Teia Dos Povos

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No queremos una democracia que no nos quiera

Reflexiones sobre Brasil y Kurdistán a partir de diálogos con Hesen Koçer oleh Beatriz de Tullio P. Ramos dan Vitor Maia Veríssimo dari NUPIEC

En junio de 2024, el Centro de Investigación Interdisciplinaria en Estudios Kurdos (NUPIEC) tuvo el honor de recibir virtualmente a Hesen Koçer, Copresidente del Consejo Ejecutivo de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES). El NUPIEC es un grupo de investigación formado por investigadores e investigadoras de diferentes partes y universidades de Brasil, especializados en campos como Derecho, Historia, Sociología, Antropología, Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas, todos dedicados al estudio de la cuestión kurda. Fundado en mayo de 2021 y con sede en el Programa de Postgrado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais (PUC-MG), en Belo Horizonte, el principal objetivo del Centro es reunir investigadores interesados ​​en el tema, promoviendo una red de intercambio de información, referencias y colaboraciones. Además, actúa como divulgador científico de la cuestión kurda en Brasil.

El Centro también se dedica a establecer vínculos con el Movimiento Kurdo en sus diferentes sectores, actuando como apoyo epistemológico para insertar la cuestión kurda en los debates sobre democracia, autonomía y ecología en Brasil, además de intentar acercar a la gente a los movimientos activos en Rojava. En este sentido, NUPIEC estableció una alianza con Comuna Internacionalista de Rojava para el intercambio de información y el apoyo mutuo. Una de las iniciativas de esta asociación fue una serie de clases sobre temas fundamentales en la Revolución de Rojava, como Educación, Jineolojî, Historia, Contrato Social y Confederalismo Democrático.

Fue en el contexto de esta iniciativa que Hesen Koçer se reunió – a través de la plataforma zoom – con NUPIEC. Se realizaron dos reuniones, en las que se discutió, respectivamente, el Contrato Social y el Confederalismo Democrático, a partir de su experiencia. Esto incluyó debates sobre la historia de resistencia del pueblo kurdo, que culminó con la formación y organización del territorio de Rojava, en el norte de Siria, en 2012.

En estos encuentros, Koçer, apoyado en los textos de Abdullah Öcalan, presentó un análisis crítico de la historia, que se basa en una comprensión ampliada de los fenómenos socioculturales. Para hablar de la cuestión kurda, arrojó luz sobre los debates en torno al origen de los estados nacionales y la democracia burguesa. Según Öcalan y reforzado por Koçer, existe una relación directa entre ambos, en la medida en que la democracia termina cuando comienza el Estado-nación. Esta provocación deja al descubierto una serie de tensiones de nuestro tiempo relacionadas con el colonialismo, el imperialismo y el sistema capitalista.

En su discurso, Koçer explica que durante la década de 1990, con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), varios movimientos, partidos y revoluciones que se inspiraron en la URSS y contaron con su apoyo se encontraron indefensos. Si bien algunos de ellos, como en el caso de Vietnam, Cuba y Mozambique, salvo sus especificidades, siguieron las bases de la promesa socialista soviética, es decir, no renunciaron a la creación de un Estado nacional, la Unión de Trabajadores Kurdos (PKK) propuso una reinvención.

En definitiva, el largo proceso de reformulación ideológica y estructural del PKK, que duró alrededor de una década, desembocó en la elaboración del Confederalismo Democrático Kurdo, un sistema político sistematizado por Abdullah Öcalan a partir de su contacto con el pensamiento de Murray Bookchin y con el organizaciones autónomas de mujeres ya consolidadas.

Considerando el proceso histórico de resistencia kurda contra los sucesivos intentos de borrarlos perpetrados por los Estados turco y sirio, los pueblos allí unidos están construyendo, día a día, otra forma de vivir en sociedad. Esta forma quedó consagrada en el Contrato Social, que ya se encuentra en su tercera versión oficial desde 2012. Este Contrato es un hito importante que perfila los valores sociales, políticos y éticos del Confederalismo Democrático AANES, pero que se basan, sobre todo, en la autonomía y en la libertad de los distintos pueblos que conviven en ese territorio.

En las reuniones, Hesen Koçer también destacó algunos de los principales preceptos del sistema confederalista: (1) la libertad de las mujeres; (2) ecología; (3) la sociedad sin Estado; y (4) comunas, consejos, cooperativas y academias. Estas nociones configuran otra forma de pensar sobre la organización de la sociedad, que apunta a superar el modelo de Estado. Así, el llamado “giro ideológico” del PKK –el momento en el que se creó el Confederalismo Democrático– se estructura a través de una amplia crítica al Estado-nación. Como sostiene Koçer, el Estado comienza a ser entendido en su carácter antirrevolucionario y no democrático: “La democracia, en sus fundamentos”, sostiene, “está contra el Estado”.

Esta nueva formulación sobre el Estado defiende su propia noción de democracia, en contraposición a la democracia burguesa y liberal, lo que genera disputas en torno al término. Un ejemplo de las repercusiones de esta nueva formulación tiene que ver con las formas de lograr la liberación de la mujer. No basta con defender, por ejemplo, que asuman cargos políticos en el mismo sistema que las oprime: “Si las mujeres quieren ocupar el puesto de presidentas en este sistema [capitalista], deben adherirse a la mentalidad masculina”, es decir, someterse a la hegemonía.

En este sentido, podemos pensar que se amplían las posibilidades de disputas, ofreciendo nuevas perspectivas no sólo sobre la “democracia” y el “Estado”, sino también sobre la “libertad” y las diversas formas de emancipación social. La libertad deja de ser algo que puede ser dado por el Estado, y pasa a ser algo que debe ser conquistado por el pueblo y entendido de forma interconectada con la sociedad: “Cuanto mayor es la libertad, menor es la mentalidad estatal”, dice Hesen Koçer. Podemos inferir, por tanto, que si “el Estado es opresión a través de las leyes”, entonces el Confederalismo emerge como libertad a través del pueblo.

Está claro que las condiciones para construir una democracia antiestatal son inestables. Desde 2012, cuando comenzó la revolución de Rojava, los movimientos kurdos de la región han intentado organizar una sociedad basada en el confederalismo democrático. Como nos recuerda Hesen Koçer, este ha sido un proceso en el que “de un lado se lucha una guerra, y del otro se construye un sistema”. Ésta es la ambivalencia práctica impuesta a la imaginación política de los movimientos del Kurdistán sirio. Todo lo que se construye vive bajo la inminente amenaza de destrucción. El contraste es evidente: el Estado propaga la guerra y el confederalismo el sueño de una sociedad capaz de “buscar sus propias soluciones y encontrar su propio camino”.

En algunos momentos de los encuentros con el copresidente también se establecieron paralelismos con la realidad brasileña. Dada nuestra historia colonial y nuestra posición tercermundista, es común que surja la pregunta sobre “cómo pensar el confederalismo en Brasil”. Se mencionaron a los pueblos originarios como ejemplos de un modo de vida no estatal. Pero más que un sistema listo para ser replicado en todo el mundo, la revolución en Rojava nos brinda la posibilidad de ampliar nuestro léxico político para que sea posible reconocer otras formas de liberación y luchas antisistémicas.

De hecho, la experiencia kurda tiene varias características que pueden servir como alternativas para pensar –como dijo Hesen– “el lugar que llamamos Brasil”, no del Estado, sino “de la gente que está ahí”. Desde este ángulo, podemos trazar un paralelo entre el pueblo kurdo y el pueblo de Brasil: si, por un lado, los kurdos fueron desterritorializados, sus tierras divididas en cuatro estados y su identidad borrada por los procesos de unificación nacional en Turquía y Siria., sobre Brasil la creación violenta e ideológica del Estado y de la “identidad brasileña” tuvo como resultado el genocidio y la eliminación de los pueblos originarios, en la esclavización de los pueblos africanos.

Parte de la Revolución Kurda se basó en identificar que la opresión en Turquía está profundamente ligada a cuestiones étnicas y reivindicar la “kurdicidad” como una identidad legítima. Dada la afinidad histórica que acabamos de presentar, aunque sea de manera preliminar, cuestiones similares también formaron parte de la trayectoria intelectual y militante brasileña. Los aportes de Lélia González, por ejemplo, justifican este enfoque. La autora cuestionó la idea de una “identidad brasileña” como algo natural y democrático. Su argumento se sustenta en la experiencia de las mujeres negras que, como factor indispensable en el proceso de establecimiento de un Estado y consolidación de la identidad nacional, fueron privadas del derecho a sus propias historias colectivas y raíces culturales. En otras palabras, en Brasil también es posible observar que, en el intento de unificación nacional, el Estado legitima la opresión racial, de clase y de género. En este sentido, el propio Hesen señaló: el Estado necesita que exista el nacionalismo, la opresión de género y de clase.

Por lo tanto, si la propuesta kurda pretende resolver problemas similares al nuestro, es factible considerar el potencial de la orientación política de Rojava para el caso brasileño. Por supuesto, no se trata de seguir el mismo programa kurdo, sino de comprender lo que significa nuestro procesos, como destacó Hesen durante las reuniones.

Finalmente, comprender el Confederalismo Democrático en su dimensión ideológica es esencial para comprender la relevancia de esta orientación política para la realidad brasileña. Como pretendemos argumentar, una perspectiva alternativa al Estado nacional –que, como señaló Öcalan en el caso kurdo, no es la solución, sino parte del problema– es fundamental para un horizonte social que apunte a la convivencia cultural, lingüística y religiosa de todos los pueblos. Así, una de las mayores contribuciones de la revolución kurda para reflexionar sobre posibles soluciones para el caso brasileño implica menos la replicación del Confederalismo Democrático como modelo político y más la expansión de nuestras interpretaciones de los mundos y pueblos en lucha.

A menudo, tanto el pueblo kurdo como los pueblos originarios de Brasil ven su potencial revolucionario secuestrado por perspectivas socialistas congeladas en el modelo soviético. La experiencia de Rojava y las clases públicas de Hesen Koçer muestran que la revolución kurda tiene una fuerza transformadora coherente con los problemas de nuestro tiempo. El cambio de siglo exigió que se superaran las concepciones de libertad que corroboran la creación de un Estado nacional, y el pueblo kurdo de Rojava –al igual que otros ejemplos en todo el mundo– se mostró dispuesto a asumir esta tarea histórica. Sólo tenemos que estar preparados para reconocerlo.

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