Se fue Santiago Feliú, cubano, trovador y, sobre todo, zurdo

Paquita Armas y Cuba Debate

[youtube]http://youtu.be/X0muwEkjzMk[/youtube]

Cuba. Temprano en la mañana de este miércoles 12 de febrero, mi amigo Joaquín Borges Triana me llamó: “Paca ¿es verdad que Santiaguito se murió?…Yo supongo que sea Santiago ¿Qué sabes tú?”. No le pude responder coherentemente, acababa de salir del sueño. Dije que averiguaría y en minutos lo llamé para decirle: “Sí, murió por la madrugada”. El Juaco me dice que era hipertenso y que un tiempo atrás ya había tenido un fututazo en “la bomba”.

Santiaguito no era mi amigo cercano en este enorme barrio vertical en el que tengo la suerte de ver o acompañar a Fernando Pérez a comprar viandas, o pedirle botella a Nancy Morejón, o entablar un diálogo con Francisco López Sacha. Por esos artistas que viven en Infanta y Manglar, la chispa popular calificó a principios del 2000 al edificio como “Fama y aplausos”, por un programa televisivo que entonces estaba en boga.

El menor de los Feliú se mudó tiempo después de inaugurado el inmueble. Orgulloso para algunos, tímido para la mayoría que lo conocíamos un poco mejor, saludaba con un corto “¿Qué hay?”. Su proverbial gaguera se manifestaba cuando el diálogo era más largo. Pero lo que más me llamaba la atención de Santiaguito era su inclinación a jugar con los niños. Su rostro se transformaba, aunque quienes bajamos a menudo a jugar en el parqueo cuando avizorábamos su carro, agarrábamos a los “chamas” y me decía a mí misma: ¡candela! Dueño del timón doblaba por la esquina como si fuera por una carretera de cuatro vías, y sin embargo, ¡nunca le dio un golpe a un perro, mucho menos a una persona!

Ahora andaba feliz. Su muchacha exhibía el embarazo. Santiaguito no verá al bebé, pero disfrutó de su otro hijo que quiso venir a vivir con él.

Ese es (era) mi vecino, el mismo que compuso canciones como “Para Bárbara”, “Vida” y “Ay, la vida”, entre otras melodías que lo hicieron ser parte del movimiento de la trova, aunque en un momento junto a Carlos Varela, Gerardo Alfonso y Frank Delgado constituyó la punta de una vanguardia en la entonces novísima trova.

Compartió escenario junto a Frank Delgado, Luis Eduardo Aute, Luis Pastor, León Gieco, Silvio Rodríguez, y su hermano Vicente, entre otros cantautores. Lo hizo también con Noel Nicola, otro vecino que voló a una dimensión desconocida desde este barrio vertical, como Teresita Fernández, Humberto Arenal, Raúl Eguren, Lázaro Ross, Cholito, Moraima Osa, Francisco de Oraá y quizá algún otro artista que no recuerdo en este instante.

Me pongo en el lugar de Vicente y Santiago: hermanos mayores, hasta cierto punto protectores, del muchachito gago que quiso cantar y lo logró al imponer sus letras y esa forma única de dar a conocer sus piezas.

El bebé que está por nacer conocerá a su padre a través de lo que le cuenten los que compartimos un pedacito de su vida. Realmente en la lógica de la existencia, con sus 52 años y la esperanza de vida en Cuba, no le tocaba morir, pero cuando el corazón dice que no camina más, todo acaba. Lo único que me consuela es que mi vecino murió de la forma que creo merecen las personas buenas: sin sufrir. Además, acaso no estará vivo Santiaguito cuando se escuche: “La vida es otra cosa,/ si con las mismas ganas/ te la sucedes/ sin esperar más nada./La vida es diferente,/ si la paciencia gana/ cuando la soledad/ colma a la soledad.”

Palabras para Santiago

Vicente Feliú.

A los cincuenta por lo general los infartos del miocardio son implacables. Si además estás sobradamente feliz con los últimos trabajos, feliz porque tu hijo que vivía en Barcelona está contigo, y feliz porque con tu nueva compañera, encantadora, vas a tener otra descendencia en un mes, la emoción puede ser fatal. Eso debe de haberle ocurrido al Santi en esta madrugada, cuando le explotó el corazón. La ventaja –para él- es que se fue sin sufrimiento. El sufrimiento como alud nos cae a quienes nos quedamos, los que tendremos que aprender a vivir sin su gaguera, sin sus canciones nuevas, sin su despiste permanente, sin su roja visión personalísima de Cuba.

Fito Páez.

Santiago Feliú fue uno de mis más divertidos compañeros en la noche habanera durante casi 30 años. Fueron noches de música, alegría, excesos y amistad. Recuerdo su carromato blanco que parecía una caja de pandora donde convivían sillas rotas, tarros de pintura, guitarras, cables eléctricos, equipos de música, alfombras, etc, y el auto de Chitty Chitty Bang Bang de Dick van Dycke, por donde nos sacaba a Juanpin, a Alejandro Avalis y a mí por los piringundines y antros habaneros en busca de nuevas aventuras.

Nos peleábamos y entreverábamos mucho entre la revolución cubana, los efectos del ron, la indecencia capitalista a la que yo oponía la nuestra propia y sus delirantes posiciones de acordes en esa endiablada guitarra zurda de la que él hizo florecer varias de las mejores canciones de la música popular americana de los últimos años. Y su constante tartamudeo. Yo le decía: “Habla bien cabrón, no tengo mucho más tiempo”- mientras señalaba con mi dedo índice hacia mi muñeca a un reloj invisible en señal de apuro e incomodidad. Y él entre el ataque de risa propio, el de la concurrencia y su adorable gaguez tardaba en responder. Y cuando lo hacía lo hacía con esa ternura que despiertan los niños.

Amaba y amo mucho a Santi por su testarudez ideológica, aunque muchas veces no acordara con él y tuviéramos diferencias irreconciliables tanto en aspectos políticos como musicales a veces, o sobre la piel de alguna mujer o la importancia del agua en la navegación. Nada que no pudiera desarmar una buena Hatuey de 12 grados helada recién salida de algún refrigerador cubano. Amo a Santi por su lirismo inconmensurable. Por su autenticidad y su quijotismo contra viento y marea de todas las formas impuestas por los cánones de la música popular del mundo.

Él escribió sus gemas al borde del mundo. En un castillo de cristal. Estaba y no estaba con nosotros. Cuando lo veías y escuchabas con sus grupos en La Habana durante tantos años, en tantísimos escenarios, si lo mirabas atentamente podías ver a un hombre niño poseído, en trance bajo algún efecto narcótico de sus visiones del mundo. De un mundo que podía a veces no estar frente a él. Pero es que de eso se trata todo. A veces no estamos allí o sobre eso sobre lo que cantamos no está allí. Eso vive en otras dimensiones.

Y eso que vive en otras dimensiones se percibe en soledad, bajo las estrellas o dentro de un opiadero en Marrakesh, o después de un polvazo con una mulata desconocida en Bogotá, o dentro de los ojos de tus hijos, o en una soledad acompañada de muchísma gente en una discoteca. Eso que él percibió y expresó del mundo fue y será absolutamente genuino y original. Grave y agudo. Hizo su vida y sus canciones sin pedirle permiso a nadie. Como debe ser.

Absolutamente incorrecto, como los grandes artistas. Y tenía ese exquisito sentido del humor para desacralizar todo lo fatuo. Era un hombre del rock and roll, sin haberlo escuchado mucho. Sin miedos ni normalidades absurdas. Él era un anormal en todo el sentido enorme de la palabra. Sus músicas y sus palabras representaban “la diferencia”. Él era lo diferente.

Santi era de esos que asustaba a los progresistas correctos, defensores de las diferencias. Miserables, decíamos. Sé que a Santi le hubiera gustado mucho este último párrafo. Puedo decir que conocí a un hombre noble y sin ninguna duda, de haber ido a la guerra, lo hubiera querido tener a mi lado porque sé que hubiera cuidado mis espaldas como yo las de él. Santi, te vamos a extrañar porque fuiste uno de los mejores. Fuiste uno de mis grandes e incondicionales amigos y habernos conocido se lo debemos a Pablo Milanés, en el festival de Varadero 87.

Me cuentan que ya te cremaron.

Edgar Allan Poe narra en uno de sus cuentos que no se muere hasta terminar de morirse la última célula o sea que sentiste al fin las llamas del fuego sobre ti.

¿Habrán sido tan sagradas y hermosas como las de tu corazón?

 José María Vitier

Dicen que ha sido una muerte repentina. Pero tu obra nos dice otra cosa….Tu obra fue un estado de gracia y agonía. Cierto heroísmo trágico recorrió siempre tus canciones. Ahora siento que algo se ha roto dentro de nosotros. Pero ese algo ya estaba dentro de tu voz.

– Santiaguito, confió, creo, tengo que creer, que allá en el Reino de los Cantores, donde has amanecido, incrédulo todavía, seguirás siendo el joven desesperadamente libre, apasionadamente hereje, invencible príncipe y mendigo, herido de Patria, cantor estremecido.

Amaury Pérez

Me levanté muy temprano como es habitual y recordé que hoy, día 12, se cumplía un aniversario más de la muerte de Julio Cortázar. Cinco minutos después me llamaron que se nos había escapado el Santy. Mi primera reacción fue la negación y luego una tristeza inconsolable. Me ayudará el pensar que desde que lo conocí, siendo apenas un niño en la casa de su hermano Vicente, me llamó la atención su intensidad. La que lo seguirá acompañando cuando el tiempo ponga las cosas en su sitio y la eternidad haga su labor.

Ahora llorarlo es lo que me toca.

Abrazos Santy.

Silvio Rodríguez

Suena el teléfono a las cuatro de la mañana y pienso que ojalá sea un equivocado. Desde una conciencia adormecida el instinto de conservación lanza ese pensamiento. Si esa llamada no es error ¿qué buena noticia te pueden dar a las cuatro de la mañana? El instinto no traiciona, no miente, viene de un lugar ignoto pero corta como navaja, porque cuando escucho Aurora y después “cuándo fue”, ya la cabeza está en Vicente, que está en Guatemala, en algún accidente de avión o carretera, en un atentado loco.

Pero no es avión ni carretera ni atentado ni Vicente. Es Santiago, el más joven, a quien hace una hora se lo llevó un infarto.

Ayer mismo borré la carpeta donde le puse una selección de fotos de su boda. ¿Por qué llevaba días pensando en él?

Muchas malas palabras se me ocurren. Muchas. “Son tantas, que se atropellan”.

Publicado el 17 de febrero de 2014

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Cuba   cultura   Geografía  

Una Respuesta a “Se fue Santiago Feliú, cubano, trovador y, sobre todo, zurdo

  1. margarita noemi cagnoni

    Conoci a Santiago Feliu cuando vino a dar un concierto en Esquel. Hacia mucho frio y se le entumecian las manos.

    Santiago Feliu estuvo en Esquel, dando un concierto. Hacia frio y se le entumecian las manos. En el salón no habian prendido la calefaccion.

Dejar una Respuesta