Electronic Pastorale, un lugar de encuentro entre la agricultura y la informática

Sabine Blanc Traducción: Arthur Lorot

Francia. Habitantes de zonas rurales autónomas y aficionados a la informática, unen esfuerzos en el “hackerland” de Conques-Bas, Francia, para construir una autonomía alimentaria y tecnológica.

El universo de los hackers, es decir, aficionados a la seguridad informática, y de las zonas rurales autónomas convergen desde hace cinco años en el “hackerland” (país de hackers) de Conques-Bas, un pequeño pueblo del centro de Francia, donde los habitantes de esta aldea organizaron en julio la segunda edición de su festival Electronic Pastorale.

Primero se juntó un puñado de personas que querían vivir en autosuficiencia y constituir un colectivo. Jérôme, Pierre y Antoine, originarios del lugar, no soñaban con empresas o las zonas comerciales, así que compraron dos hectáreas y construyeron paso a paso una aldea sobre este pedazo de tierra. Insisten en que es una aldea y no una comunidad.

Vestido con ropas de trabajo, y sucio de lodo hasta la cintura, Jérôme explica: “Muchas iniciativas fallaron por querer poner todo en común, porque somos todos diferentes”.

El pueblo mezcla lugares de vida en común –como la cocina, desde donde el sonido de un caracol llama a la comida– y espacios privados. Así, los diez habitantes viven en sus yurtas, tiendas tradicionales mongolas, que ahora vuelven a ser utilizadas en Francia debido a su eficiencia térmica.

En un principio, los vecinos los calificaron como “hippies”, “pye de flores” o “locos energéticos”, pero los habitantes del “hackerland” son muy pragmáticos. No tienen grandes planes inconmensurables, sino un enfoque progresivo: “No nos imponemos límites”, explica Loul, “vamos paso a paso”.El error forma parte del camino, pero se aprovecha para mejorar.

El debate constituye la esencia del proyecto. Realizan, por ejemplo, una plática trimestral intitulada “¿A dónde vamos?” que representa una carga de trabajo importante para los integrantes. Jérôme, a quien apodan “La Pila” por su actividad incesante, explica que: “Cuando empecé la horticultura orgánica, me dijeron que no iba a aguantar dos años, pero cinco años después sigo aquí. El trabajo importa mucho en el mundo de los agricultores, y al verme trabajar de ocho de la mañana a siete de la noche, me gané su respeto”.

Aunque lo único que logra es “endeudarse”, bromea Jérôme, está feliz de “mostrar que se puede” junto con sus dos amigos que, al igual que él, estaban desempleados y vivían con mínima ayuda del Estado. La huerta, llena de jitomates, fresas, chirivía, frijoles, cebollas y maíz, es una buena prueba de sus logros, y ahora se preparan para volver a intentar cultivar el trigo.

Sus modos de funcionamiento horizontal, entre ellos el rechazo a los sistemas ya hechos, la resiliencia (capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas), el favorecimiento de la solidaridad y el reparto de labores, el respeto a individuo, la valorización del hacer sobre el decir y la importancia del error en los procesos de aprendizaje, son puntos que los habitantes de las zonas rurales tienen en común con los hackers.

La convergencia entre los dos universos surgió poco a poco y fue impulsada por Loul y Tom, una pareja que tiene un pequeño comercio de “pixeles de proximidad”. Ellos reivindican de los hackers que: “La ‘pixelería’ usa exclusivamente software libre (programas sin derechos de autor restrictivos) y publica su trabajo bajo licencias GPL, Creative Commons y Art Libre (licencias que protegen los usos libres de un trabajo)”. Insisten en definir el término “hacker” como alguien que se apropia o crea una tecnología y participa en su aumento. “Contribuir al software libre es una práctica hacker que no debe ser confundida con los ‘crackers’ (piratas informáticos)”.

Desde su llegada a la aldea, hace un año y medio, conectaron los dos mundos, el rural y el virtual, dando vida a la “aldea global” que Marshall Mc Luhan había imaginado. El internet llegó por satélite en diciembre de 2010 y, gracias a que la red WiFi es más estable, esperan que ahora sea más fácil encontrar consejos, documentar proyectos o pedir libros tradicionales.

Diversos talleres abiertos se organizan cada jueves para armar proyectos que respondan a necesidades locales. Loul detalla sus objetivos: “La idea es colaborar con los agricultores y los horticultores. A plazos, queremos hacer un robot para trazar surcos y un sistema de invernadero automatizado. Es difícil hacer que vengan pero una vez aquí, están muy interesados”. Loul insiste en que la meta es trabajar juntos y recrear el tejido social, no ganar dinero.

Dentro de los lugares colectivos de la aldea existe una “yurta numérica” a disposición de todos, “para conectarse y hacer lo que le dé la gana con su computadora” resume Loul. Por supuesto, el material funciona con Linux (sistema operativo libre) y se instaló una “Pirate Box”, herramienta que permite compartir archivos y chatear con seguridad a través de una red local WiFi.

La próxima etapa importante será la instalación de un “hackerspace”, espacio de trabajo dedicado al bricolaje electrónico de los hackers. Actualmente hay un edificio en proceso de construcción, dentro las reglas éticas de la aldea, con un costo global de seis mil euros.

Primero se pensó en utilizar una plataforma de financiamiento participativo Ulule, pero prefirieron renunciar, pues con un presupuesto mayor no hubieran siempre elegido lo más barato y hubieran limitado las posibilidades de reproducción del proyecto. A excepción de la losa de hormigón, todo está hecho por ellos: armaron paredes de paja con la ayuda de un agricultor y las tejas fueron obtenidas gracias al trueque. El primer “hackerspace” instalado en la región parisina, el Tmp/lab, está también muy interesado y participa en la creación del espacio. Alexandre Korber, fundador de Usinette, que lleva a todos lados la fabricación numérica doméstica –una tecnología que utiliza la informática para producir objetos físicos– llevó al “hackerspace” una RepRap, impresora 3D, cuyos planos no tienen derechos de autor. La RepRap puede construir sola las piezas que la constituyen, lo que permitirá a la aldea tener su propia impresora 3D. La inauguración está planeada para enero de 2013 y el material a disposición está pensado para las necesidades locales.

Hoy en día, los “hackerlands” son un fenómeno emergente. Para Loul, no cabe duda que se van a multiplicar: “La tendencia es la creación de más espacios así y el fortalecimiento de lazos entre dos mundos. De todas maneras, las condiciones económicas obligan a la gente a ir en este sentido”.

Jérôme añade que “la solidaridad y las organizaciones sociales fuertes ya existen en los pueblos de la región, como en varios barrios de las grandes ciudades. Nuevas relaciones sociales se desarrollan no siempre de manera consciente, y muchos empiezan a organizarse. Va a haber un choque”.

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