El fotógrafo Rodrigo Moya nació en Medellín, Colombia, y se nacionalizó mexicano. Su trabajo más notable lo realizó entre los años 50s y 60s, cubriendo especialmente temas sociales, haciendo énfasis en los movimientos guerrilleros de Latinoamérica. Es de los creadores más completos y reconocidos en México y el extranjero por su calidad visual e intelectual, así como por la consciencia de conservación y catalogación de su acervo fotográfico, convirtiendo su obra en un atractivo para coleccionistas nacionales e internacionales.
[Best_Wordpress_Gallery id=»1″ gal_title=»El reportaje»]
En abril de 1955, a los veintiún años de edad, hice mi primer reportaje en la zona de El Mezquital, al lado del periodista Ricardo Toralla. No supe siquiera si el reportaje se publicó, y en dónde, pero conservo los negativos. Poco después entré a la planta de fotógrafos de la revista Impacto, donde en pocos años hice decenas de reportajes, además de la información cotidiana. Viéndolo seleccionar fotos y diseñar a trazo grueso las páginas, fue como aprendí de Regino Hernández Llergo, director de Impacto, los principios del reportaje fotográfico. También aprendí a ver con los ojos bien abiertos lo que se publicaban en las revistas norteamericanas y europeas, que privilegiaban su espacio para reportajes fotográficos desplegados a ocho o más páginas.
Visto en perspectiva, digo que en la mitad del siglo XX raramente se hacían verdaderos reportajes en México. Se le llamaba reportaje a un conjunto afortunado de fotos sobre un mismo tema, tomadas generalmente en un solo día, o sobre una acción que sucedía vertiginosamente. No había un proyecto previo presentado por el fotógrafo, por un reportero o la dirección de la revista. Tampoco había patrocinio para movilizaciones a lugares lejanos, facilidades de trabajo, material suficiente, viáticos, tiempo, salario asegurado. Hubo notables excepciones, pero en general el reportaje carecía de profundidad y se improvisaba sobre la mesa de redacción cuando un buen conjunto de fotos merecía el agregado de un redactor, o en mi caso, con frecuencia, el de mis propios textos. Los mejores reportajes en ese tiempo fueron iniciativas personales de fotógrafos independientes, que escasamente podían recuperar el tiempo y los materiales invertidos.
El historiador Alberto del Castilllo Troncoso, estudioso de la fotografía de prensa mexicana, y en particular de mi trabajo entre 1955 y 1967, ha localizado en las hemerotecas más de un centenar de reportajes o conjuntos de fotos hechos por mí. Algunos son verdaderamente reportajes, pero otros son series de fotos tomadas en distintos tiempos y espacios, a las cuales en algún momento yo mismo les daba congruencia con un texto propio o ajeno, para inducir su publicación.
Aparte de series sencillas que llamaban reportajes sin serlo en realidad, sí logré varios para mí memorables. Recuerdo mi cobertura, a título personal, del movimiento estudiantil y el del Movimiento Revolucionario del Magisterio en 1958, que fueron censurados cuando se desató la represión. También aprecio lo que hice sobre los recolectores de ixtle y candelilla en el norte de México. Pero los más importantes para mí para estuvieron ligados a las luchas revolucionarias en Guatemala, Venezuela, Panamá, República Dominicana en plena invasión norteamericana, y Cuba en 1964, ya en la construcción socialista.
Rodrigo Moya, julio de 2008
No dudo todo siga igual, el pri sigue ahí
…exactamente amiga,es lo mismo que iba a escribir…