Un rebelde olímpico antirracista

Dave Zirin Traducción: Ricardo Montejano

Londres, Inglaterra. Dondequiera que se presenta John Carlos, quien protestó durante las olimpiadas de 1968 levantando en alto el puño cerrado, siempre recuerda con respeto al ganador de la medalla de plata en esa justa, el velocista Peter Norman.

En ese día fatídico, Norman se colocó un parche en solidaridad con el ganador de la medalla de oro y con John Carlos, y lo pagó caro cuando regresó a casa. A pesar de que Norman era blanco, o más bien porque lo era, se convirtió en un paria por haber puesto en alto la defensa de los derechos humanos.

Como dice Carlos: “No se les olvide nunca que hubo un tiempo en el que Australia era tan mala como Sudáfrica en cuanto a la aplicación de políticas racistas”. Tiene razón. En ese momento existían leyes orientadas explícitamente a deshumanizar a los indígenas australianos, a quienes con frecuencia se les llamaba “población aborigen”.

En la actualidad se lleva a cabo la tercera oleada de protestas contra la política australiana, con un llamamiento a mantener la solidaridad con los pobladores originarios de la nación y a recobrar el orgullo de pertenecer a ellos. Damien Hooper sabe que ha escogido el camino difícil. Hooper es un boxeador olímpico que ha levantado olas de controversia dentro y fuera del ring. El peleador de peso pesado amenaza con llevarse el oro después de haber derrotado al altamente promocionado boxeador norteamericano Marcus Browne.

Es también una amenaza el hecho de que puede ser enviado a casa por el Comité Olímpico Australiano. Antes de pelear con Brown, la indumentaria para subirse al ring del joven de 20 años incluía una camiseta negra que ostentaba la bandera de los nativos australianos. Hooper, quien tiene ancestros indígenas, sabía que estaba violando la regla de “no política” de las olimpiadas, la cual establece que los competidores únicamente pueden representar a su país o a los corporativos patrocinadores aprobados (vale la pena hacer notar que estos patrocinadores incluyen entidades políticamente neutras como Dow Chemical, British Petroleum y McDonalds).

Después de la pelea, Hooper no se arrepintió de nada y dijo:“¿Ustedes qué opinan? Soy un aborigen. Represento a mi cultura, no sólo a mi país sino también a toda mi gente. Es lo que deseaba hacer y estoy feliz por haberlo hecho. Estaba pensando en mi familia y eso es lo que en verdad me importa. Miren lo que ha pasado: hizo que mi participación fuera mejor, con todo ese apoyo respaldándome. No digo que no me importe lo de una posible sanción, sólo digo que estoy muy satisfecho con lo que hice”.

Al día siguiente, el COI (Comité Olímpico Internacional) exigió al Comité Olímpico Australiano enmendar el error de Hooper o éste sufriría las consecuencias. Las prácticas de equipo fueron interrumpidas de forma pública y ruidosa, y Hooper fue llamado a rendir cuentas ante el jefe del Comité Olímpico Australiano, Nick Green.

Green salió de la reunión para informar a los medios que el peleador lo había “mirado a los ojos” y que “pedía muchas disculpas”. Añadió: “ha aprendido una lección y no lo volverá a hacer”.

Pero ¿cuál es la lección aprendida? ¿Qué es lo que se enseña no sólo a Hooper sino también a Australia? La bandera de los pueblos originarios es reconocida oficialmente como una bandera australiana, pero no está reconocida por el COI. Este organismo no hace otra cosa más que imponer su soberanía sobre el equipo australiano, lo que ha provocado una oleada de protestas en casa.

Otro campeón mundial, el boxeador australiano/aborigen Anthony Mundine, declaró al periódico Sydney Morning Herald que Hooper “había hecho lo correcto”.

“Me quito el sombrero ante su postura,” dijo, “se requiere que una persona tenga bien puestos los pantalones para asumir una gran postura como ésa. Lo respaldo al cien por ciento pues está en lo correcto”.

Phil Cleary, político y activista australiano, comentó: “A diferencia de las banderas imperialistas con las que se cubren los lacrimosos jóvenes atletas, la bandera indígena no carga con una historia de ocupación de territorios foráneos. Es tristemente la representación de un pueblo sin un estado, un pueblo de cuya historia no nos atrevemos a hablar. Prohibir esta bandera es tan patético que causa risa”.

El Congreso Nacional de los Pueblos Originarios de Australia también ha mostrado su respaldo a Hooper “por estar orgulloso de lo que es y de sus orígenes”.

El congreso recordó que la ganadora de la medalla de oro en los 400 metros, Cathy Freeman, sostuvo ambas banderas después de su triunfo en los juegos olímpicos del 2000, en Sydney. Jody Brown, segunda persona en rango en el congreso, dijo: “No recuerdo que hubiera ninguna repercusión ni acción formal por parte de alguna autoridad olímpica cuando las imágenes de Cathy Freeman recorrían el mundo después de que ganara el oro en los 400 metros. Esas imágenes brindaron un inconmensurable impulso a los pueblos originarios y le dijeron a la siguiente generación que para ellos también es posible estar entre los mejores del mundo”.

La degradación de Damien Hooper envía un mensaje muy diferente, uno acorde con lo que Peter Norman fue forzado a padecer en 1968. Como dijo Mark Twain: “La historia no se repite, pero rima”.

Publicado por primera vez en TheNation.com. 

Publicado el 20 de agosto 2012

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Australia   Geografía   Reportajes   Reportajes Internacional  

Dejar una Respuesta