Las ciclovías en la Ciudad de México: «arriesgar la vida»

Redacción Desinformémonos

A pesar de los esfuerzos, el uso de la bicicleta como medio de transporte en la Ciudad de México no termina por consolidarse.  La inseguridad y la falta de interconexión entre sí, así como una evaluación de su funcionamiento desde que inició la promoción del uso de la misma, la hacen aparecer como un proyecto incompleto que no termina de cuajar,  para el cual no hay un diagnóstico que le de sustento a la planeación para la creación de nuevas ciclovías o el mejoramiento de las existentes.

El periódico Excélsior aporta el dato de que en el Distrito Federal  existen 57 kilómetros de ciclovías y carriles compartidos, de los cuales 48.6 kilómetros están a cargo del Gobierno del Distrito Federal y el resto bajo la administración de las delegaciones Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo.

“Medir el impacto de cada ciclovía es complicado porque no existen indicadores al respecto. Sabemos que Ecobici y las ciclovías han generado más viajes porque lo medimos en ciertos puntos, pero como impacto en la zona metropolitana no hay datos. No hay una cultura de la evaluación. Parece que lo importante es inaugurar la obra pero no medir ni impacto, ni operación” declaró en entrevista a ese medio Xavier Treviño, director para México del Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo (ITDP), pero el último conteo realizado por este instituto data del año 2013 y lo realizaron en la ciclovía de Paseo de la Reforma, que es la de mayor aforo.

El sistema público Ecobici, que es un sistema compartido de bicicletas impulsado por el gobierno de la ciudad, funciona, según lo indica su portal,  desde febrero de 2010 cuando inició actividades con 84 cicloestaciones y 1,200 bicicletas.

Actualmente, Ecobici cuenta con 444 estaciones y seis mil bicicletas, con las que funciona en 42 colonias de tres delegaciones solamente.  Varias de estas estaciones se observan en sitios con poca iluminación y sin ningún espacio de seguridad para el usuario, así como el abandono y su ubicación en zonas inseguras, en otras.

La situación en las ciclovías parece resultar peor. Con un crecimiento limitado, sin condiciones de seguridad para el ciclista en la mayor parte de los casos, se percibe un funcionamiento poco coordinado entre la autoridad central y las delegacionales.

Rutas como las que hay en las calles Adolfo Prieto y Dakota, en la Delegación Benito Juárez, o Eduardo Molina, en la Gustavo A. Madero, aparentemente son subutilizadas por no contar con una conexión hacia zonas de oficinas o comerciales. “Pero esto es nuevamente una percepción porque no existen los datos”, abunda XavierTreviño en sus comentarios, “y esto puede provocar un desencanto en el uso de la bicicleta. Ambas vías están desconectadas entre sí”.

Aparte de la falta de interconexión, las ciclovías no proporcionan una seguridad al usuario, ya que en algunos casos están en carriles separados con un confinamiento muy débil y nula señalización. En otros casos, el carril es compartido con los automóviles, sin ninguna medida adicional de protección.

Casos como el de la ciclovía en Avenida Chapultepec, cuyo trazo desde el centro de la ciudad inicia en un camellón central discontinuo con anchos variables que termina poco antes de la glorieta del Metro Insurgentes, con vías localizadas a los costados de los arroyos vehiculares, las cuales tienen un ancho mínimo, apenas suficiente para una bicicleta, en donde el usuario no puede sentirse seguro junto a un autobús del transporte colectivo.

A esta situación se suma la falta de una cultura vial y respeto hacia los ciclistas por parte de los conductores de vehículos automotores, especialmente del transporte público y de carga y, aunque el Reglamento de Tránsito de la ciudad especifica que la prioridad en el espacio público la tienen los peatones y los ciclistas, hay muy poco empeño por hacerlo respetar.

En días recientes han muerto dos personas atropelladas cuando se transportaban en sus bicicletas. La indignación y el clamor por un proyecto serio y completo para que la bicicleta sea un medio de transporte alternativo real cada vez es más fuerte, ya que pretender circular cotidianamente continúa significando que hay que “jugarse la vida”.

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