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En este testimonio, Teresa Mina cuenta su historia un día antes de regresar a México.

Nací en Tierra Blanca, Veracruz, un pueblo muy pequeño y muy pobre. Mi padre acaba de morir. Él y mis hermanos trabajaban el campo. Yo también lo hacía. Cosechábamos caña de azúcar, mango, arroz, frijol y maíz, pero eso no era suficiente para mantenernos.

Al cumplir los 18 años tenía ya tres hijos, pero el padre nos abandonó después de que nació el más pequeño. Fue entonces cuando me fui a los Estados Unidos. Mis hijos aún viven con mi mamá en Tierra Blanca. Todos sentimos horrible cuando decidí partir, y mi familia aún sufre por ello. Hace seis años que me fui. El mayor de mis hijos tiene ahora 14 años y tengo un hijo de nueve años y una hija de siete.

El trabajo en Veracruz comienza en enero cuando se cosecha la caña de azúcar, pero sólo dura seis meses. Ahora es la época de lluvias en Veracruz. El trabajo se detiene y la lluvia arruina la mayoría de los cultivos. Es la época más difícil del año, el tiempo de crisis. Por eso decidí venirme para los Estados Unidos. La verdad es que no podíamos seguir viviendo de ese modo. Sencillamente no podíamos sobrevivir así.

Mi madre tuvo diez hijos. Dos viven en Miami, pero hicieron allá sus vidas y ya no envían dinero a cada tanto. Los otros seis aún viven en Veracruz. Yo sola mantengo a mis tres hijos, a mi madre y a dos hermanas.

El sufrimiento de mis hijos no es tanto por el dinero, pues he sido capaz de mandar suficiente y la mayoría de las cuentas están saldadas. Lo que les hace falta es amor. La cosa más importante para los niños son sus padres. Ellos no tienen padre, sólo me tienen a mí. Mi madre está con ellos, pero no es igual. Siempre me piden que regrese. Dicen que quizá seremos pobres, pero al menos estaremos juntos.

Yo no he podido ir a México en seis años, pues no tengo papeles que me permitan regresar después a los Estados Unidos. Han cerrado la frontera y volver a cruzar es casi imposible. El cruce es ahora muy caro.