Ciudad de México, 2018

Los cinéfilos que entraban y salían de la Cineteca, así como los transeúntes que prestaron oído a nuestro llamado a “firmar por Marichuy”, en muchos casos, cedieron sin remilgos su firma y nos facilitaron su credencial de elector, lo cual no es fácil en otras zonas.

En general, la respuesta fue de empatía a la causa; sin embargo, no faltó quien desenmascara su racismo, o misoginia; preguntando si ¿estaba preparada? Marichuy; o aquel que burdamente se preocupó porque ella no pudiera hablar con un embajador francés.

En otras ocasiones, la conversa se alargaba en torno al hartazgo y cierta incredulidad de poder hacer algo, y de pensar en un cambio verdadero; quienes se permitieron imaginar, vieron con simpatía a la mujer indígena que los representara con honestidad. Hubo asimismo, quienes se estremecieron agradeciéndonos estar haciendo esta labor.

Respecto a los transeúntes del Barrio de Xoco, llama la atención que en el mayor de los casos, su pronto paso les impidiera voltear a la mesa de firmas, parecían más preocupados por su lucha cotidiana para sobrevivir. No era fácil atrapar su atención. Pero también hubo vecinos que se dejaron seducir por la posibilidad de una cambio apartidista. En algunos casos, el rechazo a escucharnos se debía a que fuéramos promotores de algún partido político.

Gran parte de los firmantes fueron personas que llegaron con su credencial en la mano, porque gracias al trabajo de las compañer@s, la Mesa de la Cineteca se anunció puntual y asertivamente en las redes sociales.

Hablar con la gente sobre la situación en que vivimos fue lo mejor de recabar firmas. Claro esto fue posible debido a la armonía compañeril del equipo que formamos para este fin.