Valencia, España. El instituto de educación secundaria Lluís Vives se encuentra ubicado en el centro de la ciudad de Valencia. Durante este curso algunos de sus estudiantes comenzaron una serie de protestas englobadas en el “No a los recortes (económicos)”, en este caso concreto recortes en educación. Estos recortes afectan la vida estudiantil y amenazan con ir a más deteriorando gradualmente el sistema de educación pública. Si bien las protestas han sido ridiculizadas por muchos medios de derechas al considerarlas infantiles, desde una perspectiva de izquierda se puede enforcar de la siguiente forma: puede que hasta el momento los recortes hayan afectado cuestiones que podríamos considerar secundarias, en el caso del instituto Lluís Vives a la calefacción del centro, pero los responsables últimos de esta situación son aquellos que han gestionado el presupuesto público. No son los estudiantes los culpables de esta crisis y hacen bien en protestar. Quizás muchos de los jóvenes no han sido conscientes pero en sus reivindicaciones podría encontrarse la semilla de una protesta de carácter más amplio y de signo anticapitalista.
En el mes de febrero las protestas de los estudiantes fueron ganando en constancia: básicamente consistían en concentrarse durante 15 minutos en la calle Xàtiva, que atraviesa el centro de la ciudad, parando así el tráfico y visibilizando su lucha. El día 15 de febrero la policía nacional cargó contra los estudiantes y detuvo a uno de 17 años. El día 16 de febrero los manifestantes volvieron a concentrarse y se sumaron a ellos muchos más después de una manifestación convocada por el Sindicato de Estudiantes. Este día la policía actuó cargando con porras, disparando con pelotas de goma y deteniendo a 10 manifestantes. Por la tarde varios manifestantes se reunieron a las puertas de la Jefatura de Policía reclamando la libertad de sus compañeros encerrados y se produjo otra carga y nuevas detenciones. El viernes el apoyo a la concentración en la calle Xàtiva creció masivamente centrándose en la solidaridad con los estudiantes heridos y detenidos y en la exigencia de la dimisión de la delegada de gobierno, Paula Sanchez de León. El lunes 20 los manifestantes volvieron a concentrarse y durante toda la tarde huyeron de las cargas policiales. Los manifestantes eran dispersados una y otra vez, sumándose heridos y detenidos en cada nueva carga. El resto de los manifestantes huyeron hasta la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia que esa noche fue ocupada. Allí se formó una asamblea en la que se pretendió, en vano, marcar una línea común de actuación. En este momento es cuando empieza a hablarse de Primavera valenciana.
El martes 21 una multitudinaria marcha iniciada desde la Facultad de Geografía e Historia recorrió la ciudad de Valencia en repulsa a la actuación policial de los anteriores días. Cuatro cuestiones deberíamos destacar de esta jornada: se trató de una manifestación ilegal, es decir, no se solicitó para realizarla permiso en delegación de gobierno; fue una manifestación espontánea, sin recorrido preestablecido y no convocada por ninguna organización, partido o plataforma sino que la decisión se tomó la noche anterior y fue difundida por las redes sociales, principalmente facebook y twitter; pese a que el único elemento aglutinador de todos los manifestantes era criticar la actuación de la policía y la exigencia de la dimisión de la delegada de gobierno, entendemos que lo que realmente se ha puesto en juego estos días es la legitimidad por parte del pueblo para expresarse libremente en los espacios públicos, por ahora se le ha ganado la partida al miedo a la represión. Por último, quedó demostrada que la única violencia física ejercida esos días provino de los “cuerpos de seguridad” del Estado ya que el 21, día en que no actuó la policía, no se produjeron incidentes ni altercados. Si bien la derecha ha hablado de la existencia de lo que ella denomina “grupos radicales”, desde la izquierda sabemos que no existen grupos organizados en Valencia que tengan capacidad de respuesta ante la actuación policial, por ahora solo nos queda resistir pero en ningún caso tenemos la posibilidad de enfrentarnos cara a cara contra la policía nacional y salir bien parados.
29F: huelga de estudiantes
El 29 de febrero había sido convocada una huelga de estudiantes organizada por las asambleas de los diferentes campus universitarios, coordinados desde una asamblea interuniversitaria y convocada también por los siguientes sindicatos de estudiantes: SEPC (Sidicat d’Estudiants del Països Catalans), Acontracorrent, BEA (Bloc d’Esdudiants Agermanats) y Campus Jove. Convocar una huelga de estudiantes puede parecer un sinsentido pues no se logra paralizar la producción, es decir, no supone un desafío al sistema económico. No obstante podemos encontrar los motivos de dicha huelga bien expuestos en el texto La universidad es nuestra repartido los días previos a la jornada: “La huelga (de estudiantes) como un ejercicio de empoderamiento. Frente a los que quieren mercantilizar la universidad respondiendo a intereses particulares, debemos decir: la universidad es nuestra. Como una manifestación de dignidad: ante los que quieren reducirnos a mero “capital humano” revindicar nuestra voluntad de ser personas formadas en un pensamiento crítico. Finalmente, como una forma de potenciar la acción colectiva.”
Es importante destacar que la decisión de convocar esta huelga fue previa a los sucesos relatados anteriormente pese a que en general no ha sido entendido así por la población. La huelga pretendía poner en tela de juicio el sistema educativo vigente que se ve afectado por los recortes económicos orquestados por los gobiernos neoliberales, tanto el del actual gobierno con el PP (Partido Popular) como el anterior del PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Asimismo, pretendía denunciar el proceso de privatización de la universidad pública, ya que concebimos que los recortes no son coyunturales, sino que forman parte de este. La privatización se halla reflejada en la llamada Estrategia Universidad 2015, por la cual el Estado, justificándose a través de palabras vagas como excelencia o modernidad, abre el camino a la rentabilidad económica de la universidad y del gobierno por parte de sectores empresarios (según sus intereses, por supuesto) de la misma. Así las propuestas de las organizaciones implicadas en la huelga giran en torno a tres ejes sobre los que debería incidir un cambio de modelo: una educación (realmente) pública, de calidad y democrática. Pese a lo dicho, es evidente que la implicación en la manifestación de ese día fue consecuencia directa de los sucesos de la semana anterior: si en la huelga de estudiantes del 17 de noviembre apenas acudieron a manifestarse 10 mil personas, en esta convocatoria el número fue triplicado. No obstante, hay un factor que se mantuvo igual que en noviembre: la concepción de huelga por la mayoría de los estudiantes implica una actitud pasiva, lo que se traduce en que muchos de ellos no acuden a las aulas pero tampoco se implican en la huelga. Así, apenas somos 300 los estudiantes de la comunidad universitaria en Valencia los que concebimos la huelga como una jornada de lucha (y no como otra manifestación más) en la que se evidencie nuestro descontento con acciones que pongan en jaque la cotidianidad de la ciudad, principalmente cortes de calle y ocupaciones de facultades.
Una valoración crítica de la Primavera valenciana
Tal vez sea demasiado pronto para hablar de Primavera valenciana. Los sucesos ocurridos durante febrero han sido fruto del shock producido en la población al presenciar la actuación policial que se ha saldado con muchos jóvenes agredidos, entre ellos bastantes menores de edad, pero en ningún caso se ha producido una revuelta que apunte a un cambio real de las condiciones del sistema. La rápida acogida de la denominación Primavera valenciana quizás sea el reflejo de una sociedad que vive una crisis de identidad latente. Así la gente se ve atraída por la Primavera valenciana cuando en realidad ésta no implica ninguna actitud crítica con miras a socavar los cimientos del sistema, no se persiguen objetivos de signo anticapitalista.
Es precisamente este el objetivo que se nos plantea a la izquierda estudiantil. El grueso de los estudiantes está dispuesto a acudir a manifestaciones pero no ha implicarse más allá. Esto se hace evidente cuando en las asambleas abiertas de los diferentes campus universitarios, que se reúnen semanalmente, como mucho acudimos 20 personas. Así, nuestra labor debe ser mostrar que, por ejemplo, la actuación policial de febrero no fue una excepción sino que la policía siempre ha actuado y lo seguirá haciendo así ya que se trata de un órgano represor del Estado; que la única opción que nos queda es cambiar el sistema. En esta línea, debemos superar el discurso de la resistencia, es decir, el de decir NO a las políticas gubernamentales (directamente impuestas por los poderes económicos), que es el discurso de los grandes sindicatos UGT y CCOO, más amigos de los empresarios que del pueblo; para avanzar hacia un discurso que proponga alternativas, generar espacios realmente democráticos en forma de asambleas que apunten a un ejercicio de empoderamiento colectivo. Parece esta una tarea imposible pero seamos optimistas: los estudiantes han demostrado que no tienen miedo a salir a la calle. Ahora queda sembrar para que un día pueda florecer una auténtica primavera.
Publicado el 05 de Marzo de 2012