María Teresa Vera: La primera trovadora cubana y la última bohemia de La Habana
María Teresa Vera fue nieta de esclavos e hija de un soldado que frecuentaba una casa de Guanajay, en donde se bailaba y cantaba rico. Allí, él se enamoró de una chica negra, llamada Rita Vera. Una noche, el ejército español irrumpió en el lugar y acusó a los presentes de estar conspirando en contra de la colonia española. El soldado fue devuelto a Asturias y allí lo encarcelaron. Meses después, Rita dio a luz a la hija de los dos. Con la música en sus venas, María Teresa Vera se convertiría en, “la madre de la canción cubana.”
María Teresa Vera, creadora del tema icónico, “Veinte años,” fue también conocida en la isla como “la última bohemia de La Habana”, y me gusta ese apodo porque habla de ella como persona y habla también de la historia callejera del bolero y el son cubanos, que nacieron en Santiago de Cuba, entre tragos de ron y la alegría de cantar después de jornadas largas en los ingenios de azúcar y los campos de tabaco.
María Teresa forjó su lugar en este ambiente dominado por hombres, en su caso en los barrios de La Habana, cuando la trova santiaguera se había contagiado a la capital. Como música y como mujer, ella merece un lugar de mucha importancia en la historia de la música cubana. Fue la primera en crear duetos de mujer y hombre y ella solía cantar la primera voz, incluso en la compañía de grandes figuras, como Lorenzo Hierrezuelo. La combinación de las dos voces, la sensibilidad y la creatividad de sus adornos improvisados son una delicia. María Teresa fue entre los primeros artistas a grabar en el RCA Victor en Nueva York, en los años 1920, creando discos que llevarían el bolero y el son por todo el mundo, incluyendo México. Ella fue la creadora y directora del Sexteto Occidental, tal vez el grupo más importante del son cubano de esta época. Contaba con un repertorio de unos 900 temas, entre los propios y los de compositores renombrados de su época.
Me gusta mucho esta imagen de una mujer que aparece muy cómoda en su papel de música — y dueña– del Sexteto Occidental. No protagoniza, no coquetea, sino que sonríe y carga la guitarra como extensión de su propio ser.
Después del éxito de uno de sus viajes a Nueva York, en donde se había presentado en el gran teatro Apollo de Harlem, María Teresa fue recibida en el puerto de La Habana por su amigo, Manuel Corona, compositor prolífico, considerado como una de las glorias de la música cubana. El, junto con el tabaquero José Díaz, le había enseñado a María Teresa a tocar la guitarra, y Corona la había lanzado como cantante, cuando ella tenía 16 años. Él se sentó en la primera fila, para animarla, y después de su primer tema, el público le pidió otra y otra.
En el muelle de La Habana, Manuel Corona le entregó a María Teresa su más reciente bolero, y ella hizo famoso el tema “Longina,” una belleza de poesía y música inspirada en la esposa de un comerciante, vecino de Corona. Afortunadamente, “Longina” sobrevive hoy día en voces femeninas que grabamos en Santiago de Cuba y, al otro extremo, acomodado para el público salsero en la voz de Oscar de León.
La vida de una trovadora era precaria, aún con el éxito ganado, y peor en el caso de María Teresa Vera, porque transgredió las leyes de su religión afrocubana, el abakuá, al cantar en lengua unas frases que no deben de escucharse fuera del ámbito de los creyentes.
Le prohibieron cantar en público, así que María Teresa decidió dejar el Sexteto Occidente en manos del talentoso bajista, Ignacio Piñeiro, quién cambió el nombre al Sexteto (y luego Septeto) Nacional, y así nació una institución musical cubana. María Teresa se quedó en casa, cuidando a sus muchos sobrinos. Su silencio se rompió porque necesitaba ganar dinero para sobrevivir y, afortunadamente, volvió a los escenarios.
Lo que le salvó la vida fue visitar a Guillermina Arrambarú, amiga de su infancia que había vivido en la misma casa en donde la madre de María Teresa fue sirvienta. En esa casa, había libros y había un piano. En 1935, Guillermina escribía poesía para curar su corazón roto. María Teresa pidió permiso para musicalizar varios de estos poemas, incluyendo “Veinte años.” Un amigo suyo llevó el resultado con la congregación abekuá y decidieron perdonarla, para que volviera a cantar en vivo.
Este tema la sobrevive en la voz muy tierna de Nora, del grupo francés Isaac et Nora, en la bellísima voz de la española Silvia Pèrez Cruz y, muy estilizado, en la versión de Diego el Cigala. Estas versiones fueron inspiradas, no tanto en la autoría original, sino en la versión de otra gran música cubana, Omara Portuondo, quien grabó el tema en una sola toma, sin ensayos, para el proyecto, “Buena Vista Social Club”, en 1996.
Omara Portuondo fue, en los años 1960, la gran dama del feeling, un estilo jazzeado mas sofisticado e internacional de interpretar el bolero. Para María Teresa Vera, el feeling tenía “demasiadas notas,” y marcó el fin de su época. Ella se murió en 1965. Había pedido que Lorenzo Hierrezuela cantara “Veinte años” en su funeral, pero le ganó la tristeza y la petición fue cumplida en voz de Barbarito Diez. Otra gran figura cubana, Lino Betancourt, estuvo también en el funeral, y se acuerda del momento del entierro de María Teresa Vera. “Caramba.. es como si se nos arrancara del corazón un pedazo del alma, porque ella era el alma de la trova, el alma de la música cubana.”
Su estilo desnudo, sentido, fresco de interpretar el bolero, acompañada por cuerdas y a veces por bongóes, es el que encontrarás todavía en la Casa de la Trova de Santiago de Cuba. Eduardo Llerenas grabó ahí desde 1985 y volvimos juntos muchas veces desde que fundamos Discos Corason en 1992. Como demostró la reciente “Fiesta del bolero” en el Palacio de Bellas Artes, el bolero vive en las voces e instrumentos de muchos jóvenes y también de los no tanto. Algunas de ellas son también trovadoras y, tal vez sin saberlo, son portadoras del legado de María Teresa Vera.
Mary Farquharson
Primero como periodista y más tarde como investigadora y promotora cultural, Mary Farquharson ha luchado por alumbrar el camino de mujeres en la música. Su lucha no es nada, sin embargo, al lado de las de las mismas artistas, quienes hablan con ella del auge actual de mujeres en los escenarios en México y el viaje nada fácil de realizar sus sueños. Mary es la co-autora, con Eduardo Llerenas, de la columna, ‘El vocho blanco’. Con la muerte de Eduardo el coche se paró, pero Casa Corason sigue hospedando a muchos músicos, especialmente a mujeres.