Este artículo fue redactado antes del despliegue de la operación Serval
Francia. Un año después del inicio de la crisis en Mali, causada por la rebelión armada del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), los malienses sobreviven en la incertidumbre de lo que pasará mañana, mientras que el liderazgo de una intervención provoca ásperas discusiones.
La rebelión del MNLA, que comenzó el 17 de enero de 2012, acabó con las esperanzas de un ejército maliense, incapaz de proteger a su población y a su territorio nacional, y espejo del propio régimen, decrépito y carcomido por la corrupción. El golpe de Estado militar del 22 de marzo de 2012 debilitó todavía más al Estado y aceleró la ocupación del norte del país por parte de otros grupos armados, islamistas, que sustituyeron al MNLA: Ansar Dine, el Mujao y AQMI.
Si los medios de comunicación se han enfocado excesivamente sobre los saqueos contra las poblaciones que se han quedado en el norte y sobre la destrucción del patrimonio histórico y religioso, prácticamente se ha ocultado el éxodo de cientos de miles de personas, más de 355 mil en diciembre de 2012 [1].
De la misma manera, se ha descuidado la catastrófica situación socioeconómica del país provocada por una recesión que llegó por el golpe de Estado, por la inestabilidad política y por el cese de las ayudas internacionales estructurales como las de la Unión Europea.
Por lo demás, el gobierno francés nunca se ha dejado conmover por la corrupción galopante, las prebendas del Estado, los estragos de las privatizaciones -impuestas en las décadas de los ochenta y de los noventa- ni por la miseria endémica previa a la crisis. Pero tras la cortina de esos buenos sentimientos recobrados de pronto, el apetito voraz explica los tratos en torno a Mali en crisis.
Apetitos y rivalidades en el Sahel
La antigua potencia colonial está muy presente en Mali, donde mantiene importantes intereses económicos: sus capitales y sus dirigentes se encuentran a la cabeza de bancos y empresas de construcción, comercio, alimentación o comunicación, como Orange Mali (filial de France Télécom), que se jactan de pesar lo bastante como para contribuir nada menos que con el 5 por ciento del presupuesto del Estado maliense. El norte de Mali representa una zona altamente estratégica por la célebre « aseguramiento del acceso a las materias primas », expresión de tiene un significado doble.
Primero, consolidar la seguridad de lo que ya existe, con las minas de uranio de Areva en el norte de Níger, primordiales para el sector nuclear civil y militar francés. Areva prevé invertir 1.2 billones de euros para la nueva mina gigante de Imouraren. Incluso con 600 soldados nigerianos implicados en asegurar el sitio de Areva, la explotación de uranio puede ser evidentemente un blanco para los terroristas del Sáhara, que viven del tráfico y de los secuestros.
Después, asegurar el acceso futuro a los recursos minerales, ahora que la coyuntura internacional cambió profundamente. Si el Sahel (zona de transición entre de transición entre el desierto del Sáhara en el norte y la sabana sudanesa en el sur) era, tradicionalmente, el coto vedado de Francia, la carrera por los recursos minerales y los cambios de equilibrio mundiales han conducido a las grandes potencias, a los « países emergentes », a las potencias regionales como Argelia y a los inversores a interesarse igualmente por el pastel saheliano.
En este sentido, la militarización progresiva del cinturón saheliano es un signo fuerte, además de las inversiones americanas o chinas, como la apertura en 2010 de la mina de uranio china de Azelik, en el norte de Níger, la implantación de una empresa común en 2005 entre Total, Sipex (filial de la argelina Sonatrach) y Qatar Petroleum International para la exploración del petróleo de la cuenca de Taoudeni del lado de Mauritania, etcétera.
Luchas de influencia en la ONU
Francia ha desarrollado, desde julio de 2012, un gran activismo hacia una intervención militar rápida en Mali. Se ofrecen como justificación argumentos humanitarios y la lucha contra el terrorismo, pero se trata también de preservar, e incluso de reforzar, la dominación en la zona saheliana, tratando de evitar al mismo tiempo el aparecer como el tradicional gendarme neocolonialista de África.
Francia pone en marcha pues una doble estrategia, que ya experimentó en Chad en 2008: por un lado, obtener del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una resolución que le confiera una legitimidad internacional a una intervención de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste), que de hecho conducirá y, por otra parte, implicar a la Unión Europea con tal de no aparecer demasiado en escena.
El pasado 5 de julio, Francia obtuvo la adopción unánime, por parte del Consejo de Seguridad, de una primera resolución (2056). En septiembre y bajo la presión de Francia y de la CEDEAO, el presidente maliense se decidió a pedirle una « intervención militar » a la ONU. Una petición anunciada por Laurent Fabius, el ministro francés de asuntos exteriores, la víspera de la reunión de alto nivel sobre la situación en Sahel que iba a tener lugar en la sede de la ONU en Nueva York.
La adopción por el Consejo de Seguridad, el pasado 12 de octubre, de la resolución 2071, confirma la entrada en escena de Argelia, apoyada por Estados Unidos. Esta nueva resolución le reclama a la CEDEAO incapaz de hacerlo desde hace meses- planes de intervención militar en el norte de Mali, y exige el principio de un diálogo político con los grupos armados « malienses » que han roto vínculos con las organizaciones terroristas.
Negociaciones, maniobras y compromisos han llevado a la adopción de una tercera resolución, presentada por Francia el pasado 20 de diciembre. Mucho menos confusa que las precedentes, esta resolución 2085 es igualmente prueba de la concurrencia de Francia y los Estados Unidos en el expediente maliense. La resolución 2085 « compromete con insistencia », entre otras cuestiones, al « diálogo político para restablecer plenamente el orden constitucional » y a la organización de elecciones presidenciales y legislativas antes de « abril de 2013 ».
Este último punto es una exigencia americana a la que Francia se había opuesto en un primer momento, arguyendo que sería ridículo organizar elecciones únicamente en una parte del territorio maliense. Además, la resolución 2085 establece una clara distinción entre el despliegue de la MISMA (Misión Internacional de Apoyo a Mali), bajo la égida de la ONU, y la European Union Training Mission Mali (EUTM-Mali), para la cual la resolución se contenta con « tomar en cuenta ».
Por fin, lejos de las operaciones de pasillo, Susan Rice, embajadora de los Estados Unidos en la ONU, ha soltado prenda, al calificar de « mierda » el proyecto de intervención apoyado por Francia, con 3 mil 300 soldados de la CEDEAO. Los Estados Unidos prefieren una intervención de la ONU en la que la CEDEAO, claramente bajo el ala francesa, no tuviera un papel preponderante.
Además, los contornos de la MISMA no están verdaderamente definidos, puesto que la resolución llama a todos los miembros de la ONU (y no sólo a los de la CEDEAO) a participar y a contentarse con una llamada a contribución para su financiación. Incluso con los fondos que Francia, Estados Unidos o incluso la UE, en el marco de la « Facilidad de paz para África » están dispuestos a desembolsar, se puede pensar que hará falta mucho tiempo para que ésta se ponga en funcionamiento.
Pero las autoridades francesas pueden presumir de cierta auto satisfacción, puesto que esa resolución contiene lo esencial de lo que quería (sin preocuparse demasiado por la voluntad de los representantes malienses, largamente marginalizados en estas negociaciones): la ONU le confiere una legalidad internacional a una intervención «bajo el control africano», recurriendo a la fuerza en el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas [2] por una parte; y por otra, valida la existencia de la EUTM-Mali, que no está sometida a las decisiones de la ONU, cosa que han dejado bien clara los gobiernos francés y la Alta representante de la UE.
Francia camuflajeada para la UE
El Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE) tomó el pasado 10 de diciembre la resolución de la puesta en marcha de una operación militar de formación para las Fuerzas Armadas malienses, la EUTM-Mali, misión «compuesta por 400 a 500 hombres en total, entre los cuales 250 son instructores».
Esta operación se inscribe en el marco de su «Estrategia para la seguridad y el desarrollo en el Sahel», que data de 2011, y que se actualizó en noviembre de 2012; en ella desarrolla un tratamiento regional y global de «la crisis en la región del Sahel» y propone aportar soluciones a partir de cuatro ejes : «Desarrollo, buena gobernanza y reglamentación de los conflictos internos; acción política y diplomática; seguridad y Estado de derecho; y lucha contra el extremismo violento y la radicalización». La seguridad y la lucha contra el extremismo aparecen pues como pilares primordiales de esta estrategia, dictada por los intereses multiformes de la UE en la zona, en particular «la seguridad energética y la inmigración ilegal». [3]
Tanto la EUTM-Mali como sus otras misiones militares en África sirven a la UE para su toma de posición estratégica en África, y los dos principales países, Francia y Alemania, están de acuerdo para diseñar su propio reparto. Para Alemania, se tratará -por ejemplo- de aprovechar las oportunidades económicas y de asegurar su posición de tercer vendedor de armas en el mundo. Francia quiere, por su parte, mantener el liderazgo gracias al profundo conocimiento que tiene sobre las realidades africanas.
Como nación marco de la operación, Francia va a asumir de hecho el mando, para el cual ha propuesto al general François Lecointre, que ha participado sobre todo en dos misiones tristemente conocidas en África : Turquesa (Rwanda, 1994) y Unicornio (Costa de Marfil, 2011), en las que Francia vulneró considerablemente el marco de intervención de la ONU.
Así, el país galo puede mantener el liderazgo y estar «presente directa e indirectamente, sin aparecer demasiado», según los propósitos expresados por Laurent Fabius ante la Comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional, el 24 de octubre de 2012.
Hay otra ventaja indiscutible en este período de vacas flacas presupuestarias: compartir los costes a nivel europeo. La operación será tanto menos costosa para Francia (y para los otros Estados) en cuanto que las conclusiones que crean la EUTM-Mali «le piden a la Comisión que identifique los fondos adicionales de la décima parte de FED que podrían movilizarse». Dicho de otro modo, a los oficiales franceses y europeos se les pagará (al menos en parte) con los presupuestos de ayuda al desarrollo ya definidos.
Como de costumbre, el objetivo de la formación militar debe comprenderse según una interpretación bastante extensa. Se trata, en efecto, de formar. Pero, además, se trata de reorganizar las cadenas de mando del ejército maliense, lo que permitirá influir, e incluso permitir «a los alumnos participar muy de cerca en ciertas operaciones», lo que significa de hecho asegurar el mando de una intervención, incluso si las autoridades francesas subrayan que está fuera de propósito que las tropas francesas participen en los combates.
Además está el hecho de que siempre es posible que los soldados justifiquen a posteriori el no respeto al marco establecido. Cabe señalar que, desde «los tiradorees militares francesas suelen apelar a soldados africanos para los combates.
Un periodista sobre cuestiones europeas de defensa subraya que la EUTM-Mali no es más que «una de las facetas de la intervención multiforme», en la que la UE y Francia (así como otros países europeos y los Estados Unidos) intervendrán igualmente para la adquisición de «un importante apoyo logístico, de información y material», «en la planificación de la operación (militares europeos están en el Cuartel General de la Unión africana como en la CEDEAO con este objetivo)», pero igualmente en las «operaciones discretas: información, cierre de las vías de acceso, desorganización de las bases en la retaguardia», sobre todo con aviones o con drones. [4]
Mientras que diversos responsables de la ONU evocan una intervención en septiembre de 2013, el ministro francés de la Defensa, Jean-Yves Le Drian, asegura que «la intervención militar podrá ocurrir en el primer semestre del año próximo»: es una forma de recordar quién tiene las riendas de la próxima intervención
Omisión de la soberanía maliense
Tras el reforzamiento de su presencia mediante las operaciones de las fuerzas especiales francesas en el Sahel, de sus intervenciones militares en Costa de Marfil y en Libia en 2011, el control militar de Francia en el Sahel se perpetúa. Ésta es una lógica en la que se ve sostenida por la Unión Europea, que busca asegurarse un acceso a las materias primas al tiempo que tiene lugar una auténtica invasión de África. En este sentido, la UE se ve cada vez más a sí misma como el gendarme de África interpuesto por Francia.
Mientras nos encaminamos hacia una guerra, tanto lo que vive la población maliense como los riesgos que corre con la extensión de la violencia se ocultan totalmente. Importa pues que los malienses puedan retomar el control de su destino y nos incumbe exigirle a Francia y a la UE una política centrada en el apoyo a la soberanía de los pueblos, en vez de una política dispuesta a decidir la guerra y basada en la hipocresía, justificaciones falsas y la preservación de sus intereses.
El riesgo de la separación de Mali
Los intereses económicos y estratégicos en el Sahara, así como la ausencia flagrante de una perspectiva política posterior al conflicto por parte de los defensores de una intervención militar, a saber, Francia y la UE, llevan a deducir que Mali se verá desmembrado a medio plazo, en un contexto de extrema debilidad de las instituciones malienses.
La pérdida de soberanía de Mali ya comenzó. Son, en efecto, las organizaciones internacionales las que imponen estrategias de salida a la crisis política. Es el caso, por ejemplo, de la orden de la resolución 2085 de la ONU para poner en marcha elecciones (por cuestiones formales de legalidad internacional), cuando toda una parte del territorio está ocupada: ¿acaso esta petición no confirma de hecho el reparto de Mali? ¿No es acaso una manera de mantener en el poder a los mismos políticos y de zanjar tanto el debate entre malienses como el proceso de salida a la crisis política endógena, tal y como lo evocan ya algunos medios de comunicación?
Las tropas extranjeras (de la UE y de la CEDEAO) que ya están presentes, o las que acudirán a Bamako y a todo Mali, pueden considerarse como la fuerza de imposición de las decisiones tomadas por la comunidad internacional sin los malienses incluso si algunos las desean con todas sus fuerzas. En un contexto en el que la estabilización de la situación política y la reconquista del norte del país llevarán muchos meses, incluso años, una presencia militar extranjera continua parece también una puesta bajo tutela.
Una economía siniestrada y un Estado de derecho ineficaz
La crisis que atraviesa Mali tiene enormes repercusiones económicas y sociales, tanto en el norte como en el conjunto del país, y sobre todo en la capital, Bamako. Un informe reciente de la ONG Human Rights Watch subraya que viene «un período que inscribe el poder de las armas por encima del Estado de derecho» y alerta sobre «las tensiones étnicas, alimentadas por la manipulación política de la etnicidad por parte de ciertos dirigentes políticos y militares».
La ocupación del norte del país perturba fuertemente la producción agrícola y el comercio. El sector terciario está en fuerte recesión (-8.8 por ciento). Las sociedades cuyos primeros clientes eran las instituciones han visto su cifra de negocio caer en picado, a causa de la reducción del presupuesto del Estado, posterior al cese de las ayudas internacionales. El turismo y la hostelería se ven duramente afectados, mientras los precios se disparan: combustible, gas y productos de primera necesidad se han multiplicado por dos en algunos casos, con lo que aumenta el riesgo de inseguridad alimentaria para un gran número de personas. La industria se ve igualmente afectada: el 20 por ciento de las fábricas de la capital han cerrado, y el 60 por ciento han recurrido al paro técnico. En el sector de los transportes, la compañía nacional Air Mali suspendió, a fines de diciembre, la actividad por un período de nueve meses.
[1] En agosto de 2012, más de 450 mil eran censadas como desplazadas o refugiadas por el Alto Comisariado de Refugiados; a principios de diciembre de 2012, las cifras proporcionadas por esta agencia de las Naciones Unidas eran de 155 mil refugiados y de más de 200 mil desplazados internos.
[2] Detalle de los artículos del Capítulo VII, Acción en caso de amenaza contra la paz, de ruptura de la paz y de acto de agresión.
[3] En los motivos del despliegue de la misión civil y militar en Niger, Mauritania y Mali (agosto de 2012), en Consejo recuerda: «El Sahel ocupa un lugar importante en el agenda política de la UE. Los intereses de Europa en esta región son múltiples: comprenden la lucha contra la inseguridad y el crimen organizado, la seguridad energética y la inmigración ilegal».
[4] http://www.bruxelles2.eu/zones/sahe…