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El primer reencuentro de la XI Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos

Eliana Gilet / Desinformémonos

Jorge llegó el domingo a “La 72”, el albergue para migrantes en tránsito de Tenosique, en el estado de Tabasco, a pasitos de por donde pasa la Bestia, no muy lejos del paso fronterizo El Ceibo, en la frontera con Guatemala.

“Tiene 16 años que salí de Honduras, de Talanga, delante de la capital Tegucigalpa. Salí con un amigo en busca de ir a los Estados Unidos y en el camino ya nos encontramos a otro y ya nos acompañamos. Él era un poco más grandecito, tenía 20 años, yo 16”.

Al llegar a la caseta fronteriza de México, el grupo de jovencitos, que ya eran cuatro, decidieron dividirse de dos en dos y reencontrarse en un pueblo llamado Zapatero. Había que pagar pasaje que, en ese momento a comienzos de la década del dos mil, era de diez pesos. “Quedé para el último viaje pero no se pudo pasar, porque las combis ya no traficaban a esa hora”. Jorge tampoco tenía dinero porque primero gastaron lo que uno traía y luego lo que tenía el resto, para que durara más.

“Mi dinero se había acabado y la combi ya no traficaba. Ya iba a entregarme a migración para que me tomaran y me llevaran otra vez a mis tierras, pero unos amigos que andaban a caballo me dijeron te vamos a pasar por atrás de la caseta de migración”

Cuando pasó la frontera mexicana, Jorge llevaba cuatro días de viaje. Lo cruzaron y caminó 15 kilómetros, solo y sin dinero, hasta llegar a Zapatero. Con 16 años.

“Llegué entrada la noche, solamente había un bar y un restaurante y me apoyó el patrón de lugar. Me dijo que me iba a dar trabajo mientras continuara adelante, pero como le gustó mi trabajo, porque yo le trabajaba mucho, me dijo: mejor no te vayas, quédate conmigo trabajando y te voy apoyar. Me quedé trabajando con él”.

Jorge se quedó trabajando durante dos años para ese patrón, en el restaurante, en el bar, en su estancia. Sólo después le salió la posibilidad, con 18 más, de moverse hasta Jonuta, en el estado de Tabasco. “Recién ahí tomé contacto con mi familia. Mi mamá se puso a llorar en el momento que le expliqué que estaba en Tabasco, me preguntó que por qué me había yo quedado en México y yo le dije que no encontraba otra solución porque lo que quería era trabajar”.

En Tabasco, un amigo lo apoyó para sacarse los papeles, “me apoyó con el apellido, para que pudiera sacarme los papeles temporáneos en México. Saqué mi acta de nacimiento pero eso fue cuando ya tenía 5 años en México”

El papel temporáneo le permitió un poco de movilidad por el estado y sobre todo la posibilidad de trabajar. Entonces se dedicó a aprender. “Ahí agarré alas y me eche a andar, aprendí a trabajar, a manejar camiones, mecanizar terrenos, con tractores agrícolas, electricidad. Era muy travieso, me gustaba mucho el ver trabajar, ponerme a ayudarles a los demás a trabajar. Es una buena forma de aprender”

Luego lo lógico, se enamoró, se casó y en estos días va a tener su tercer hijo, casi al mismo momento en que va a reencontrarse con su hermana y juntos,  ser el primer reencuentro de los pautados en la caravana.

¿Nunca intentó salir a verlos? “Nunca intenté salir porque la verdad no sabría, ni siquiera ahora, qué tipo de papeles tengo. Por eso es que no me arriesgaba a ir a preguntar y decir que quería visitar a mi familia”.

La posibilidad empezó hace cuatro meses, cuando unos vecinos de un ejido cercano compraron el diario y vieron su foto publicada. “Mi mamá andaba buscándome, quería saber si estaba vivo o muerto. Vi mi cara ahí, me alegré mucho,  al estar tantos años sin comunicación con mi familia. A los patrones con que trabajaba, que son licenciados, les pedí ayuda de cómo podía hacer”. Entonces lo contactaron con Rubén Figueroa, integrante del Movimiento Migrante Mesoamericano.

“En el Movimiento tenemos una pequeña base de datos de las personas que buscamos con información del último contacto que tuvieron, si vivieron o no en México, su fisonomía. Ya sea que nos llegue la información de alguna organización que trabaje en Centroamérica o que nosotros mismos documentamos. Durante el año, los buscamos por distintos medios. Cuando los localizamos el primer caso es darle a conocer a su familia y el siguiente es traerla para el reencuentro”.

En este punto está la historia de Jorge, lo cual está sucediendo en este preciso instante. Unas horas antes, cuando Rubén le mostró un video que le filmaron en Honduras, en que su madre, sus hermanos y sobrinos le enviaban un mensaje, Jorge no pudo no emocionarse con la imagen de esos que habían quedado tan atrás. “Después de tanto tiempo, verlos fue muy fuerte. Y los vi bien, mejor que cuando salí, que mi familia era muy pobre”.

Seis hermanos, tres mujeres y tres varones hijos de una madre soltera,  que se criaron a fuerza de una madre luchadora. “Ella nos crió, primero empezó vendiendo comida y refrescos en una tiendita, una pulpería como le dicen allá. Nuestros papás fueron infieles en ese aspecto, que solo trataron de embarazar a mi mamá, para después largarse. Ella trabajó y luchó para mantenernos a nosotros” ¿Cómo se llama tu mamá? “Paulina”.

“Es un orgullo para mi saber que viene mi hermana, que nos sintamos bien, abrazarla, placticar con ella. Tengo 32 años, llevo 16 fuera de Honduras, el mismo tiempo que viví ahí, pero me acuerdo de todo de allá, como son las carreteras, los pueblos, la gente, como se llamaban, amigos, de todo me acuerdo, hasta de las travesuras que hacíamos cuando estábamos chicos”.

Jorge y su hermana se sumarán a la caravana de madres que parte este lunes del albergue “la 72”.  Explica Rubén que en realidad, son más las madres que vienen a encontrar a sus hijos que las que vienen a buscarlos. “Muchas veces se han dado localizaciones durante la caravana, de personas que se encuentran en ese momento y no previamente. Las localizaciones previas desenlazan en un encuentro, pero muchas veces durante la caravana se localizan a las personas y eso es muy fuerte”, explica.

La caravana sigue la ruta de la migración, saliendo de Tabasco, pasando por Veracruz, Tlaxcala,  Puebla, hasta llegar al Distrito Federal el próximo sábado 5 de Noviembre y luego retornar al sur, vía Oaxaca y Chiapas. “En este caso no vamos al norte por seguridad, eso hace que la caravana mengue en muchas cosas, en sus posibilidades de que las madres encuentren a sus hijos”.

A días de ser padre y horas de recuperar el contacto con su hermana, Jorge piensa en las decisiones que tomó de adolescente: “Pienso que fue un error en relación a mi familia, no es lo mismo que como padre, tus hijos estén lejos. Siento esa desesperación de mi madre por tener a su hijo lejos. También le doy gracias a dios porque tengo mi vida, mis hijos. Ahora que voy a retomar contacto con ella, con mi madre y mis hermanos espero algún día poder cruzar y que ella vea a sus nietos, que platique con ellos y que puedan jugar”

Foto: Eliana Gilet, preparativos para recibir a la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos, en el albergue “la 72”

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