Meses después de la caída de Hosni Mubarak – en febrero del año pasado- decenas de miles de egipcios retomaron el control de la plaza Tahrir en El Cairo. Los manifestantes exigían el traspaso del poder, que hasta entonces estaba en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, a una autoridad civil y protestaban contra los privilegios que la Junta Militar quería adjudicarse en la nueva Constitución.
Las “fuerzas de orden” se desplegaron masivamente y usaron gases lacrimógenos y balas de goma contra los manifestantes, quienes respondieron con palos y piedras. Decenas de personas murieron durante la segunda ola de revueltas en Egipto y cientos resultaron heridos o detenidos.
Amnistía Internacional acusó al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de niveles de brutalidad superiores a la utilizada por los militares que estuvieron bajo el mando del ex presidente Mubarak.
En este contexto, Laura Sponti, periodista italiana independiente y colaboradora de Desinformémonos, fue detenida en El Cairo con engaños y de forma irregular cuando salía de una cena con colegas periodistas y activistas.
En la siguiente entrevista, Laura habla sobre la situación real que se vive en Egipto tras la caída de Mubarak y de la cual los medios de comunicación masiva no hablan, como la falta de libertad de expresión, la simulación de la democracia, la brutalidad de las autoridades y sobre el peligro que corren en este país los periodistas independientes y los bloggeros.
El regreso de las protestas
Cuando llegué a la plaza, había allí una revolución. Los egipcios habían vuelto a ocupar la Plaza Tharir para exigir que la transición electoral no ocurriese bajo el poder de los militares, quienes habían pospuesto ya tres veces las elecciones.
Desde ese día, los militares continuaron la represión contra la población de muchas formas. Lo estaban haciendo de la manera más cruel y violenta posible. Comenzaron quemando las muchas carpas que había en la plaza; con palos y con balas de plástico atacaron a la población indefensa, y después de las primeras horas, comenzaron a disparar con proyectiles de verdad, los cuales tenían marcas de haber sido producidos en Italia y en Estados Unidos.
El segundo día de la ocupación de la plaza fueron disparados gases lacrimógenos y también derivados de gases nerviosos (serina), que es una arma letal, con la cual en los siguientes cuatro días el ejército mató a más de 44 personas e hirió a cerca de 4 mil, causando daños sobre todo en los ojos, pues un grupo de francotiradores apuntaban a los ojos de todos aquellos que tuvieran una cámara y pudieran mostrar la realidad de lo que estaba ocurriendo en las plazas.
Los bloggeros y los periodistas independientes fueron uno de los focos de la represión, así los médicos voluntarios que improvisaron un puesto de atención a un costado de la plaza para atender a las personas intoxicadas por los gases y a quienes habían sido alcanzados por las armas de fuego. Los ataques contra los médicos que trabajaban allí día y noche fueron tan fuertes que una doctora fue asesinada y los militares arrebataron su cuerpo de los brazos de uno de sus compañeros.
El ejército golpeaba a “unos cuantos para educar a todos”. Y bajo este lema arrestaron, golpearon y mataron a muchos egipcios. Hubo varios menores arrestados y dos fueron asesinados en la plaza.
El discurso de la libertad
Mi trabajo se enfocaba directamente en el lema «Speech freedom in arab spring» (El discurso de la libertad en la primavera árabe). Estaba allí para documentar lo que ocurría con la libertad de expresión después de que Mubarak dejó el poder, pues había varias personas, bloggeros en especial, que estaban detenidos por acusaciones falsas, y muy graves.
Hay dos ejemplos en particular. Alaa Abdel-Fattah, quien fue detenido y acusado de incitar a la violencia entre coptos y musulmanes, cuando en realidad estaba grabando y escribiendo en su Twitter y en su blog (manalaa.net) lo que estaba ocurriendo ese día en una manifestación entre coptos y el ejército. Durante esos días el ejército mató a más de 27 personas, diciendo que los disturbios habían sido provocados por musulmanes y coptos. Alaa Abdel-Fattah tenía las evidencias de que quienes atacaron y mataron venían de parte de los soldados, y de que no hubo confrontación inter religiosa alguna.
Otro caso es el de Maikel Nabil Sanad, bloggero egipcio que fue encarcelado en marzo, y dos semanas después fue condenado a tres años de cárcel acusado de haber “insultado a la institución militar” y de “haber difundido noticias falsas sobre la seguridad pública”.
Más aún, Khaled Said, el primer bloggero de Alejandría que denunció los ataques del ejército contra activistas y periodistas independientes fue asesinado a golpes por integrantes del ejército en junio pasado.
Este era el entorno sobre el cual yo quería investigar, esos eran mis planes. También estaba entre mis planes averiguar qué pensaban los ciudadanos egipcios sobre su futuro, pues estos días eran los que precedían a las primeras “elecciones libres” en Egipto.
El incendio y la detención
Una noche, después de participar en una marcha que juntó casi un millón de personas en la Plaza Tahrir para exigir que el ejército dejara el poder, me reuní con varios colegas y compañeros: Samha, periodista independiente de Gaza, Andrea un periodista y amigo con quien
había trabajado algunas semana antes durante las elecciones en Túnez y Marco, un compañero y activista.
Ese día lo había pasado entrevistando y conociendo varias ideas y posiciones. Hacía poco tiempo me había puesto en contacto con una bloggera estadounidense que fue detenida por dos días y abusada físicamente por el ejército. Después de platicar con ella, había entrevistado a los médicos que resistían el ataque militar. También había platicado con varios bloggeros egipcios que pasan sus días entre la plaza y una casa segura desde donde envían sus materiales. “Cada noche”, me contaron, “tienes que salir y cambiar de casa para no ser perseguido por los militares”. Con estos bloggeros estuve haciendo varias entrevistas a amigos y familiares de otros bloggeros que están presos.
En la noche poco antes de volver a mi casa para trabajar y enviar el material que había reunido durante el día, nos encontramos para comer en una calle bastante distante de la Plaza Tharir y en cuanto salimos del local nos encontramos con muchas personas que nos señalaban un incendio a aproximadamente un kilómetro de distancia. Algunos decían que se trataba de un banco islámico y otros aseguraban que era un comisariado de policía, así que decidimos averiguar y nos dirigimos hacia las llamas. Pero, en cuanto llegamos ya no había fuego, sólo algunos pedazos de palmeras que ya estaban apagados. Enseguida, muchas personas se nos acercaron y nos preguntaron si trabajamos como periodistas y de dónde venimos.
Nosotros no contestamos a estas preguntas y nos alejamos enseguida del lugar, porque no había nada que documentar y el clima alrededor de nosotros era inquietante. Así que nos dirigimos hacia donde había un taxi estacionado, y Sanha nuestra colega palestina, empezó a ser agredida verbalmente por dos hombres que la acusaban de no ser una buena musulmana porque estaba en la calle, de noche y con algunos occidentales.
Encontramos otro taxi y lo abordamos para salir de aquella absurda y rara situación en la que nos encontrábamos, pero no habíamos avanzado ni un kilómetro cuando un coche negro con cinco hombres dentro instó al taxista para que detuviera el auto diciendo que éramos “espías y saboteadores”. El taxista se detuvo y nos empujó hacia afuera del carro, de modo que quedamos rodeados por los cinco hombres que iban en el otro carro y por otros hombres que acababan de llegar e intentaban quitarnos nuestras mochilas y nuestras cámaras.
En pocos minutos, nos vimos rodeados por más de 50 personas que nos acusaban de ser espías y de haber incendiado las palmeras que estaban quemándose. Cinco minutos después llegó la policía (para ser exactos llegó la policía oficial, pues hasta ese momento habíamos estado rodeados por el servicio secreto egipcio) y nos llevaron diciendo que estaban “salvándonos” y que sólo tendrían que hacer algunas averiguaciones, pero en cuanto llegamos a la comisaría de Kasri Nihil estábamos bajo arresto, acusados por escrito y con pruebas inconsistentes de haber incendiado las palmeras.
Buscaban el material que tenían en mi cámara, me preguntaban sobre fotos y entrevistas. Pero mi tarjeta de fotos ya la había sacado de la cámara, como hago siempre cuando tengo dentro entrevistas delicadas. La situación es que no podíamos decir que somos periodistas independientes, porque en Egipto esto equivale a decir que eres un espía. Es algo que construyeron después de la revolución, creando un imaginario de los extranjeros como “peligrosos”. Se construyó la idea de que los extranjeros son los que quieren sabotear la revolución.
Así empezó la pesadilla, y lo que teníamos que decir es que éramos turistas. Pero nos montaron un cuadro donde nos hicieron parecer saboteadores y los días que siguieron los pasamos en varias celdas dentro del edificio de justicia de la Suprema Corte.
El infierno en Kasri Nihil
La situación en las cárceles de El Cario, como en todas las cárceles, es muy, muy fea, pero en este momento se acentúan allí las malas condiciones. Por tratarse de un momento de transición, donde no hay un poder claro, los policías, los militares y la corte judicial actúan de manera muy arbitraria y deciden qué hacer con las personas.
Casi todas la detenciones se llevan a cabo sin pruebas y están sustentadas únicamente en el poder de represión y censura, un arma que tiene en las manos el ejército y que es una de las más poderosas, después de la capacidad de matar a las personas.
Desde hace un año miles y miles de personas han sido llevadas a las cárceles de forma temporal, como me sucedió a mí. Es una forma de “fabricar el miedo”. En las cárceles se entrena a personas que están dispuestas a todo con tal de poder comer algo o de no sufrir más violencia. Desde allí y desde la corte judicial, los militares y la policía reclutan a las personas que luego van a atacar a los manifestantes. Los presos sufren mucha presión. La estrategia es anular su voluntad a fuerza de violencia y luego convertirlos en aliados de los militares.
En las cárceles hay niños violados y maltratados. Hay muchas personas que capturan gente en las calles alrededor de la Plaza Tahrir. Detienen a las personas más pobres, las que no tienen nada, pues ellos son los “más débiles” y pueden ser manipulados fácilmente.
Además, detienen a muchos bloggeros y periodistas, quienes pasan primero por las manos de la policía y después a una de las cárceles, como nos pasó a nosotros.
Vimos personas a quienes las golpearon hasta dejarlas inconscientes. Un niño fue violado frente a nuestros ojos y había también personas con epilepsia que fueron dejadas en el suelo durante horas, sin auxilio alguno y esposadas.
Vivimos muchas cosas. Piernas y brazos rotos, excrementos sobre los cuales fuimos obligados a sentarnos y pasar así horas. Además, nadie te proporciona comida. Lo que logras comer va en función de tu actitud y de los favores que haces a los que allí mandan o a los otros presos. Así son las cárceles donde estuvimos. La cárcel temporal de Kasri Nihil, una de las más tristemente célebres por ser lugares de tortura para los activistas que están ahí presos, pues se ubica muy cerca de la Plaza Thrir. Se trata de la cárcel más grande y terrible de El Cairo.
Las cortes judiciales son muy viejas y la justicia, que tiene los ojos vendados, nos es allí nada más que un sistema de corrupción. Lo que vi es que corrupción no es sólo por el lado económico, sino que también está en el poder que hay en la mente de las personas. Se detiene el poder con el miedo.
La situación de los periodistas independientes
Creo que mi detención sucedió porque soy periodista y porque estaba haciendo una investigación sobre la libertad de expresión y averigüé que muchos de los periodistas independientes se encuentran amenazados y en peligro.
Esto pasa también en Túnez, aunque en menor grado. Después de la época de la revolución, intentaron censurar mucho, pero ahora, la situación es más libre. A ver qué pasa con Hennada, un partido islámico. Lo que aseguran los periodistas es estar listos para no permitir otra vez la censura.
Lo que yo veo en Egipto es muy distinto. Desde el principio, los militares no aceptan que puedan circular noticias y pruebas de lo que ellos no pueden controlar. Esto lo demostraron desde el principio.
>Lo que ahora está sucediendo en Siria es que encontrar a alguien con un teléfono celular que tenga cámara fotográfica o de video es ilegal. Tener una computadora con la cual se pueda grabar es un acto fuera de la ley. En Egipto, entrar con una cámara sin declararse periodista es ilegal y te detienen cinco años en la cárcel por ser espía. Esto es lo que se vive allí. En los días que estuve detenida conté a una estación de radio que me llamó desde Italia que en la última semana habían sido detenidos y golpeados más de cinco periodistas independientes en Egipto.
La solidaridad y la liberación
Hubo muchos comunicados de solidaridad desde Egipto y desde Italia. Mientras tanto nosotros tuvimos que seguir afirmando que éramos turistas.
Los militares y jueces intentaron demostrar con pruebas falsas que nosotros hicimos un incendio. Por supuesto, ellos tenían varios testimonios y pruebas inventadas, pero sus pruebas no eran tan válidas. Después de esto, intentaron demostrar que nosotros fuimos a Egipto como periodistas, pero tampoco tenían evidencia. También intentaron probar que nosotros éramos activistas, pero eso tampoco era suficiente para poder mantenernos bajo arresto.
Tres noches y tres días duró el encierro, dos de los cuales los pasamos en la corte judicial con esposas desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, obligados a estar sentados en el piso a un costado del muro del palacio de justicia. Había miembros de la policía secreta que se hacían pasar por bloggeros arrestados y torturados para ver lo que hacíamos y esperaban escuchar los que decíamos en italiano entre nosotros.
Durante los días que estuvimos en la cárcel la embajada de Italia intervino y los abogados lograron liberarnos por falta de evidencias. Sin embargo, todo fue oral pues fuimos liberados pero no hay papeles donde hayan quedado asentados los motivos de nuestra detención y liberación. Los jueces no tenían en cuenta nuestra palabra. Todo se medió políticamente entre Egipto e Italia, aunque no había ninguna prueba en nuestra contra.
El análisis final y el regreso
Ahora estoy organizando un de encuentro sobre este tema. Discutiremos sobre el cuarto poder, la prensa y sobre la libertad de expresión, pues no podemos ignorar que cada vez hay más periodistas no “oficiales” y bloggeros, a quienes la gente que está en el poder no pueden controlar y por ello somos blanco de la represión.
Salí de Egipto completamente libre sin cargos ni restricciones. Había policías bajo mi apartamento y me amenazaron. Me pidieron que no continuara con mis entrevistas, pero nada más espero un rato y allá voy a volver.
Publicado el 01 de Enero de 2012