Antimafia social sin fronteras

Giulia Baruzzo y Lucas Manjon

Francesca Morvillo: la magistrada que también peleaba contra la mafia

Hay mujeres que no han sido sólo víctimas de las mafias sino que han hecho su trabajo contra el crimen organizado conscientes de que seguir enfrentando el poder mafioso las habría puesto en una condición de peligro, hasta de muerte. Una de estas mujeres -de las cuales muchas veces se conoce solo el nombre pero nunca la historia- es Francesca Morvillo, jueza y esposa del también juez Giovanni Falcone. Aquí parte de su historia.

La vida y la carrera de Francesca Morvillo eran, en muchos sentidos, únicas. Nacida en Palermo el 14 de diciembre de 1945, se licenciaba en Derecho a la joven edad de 22 años. Era la culminación de una brillante carrera académica que la llevaba a aprobar casi todos los exámenes con las mejores notas y honores. Francesca se graduaba con una tesis en relación a las Medidas de seguridad y Estado de Derecho. Tenía una pluma rigurosa y directa. Inmediatamente después de licenciarse, Francesca se preparaba para las pruebas de ingreso a la magistratura, las cuales aprobaba brillantemente al año siguiente en 1968, de esa manera se convertía en una de las primeras mujeres magistradas de Italia.

Al igual que su padre Guido Morvillo -el fiscal adjunto de Palermo-, Francesca estaba destinada a trabajar en la justicia, primero como jueza del tribunal de Agrigento y luego como fiscala adjunta del Tribunal de Menores de Palermo. Entre otras funciones de prestigio que había llegado a desempeñar también estaba la de Consejera del Tribunal de Apelación. No tenía hijos, pero dedicaba una parte de su vida y de su compromiso a los jóvenes: antes de vestir la toga, daba clases a jóvenes internos del instituto Malaspina de Palermo. Durante muchos años, la pasión que ocupaba el primer lugar en su vida era el Derecho aunque Francesca también daba clases en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Palermo.

En Palermo durante una cena con amigos y colegas, Francesca conocía a Giovanni Falcone, el entonces juez de instrucción del Tribunal de Palermo quien estaba preocupado por hacerla reír, y su estado de ánimo. Francesca se había casado en 1979 y su matrimonio se había ido a pique rápidamente. Falcone observaba la melancolía y la pesadez de los días en el rostro de Francesca. Ambos magistrados se enamoraban perdidamente el uno del otro. Morvillo era la única mujer que podía entender y comprender el trabajo y el sacrificio que hacía Falcone, no era un hombre común. Giovanni sabía que sólo otro magistrado que luchara con pasión por la justicia como Francesca podía soportar todo lo que los años juntos le reservaban.

La relación entre Francesca y Giovanni comenzaba en un momento en donde las investigaciones contra la mafia se iban a acelerar, al igual que los ataques contra los representantes del Estado que la mafia realizaba. Cuando se conocían, Falcone llevaba un año en Palermo, convocado por el magistrado y fiscal antimafia Rocco Chinnici, tras el asesinato del juez Cesare Terranova y su agente de escolta Lenin Mancuso en 1978 en manos de la Cosa Nostra. Eran tiempos de masacres permanentes en Palermo: en 1979 eran asesinados Michele Reina -el Secretario Regional de la Democracia Cristiana- y Boris Giuliano -el jefe de la escuadra móvil de la policía de Palermo-, en 1980 asesinaban a Piersanti Mattarella -el político y hermano del actual presidente de Italia-, a Emanuele Basile -el capitán de carabineros-, y a Gaetano Costa, fiscal de Palermo.

La década del ochenta sería terriblemente trágica y esperanzadora para la sociedad siciliana. En 1980 además del asesinato de policías, políticos, judiciales y transeúntes ocasionales, con la propuesta del juez Rocco Chinnici nacía el llamado “pool antimafia”, que se conformaba por un grupo de jueces, fiscales y policías de probada idoneidad y honestidad dedicados exclusivamente a perseguir a la Cosa Nostra. Pero las muertes que provocaba la mafia no iban a cesar: en 1982 eran asesinados Pio La Torre -el Secretario Regional del Partido Comunista Italiano- y su compañero Rosario Di Salvo,  también el general Carlo Alberto Dalla Chiesa y su esposa Emanuela Setti Carraro. En 1983 a través de un coche bomba era asesinado Rocco Chinnici, el creador e ideólogo del pool antimafia y en 1985 Beppe Montana, Ninni Cassarà y Roberto Antiochia, los policías a cargo del equipo de investigación de la brigada móvil de Palermo.

Eran esos años en los que Falcone comenzaba a comprender la dinámica que tenía la mafia y creaba nuevos métodos de investigación y persecución para ellas. Por un lado comenzaba a rastrear y contactar a los que quisieran convertirse en “pentiti” -miembros de la mafia que aceptaban declarar ante el Estado para recibir un futuro beneficio judicial-, pero con la condición de que debían brindar información que pudiera ser controlada y puesta en cuestión frente a otras pruebas recolectadas por la justicia y por otros poderes del Estado. También notaba que los únicos rastros que la mafia dejaba eran los que se ocasionaban por el movimiento de dinero y que por lo tanto se debían identificar, analizar, sistematizar y así reconstruir la estructura y las acciones de las organizaciones mafiosas.

Con el avance de las investigaciones contra la mafia, la vida de Falcone comenzaba a cambiar: recibía su primer equipo de escolta y comenzaba una vida blindada para Giovanni y Francesca. Los dos conseguían divorciarse y se casan luego de ocho años de relación. Durante aquellos años, la pareja había sido objeto de cotilleo y deslegitimación: «que se afeite, para que superen al juez comunista» y «que se case con Francesca, para que supere al juez de las amantes”. La figura del famoso juez antimafia que se había divorciado y estaba nuevamente en pareja con otra jueza también divorciada, que había colaborado con el FBI de los Estados Unidos en la investigación del famoso “Pizza Connection” y a la cual había aportado no solo sus nuevos métodos de investigación sino también el testimonio de los pentiti Tommaso Buscetta y Salvatore Contorno y fundamentalmente que denunciaba públicamente que la mafia actuaba al amparo y en complicidad de diferentes sectores del Estado, era asediada junto a la de su pareja Francesca Morvillo.

En 1986 luego de tres años de convivencia, Francesca y Giovanni se casan. Con una ceremonia discreta y que en muchos aspectos buscaban que pasara desapercibida -como era la costumbre de la época para los divorciados-, era celebrada por el alcalde de Palermo -Leoluca Orlando-, y con Antonino Caponnetto -el entonces nuevo líder del pool antimafia- como testigo de la unión. La relación de Giovanni y Francesca no estaba alimentada por y en la subalternidad; el combustible de la pareja y de cada uno de ellos era un proyecto profesional, incluso metafísico-romántico, el de poder transformar a Italia mediante el instrumento del Derecho. Giovanni Falcone y Francesca Morvillo estaban unidos por la argamasa de ese inmenso sueño.

El amor entre los dos era puesto a prueba regularmente por los obstáculos que tenían que vivir, dado tras la colaboración del pentito Tommaso Buscetta, el cual Falcone, junto con sus colegas del pool preparaba para el “Maxi proceso”, el famoso mega juicio contra la Cosa Nostra. Falcone y su fiscal Paolo Borsellino debían encerrarse junto a sus familias en la cárcel de Asinara, en la isla de Sardinia para terminar de preparar bajo ciertos niveles de seguridad, la acusación contra más de setecientos mafiosos. Francesca no lo abandonaba y lo apoyaba en todo lo que podía y tampoco descuidaba su trabajo como jueza de menores. Ella también había aceptado no tener hijos, porque como le decía Falcone «no se debe tener huérfanos, se debe tener niños».

Las audiencias por el “Maxi proceso” comenzaban el 10 de febrero de 1986 y era el resultado del trabajo de años de Falcone y el resto del pool antimafia de Palermo. El “Maxi proceso” era un punto de inflexión en la lucha contra la mafia. Por primera vez, la élite de la Cosa Nostra y decenas de extorsionistas y “hombres de honor” comparecían en una sala judicial, acondicionada especialmente para la ocasión en una unidad carcelaria de Sicilia. Gracias a las meticulosas investigaciones del pool, junto a las revelaciones de los pentiti Tommaso Buscetta y Salvatore Contorno, se reconstruía por primera vez el organigrama de la Cosa Nostra, se revelaba el tráfico ilícito de drogas a nivel mundial y se identificaba a los responsables de 120 asesinatos. Tras 349 audiencias, el tribunal se retiraba de la sala del consejo. Luego de 35 días retornaban a la sala con un veredicto en el cual se indicaban 346 condenas y 114 absoluciones. Los jueces imponían 19 cadenas perpetuas y 2265 años de prisión a los boss mafiosos, a sus coroneles, y a los picciotti, los asociados de menor rango. La sentencia final del año 1992 confirmaba la tesis de Giovanni Falcone: la Cosa Nostra era una organización unitaria y vertical.

Tras el éxito en el juicio comenzaba una temporada aún más dura para Falcone. Conocida como la temporada de los venenos, Falcone comenzaba a sufrir una larga y sistemática serie de ataques por parte de la Cosa Nostra y de algunos sectores del Estado que buscaban deslegitimar su trabajo y buen nombre. En esa temporada también se buscaba terminar con la vida Falcone. El de junio de 1989 en la villa de Addaura cerca de la ciudad Palermo, donde se encontraba la residencia veraniega de Falcone, las fuerzas de seguridad encargadas de cuidar a Giovanni y Francesca encontraban una bolsa con explosivos cerca en medio de unas rocas. Esa mismo día habían sido invitados por la pareja, la jueza suiza Carla Del Ponte y su colega Claudio Lehman, con quienes Falcone discutía los circuitos de lavado de dinero de dudosa procedencia que llegaban hasta las tierras de los cantones. La posibilidad de que una bomba asesinara a los cuatros generaba la sospecha en Falcone y varios otros miembros de la justicia y la policía, de que el atentado había sido planeado por algún miembro del propio Estado.

Después del atentado de Addaura, Giovanni, Francesca y el resto de los miembros del pool antimafia comenzaban a notar y sentir que el riesgo de vida se volvía cada vez más real. Falcone sentía que arriesgaba la vida de Francesca e intentaba mantenerla alejada de él lo más posible, lo cual lo llevaba a pedirle que se separaran; llegaba a prohibirle que habitaran el mismo hogar. Varios años después, el hermano de Francesca escribía en el libro «El objetivo» que el atentado y las decisiones de Giovanni “tenían consecuencias bastantes graves (…) ella estaba muy conmocionada y eso afectaba gravemente su vida familiar, porque durante todo el verano, por la noche mi hermana se iba a dormir a Palermo y él se quedaba allí (en la villa de Addaura). (…) Por lo tanto, eso tenía repercusiones de carácter práctico e inconvenientes concretos, en su vida familiar y en la conmoción real que todo ello le producía».

Francesca sabía que su lugar estaba cerca de Giovanni, e insistía en quedarse con él. Pasaban los días juntos pero por la noche Francesca era escoltada hasta su casa en Palermo. La discusión se repetía regularmente. Un amigo periodista de Falcone que había llegado a presenciar una de esas tantas discusiones tiempo después comentaba: “vi que (Falcone) llevaba un arma encima […] en un momento dado hizo salir a su mujer y discutía ya que se oponía a su presencia en el chalet de Addaura. Por lo menos esa noche habían estado discutiendo casi toda la noche, porque ella quería quedarse y él en cambio insistía mucho para que se fuera. Falcone le decía ¿Entendes que tengo que seguir lúcido? Tengo que permanecer lúcido, tengo que entender, tengo que pensar y si pienso en mí no puedo pensar en ti”.

En 1991, Falcone era trasladado al Ministerio de Justicia en Roma. Su trabajo en Palermo se había vuelto muy difícil y pensaba que podía hacer un mejor trabajo de lucha contra la mafia desde la distancia, en la capital del país. Para poder estar cerca de él, Francesca pedía su traslado a Roma como integrante de la comisión examinadora de las oposiciones a la judicatura.

El último compromiso profesional de Francesca Morvillo sucedía el 22 de mayo de 1992 en el hotel «Ergife Palace» de Roma, como integrante de la comisión examinadora de una oposición para acceder a la judicatura. Aunque era consciente de los riesgos para su propia vida que corría con su marido Giovanni Falcone, Francesca Morvillo no quería cambiar su estilo de vida, por ello lo animaba constantemente a seguir luchando contra la mafia, sin retroceder un solo centímetro. Francesca era una mujer apacible y discreta, pero su papel en la vida de Giovanni era tan importante que hoy muchos de los amigos de la pareja afirman que quizás el Falcone que se ha llegado a conocer no habría tenido tanta fuerza y determinación sin ella.

El 23 de mayo de 1992 Giovanni y Francesca llegaban a Palermo. Falcone se sentaba en el asiento del conductor y la mujer que amaba y lo amaba a él, se sentaba a su lado. En el asiento trasero se ubicaba Giuseppe Costanza el chofer designado para trasladar a la pareja. A las 17.57 horas, el vehículo que conducía Falcone el cual iba acompañado de otros más a modo de custodia se aproximaba por la autopista A29 a la salida de Capaci, cerca de la ciudad Palermo. Un minuto después, exactamente a las 17:58 una carga explosiva de 500 kilos de TNT colocados en un drenaje debajo de la autopista estallaba cuando los mafiosos Giovanni Brusca y Nino Gioè accionaban el dispositivo que controlaba la bomba.

El primer coche blindado de la comitiva, el Croma marrón, era golpeado de lleno por la explosión y lo lanzaba desde la autopista hasta un olivar situado a unas decenas de metros, provocando la muerte inmediata a los agentes Antonio Montinaro, Vito Schifani y Rocco Dicillo. El segundo coche, el Croma blanco que era conducido por Falcone, se estrellaba contra el muro de asfalto y escombros que se había levantado súbitamente por la explosión y terminaban impactando contra el vidrio delantero Giovanni y Francesca; Giuseppe Constanza, el chofer que en esa como en otras muchas oportunidades le cedía el volante a Giovanni sobrevivía. Los agentes Paolo Capuzza, Gaspare Cervello y Ángelo Corbo, que viajaban en el tercer coche -el Croma azul- quedaban heridos pero sobrevivían. Estos tres últimos policías tras unos momentos de conmoción, conseguían abrir las puertas del coche y una vez fuera se alineaban para proteger el Croma blanco de Falcone, temiendo que los asesinos podían llegar al lugar a dar el «golpe de gracia».

El juez Falcone y la jueza Morvillo seguían vivos y conscientes, pero en grave estado. Gracias a la ayuda de los habitantes que se acercaban hasta el lugar, comenzaban sacando a Francesca por la ventana del auto; para liberar a Falcone de las chapas arrugadas del auto era necesario esperar la llegada de los bomberos. Giovanni Falcone moría a las 19.05 en brazos de su amigo y compañero Paolo Borsellino. Francesca era trasladada hasta el hospital Cervello y luego al hospital Cívico, donde moría alrededor de las once de la noche debido a la gravedad de las lesiones internas. Cuando aún estaba consciente en la cama del hospital, pronunciaba sus últimas palabras: «¿Dónde está Giovanni?

El amor de Francesca sobrepasó todos los límites y todavía hace latir más rápido el corazón de quienes leen sus palabras de amor por un hombre que, por justicia, decidió sacrificar todo en su vida. La jueza Francesca Morvillo moría a los 46 años de edad. Era una mujer con un fuerte carácter, tenía su propia vida, su propia personalidad y había elegido un amor difícil que por razones de seguridad no podía vivirlo como ella quería. Junto a su marido habían sido condenados por la mafia a no poder nunca estar solos, a tener que compartir cada momento íntimo con los agentes que integraban la escolta, incluso hasta en el momento mismo de  la muerte.

Francesca era enterrada junto a su marido en la capilla de la familia Falcone en el cementerio de Sant’ Orsola en Palermo. Después del 3 de junio de 2015, cuando Falcone era trasladado al Panteón de Palermo -a la Iglesia de San Domenico-, Francesca era trasladada por el Ayuntamiento de Palermo a una capilla en el Cementerio de Santa María dei Rotoli. Lo que la vida había intentado separar cada día, sólo después de la muerte lo lograrían. La Fundación Falcone terminaba dividiendo el descanso de la pareja y les asignaba diferentes destinos a sus cuerpos, por suerte las decisiones de los humanos no afectan a las almas.

Todos los años, el 23 de mayo se celebra una larga serie de actividades en Palermo y Capaci para conmemorar la muerte (o la vida) del juez Giovanni Falcone, de la jueza Francesca Morvillo y de los agentes de escolta Vito Schifani, Rocco Dicillo y Antonio Montinaro. Francesca Morvillo ha sido galardonada con la Medalla de Oro al Valor Civil, se le ha dedicado el Centro de Primera Acogida de Menores de Palermo, una placa en su memoria por parte de los estudiantes de Malaspina, una placa en el Tribunal de Agrigento, también se ha nombrado el grupo de voluntarios de la asociación Libera contro le mafie en la ciudad Génova y varias propiedades confiscadas a la mafia llevan su nombre, en toda Italia.

La mansedumbre de esta gran mujer, bella y profesionalmente destacada, cercana a un maravilloso “perdedor” que se adelantó a su tiempo, es una virtud que nos hace reflexionar sobre el sacrificio hecho por ella y por los muchos jueces, mártires de la historia italiana, que cumplían su trabajo con la intención de afirmar la justicia y la legalidad. No será inútil recordar que Italia es la segunda, después de Colombia, en número de jueces asesinados por el terrorismo y las mafias. Francesca Morvillo es la única mujer jueza en esta larga lista de personas que han sacrificado su vida para contribuir a que nuestra existencia esté libre de la violencia del crimen organizado.

Fuente: Crónicas Antimafia

Libera. Asociaciones, nombres y números contra las mafias

Es una red italiana de la sociedad civil que lucha contra los sistemas mafiosos y la corrupcion a travès de la Memoria de las victimas y apoyo a sus familiares, de la promocion de una cultura de paz y legalidad, y del Compromiso para el re-utilizo social de los bienes encautados a los mafiosos. Contaremos de la belleza de experiencias concretas que hay en el proceso de cambio desde abajo, y de como la justicia de todos es libertad para cada uno, en Italia como en todo el mundo.

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