Adiós al boleto del Metro… y al trabajo de las taquilleras

Sergio Adrián Castro Bibriesca

México DF. Tras 43 años de vida, el boleto del metro desaparecerá. Para los habitantes de la capital mexicana, el boleto fue, durante décadas, un compañero de todos los días. Con el paso del tiempo, incluso llegó a convertirse en un emblema de la capital. Cambió de diseño en innumerables ocasiones y fungió también como recordatorio de efemérides e incluso sirvió para hacer publicidad a una línea de camiones privada, situación que provocó reprimendas.

Los primeros boletos comenzaron a circular en 1969; su precio era de un peso con 20 centavos, y desde entonces ha aumentado en diez ocasiones. El último ajuste de la tarifa, que subió de dos a tres pesos, fue el más cuestionado y polémico de todos.

Arguyen las autoridades que en aras de la modernización del Sistema de Transporte Colectivo Metro se despide el boleto. Será en febrero del año entrante cuando se iniciará la sustitución del boleto por la tarjeta “multimodal”, lo que significará una inversión de 19 millones de pesos. Ya se tienen preparadas dos millones de tarjetas para su venta.

La compañía Peaje Controles S.A. de C.V. será la proveedora del plástico que tendrá un costo de nueve pesos para el Sistema de Transporte Colectivo Metro, y diez para los usuarios de este servicio.

A algunos usuarios del Metro, la desaparición del boleto les deja un mal sabor de boca. Guadalupe, quien diariamente recorre la línea dos, de Ciudad Universitaria a Centro Médico comenta: “Me causa un poco de coraje, porque no toda la gente usa el metro diario y tener que comprar una tarjeta cuando a veces sólo tienes para comprar un boleto es un poco injusto, además de que es una imposición”. Vladimir, quien aborda el Metro para ir a estudiar, menciona que la desaparición del boleto le genera algo de nostalgia por tantos años de usarlo y que “el uso de las tarjetas es engorroso y latoso, porque al comprarle crédito -como en metrobús- luego se come el dinero y no lo pasa a la tarjeta”.

A pesar de todo, el boleto dice adiós; pero además de la desaparición del billete, la modernización de, Metro de etraerá además consecuencias deja la modernización del Metro afectará, de manera directa, a las personas que trabajan en las taquillas.

La vida de la taquilla

Ella es taquillera, tiene 13 años trabajando en el Metro y prefiere conservar el anonimato. Recuerda que las primeras máquinas que vendían boletos en el metro fueron colocadas en los años ochenta, en la estación Salto del Agua, “pero no funcionó porque había algunos usuarios que metían rondanas y hacían trampa”. Con el tiempo, aquellas máquinas desaparecieron.

Años después, en el 2007, el Sistema de Transporte Colectivo Metro decidió instalar de nueva cuenta máquinas, y con ello, “retirar de manera paulatina el área de taquilla”. La trabajadora recuerda que los usuarios no se sienten cómodos con las máquinas. “No son tan rápidas como nosotros”.

Uno de los argumentos de las autoridades del Metro capitalino para usar este tipo de tecnología, es que en otros países ha tenido éxito; sin embargo, la taquillera manifiesta que las autoridades “no se han percatado de la afluencia de la gente que usa el servicio”. De acuerdo con datos del Metro, mil 487 millones 525 mil 176 usuarios utilizaron el servicio en el año 2011, lo que implica una diferencia grande de población con otras ciudades en el mundo.

La trabajadora de taquilla explica que a las máquinas no se les da el mantenimiento adecuado y van a generar un caos y pérdidas de dinero para el usuario, o terminarán por ser inservibles a corto plazo. Las máquinas funcionarán 20 horas al día. En algunas estaciones se llegan a generar, en un solo día, recargas hasta por 70 mil pesos, lo que provocará que “las máquinas se llenen de monedas y, si no las ordeñan seguido, sino cada dos o tres días, la máquina dejará de funcionar correctamente”.

Hay tres horarios para las personas que laboran en las taquillas, “y con la entrada de las máquinas se busca reducir a dos turnos”. La mujer que trabaja en la taquilla platica que existen cinco clases de taquillera: titulares, auxiliar, relevos, reservas y cubre-vacaciones.

Las taquilleras que serán desplazadas por el recorte de turno ya son enviadas a otras áreas de trabajo en el Metro, como la zona de talleres, a donde las envían muchas veces sin ser capacitadas y sin tener el conocimiento necesario, “lo cual ha llevado al caos en algunos casos”.

Hay más de 200 taquillas en todas las estaciones del metro y cerca de 2 mil 200 taquilleras. Hoy en día, entre 200 y 300 taquilleras ya han sido enviadas al área de talleres. Durante los últimos años, explica la trabajadora, la plantilla de las taquilleras ha disminuido. “En líneas con gran afluencia, se necesitan cerca de 15 reservas y se cuenta con menos de la mitad, lo cual exige más trabajo para las vendedoras”. La apertura de la línea 12 no ha traído más gente a la plantilla de taquilleras, “las que entran a trabajar al Metro, casi no reciben capacitación, ya no tienen base, son contratadas por 28 días y se les renueva el contrato cada mes para no generar antigüedad”.

Las condiciones cotidianas de las taquilleras, dice la trabajadora, son como de esclavas: no pueden ir a la baño, o ir a comer. La mujer, que prefiere el anonimato, platica la anécdota de una trabajadora que perdió la vida por no ser atendida a tiempo, debido a que no la dejaban salir de su área.

Otra área que ha sido afectada por los recortes es el área médica del Metro: “Han quitado el servicio médico interno; han despedido a una gran plantilla de médicos en los últimos años”.

De acuerdo con los trabajadores, el sector de las taquilleras es el más reprimido de todas las áreas del Metro. “Hay mucho hostigamiento en el área de las taquillas, y muchas compañeras se han jubilado porque no aguantan el trato de las autoridades”, dice la taquillera, y agrega que el exceso de vigilancia con cámaras dentro de las instalaciones, si bien es para respaldar la seguridad del usuario, ésas mismas cámaras se utilizan para denunciar cualquier acción de los trabajadores, “es para vigilarnos y tener pretextos”.

En las taquillas se cuentan todo tipo de historias. La taquillera denuncia fraudes que se hacían con el dinero que se generaba en las recargas de tarjetas en taquillas. “Se necesita un NIP para ingresar al sistema y trabajar, y cada taquillera tiene uno propio. Lo que se hizo es que se vendieron NIPS de compañeras que se encontraban de vacaciones, de incapacidad o que incluso habían fallecido, y con ello se generaban pérdidas de dinero que otras compañeras debían pagar de su bolsillo”. Añade que la persona que vendía esos NIPS es Rebeca Hassan Barrera, quien en el organigrama del metro tiene el puesto de Coordinadora de Taquillas. “El tema dejó como resultado que taquilleras allegadas a la Coordinadora fueron cambiadas del área, y algunas otras que no lo eran, fueron despedidas”. Rebeca Hassan se encuentra en investigación por el caso.

Lo que es un hecho es que a las taquilleras, hasta el día de hoy, no se les ha comunicado nada de manera oficial, y sólo por rumores se han enterado del posible futuro al que tendrán que enfrentarse.

Malas condiciones de trabajo, ¿un pretexto para la privatización?

En todas las áreas del Metro los trabajadores se encuentran con problemas de manera cotidiana. Marco Antonio, quien trabaja en el mantenimiento de las unidades del Metro desde hace 28 años, plantea que en algún momento puede haber un accidente importante en las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro. “No nos dan piezas nuevas, no nos dan herramientas, tenemos que trabajar con lo menos usado y hemos hecho milagros para que el Metro siga trabajando, sin embargo, en algún momento, con toda la estructura tan deteriorada, podría pasar un accidente que sería el perfecto argumento para que de una vez por todas, se privatice el servicio”, argumenta Marco.

El técnico indica que hay una línea clara para privatizar de manera definitiva el servicio. Por un lado el deterioro de las instalaciones, las cuales “llevan años sin ser atendidas”, y por otro, “el acoso sistemático a los trabajadores del Metro”.

En el caso de los técnicos del taller del Metro, “muchas veces hemos comprado piezas de nuestro propio dinero, o bien, hemos hecho herramientas con nuestras propias manos, y aún así, te levantan un acta por construir tus propios utensilios”. Marco comenta que cualquier acción por organizarse es rápidamente reprimida y “existe un miedo muy grande de los trabajadores a levantar la voz. Lo que sucede es que quieren que los trabajadores se vayan poco a poco de tanta presión con la que vivimos a diario”, concluye.

Así, uno de los sistemas más eficientes y económicos de transporte en México y el mundo, se enfrenta a un futuro incierto, donde no se sabe, a qué estación llegará.

Publicado el 30 de diciembre de 2012

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