio es forzoso para los dueños de los locales, y los criminales lo llaman “concesiones”, describe. Quien desea consumir pregunta a los meseros o cadeneros por “El mago de los sueños”, “Doña Blanca”, “El Bueno”, “El Padrino” o “El Necte”. Unos minutos después de la correspondiente llamada telefónica, aparece el surtidor.

Las quejas de los vecinos por la proliferación de antros reciben la respuesta de que las autoridades trabajan en el rescate turístico, urbano y cultural del área, pero los habitantes y dueños de negocios argumentan que no es la verdad. La dueña de un café internet de la Zona Rosa relata que las autoridades siempre revisan sus documentos y permisos, pero muy pocas veces o nunca lo hacen con los varios antros ubicados en su cuadra.

La Delegación Cuauhtémoc cuenta con 15 inspectores para cubrir 73 mil negocios, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En la delegación, mil 123 negocios corresponden a bares, antros y cantinas, entre otros establecimientos con venta de bebidas alcohólicas legales e ilegales (los llamados “giros negros”). Los inspectores no se dan abasto para verificar los miles de negocios, aunque Arturo Ríos Ruiz – director de Comunicación Social en la delegación- afirma que no hay descuido en las verificaciones de los establecimientos mercantiles.

“En la Roma y la Condesa se mueve mucho dinero”, reconoce el narcomenudista, y la disputa por la plaza llegó hasta la desaparición de los chicos del Heaven, hijos de integrantes de “Los Tepis” -condenados de 24 a 400 años de cárcel.

Desde el asesinato de un joven en el Bar Black, la vida nocturna cambió de forma dramática, señala un trabajador del Bar Patanegra, en la calle Tamaulipas. Empezaron operativos policiacos “agresivos,” con oficiales armados “casi como militares,” y como consecuencia, bares y antros cierran más temprano. Esto no sólo significa una pérdida económica para los trabajadores, sino un incremento en la inseguridad, pues la gente que solía quedarse en el antro hasta las cuatro de la mañana, ya a las dos de la madrugada no tiene a dónde ir, y en las calles “se pone como loca”, relata el mesero.

En la Zona Rosa –ubicada entre las avenidas Insurgentes, Sevilla, Reforma y Chapultepec- algunos lugares lucen sellos de clausura. En cuanto alguien se para para mirarlos detenidamente, los vecinos y comerciantes observan al intruso. Un vendedor de calcetas y lencería de la Glorieta de los Insurgentes asegura, sin embargo, que “está muy bien para ir ahorita a los antros, se armó alboroto por lo de los chavos de Tepito pero es seguro”. Lo que sí pasó, asegura la vendedora de jugos, es que la clientela de todos los negocios bajó. Otra vendedora de alimentos evita hablar del tema: “Yo no sé nada de eso, nada”, asegura.

Aunque el tendero de los periódicos, con sus casi 3 décadas de trabajar ahí, afirma que la violencia viene a raíz del narcotráfico, Calderas y Alicia Martínez, que ven con preocupación los sucesos en Condesa, no comparten su certeza. Reconocen que es posible, pero manifiestan su desconocimiento de las razones de la reciente violencia. Martínez apunta que “la delincuencia cada vez se organiza más.”

Negación o negligencia

El encargado de comunicación de la delegación Cuauhtémoc, informó que el caso Heaven y el del Bar Black dejaron de ser asunto de la demarcación cuando los atrajo la Procuraduría General de la República. En los últimos meses, registros periodísticos dan cuenta de diversos incidentes en la demarcación relacionados con homicidios, desapariciones forzadas y venta de drogas, pero el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, negó en reiteradas ocasiones la presencia de los cárteles en el Distrito Federal.  Sicilia, quien encabezó una marcha en mayo de 2011 para protestar por la guerra contra el narcotráfico del entonces presidente Felipe Calderón, revira que “el gobierno no está asumiendo la grave responsabilidad que significa eso.  Antes el crimen organizado estaba controlado, ahora no, y este es otro señalamiento de que las cosas están más que graves”, afirma.

El poeta Sicilia, coautor del libro Estamos hasta la madre, aconseja a los ciudadanos unirse para rehacer la vida de la nación y encontrar paz y justicia. “Eso nos permitirá que los otros problemas que tenemos se puedan diluir y encontrar su cauce correcto”, argumenta.  Alicia Martínez agrega que hay que “imaginar actividades que puedan generar vida de barrio para que la gente no tenga miedo de salir a la calle”.

Este reportaje forma parte del taller de periodismo que realiza Desinformémonos con su equipo de trabajo

Equipo de reporteros:  Jorge Salinas, Ernestina Jiménez, Lindsey Hoemann, Ligia García, Jesús Muñoz, Marco Vinicio García, Jaime Quintana, Amaranta Cornejo, Clayton Conn,  Brisa Araujo, Adazahira Chávez y Gloria Muñoz,  Publicado el 08 de julio de 2013

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