Necromáquina
@preynae
Frustración. Desánimo. Culpa. Ahogo. Imposibilidad para encontrar claves y lenguajes, para entender y nombrar. Pulsión por cerrar los ojos, dejar de leer, oír, ver, escuchar, pensar. Insomnio, pesadillas, pensamientos recurrentes.
Con demasiada frecuencia me he descubierto sintiendo y pensando lo anterior frente a la avasallante realidad de las violencias en México y el mundo.
¿Cómo entender la siempre creciente intensidad del tornado de las violencias en México? ¿Cómo acomodar en cuerpo, mente y corazón los nombres y vidas de lxs 3, 10, 43, 72, cientxs, decenas de miles de personas víctimas directas de las violencias en los años más recientes de nuestro país? ¿Dónde conseguir un espejo que refleje lo que estas violencias marcan en mi rostro, en todos y cada uno de nuestros rostros?
El reciente libro de Rossana Reguillo, Necromáquina: Cuando morir no es suficiente, publicado hace unos días por Ned Ediciones y el ITESO (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente) es, a la vez, linterna, archivo, mapa y espejo.
Linterna porque nos ayuda a iluminar las siniestras obscuridades de las que queremos apartar la vista y a alumbrar brechas para la comprensión de las violencias. Archivo porque trae al presente historias, estampas, recortes de periódico, escenas, ensayos, apuntes desde la libreta de trabajo de campo que permiten recordar lo que había quedado enterrado debajo de la avalancha de caso tras caso de violencia, cada uno más brutal que el anterior. Mapa porque nos ubica en los paisajes, territorios y tiempos; muestra los caminos de los que venimos, los que estamos transitando y algunos posibles, en construcción colectiva y permanente, para trascender nuestro extravío. Espejo que refleja cuerpo y rostro de lo que somos, hemos sido, estamos siendo como sociedad en y frente las violencias.
A través del libro, Rossana Reguillo, muestra la manera en que las guerras – «que han sido muchas» – han cambiado en sus modos de ejercer las violencias y de desplegarse en cuerpos y territorios múltiples desde finales del siglo XX hasta nuestros días. Este marco temporal no es casual, coincide con la avasallante aceleración y agigantamiento del neoliberalismo – que la autora entiende como «un poder de ocupación que ejerce violencias para la apropiación de territorios- y la también veloz desestructuración y «minimalización» de los Estados. Los vacíos de poder y de sentido, sabemos, son efímeros y prontamente colmados por otros poderes. Las poblaciones y territorios abandonados fueron ocupados, en el caso mexicano, por el narco; fuerzas paralegales que generan un «orden paralelo que produce sus propios códigos, normas y rituales». Este poder paralelo controla, a través de las violencias, amplios territorios, opera a plena luz del día, administra y gestiona la vida social en las áreas que ocupa.
La violencia se volvió la lengua franca de la narcomáquina, concepto que abarca las complicidades entre poderes empresariales, políticos y delincuenciales, trabajando para satisfacer su inabarcable pulsión de acumulación de capital, cuerpos y territorios. Para lograrlo, la narcomáquina, trabaja en la producción de cuerpos para el sacrificio, cuerpos rotos, cuerpos a los que se les ha sido disuelto, incluso, su condición humana.
Para tratar de nombrar y comprender las violencias ejercidas por esta máquina, la autora insiste en que éstas, las violencias, son múltiples y diversas en sus modos e intenciones. Las violencias no son brotes excepcionales, irracionales, ni externas a la sociedad. Las violencias ejercidas por el trabajo de la máquina del narco son un lenguaje que comunica mensajes directos y claros para «acallar y someter» a la sociedad.
La narcomáquina ejercía la violencia de manera utilitaria, con un fin concreto, el negocio. Pero las violencias expresivas, las propias de la necromáquina, que padecemos en México y el mundo, tienen otro sentido, la «exhibición de un poder total e incuestionable, que apela a las más brutales formas de violencia sobre el cuerpo# despojándolo de su humanidad. La necromáquina utiliza cada vez más crueldad y sofisticación para «imponer su poder sobre los cuerpos usados como mensajes». Morir ya no es suficiente.
Necromáquina es un libro que visibiliza y da sentido a las violencias contemporáneas padecidas en México y el mundo. Logra poner palabras ahí donde muchxs de nosotrxs hemos enmudecido; muestra caminos para andar y – en lo posible – contrarrestar la parálisis impuesta por el miedo y el horror. Teje las historias de personas concretas que han quedado atrapadas en medio del siniestro vórtice de las violencias contemporáneas con la brutalidad de las violencias expresivas de los casos más dramáticos y brutales del trabajo de la necromáquina.
Pablo Reyna Esteves
Formado como ingeniero químico y con estudios de posgrado en Medio Ambiente y Desarrollo. Por más de 10 años colaboró desde lo universitario en procesos de incidencia en ámbitos de derechos humanos, lo migratorio, género, sustentabilidad y pueblos indígenas. Actualmente forma parte del equipo de Comunarr – Construcción de Mundos Alternativos Ronco Robles AC.
triste, impactante e indigerible realidad, excelente texto, gusto en saludarte, Pablo