Oraciones y gritos crean un barullo sin palabras distiguibles dentro de la cancha de baloncesto, en la Zona de Oro del Centro de Readaptación Social Varonil (Ceresova) en Santa Marta Acatitla.
“En este lugar hasta el más diablo cree en Dios” relata el Sr. Moje, “la mamá”, como se les conoce a los “administradores” de las celdas, el preso más viejo, en este caso, de la celda 2.
La representación de la Pasión de cristo el viernes 25 de Marzo logró reunir a una buena porción de los 1926 personas presas ahí.
“Dentro del Penal, con 5 mil pesos es posible mandar apuñalar a cualquier persona y que el delito pase impune” cuenta uno de los internos presente en la representación. Es que la superpoblación es uno de los problemas más graves de las cárceles mexicanas. Según cifras oficiales, en los 389 centros penitenciarios en el país se tiene una capacidad total para 208 mil 905 reclusos, pero hay 247 mil 488 presos registrados, por lo que existe una superpoblación de 38mil 583 personas: un 47 por ciento del total.
En diciembre de 2015, más del 41 por ciento de esa población penitenciaria estaba en la cárcel esperando a que le dictaran sentencia.
Cárceles en las que no ser golpeado por los custodios o los reclusos, dónde dormir dentro de una celda con 6 camas para 15 personas es una derecho por el que hay que pagar 10 pesos al día; cárceles en dónde se puede ser castigado con aislamiento por acudir a la Comisión Nacional de Derechos Humanos dentro del penal. Todas esa cosas son reflejo de la casi nula aplicación de garantías individuales para los internos. “Pero siempre hay una segunda oportunidad para comenzar de nuevo” comentó Danieri, uno de los presos en Acatitla.
La fé, acompañada de la corrupción y la burocracia brotan del Reclusorio, los inocentes y los culpables merodean por los pasillos buscando dignidad, mientras la justicia y la libertad olvidaron esas paredes hace años, pues, como platica el Copetes “los que tienen dinero jamás saben los que es este lugar.”