Fronteras Abiertas

Laura Carlsen

“Millones de enfermeras”: Las mujeres y el COVID19

Foto: Today

Cuando empezó marzo, el presidente López Obrador enfrentaba una crisis política en su relación con las mujeres mexicanas organizadas para exigir sus derechos, sobre todo el derecho de vivir una vida libre de violencia. Jóvenes feministas, estudiantes y amas de casa marcharon en las calles exigiendo medidas concretas para parar la violencia, y día tras día se encontraron con la falta de sensibilidad y de respuestas a la altura de la gravedad del problema por parte del gobierno.

Cómo han cambiado los tiempos. De haber logrado un nivel de visibilidad histórica el 8 de marzo, en pocas semanas las mujeres han sido relegadas a la invisibilidad del hogar, en medio de la crisis sanitaria y probablemente económica más fuerte de la historia contemporánea del país. Mujeres que fueron protagonistas del cambio ahora son celebradas como el sustento de un sistema patriarcal que, si bien permite al gobierno enfrentar una crisis que no podría enfrentar de otra manera, se apoya en la reafirmación de su trabajo no remunerado en el hogar y su papel en la esfera privada.

Una enorme transferencia del trabajo de cuidado de la economía pagada y el estado, ha sido impulsada por el coronavirus a la casa donde existe el supuesto de que las mujeres compensarán con su tiempo y esfuerzo. De por sí en México, según el Instituto Nacional de Mujeres, ellas trabajan casi tres veces más que los hombres en este tipo de labores, y ahora el cuidado de niños sin escuela, de ancianos que no pueden salir, de personas enfermas o discapacitadas y de familias en el confinamiento incrementa muchísimo este trabajo.

El presidente ha reconocido la situación. “Contamos con millones de enfermeras en los hogares de México, enfermeros y enfermeras, pero más enfermeras porque, aunque van cambiando los roles… por nuestras culturas, nuestras costumbres, son las mujeres que más atienden a los padres…” Su declaración es un fiel reflejo de la realidad mexicana, donde las mujeres dedican 39 horas a la semana al trabajo de cuidado en la casa comparado con 14 de los hombres —y en muchos hogares es difícil imaginar de donde sacan las 14. Sin embargo, no le parece señal de la necesidad de un reajuste de cuentas.

“La familia es la institución de seguridad social más importante del país”, ha dicho AMLO en varias ocasiones, pero ¿es justo cargarles a las mujeres este trabajo sin compensación ni apoyo? ¿Que las mujeres trabajen doble o triple jornada sin pago para sostener una institución en que son discriminadas? ¿Hacer alarde de su trabajo en momentos de crisis y negarse a darle un valor concreto como parte de una economía y una sociedad democrática e igualitaria?

El hecho de que el trabajo de cuidado sea una labor de amor y solidaridad de las mujeres no debe implicar que la sociedad y las políticas se aprovechen del sacrificio de su tiempo, su salud, sus sueños y su desarrollo humano en otras áreas. En la conferencia de prensa del 27 de marzo encabezada por mujeres titulares del Instituto y de áreas de salud, se reconoció explícitamente el papel de la mujer en el cuidado y el riesgo de un aumento de violencia de género en el periodo de “resguardo domiciliario corresponsable”. Nadine Gasman, directora del Instituto de Mujeres, señaló que su oficina está trabajando con las secretarías para desarrollar políticas con perspectiva de género para enfrentar la crisis. Sin embargo, hasta ahora las propuestas han sido escasas y débiles. La solución que se presentó para la sobrecarga de trabajo en el hogar fue “Reconocer, redistribuir y reducir” el trabajo de cuidado. Es lo mismo que el movimiento feminista viene diciendo por décadas. No ha avanzado notablemente, y menos en las familias donde el poder machista es más fuerte. Para la prevención de la violencia, se dio a conocer lo que ya sabemos —el número 911, y el compromiso de no cerrar servicios. No se anunció ningún servicio o medida adicional. Sin políticas proactivas la situación simplemente no va a cambiar y menos si se sigue celebrando y explotando el statu quo.

Fuera del hogar, la crisis también ha revelado el papel fundamental y discriminado de las mujeres. Existen 2.4 millones de trabajadoras domésticas en el país que no tienen garantías para poder quedarse en casa ni para cobrar salarios caídos. Lo mismo con las trabajadoras sexuales. Entre las enfermeras en el servicio de salud, casi 80% son mujeres y se exponen a mayores riesgos con menores condiciones laborales.

La experiencia global nos muestra que las crisis de salud suelen profundizar la desigualdad entre hombres y mujeres –en gran parte por las políticas que se aplican apoyadas en formas de discriminación que tienen claras funciones en la economía capitalista/patriarcal. Estudios sobre el ébola en países africanos descubrieron que tanto los hombres como las mujeres se empobrecieron como resultado de la epidemia, pero los ingresos de los hombres volvieron a su nivel anterior mucho antes de las mujeres. El deterioro en acceso a servicios de salud también tuvo un impacto desigual –en Sierra Leona, más mujeres murieron por complicaciones de partos no atendidos o mal atendidos que por ébola. La tasa de embarazos de adolescentes subió y, como han dicho muchas expertas e investigadores, la violencia doméstica y sexual incrementó, con secuelas de larga duración en la sociedad, por no hablar de las secuelas trágicas en las vidas de las mujeres.

Hay que esperar el plan de impulso a la actividad económica y reactivación que se presentará el 5 de abril para saber si toma en cuenta el papel fundamental de las mujeres. López Obrador ya anunció apoyos a otros sectores, entre ellos a productores de maíz que tendrán un mejor precio y a pequeñas empresas que recibirán 25 mil millones de pesos en créditos. Como buena señal, dice el presidente que la mitad irá al sector informal, donde están concentradas las mujeres. ¿Habrá un apartado especial para empresas lideradas por mujeres? ¿Habrá un programa para titulación de propiedad para campesinas y facilidades para la venta de sus productos? Aún no se sabe.

Por otro lado, como mala señal está el hecho de que el apoyo a madres solteras no fue incluido en el paquete de pensiones a mayores y becas a personas discapacitadas y estudiantes que se elevó a nivel constitucional. De hecho, nunca fue una remuneración para su trabajo, sino una beca para estudiar con la idea de “superarse” y eventualmente salir de la casa, como si esto fuera un trabajo de alguna manera secundario, denigrante.

Un plan de reactivación podría reducir y no profundizar la desigualdad. Para hacerlo, debería mínimamente incluir un pago a todas las mujeres que lo necesitan en reconocimiento de su trabajo de cuidado. Tendría que ser no solo para madres solteras, sino a las hijas que son las “enfermeras” de sus padres y madres, a las abuelas que son las madres suplentes de sus nietos y nietas, a las hermanas y amigas que cuidan a la gente a su alrededor. Tendría que responder a la solicitud de la red de refugios de proveer recursos del estado para sus programas, apoyar iniciativas de la sociedad civil para desarrollar conjuntamente políticas de género que van más allá de la paridad, medir y valorar el trabajo no pagado en casa y entender que el feminismo es un proyecto que lucha para corregir el desequilibrio de poder y privilegio entre los sexos que el humanismo no quiere ver.

Dejar una Respuesta

Otras columnas