"Mi pueblo no se rinde"

Testimonio recogido en Jacmel, Haití, por Alejandro Ramírez

Mi nombre es Philippe. Nací haitiano, de Anse a Pitre para ser más preciso, uno de esos lugares con contrastes muy grandes, con un mar muy hermoso y los atardeceres más bellos que puedan existir, pero que por el negocio ilegal de pacas de ropa se ha convertido en uno de los basureros del mundo.

La ropa reciclada que viene de República Dominicana llega a las manos de gente de mi pueblo, que escogen lo que sobra y aún puede servir para venderlo en Puerto Príncipe. Lo que no sirve se convierte en parte del paisaje de nuestra comunidad, paredes de casas o puentes de riachuelos.

Nadie en este pueblo quedó inmune al desastre del terremoto. Muchos tenemos familiares y amigos en Jacmel, e incluso en Puerto Príncipe, que murieron bajo los escombros. Al enterarme de lo que había pasado conseguí un transporte para ir a Jacmel para saber de mi familia. Los encontré durmiendo en la calle, como toda le gente a la que se les cayó la casa. Yo creo que pasará mucho tiempo para que la gente vuelva a dormir bajo techo.

Fui a la oficina de la Coordinadora de ONGs del Sudeste, porque me dijeron que ahí se estaban organizando para contar los daños en la región y ahí había un televisor donde pude ver las imágenes de Puerto Príncipe. Ya no hay capital. Muchos piensan que por lo tanto no hay país.

Además de la destrucción y de la cantidad de muertos, lo que me avergonzó fue como nos trataban a los haitianos en la televisión. Parecíamos ahí un pueblo de salvajes peleando por un poco del agua que tiraban los de las Naciones Unidas desde un helicóptero. Desde un helicóptero… ¿Alguien lo puede creer? Tienen miedo de pisar las calles llenas de gente pobre y desesperada. Y ponían la imagen una y otra vez, como para que no se te olvidara.

Jacmel está muy afectado. Hubo calles por las que no pude pasar por que el olor a descomposición me lo impidió. Hay mucha gente trabajando por cuadras y por zonas quitando escombros y eso no sale en las noticias. Platiqué con Harol, un pintor de la ciudad al que se le cayó su casa y al día siguiente empezó a pintar de nuevo en la calle. Jacmel es un pueblo de pintores.

Ahora se está trabajando para recibir las ayudas internacionales de manera organizada. En el campo de futbol hay 3 mil 500 refugiados que se quedaron sin techo y a los cuales se les está repartiendo comida y agua. Hay carpas donde se le da atención médica por parte de agencias internacionales y de médicos de muchas partes del mundo. Pero falta mucha ayuda. No llega todo lo que se necesita.

La gente se organiza con cocinas colectivas y las mujeres se turnan para cocinar para toda la gente. Los hombres trozan la leña con las hachas y cargan los sacos de comida; y los niños hacen fila organizadamente  para llenar sus tambos de agua, otros juguetean sonriendo…todavía.

Después de saber que mi gente estaba bien inicié el regreso a Anse a Pitre, aunque las noticias decían que era peligroso viajar porque los caminos están llenos de bandas que saquean a todo el que pasa. Yo de todos modos debo regresar. Allá está mi esposa y mis hijos y mi cayuco donde siembro y que debo atender.

Empiezo el camino de regreso en una camioneta con un poco de temor, pero en el camino, como siempre, fui recuperando la confianza. Vi a mi pueblo que a pesar de todo trabaja por la vida, que en este sitio del mundo cuesta mucho. En los 187 kilómetros que separan estas dos comunidades no encontramos ningún problema de pillaje.

Sí vi mucha gente montada en sus burros yendo al campo a trabajar, los carboneros haciendo sus hornos, las mujeres cargando la poca agua, los mercados comunitarios vendiendo sus productos, precios más altos, sí, claro, el precio de la gasolina ha subido mucho y eso encarece todo.

Mi pueblo, Haití, se está organizando. No se rinde y continúa escarbando entre los escombros buscando vida. Los vecinos fueron los que ayudaron en los momentos más difíciles por falta de ayuda gubernamental o humanitaria. Son las familias de pueblos lejanos a Puerto Príncipe las que están alojado a los que se quedaron sin techo en la ciudad.

Los medios de comunicación no dicen que hay un montón de corazones que aún laten, un sentimiento de solidaridad que siempre se nota más entre los que menos tienen.

Publicado el 01 de Febrero de 2010

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