Soy María Peña Pacheco y tengo 70 años. Tengo dos hijos, mi hija mayor se llama Ivonne y el menor Jesús Ofir. La vida me jugó una forma de vida inesperada. Mis dos hijos nacieron totalmente normales, crecieron y jugaron como cualquier otro niño. Fueron a la escuela como alumnos brillantes.
Mi hijo Jesús Ofir López Peña, ahora tiene 30 años. Era un chico con expectativas de vida, con caídas y momentos para levantarse. Tenía una novia a la cual quería mucho, pero la relación en un momento perdió la fuerza, terminaron y él se deprimió mucho. Una noche para tratar de sacarlo de ese estado de ánimo uno de sus primos lo invitó a tomar una cerveza, Ofir aceptó, él no bebió demasiado pero su primo bebió más de la cuenta, y cuando hacían el trayecto de regreso a casa, un accidente automovilístico hizo que Ofir ahora esté postrado en la cama, en estado vegetativo. Su primo, quien fue el responsable del accidente, salió ileso. Así es la vida, y de eso hace ya 7 años.
Mi hija Ivonne Maira López Peña, de 34 años de edad, tenía otro camino. Mi hija tenía muchos amigos y amigas, se recibió en Comunicación y trabajó en una agencia de noticias. Daba clases después de que se casó y estudió una maestría en docencia. Era una buena mujer, trabajadora, pero después de un percance todo se vino abajo.
Hace 4 años mi hija se encontraba en el parto de su segundo hijo. Estábamos esperando un evento maravilloso… Ya había nacido el niño y sólo era cosa de esperarla pero no la bajaban a su cuarto. De pronto nos dijeron que estaba en terapia intensiva. Yo pregunté cómo está mi hija y me respondían que estaba gravísima. Mi hija entró feliz al hospital y después me dijeron que casi se estaba muriendo. No había respuestas, estuvo 15 ó 16 días, y un día la botaron del hospital, así nada más, no les importó que fuera de noche.