Me llamo Aysel y soy kurda. Nací en Malatya, en el sureste, un pueblo en el que comparten la vida kurdos y turcos. Más al este, hacia la frontera con Irak, se encuentran pueblos enteros habitados totalmente por kurdos.
Soy kurda y vivo en esta ciudad turca. ¿Por qué estoy aquí? Encarcelaron a mi esposo, un revolucionario de izquierda, y yo tuve que salir huyendo con mi hijo pequeño. Llegué a Estambul sola, a buscar trabajo y un lugar donde vivir.
El trabajo lo conseguí en el sótano de un restaurante de la calle Taksim, como cocinera. Ahí trabajo 11 horas diarias. A las 10 de la noche tomo un autobús que recorre toda la ciudad para llevarme a la periferia, donde viven los migrantes, la mayoría kurdos, como yo.
Alibeykoy se llama el barrio donde vivo, uno de tantos ubicados al este de Estambul, donde florecen los gecekondu, que quiere decir «casas construidas de la noche a la mañana». Se trata de asentamientos irregulares en los que se levantan las casas sin permisos de construcción. Poco después llega un representante de algún partido político y ofrece la regularización a cambio de un voto. Como en cualquier otro lugar del mundo.
Aysel sonríe sentada en una de las pequeñas sillas del Té Clandestino, llamado así porque en la década de los 80 no se permitía el consumo del té proveniente de Medio Oriente. Hoy ya no es clandestino, pero el nombre se conserva.
Después de la ofensiva militar de los ochentas contra todo el movimiento radical revolucionario, comunidades kurdas enteras fueron arrasadas. El movimiento independentista se radicalizó y el pueblo, en sus casas, resintió en carne propia el exterminio.
Actualmente hay un alto al fuego y se abre un espacio, o se puede abrir, para construir otra cosa. Yo soy kurda y defiendo mi identidad. Tengo esperanza de que algún día mi pueblo sea reconocido. Por un lado hay un Estado represor y por el otro una organización armada en la que no me siento representada. Es una organización que no toca nuestra vida cotidiana. Hay que buscar, en medio de todo esto, otra alternativa. El propio movimiento radical tendrá que cambiar, transformarse, o tendrá que nacer algo nuevo, diferente.
Hay organizaciones y personas kurdas y turcas que están por otra opción: el reconocimiento de la autonomía kurda dentro del Estado turco. Se habla de un Estado pluricultural y de la necesidad de reconocerlo; pero otra parte del pueblo kurdo, con toda su complejidad y matices, lucha por su territorio, su historia y su identidad.
Octubre de 2006
Publicado el 01 de Diciembre de 2009