Milán, Italia. Sabíamos que no cambiaría nada… Ciertamente fue justa y necesaria la alegría de la gente ante la caída de Silvio Berlusconi, un político inepto que se mantuvo 17 años en el poder gracias a la trasformación de la política en un show televisivo; al apoyo de la criminalidad organizada, de los fascistas y, sobre todo, de los mercados mundiales. Lástima que un segundo después ‒mientras pensábamos en el futuro‒ nos dimos cuenta que no cambiaría nada; al contrario, todo comenzaría a empeorar.
Ello por dos razones: la primera es que la crisis estructural del sistema capitalista no se detiene; la segunda es que el gobierno de Mario Monti es funcional a la crisis del capitalismo financiero, y su papel es tratar de limitar la crisis cortando derechos, asistencia social, bienes comunes y llevarse el dinero de quienes realmente padecen esta crisis.
El 18 de octubre del 2007 en Vícam, estado de Sonora, México, durante el Encuentro Internacional de Los Pueblos Indígenas, el Subcomandante Marcos dijo:
Los falsos jefes, los malos gobiernos, son idiotas que celebran los eslabones de la cadena que los subyuga. Cada vez que un gobierno recibe un préstamo de capital financiero internacional, lo presenta como un triunfo, lo publicita en periódicos, revistas, radio y televisión. Nuestros gobiernos actuales son los únicos, en toda la historia, que festinan su esclavitud, y la agradecen y bendicen. Y se dice que es democracia que el comando de la destrucción esté a disposición de partidos políticos y caudillos. Democracia electoral es como los mandones llaman a la lucha por acceder al negocio de vender la dignidad, y llevar adelante la catástrofe mundial. Allá arriba, en los gobiernos, no hay esperanza alguna. Ni para nuestros pueblos indios, ni para los trabajadores del campo y de la ciudad, ni para la naturaleza. Y para acompañar esta guerra en contra de la humanidad, una gigantesca mentira se ha levantado.
Efectivamente, se trata de la mentira del crecimiento infinito, del “querer es poder”, del “yes we can!”; de todas aquellas mentiras que nos dicen que podamos vivir más allá de todas las posibilidades, y sobre todo por encima de las posibilidades estructurales (explotación intensiva del territorio y los recursos naturales) de nuestro país y del así llamado primer mundo. Y es que es verdad que esta crisis es global, pero afecta particularmente a Estados Unidos y a Europa. Los países del BRIC (Brasil, India, China) tienen un PIB (Producto Interno Bruto) en crecimiento; otros países no sienten la diferencia en el contexto actual, pues son explotados bárbaramente desde siempre por los intereses del capital trasnacional.
Una crisis que afectará a todos los países, pero de modo más gravemente a aquellos que por sus condiciones son más vulnerables. La deuda pública y privada nacen de una mentira, la crisis global ha sido encubierta por mentiras durante años. Muchas de las cosas que tenemos, por ejemplo, provienen de una deuda ya sea para comprar un auto o una casa; un celular o un televisor a mensualidades… muchas de estas cosas son innecesarias y, sin embargo, se convierten en indispensables para una sociedad creada para alimentar las apariencias, satisfaciendo compulsivamente sus necesidades de posesión y consumo.
Vimos esta situación durante los dramáticos disturbios en Inglaterra, en agosto de 2011. Las tiendas fueron atacadas por una muchedumbre que se concentró casi exclusivamente en la rapiña de objetos superfluos y no bienes necesarios, situación que fue aprovechada tanto por políticos como por medios de comunicación para estigmatizar y reprimir a la gente en las calles. Un hecho paradójico, sin duda alguna, porque los protagonistas de esta revuelta buscaban satisfacer las mismas (falsas) necesidades creadas desde la cultura del consumo, y que el sistema obviamente no puede satisfacer.
En Italia la mentira han sido los últimos 17 años del Berlusconi-político. Es superfluo recorrer su historia, sus amistades, sus relaciones con la masonería y los últimos años de un gobierno que tienen al país al borde del llamado default (quiebra). Pero el gobierno de Berlusconi no ha sido derrotado por la política (en su acepción más amplia), sino por los mercados. La suspensión de la soberanía económica italiana en agosto del año pasado, la bolsa de valores en caída libre y el aumento del spread(1), son las armas que fueron utilizadas para que el Presidente Giorgio Napolitano (fiel aliado de la Banca Central Europea, el Fondo Monetario Internacional y de todas las instituciones transnacionales), exigiera la dimisión de il Cavaliere.
Vamos ya en el cuarto año de la turbulencia económica global y no se avizora ninguna posible solución en el futuro cercano. De hecho pareciera que tal solución simplemente no existe y que además, como si de fichas de dominó se tratase, los países europeos caen uno a uno bajo las presiones y chantajes tanto de las corporaciones como de las bolsas de valores. En este contexto Alemania no es, por supuesto, inmune.
Ni siquiera la crisis de 1929 tuvo ni la duración, ni el vacio de ideas e iniciativas que se padecen en la actual. Por otro lado, en aquel entonces el poder económico y el poder político eran secantes pero no coincidentes, de manera que el poder político era absolutamente independiente del económico y no lo padecía, o al menos no completamente. Hoy la historia es diferente, ya que es la economía la que determina y conduce la política.
En 1997, el Subcomandante Marcos escribió en un profético ensayo, La Cuarta Guerra Mundial, en el que afirmaba que “la política sólo es una organizadora económica y los políticos son modernos administradores de empresa”. Hoy, 14 años después, la economía se ha apoderado de la política y los políticos son tan incapaces, que ni siquiera pueden ejecutar las órdenes del mercado. Por lo tanto, el poder financiero/económico está sustituyendo a los políticos por gobiernos técnicos, es decir, cambiando la democracia por plutocracias, tal como ya sucedió en Grecia e Italia.
Tanto Silvio Berlusconi como los gobiernos de centroizquierda que le precedieron, impusieron el neoliberalismo en Italia a través de la privatización de empresas estatales y la liberalización de la economía; la desestructuración del sistema de previsión social y la cancelación de los derechos laborales en favor de la flexibilidad y la precariedad. Hacia el exterior, comprometieron al país en campañas bélicas para la apropiación de recursos estratégicos de otras naciones.
Los movimientos surgidos al calor de la actual crisis (muchos de ellos con antecedentes de lucha contra la globalización neoliberal y sus guerras), no parecen contar con una alternativa al sistema capitalista, que involucre al conjunto de la sociedad y que articule lo político, lo económico y lo ecológico de manera coherente.
Existen quienes piensan que el default (la quiebra definitiva de la economía), podría ser la solución. Pero en la crisis social que seguiría a un hecho de tal magnitud no es posible saber quiénes serían los verdaderos vencedores; sobre todo si en ese momento seguimos careciendo de una alternativa al capitalismo. Y es que desde una situación límite no se puede saber si lograríamos salir adelante del mejor modo. Seguramente el miedo y la crisis económica favorecerían a los prepotentes, de manera que la política podría convertirse en guerra y, quizá, de nuevo en la instauración de una nueva mentira.
¿Por qué, entonces, no tomamos el ejemplo del pueblo de Islandia, que se negó a pagar la deuda pública acumulada tras años de mentiras de sus gobernantes? Tenemos que poner nuevamente en el centro de todo a la democracia ‒entendida ésta desde su sentido de participación activa‒ para combatir el orden caótico del financiamiento, que ha borrado el sentido mismo de la democracia.
No soy partidario del default. Estoy convencido de la necesidad de crear una conciencia común, así como de articular movimientos capaces de representar una alternativa real (que podrían comenzar por rechazar firmemente el pago de la deuda pública). La construcción de dicha alternativa es el desafío que tenemos que afrontar como movimientos. El futuro no está escrito, lo vamos a construir todos juntos con ánimo, determinación, fuerza e inteligencia.
NOTAS
(1)spread = la diferencia (spread) entre el rendimiento de las obligaciones bancarias italianas (bond) y las obligaciones (bond) alemanas.
Publicado el 01 de Enero de 2012