Túnez. El proceso constitutivo en Túnez se propuso en las plazas y las ocupaciones de las Kasbah que desde la primavera pasada han visto nacer y crecer el movimiento que miraba hacia la sedimentación de las revueltas y su transformación en la democratización de este país.
Para comprender el momento histórico actual acudimos a la pasada jornada electoral. De las numerosas listas electorales que se opusieron al partido único de impronta islámica, encabezado por Rache Ghannouchi, líder de Ennahda, todos los partidos convergieron sin mucha diferencia en los programas, hacia una política moderada, fuera de la dicotomía derecha o izquierda. Basaron su propio programa electoral en la defensa de la laicidad del Estado, alimentando el temor de lo que podría sucederle al pueblo tunecino con la victoria de Ennahda.
Encontramos a quien desde el 14 de enero continúa pidiendo justicia para los mártires de la revolución. Pretenden que los mártires no sean usados con fines electorales, sino que sean honrados. El honor para un mártir de una revolución es el verdadero reconocimiento a aquello por lo que murió. A su lado están quienes no han creído jamás en el voto y lo explican hasta bien entrada la noche a la gente que pasa por los plantones en las plazas de varias ciudades. Son esas personas quienes después de haber luchado y sufrido por conquistar sus propios derechos, vieron en las elecciones el peligro de otro gobierno monocromático y de una representación que no reflejara la multiplicidad de visiones, del proliferar de ideas que han caracterizado al periodo revolucionario y post revolucionario.
Ni siquiera las 120 listas cívicas, que tan sólo con su existencia simbolizaron la victoria de la libertad de expresión y la posibilidad de tener múltiples visiones, lograron ser representativas de la Túnez nacida de la revolución.
En el otro extremo encontramos a grupos de radicales salafitas que se definieron con el voto Haram (prohibido por dios).
La campaña electoral que se desarrolló en los muros de Túnez fue un centenar de recuadros numerados donde cada candidato pudo pegar su propio programa. Caras y palabras de cientos de tunecinos. Una novedad para un pueblo acostumbrado a ver exclusivamente la cara del presidente.
Los muros que hablaban durante la revolución, libros donde leer la rabia de miles de personas, fueron limpiados, pues quisieron borrar aquello que el pueblo escribió ahí donde hubo confrontaciones, donde se hicieron graffitis y donde se dibujaron palabras que contribuyeron a construir la idea de un Túnez diferente a aquel que existió hasta el 14 de enero. En los muros cada quien contribuyó y expresó su pensamiento libremente. Pero ahora la situación es distinta. La apariencia que el gobierno de transición se afanó en dar es la de un país democratizado y normal. Sin embargo, la Kasbah, el lugar que fue un símbolo durante la revolución y el centro de los palacios del poder, estuvo nuevamente militarizada, blindada por presidios de militares y policías. Solamente la población pudo pasar, pero sin detenerse. Esta escena recordó los años de la dictadura.
El domingo de la votación hubo un clima que, a diferencia de cualquier pronóstico funesto previsto por todas las facciones en los días anteriores, fue sereno. Todo se desarrolló como en los programas. La participación de quien votó es evidente inmediatamente: en las cafeterías, en los taxis, la gente que se encuentra en la calle se muestra el dedo índice de la mano manchado con tinta azul.
Cuando aún no se conocía el resultado oficial ya había quien festejaba y quien protestaba, quien no veía el momento de sentirse libre y quien gritaba ¡fraude! La espera se debió a la decisión, si bien ocultada con cierta torpeza y pena, de que se anularan algunas casillas para el partido Aridha Asshabiyya, el tercero con más votos del pueblo tunecino. Un partido liderado por la controversial figura de Hechmi Haamdi, quien nació en Sidi Bouzid y en los ochenta fue representante de Ennahda, para luego pasarse al partido Ben Ali. Hizo su campaña desde Inglaterra, donde reside, a través de su televisora privada Al Mustakilla. Ha sido acusado de no respetar las normas que regulan el financiamiento internacional de los partidos, y de haber candidateado representantes del viejo régimen.
Numerosas listas cívicas, algunas con programas muy vanguardistas, como Dostourna (“constitución”) que habla de autonomía, mirando al zapatismo y a los derechos civiles avanzados, escogieron un nombre que apunta a la Constitución como primer paso. Sus candidatos se vistieron de blanco cándido por representar la pureza, lo cual contrasta con los 23 años de corrupción. Entre sus filas hay jóvenes estudiantes, artistas y activistas.
El encuentro con Raja, la mujer con velo que quiere ser tunecina laica
Después de haber escuchado numerosos discursos preelectorales, encontramos a Raja en una cafetería cerca del instituto Bourguiba. Raja es una joven tunecina de 23 años, con quien en febrero pasado recorrimos las calles durante la revuelta. Trabaja en un call-center por 700 dinares al mes, aproximadamente 350 euros; éste es el único trabajo que ha encontrado. Durante el régimen de Ben Ali la tarea de buscar trabajo si tenías velo en la cabeza era casi imposible. Ella encontró trabajo en una compañía sueca, que contrataba con base en las capacidades y no a la orientación religiosa. Ella está contenta con las elecciones tan sólo por el hecho de que se realizaron. Nos cuenta que ésta es la primera vez que se va a las urnas con la posibilidad de expresar la propia preferencia. “No es exactamente la primera vez que se vota en Túnez. Mi mamá una vez fue a votar, el único inconveniente es que había pocas listas, pero sobre todo, una vez llegando a la casilla se te daba una sola boleta roja, podías expresar tu preferencia votando por el partido Ben Ali”.
De acuerdo al testimonio de muchas personas, esto es lo más importante que sucede después de la revolución: la posibilidad de elegir, la posibilidad de hablar y de expresar la propia opinión. Lo más importante no es si gana un partido u otro, sino que haya una situación de multipartidismo. Esto es lo que hace ahora la diferencia: la abolición del monopolio de un solo partido.
¿Qué representa para Túnez una Constitución reescrita principalmente por un partido islámico moderado? ¿No será un paso atrás por la tan duramente afirmada libertad de expresión y de acción?
“Ennahda es un partido de fuerte influencia islámica, pero es un partido moderado. Ahora no estuvieron representadas las franjas del Islam extremista. Ennahda es la expresión de la voluntad popular de un país árabe y musulmán. El hecho de que el islam sea parte integral de la base social del país, que por todos estos años fue combatido y reprimido por el gobierno de Ben Ali. Incluso el primer artículo de nuestra Constitución dice que Túnez es un Estado libre, independiente y soberano. Su religión es el islam, su lengua el árabe, y su régimen la República. Pero por ahora este primer artículo aún existe”.
Raja nos dice esto mientras caminamos por el centro de Túnez, frente al Ministerio de Interior. Después de recordar que parte de las propuestas que incendiaron al país en enero pasado se debieron justo a que en la avenida Burgouiba por donde caminanos fueron encarceladas y torturadas muchísimas personas por el hecho de ser musulmanas o por pertenecer a grupos políticos islámicos, al igual que todos los opositores a Ben Ali. El mismo Rachid Gannouchi y otros funcionarios fueron prisioneros políticos, alguno fue encarcelado y torturado justo en estos subterráneos, y muchos exiliados regresaron al país después del 14 de enero.
Con curiosidad por nuestras videocámaras, las personas nos miran, se acercan y alguno no evita comentar a voz alta “no queremos a Ennahda”.
Raja es musulmana y su vestimenta no deja lugar a dudas: vestido largo que llega al piso, tan ancho que no permite imaginar su figura, guantes en las manos y el velo que cubre su cabello y cuello. Sólo queda al descubierto su rostro. Raja nos cuenta que proviene de una familia musulmana, pero que a los 11 años eligió su fe islámica, y desde entonces, autónomamente, decidió usar el velo, consciente de las vejaciones que encontraría. “Un día caminaba por la calle con una amiga, de repente me detuvo la policía y me llevó a la jefatura. Ahí nos encerraron en una oficina en donde me quitaron el velo, me intimidaron para no usar más esto ropa de extremista. Me soltaron después de que firmé un documento en el cual me comprometía a no vestirme más así. Me decían: ¡Ve como se ve bonita tu amiga sin velo! Pero desde ese día ella decidió también usar el velo. Ahora es distinto ¿ven? Podemos caminar en la calle sin tener que renunciar a nuestra identidad. Ahora soy libre y no tengo miedo”.
Llegamos con Raja al plantón bajo el palacio del Isei, en donde cuatro días después de las votaciones se deberían comunicar los resultados parciales de las elecciones. La cita es aquí, hecha a través de la red. Temen una repentina islamización del país, con la consiguiente pérdida de la libertad que costó tan cara. Pero para los bravos tunecinos esto no puede suceder. Están seguros de que si la libertad y la dignidad por las cuales han luchado no es respetada en realidad, no pasarán otros 23 años para decir que no, no al miedo, no al silencio.
Todos gritan por la transparencia, denuncian la manipulación de las personas en las casillas, y tiene miedo que la victoria de Ennahda se llevará la libertad conquistada.
Mientras tanto, nosotras intentamos hablar con alguien y nos alejamos en las segundas filas de esta protesta. Un grupo de jóvenes mira mal a Raja, la acusan de apoyar al partido islámico. Ella les sonríe y les dice “yo no voté por Ennahda.” Inmediatamente la expresión de los jóvenes se vuelve incrédula, y señalándola gritan a todos que esa joven, casi totalmente cubierta, no apoya al partido islámico.
Raja decidió no votar por el partido islámico porque cree profundamente en la importancia de ser guiados por una asamblea coral. Está segura de que esta es la única garantía para la libertad de todos. Es sensible al punto de comprender que la libertad que ahora tienen los musulmanes es el mismo miedo que tienen de perderla quienes no lo son. La nueva Túnez debe ser la expresión de la pluralidad de este pueblo.
¿Ennahda es la nueva mirada a una nueva “democracia cristiana”?
El partido Ennahda (en árabe significa renacimiento) está activo desde los años ochentas. En 1989 fue declarado ilegal por el gobierno de Ben Ali por sus ideas “extremistas” cercanas a las posiciones del egipcio Sayyd Qutb, y porque veía en la violencia y en la lucha armada un instrumento lícito de lucha política. En esta ocasión llevó una campaña electoral basada en el análisis de las exigencias del país, y dirigida de manera particular a afirmar una visión liberal de la economía y de la política. Se orientan por el respeto de las cuotas rosas (impuestas por la nueva ley electoral) en sus propias listas, poniendo al frente a una mujer, la única con velo presente en el partido. Escogieron como símbolo a una paloma que vuela, pero sobre todo, sus sedes están regadas por todo el territorio y han hechos suyas las exigencias de las clases populares: trabajo, crecimiento económico, centralidad de los países del sur, libertad de expresión y de autodeterminación. La respuesta llegó desde todos los ámbitos sociales, de manera particular de muchos empresarios a quienes el partido se dirigió con particular atención. Pero también hubo respuesta del millón de tunecinos que viven en el extranjero y que han participado masivamente en estas votaciones, y han votado casi únicamente por este partido.
Después de un atento análisis podemos decir que esto habla de aquello que apremiaba más al pueblo, luego de una revolución madurada por una profunda crisis económica, que encontró la chispa en el acto extremo de Mohammed Bouazizi, el joven que se incendió delante del gobernador de Sidi Bousid, luego de que le fue confiscada la mercancía de su trabajo ambulante. Para el vértice de Ennahda quedó claro que la cuestión del trabajo y del desarrollo del país debía ser el caballo de batalla en la propaganda electoral. De ahí viene la promesa de 500 mil puestos de trabajo en un año. Eso no se diferencia mucho de lo que prometió Ben Ali unos días antes de ser echado: para mantener su poder prometió un número tan alto de puestos de trabajo que, traducido a los hechos, hubiera significado crear un puesto por minuto. Claramente nadie le creyó, era demasiado fantasioso para lograrse. Pero la misma promesa, aun contenida en números, hecha por Ennahda le ha garantizado un gran consenso.
El cotidiano Al Fajr (El amanecer) es publicado por Ennahda. Su director, Hamadi Jebali, quien en 1992 fue condenado a 16 años de cárcel por haber participado en una organización no autorizada y por “agresiones con intento de cambiar la naturaleza del Estado”. Giorgio Fiaschi, italiano que desde hace 24 años vive en Túnez y hombre cercano a Bobo Craxi y a Comunión y Liberación, es el consejero personal de Hamadi Jebali. En Túnez desarrolla el papel de consejero para las empresas italianas en Túnez. También fue él quien organizó el encuentro entre los católicos de Comunión y Liberación para reunirse con el líder de Ennahda para asegurarles la naturaleza moderada e ideológica del partido, pero sobre todo para garantizar los intereses de los empresarios italianos.
Era fácil intuir que pronto se convertiría en el partido favorito. Más del 40 por cierto de la población votó por Ennahda, quien formará coalición con el CPR (Congreso por la República, guiado por Moncef Marzouki, activista de derechos humanos) y con el muy cuestionado Aridha Asshabiyya (Petición Popular). No parece el escenario ideal para el tan aclamado multipartidismo, pero los jóvenes tunecinos no temen que su libertad les será quitada de nuevo. Aprecian de todas formas la libertad de expresión reconquistada. Entre varios se dicen “¡hicimos la revolución, podemos hacer un centenar más! Ahora toca reescribir una Constitución que no traicione los ideales de la revolución. Dentro de un año estaremos listos para elegir quién deberá guiar al país. Si no… Thawra (revolución)”.
Las plazas aún responden y dejan sentir el disenso sin perder mucho tiempo. Así lo demuestra el 11.11.11 donde incluso en Túnez la gente salió a las plazas con la orden de ocupar. Túnez demuestra cómo el ojo está atento a todo lo que pueda minar de cualquier forma la expectativa de democracia a la que todo el mundo observa.
Publicado el 01 de Diciembre de 2011