Los Acuerdos de San Andrés, un producto vivo y actual de la sabiduría indígena

Alejandro Castillo Morga

Sumario

Introducción. I. La riqueza de los Acuerdos de San Andrés. II. La cuestión indígena en el momento actual. III. Marco referencial de la sabiduría indígena. IV. Análisis crítico de los Acuerdos de San Andrés. V. Implicaciones ético-políticas de la sabiduría indígena en la ética social.

 

Introducción

¿Es posible hacer un análisis de la sabiduría indígena por medio de los Acuerdos de San Andrés? Aquí presentamos algunas aproximaciones. Si bien la sabiduría indígena es un cúmulo de aspectos vividos en la cotidianidad de los pueblos indígenas, es susceptible de estudio en tanto pensamiento sistemático, dado que hay testimonios y estudios acerca de su existencia en diferentes etapas históricas y desde diferentes disciplinas modernas.

Los Acuerdos de San Andrés son un pretexto para mostrar la riqueza del pensamiento indígena, pues un hecho conflictivo como el que les dio origen muestra la capacidad y agudeza argumentativa con la que los pueblos han defendido su derecho a existir y a ser reconocidos con su propia cultura e instituciones.

Tanto los Acuerdos de San Andrés como el proceso de paz son susceptibles de un análisis ético-teológico en tanto que los hechos y documentos producidos en ese momento son un compendio que deja ver a los pueblos indígenas como un actor político  y un sujeto colectivo completamente dinámico y consecuente con sus modos propios de pensar y de organizarse.

Este hecho no puede dejar indiferente a la comunidad de fe, tanto para renovar su modo de entender los procesos actuales como para estar a la altura de los cambios recientes. El contexto intercultural e interreligioso, visto desde el ámbito indígena, tiene sus propias peculiaridades y además plantea preguntas acuciantes al modo de entender la fe y al consiguiente testimonio de esperanza, con tal de que sea realmente “esperanza cierta”. Éticamente estos desafíos son impostergables, por lo que la tarea aquí emprendida es tan sólo un aporte entre muchos esfuerzos y contribuciones existentes.

I

¿Por qué tienen vigencia los Acuerdos de San Andrés? Veamos el siguiente testimonio. El pueblo indígena purhépecha de Cherán, en Michoacán, México, jamás imaginó el alcance que tendría la convocatoria de algunas mujeres cansadas de vivir con miedo y bajo amenazas; ellas llamaron a los vecinos de la comunidad a organizarse para detener la violencia creciente como consecuencia de la llamada “guerra contra el narcotráfico”.

El 15 de abril de 2011, las mujeres colocaron un retén para controlar e identificar a los talamontes que ilegalmente extraían madera de los bosques comunitarios. Estos infractores actuaban con impunidad, ya que estaban protegidos por el crimen organizado y con la complicidad de los cuerpos policíacos del estado. A partir de esa fecha el pueblo entero se organizó y, lentamente, reivindicó sus formas de gobierno tradicionales apelando a los convenios y tratados internacionales en materia de derechos de los pueblos indígenas, alegando que los partidos políticos y el gobierno del estado no atendían sus reclamos de seguridad y justicia.

Finalmente, el 5 de febrero de este año el pueblo logró establecer un Concejo Autónomo que fue elegido por medio de sus usos y costumbres, el cual quedó conformado por 12 representantes. La asamblea del pueblo determinó eliminar los sueldos para el servicio de autoridad, además de establecer la “ronda comunitaria”, que se encarga de la seguridad del pueblo y de vigilar que no continúe la extracción ilegal de la madera, entre otras iniciativas. El proceso legal para la convalidación de su forma de gobierno aún continúa y, aunque tampoco se ha detenido el asedio del crimen organizado, el pueblo purhépecha ha reivindicado una manera de hacer política basada en sus “usos y costumbres”, es decir, según los principios contenidos en los Acuerdos de San Andrés.

Más que una nota de prensa, este hecho sugiere la importancia del tema que nos ocupa; más aún, tratándose de la realidad mexicana, los pueblos indígenas no pueden seguir siendo marginados, ni mucho menos ajenos a la destrucción del tejido social y la crisis de las instituciones democráticas del Estado. Por el contrario, los pueblos indígenas demuestran palpablemente que tienen mucho que aportar para la recomposición de la política bajo principios normativos, inspirados en su sabiduría.

Para hacer comprensible el contenido ético y político de la sabiduría indígena es preciso hacer un análisis crítico de documentos y testimonios. Éste es el caso de los Acuerdos de San Andrés, un documento que permite acercarse al contenido de la sabiduría indígena y, al mismo tiempo, lograr un entendimiento con el conjunto de la sociedad debido a que se expresan en categorías de comprensión e interés común.

El tema indígena cobró especial importancia en las últimas décadas debido a la creciente resistencia y organización de los pueblos, que por más de cinco siglos han sido un sujeto colectivo discriminado y cuyos recursos naturales han sido expoliados. Hoy, las tendencias del mercado global parecen tener en la mira importantes reservas naturales para explotar su riqueza. Los pueblos no son ajenos a estas pretensiones, por lo que toman su propio camino para evitar ser arrasados por tales planes. Pero la resistencia y la defensa de los pueblos no pueden sino alimentar un discurso de paz y esperanza. Este estudio se propone alimentar estas estrategias que apuntan a la defensa de la vida de los pueblos y de la vida en su conjunto.

 

II

Monseñor Samuel Ruiz García (1924-2011) señaló en su carta pastoral “En esta nueva hora de gracia” la relevancia del conflicto indígena en el sureste mexicano. Sin ser la única causa, el levantamiento indígena favoreció que otros pueblos se organizaran y que el resto de la población mexicana también cobrara conciencia de los derechos de los pueblos, así como que se revalorasen la historia y cultura nacionales. Por otra parte, la evolución política del conflicto convocó a la sociedad civil a participar activamente en la democratización del país y obligó a la sociedad política a buscar nuevos caminos para atender las raíces de la ancestral marginación de los pueblos indígenas, así como a establecer vías concretas para la reforma democrática del Estado. A nivel internacional se colocó el tema de los pueblos indígenas en primera importancia, además de mostrar las injusticias provocadas por el neoliberalismo. (Ruiz García, S., 2004:5)

Por lo anterior, los acuerdos alcanzados en la primera mesa de diálogo, conocidos como “Acuerdos de San Andrés”, son un programa vivo que se propone generar una nueva cultura política y una comprensión más clara de los derechos de los pueblos indígenas. Lo anterior supone no sólo una nueva relación de los pueblos indígenas con la sociedad entera, sino que plantea un nuevo horizonte para la pluralidad, la libertad y autonomía de los pueblos, con el fin de favorecer la convivencia democrática, pacífica y justa entre todos los sectores de la sociedad.

Los Acuerdos de San Andrés, aún vigentes a pesar de la abrupta interrupción del proceso de paz, son un documento que inaugura una etapa democrática en México. Contienen una gran carga ética y política que tiene como trasfondo la sabiduría indígena y la apuesta al diálogo por parte de los pueblos. Asimismo, son una referencia obligada para entender la relevancia de las demandas indígenas en el contexto actual; de ahí que sean un programa de acción aún pendiente para tantos pueblos de otras regiones del país.

En el contexto del proceso de paz, la iglesia local de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, fue un actor clave para propiciar el diálogo y el entendimiento entre las partes en conflicto. En el ámbito creyente quedan tareas pendientes, como la de seguir acompañando la esperanza de los pueblos y renovar la propia esperanza cristiana a la luz de estas experiencias. Esto propiciaría la revisión crítica y el replanteamiento de la esperanza por medio del diálogo entre diferentes modos de concebir la utopía.

Es posible hacer una revisión del contenido ético y político de la sabiduría indígena a través del análisis de los Acuerdos de San Andrés; releerlos desde una perspectiva ética social, como un reposicionamiento de la esperanza cristiana y su diálogo crítico con las utopías actuales.

Asimismo, es importante destacar que el marco referencial de la discusión en torno del tema indígena se realiza desde la filosofía intercultural, el debate postcolonial y su crítica desde el pensamiento decolonial, y el debate sobre el pluralismo religioso. Estos aspectos son un preámbulo para definir tanto el horizonte epistemológico como el locus enuntiationis metodológico desde el cual es analizado el tema.

La diversidad de elementos que compone la sabiduría indígena sugiere una cierta complejidad para hacer una delimitación positiva. Sin embargo, se tratará siempre de definir un núcleo conceptual para la articulación de los elementos que dinamizan la vida de los pueblos en su transcurso histórico y hasta la actualidad. La relación histórica de los pueblos indígenas con otros pueblos, de la cristiandad hasta la sociedad contemporánea (es decir las épocas mexica, poshispánica y la actual), muestra la existencia de ese núcleo de sabiduría que permanece intacto pero no inmóvil, gracias a que se mantiene en la dinámica de despojarse de algunos elementos y asimilar nuevos.

También es importante señalar cuál ha sido la situación de los pueblos indígenas, especialmente en el último tercio del siglo XX: las causas del conflicto armado en Chiapas y el papel de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Se presentará una historia del proceso de paz y los actores políticos que formaron parte de las mesas del diálogo; esto será imprescindible para comprender el contenido de los Acuerdos de San Andrés, fruto de la primera mesa de negociación de la paz. Los Acuerdos de San Andrés son un texto que sugiere un programa completamente actual para la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Su entramado está conformado por principios como el pluralismo, la sustentabilidad, el respeto, la participación democrática y la libre determinación, entre otros, inspirados en la sabiduría indígena y el diálogo con diversos sectores sociales.

El contenido ético y político de la sabiduría indígena en el ámbito propio de la ética, para luego hacer una lectura desde la ética social, se pretende mostrar como el contenido material de la ética -expresada en la materialidad de los derechos que reclaman los pueblos-, el momento de construcción intersubjetiva de acuerdos y la factibilidad de éstos. Lo anterior puede expresarse teológicamente mediante la hermenéutica de la encarnación, la hermenéutica de la comunidad y la hermenéutica de la esperanza.

El desafío final de este aporte es explicitar una comprensión de la esperanza desde el contenido de la sabiduría indígena, una esperanza que también puede ser entendida en términos cristianos y que dialoga con las utopías que dan vida a diversos sectores de la sociedad. Este apartado sugiere que la esperanza es práctica política o no es esperanza cristiana (Mardones, J. M., 1983).

II

En el contexto reciente, cada vez más la sabiduría de los pueblos indígenas ha cobrado un lugar propio. Ha sido considerada por el pensamiento colonial como un pensamiento  “premoderno” y como una forma de vida “en minoría de edad”, la cual es abandonada por las culturas una vez que alcanzan la “edad adulta” por medio de la civilización.

Por lo tanto, a la sabiduría indígena se le ha negado originalidad; los testimonios, incluso los históricos, han sido falseados bajo el argumento de que, en todo caso, fueron recogidos por estudiosos occidentales, quienes se encargaron de darles orden (León Portilla, M., 2001, 2009). Se inventaron muchas políticas para sacar a los pueblos indígenas de su ignorancia e integrarlos a la civilización, impulsar su desarrollo, etcétera, pero siempre con modelos que ignoraron su propia cultura (Díaz Polanco, H., 2009).

Por su parte, el pensamiento “postcolonial” ha sugerido que los pueblos dejen de considerarse víctimas para poder alcanzar y realizar plenamente su libertad. Esto implica dejar de ver su historia y su cultura con resentimiento y nostalgia para que aflore el verdadero espíritu de la libertad. Tal postura ha encontrado respuesta en el pensamiento decolonial, que afirma que no se trata simplemente de superar una conciencia atrofiada por la conquista, sino de dejar de pensar desde las categorías del conquistador para romper los moldes interpretativos al leer la propia cultura (Rabasa, J., 2008; Mignolo, W., 2008, 2009). 

Además de estas discusiones en el campo del estudio de la cultura de los pueblos, la filosofía o la sociología, en el ámbito teológico también es importante remarcar la fuerza de lo religioso en la construcción de alternativas y su diálogo con otros sectores que buscan los mismos objetivos, aun desde otras religiones y cosmovisiones (López Hernández, E., 2009; Vigil, J. M., 2004). Es un hecho innegable que la sobrevivencia de los pueblos indígenas se debe a su tenaz resistencia para saber qué asumir de las nuevas condiciones en las que se reconfigura su modo de vivir en relación con el resto de la sociedad en cada etapa histórica.

Pero pese a todos los cambios ocurridos, los pueblos indígenas no han renunciado a su forma de ser; siguen practicando sus tradiciones y fiestas, lo que les da motivos para seguir viviendo aún en condiciones adversas. Cuando nos referimos a la sabiduría indígena nos referimos a aquellas maneras de asumir la vida sobre el sustento de su propia cosmovisión; una energía cultural y religiosa capaz de mover (ética) y transformar (política) la vida de un pueblo (López Hernández, E., 2011). El contenido ético-político de la sabiduría indígena es evidente, pero es necesario hacer una exposición sistemática de sus elementos y de su propia metodología (Garibay, J., 2000) para visualizar con justicia sus alcances.

III

La sabiduría indígena es estudiada de manera muy diversa por cada disciplina que ha intentado sistematizarla. Sin embargo, los estudiosos del tema coinciden en plasmar una definición a partir de sus experiencias de contacto con el legado de los pueblos indígenas. Es importante dejar claro que el uso del término sabiduría indígena pretende expresar la complejidad e integralidad del pensamiento indígena. La división del conocimiento humano en disciplinas es una característica moderna; en cambio, al referirnos al cúmulo de aprendizajes y enseñanzas basado en la cosmovisión de los pueblos nos referimos a un contenido que abarca más que el campo propio de una disciplina particular. La categoría sabiduría indígena expresa y supone muchos elementos amalgamados para entender los contenidos filosóficos, pedagógicos, teológicos y otros, en un lenguaje narrativo simbólico racional. De ahí que sea recurrente el uso de “mitos”.

En el caso de la teología, es preciso encontrar el sentido religioso de la vida de los pueblos a través de la celebración de sus fiestas, sus ritos y tradiciones orales. En ellas se percibe un caudal de símbolos y expresiones que da cuenta de un modo de ser, una tradición celosamente conservada y transmitida. Pero la teología indígena es consciente de que en esas prácticas van implicados elementos no sólo religiosos sino también morales, jurídicos, pedagógicos y, desde luego, filosóficos (López Hernández, E., 1997). De este modo, para mostrar la riqueza e integralidad de la sabiduría indígena, y con el fin de atender a una definición como lo exige este estudio, se echará mano de testimonios existentes orales o escritos, así como de estudios sistemáticos de la filosofía y teología indígena (Lenkersdorf, C., 2005; Rabasa, J., 2009; León Portilla, M., 2001, 2009; López Hernández, E., 2009).

La complejidad y riqueza de la sabiduría indígena han atravesado por un trayecto de reelaboración, es decir, el proceso histórico por el que han pasado los pueblos reconoce que hay elementos que se perdieron. Sin embargo, también existieron elementos que fueron valorados por el conquistador. Lo más importante es lo que los mismos pueblos han reivindicado, afirmado y defendido como propio. Este proceso dinámico fue llevado a cabo en cada etapa histórica (Recondo, D., 2007; López Bárcenas, F., 2009).

IV

 

Es preciso ubicar el contenido de los Acuerdos de San Andrés en el contexto del proceso de su gestación; es decir, la situación de los pueblos indígenas había llegado a condiciones de una marginación intolerable. Sin tener otro camino más que la rebelión, los indígenas decidieron organizar su autodefensa debido al creciente acoso impune de que eran objeto por parte de los grupos de seguridad de los grandes terratenientes y potentados de Chiapas.

El conflicto indígena en el sureste mexicano no es simplemente una guerrilla tradicional más, sino que se trata de un movimiento que decide poner fin a la marginación y al olvido, inspirado en su propia sabiduría y decidido a tomar un papel en el conjunto de la sociedad mexicana. Su aparición es enigmática, para ser escuchados toman las armas, para ser visibles se cubren el rostro, para exponer su pliego de demandas no lo hacen solos sino que llaman a los demás sectores marginados de la sociedad (Michel, G., 2002). Es un movimiento indígena que da qué pensar, todas sus expresiones son previstas por las asambleas de los pueblos y nada de lo que expresan como demandas son peticiones particulares o improvisadas.

El proceso pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, así como el proceso de afirmación del sujeto colectivo “pueblos indígenas”, fueron elementos clave para la recuperación de la sabiduría indígena, más tarde expresada en la teología indígena, en la recuperación de la historia de los pueblos y en la formación de la conciencia política que tuvo su máxima expresión en el debate y la definición de los Acuerdos de San Andrés (Lenkersdorf, C., 2005; Aubry, A., 2003; De Vos, J., 2001, 2010).

Del mismo modo, el proceso de diálogo por la paz y su evolución política sorprendió a propios y extraños en la manera en que los actores políticos expresaron un genuino interés y un sentido del momento histórico sin el cual los Acuerdos de San Andrés no se habrían alcanzado. No obstante, el proceso en su conjunto fracasó debido a los intereses sectarios de la clase política y los poderes fácticos nacionales e internacionales (CONAI 2002).

Los Acuerdos de San Andrés son y serán un parteaguas en la lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Así mismo, su importancia está determinada porque su construcción fue conducida por el liderazgo indígena y por su estrategia incluyente, lo que permitió una participación representativa y amplia de los más diversos sectores de la sociedad mexicana. De ahí que, aunque el contenido se refiere a las demandas indígenas, su riqueza radica en que el programa de acción es una invitación a repensarse en el conjunto de la diversidad de pueblos y en el establecimiento de una nueva relación con la sociedad entera.

Para no desaprovechar esta riqueza, el estudio de los Acuerdos de San Andrés será realizado con la ayuda del análisis sociocultural del discurso, es decir, se pretende hacer un análisis no sólo del texto sino de las condiciones de su producción, circulación y recepción a fin de plantear la sabiduría indígena como producto colectivo en un diálogo plural amplio. Ello implica presentar al sujeto que produce y al intérprete de esa sabiduría, así como los mecanismos de significación en que se expresa. De este análisis se pretende extraer el contenido ético y político de la sabiduría indígena (Reygadas, P., 2005).

V

El análisis del contenido ético de la sabiduría indígena pretender señalar la relación entre su contenido material, la importancia de los Acuerdos como ejercicio consensual y también su intencionalidad normativa para una práctica política incluyente. La ética como reflexión crítica de las prácticas concretas ayuda a entender en cómo el “ethos” de un pueblo o conglomerado humano determina el sentido de sus objetivos de vida, lo que lleva a reorientar sus prácticas; el discurso ético como tal es necesariamente práctico, es decir, histórico (Vico, J., 1993; Drösser, G., 2004; Vidal, M., 2001). En este sentido, el análisis de los Acuerdos de San Andrés nos permite dar un ejemplo del modo en cómo el discurso ético puede ser construido y proyectado en un acuerdo político normativo.

Por otra parte, los contenidos de la sabiduría indígena como argumentación racional sugerente son susceptibles de análisis en el sentido ético de su narrativa (Privitera, S., 1992); es decir, la forma narrativa es un elemento fundamental en la construcción del discurso y necesariamente es susceptible de un análisis ético, por su contenido y por la intención de sus proposiciones (Robles Hernández, S.,-Cardoso Jiménez, R., 2007; Drösser, G., 2004).

Una aproximación de los contenidos ético-políticos de la sabiduría indígena desde la ética teológica permitirá retomar el contenido ético expresado en la teología india, no simplemente como una expresión de la religiosidad popular, sino como un cúmulo de prácticas adoptadas por el pueblo, basadas en el consentimiento y en la responsabilidad de sostener y mejorar la vida en comunidad. Lo anterior invita a preguntarse por el sentido de la sabiduría indígena y su caudal de esperanza, la cual parte de una comprensión de la intervención de Dios en la historia, se confirma en la vida de la comunidad creyente y ofrece elementos para entender y actuar en el momento histórico. (Moltmann, J., 2011; Libanio, J. B., 1992).

La discusión sobre las utopías se centra en los aspectos de su viabilidad y en cómo es asumida en proyectos concretos. Ha sido muy cuestionado el hecho de que ciertas utopías tienden a la polarización y, sobre todo, que el exacerbamiento del mesianismo dé como resultado la estigmatización de un sector social. La propuesta indígena, así como la teología indígena, contiene un mensaje de esperanza en términos de inclusión y de paz, como ellos mismos lo expresan en afirmaciones como: “una casa para todos”, “un mundo donde quepan muchos mundos”.

La propuesta utópica indígena no pretende colocarse como una nueva vanguardia que suplanta a las demás existentes, sino que ofrece su propuesta consciente de que existen otras muchas maneras de dar soluciones a los problemas presentes y a las perspectivas de futuro desde cada comunidad. Esta apertura y disponibilidad es una característica de la actitud indígena, inspirada en su sabiduría; en momentos de convulsión y polarización, es necesario llamar al mutuo entendimiento y a lograr acuerdos sin polarización, pero sin negación de la dignidad de ningún sector social, empezando por los sectores históricamente marginados. Estos y otros elementos llevan a replantearse lo que se entiende por esperanza cristiana en un contexto intercultural e interreligioso.

Publicado el 14 de enero de 2013

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