En el presente artículo se describe el origen del modelo agrícola hegemónico y homogeneizante en el Perú, su impacto a los derechos campesinos, así como el desarrollo y características de la agroecología en este país. Los derechos campesinos en el Perú deben sustentarse en el invaluable legado de saberes ancestrales de las comunidades indígenas, las cuales conservan y dan continuidad a una inmensa diversidad de agroecosistemas. Asimismo, se examina el impacto del modelo hegemónico para la base alimentaria, la conservación de la agrobiodiversidad, la continuidad cultural en las comunidades indígenas y la afectación en las familias campesinas que representan el 24% de la población económicamente activa (SPDA, 2015).
Origen y características de un modelo agroalimentario insostenible
El Perú, como parte de los Andes Centrales, es uno de los centros de origen de plantas cultivadas según Nicolás Vavilov (Tietz, 2017). Esto se debe a su enorme cantidad de zonas de vida, su mega biodiversidad y, específicamente, a su gran agrobiodiversidad, además de ser cuna de desarrollo de civilizaciones. A través de los siglos, esta región ha sufrido cambios estructurales y una intensa erosión cultural a raíz de procesos históricos como la invasión española, el establecimiento de la república y, más recientemente, la profundización de la globalización.
Con la invasión española, y posteriormente con la república, el sistema de producción agrícola en grandes haciendas y plantaciones vinculadas a las demandas del mercado mundial han marcado el rumbo del desarrollo del modelo agrario del país, llevándonos a la situación actual de priorización de la agroexportación que se manifiesta en mayor medida desde los inicios del siglo XXI.
Por otro lado, el aumento de las importaciones alimenticias ha conllevado a que este modelo sea parte de una economía primaria-exportadora y extractivista que, en vez de buscar una autosuficiencia alimentaria, nos pone en una situación de vulnerabilidad ante los embates de las crisis globales (económicas, energéticas, ambientales, climáticas). Esto en perjuicio de los grandes sectores de la agricultura familiar comunitaria, encargados de la producción de alimentos para el mercado interno, un sector históricamente marginado e ignorado en las políticas agrarias del Perú.
Este tipo de desarrollo fue reforzado a partir de la segunda mitad del siglo XX por la llamada “Revolución Verde”, un modelo de agricultura industrial que uniformizó tecnológica y genéticamente a los sistemas productivos del planeta. Como consecuencia se dejaron de lado a los conocimientos ancestrales que poseían grandes sectores del campesinado, insertándolos en una dinámica altamente dependiente de insumos externos. Este modelo significó, también, el predominio de un sistema de mercado y estructuras comerciales con cadenas productivas largas e injustas, que afectaron a los derechos humanos sociales, económicos y culturales del campesinado, incrementando la pobreza económica rural.
Los impactos de este modelo no solo se reflejan en la afectación de la economía y en los sistemas de conocimiento campesinos, sino también en la degradación de suelos, de la (agro)biodiversidad y biodiversidad, las variaciones en los regímenes hídricos, la contaminación ambiental y la disminución de la calidad alimenticia de este sector y la población en general, entre otras consecuencias.
La década de los 90 donde se llevó a cabo la neoliberalización del Estado, seguidos y profundizados por los gobiernos posteriores y fortalecidos por los diversos tratados de libre comercio, préstamos e inversiones (Rodríguez Mendoza, 2012) [..], cimentaron las bases de este modelo agrario. Dicho modelo hoy es parte de un sistema de predominancia global, el cual se debería identificar como una de las causas principales de la crisis civilizatoria (Estermann, 2012). En ese contexto, el Perú mantiene su condición de colonialidad, alimentado una economía global, basada en un consumo insaciable y un crecimiento ilimitado, particularmente en los países del llamado “Norte Global”.
Ello se refleja, de igual manera, en la formación académica que brindan casi todas las facultades agronómicas peruanas, las mismas que sencillamente han adoptado las demandas y agendas impuestas del modelo. Los planes de estudio no corresponden a los retos que exige ser un país heredero de una cultura milenaria y una cosmovisión agrocentrista, con invalorables sistemas de conocimientos, de diversidad ecológica, biológica, cultural y social, ignorando así los derechos del sector que comprende más de un cuarto de la población y que genera el mayor aporte en producción de alimentos para el consumo interno.
Agroecología, derechos campesinos y soberanía alimentaria en el Perú: cinco décadas de vivencias
En este breve ensayo quisiera compartir mi vivencia, como joven agrónomo en proyectos de cooperación desde el año 1972, en pleno proceso de reforma agraria en el Perú, la que me permitió compartir de cerca la realidad de la migración campesina andina a la Amazonía. A partir de 1975, en la sierra de Huánuco conocí el proceso de la cooperativización de las haciendas, así como la realidad de las comunidades campesinas, las que junto con los peones de las haciendas se liberaron de los regímenes de despojo y de explotación. Un sistema asentado en el desprecio de la cultura productiva y organizativa campesina.
Durante aquellos años conocí destacados esfuerzos de revaloración de la cultura ancestral y de los saberes campesinos, los que hoy reconozco como base esencial para un desarrollo agroecológico propio, alternativo al modelo agroalimentario hegemónico. Las causas para que ese modelo aún impere y haya tomado más fuerza, son múltiples; sin embargo, en base a mi experiencia, diría que es a consecuencia de los lobbies conformados por la agroindustria de la costa, por la alienación de las facultades de agronomía, por la llamada “ayuda al desarrollo” y la política oficial de una supuesta “modernización y tecnificación” que han afirmado dicho modelo hegemónico en el país.
Mi convicción de la insostenibilidad del modelo predominante es resultado, también, de mi autocrítica a mi formación agronómica y de mi experiencia personal con la empresa de producción pecuaria industrial y de monocultivos perteneciente a mi familia en Alemania. Todo esto me llevó a comprometerme decididamente con paradigmas alternativos desde 1983 y a involucrarme en la creación de una experiencia familiar agroecológica propia: la “Granja Ecológica Lindero” en el distrito de Tomayquichua, en Huánuco. Paralelamente, participé en un proyecto de ecodesarrollo con enfoque de cuencas buscando una revitalización de la agricultura campesina en las comunidades de la microcuenca Huarmiragra del mismo distrito, como director local del Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente (IDMA).
Esta experiencia de casi una década — muy alentadora en cuanto a sus impactos económicos, sociales y ambientales campesinos — estuvo orientada al desarrollo de las potencialidades agroecológicas regenerativas del territorio, la revaloración de los saberes locales campesinos y la cultura ancestral. Lamentablemente no pudo continuar por la violencia interna de los años 80.
Sobre esta base participé en el periodo de 1989 a 1993 en el impulso de la Red de Agricultura Ecológica del Perú (RAE), el primer paso para la conformación de un movimiento agroecológico en el país.
En el marco de aquel periodo tan significativo y dinámico, tanto en el Perú como en diversos lugares de América Latina, se desarrolló el primer Encuentro de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM) en el año 1989 en Cochabamba, Bolivia. En el encuentro, en el que participé como parte de la representación de la RAE del Perú, ya se perfilaban claramente dos tendencias: una más campesina, social y agroecológica integral; y otra más comercial, enfocada en las grandes oportunidades del proceso de globalización económica, la demanda de productos orgánicos en los países industrializados y en los pequeños nichos de élite del mercado nacional. Esta tendencia se encontraba fuertemente estimulada por una gran cantidad de proyectos e iniciativas de “comercio justo”, principalmente concentradas en café, cacao y posteriormente quinua.
En el conjunto de las organizaciones participantes de aquel evento de Cochabamba del 89, la tendencia campesina, social y agroecológica era la más representativa. Se visualizaba, además, una sustancial diferencia sociopolítica entre las dos tendencias. Fue así como en 1992 se constituyó el Movimiento Agroecológico de América Latina y del Caribe (MAELA), en paralelo a la Novena Conferencia Internacional de Agricultura Orgánica de Sao Paulo, Brasil. El movimiento, desde entonces, ha tenido una relevante influencia en el posicionamiento de una perspectiva más amplia e integradora de la agroecología, de la soberanía alimentaria y los derechos campesinos, en la región y en diversas esferas de la sociedad civil, incluido en los movimientos campesinos e indígenas.
Representando a MAELA y buscando una mayor aceptación de sus enfoques, participé a partir de 1992 durante dos años en la directiva mundial de IFOAM. Desde el interior de este gremio pude percibir el gran peso de las empresas certificadoras, las del creciente comercio de productos orgánicos para los mercados de los países industrializados y el negocio que ello significaba para dichas empresas. Por otro lado, los derechos campesinos, así como el enfoque de soberanía alimentaria y la injusta relación norte – sur tenían un rol muy marginal dentro de IFOAM, en ese entonces; aunque recientemente ya están considerando en sus principios la vinculación con la soberanía alimentaria (IFOAM, 2020).
Durante las décadas de los 80 y 90 contribuyeron, también, de forma significativa al proceso de fortalecimiento de la red de agroecología en América Latina, los diversos seminarios y talleres del Consorcio Latinoamericano sobre Agroecología y Desarrollo (CLADES). En esos años tuve la posibilidad de participar en numerosos encuentros, algunos de ellos impartidos por Miguel Altieri, conociendo y aprendiendo así de los principios y fundamentos de la agroecología que destacaba a la agricultura campesina y a los saberes ancestrales en América Latina.
De esta forma, las dos corrientes mencionadas fueron alejándose entre sí. Por un lado, estaba la visión más campesina y endógena y, por otro, una corriente enfocada en la producción orgánica-comercial dirigida a nichos exclusivos de consumo. Una tendencia predominante en los países del “Norte Global”, en donde se encuentran sobresaturados de ofertas alimentarias en desmedro del resto del mundo.
Otro proceso del que formé parte fue el surgimiento de los movimientos de “Campesino a Campesino” en Centroamérica, el Caribe y también en algunos países de Sudamérica a inicios de los años 90. Así, en base a metodologías participativas — sustentadas, entre otras propuestas, en la Educación Popular de Paulo Freire o la Farmers to Farmers Extension de los EEUU — la agroecología experimentó una significativa apropiación por parte de organizaciones campesinas. Estas agrupaciones y la metodología de “Campesino a Campesino” probablemente permitieron el escalonamiento y un impacto mayor de la agroecología en estos países (Rosset et al., 2021). También en el Perú se dio un alentador proceso de este tipo por parte de la Confederación Nacional Agraria (CNA), sobre todo en los departamentos de Junín, Ayacucho y Huánuco (Santos, 2020). Sin embargo, hoy en día, al parecer debido a la orientación institucional ha perdido fuerza.
Desde aquellos años, decisivos para el inicio de una vigorosa corriente agroecológica en América Latina y el Caribe, hasta la actualidad se ha enriquecido enormemente la oferta de publicaciones con sustentación teórica y práctica por parte la comunidad científica y autores en la temática de la agroecología y soberanía alimentaria, así como sobre las metodologías de su promoción y desarrollo participativo, especialmente enfocados en la realidad de América Latina.
En el contexto peruano, la corriente agroecológica es hoy más tecnicista y comercial, sin priorizar la búsqueda de una transformación política y estructural del sistema agroalimentario hegemónico predominante. Ello a pesar de los valiosos antecedentes descritos en los párrafos anteriores, cuando surgió una sólida corriente agroecológica latinoamericana. Considero que esta visión tecnicista y comercial de la agroecología se debe, entre otros factores, a la ligereza con que diversos organismos de la llamada “cooperación internacional y solidaria”, lejos de tener un enfoque de soberanía alimentaria, han apoyado la inserción de los productos orgánicos en los países del “Norte Global” y segmentos internos con consumidores de mayor poder adquisitivo, cediendo a la influencia del contexto neoliberal. Llama la atención, por ejemplo que, en el Perú, comparado con Colombia, la agroecología ha tenido poca influencia en los contenidos de las facultades agropecuarias. Casi en su totalidad, los espacios de formación siguen las enseñanzas convencionales del modelo agroalimentario predominante. Existen mínimas excepciones, sin embargo, que albergan una parcela de esperanza. Y aunque, considerando que Colombia y Perú tienen contextos sociopolíticos diferentes, sería interesante evaluar las razones por las cuales estos dos países vecinos han tenido devenires tan diferentes respecto a la influencia de la agroecología de enfoque campesino en sus respectivas facultades de agronomía.
Viendo el panorama con optimismo puedo decir que últimamente están apareciendo nuevas y refrescantes tendencias y espacios de reflexión y discusión, como Alsakuy, un movimiento de jóvenes por la agroecología y la soberanía alimentaria del Perú, así como encuentros como el Seminario Andino Amazónico de Agroecología y Soberanía Alimentaria del que fui parte, realizado durante el 2020 y 2021, un espacio coorganizado por un conjunto de organizaciones y facilitado por el Centro Bartolomé de Las Casas de Cusco. Asimismo, como un espacio prometedor para un mayor y muy necesario posicionamiento público, político y académico de la agroecología y soberanía alimentaria, también se perfila el Observatorio de Agua, Agroecología y Soberanía Alimentaria Qawarisun, igualmente coorganizado por un conjunto de organizaciones comprometidas con la temática.
Reconocimientos y conclusiones
Expreso mi profundo reconocimiento a todas y todos quienes han contribuido a estos invalorables procesos ocurridos en el Perú y me siento honrado de haber sido partícipe de estos. Sin embargo, tenemos todavía un gran desafío: el Perú podría ser un modelo mundial de una verdadera transformación agroecológica rural si se parte de un enfoque de soberanía alimentaria y derechos campesinos, incidiendo sobre todo en una política agraria con esa orientación. De esta manera, se aprovecharía el gran potencial del país y sería posible aprovechar todas las valiosas bases y antecedentes. Solamente así se logrará un verdadero salto cualitativo.
Contra todo pronóstico, un salto cualitativo a estas alturas aún es perfectamente posible. El giro se impulsaría desde una articulación e impulso del movimiento agroecológico con perspectiva de soberanía alimentaria, con un compromiso más coherente y eficaz con la problemática territorial en el entorno rural. Este deberá superar las limitaciones señaladas y deberá lograr incidir, sobre todo, en las esferas de las y los protagonistas: las organizaciones campesinas e indígenas que sustentan su vida en la agricultura familiar y comunitaria. Sin embargo, la incidencia deberá alcanzar otras esferas de la sociedad civil, no solamente pensando con un criterio mercantilista en los consumidores. Por supuesto, deberá alcanzar a la par a las esferas académicas y a los espacios de toma de decisiones políticas. Hoy, como nunca, en el marco de la crisis alimentaria y energética, del previsible colapso del modelo civilizatorio y frente a la histórica marginación del campesinado contamos con el respaldo de instrumentos como la “Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales” para encaminarnos a este salto cualitativo.
De lo contrario, los efectos del actual modelo agroalimentario extractivista, dependiente y colonizarte seguirá ahondándose, profundizando aún más las brechas entre campo y ciudad. Y las consecuencias serán incalculables, pues se intensificaría la degradación de suelos, la pérdida de la biodiversidad, el colapso de los sistemas hídricos, el abandono de los saberes agroecológicos ancestrales, la pérdida de la riqueza, cultura y calidad alimentaria.
Cusco, mayo 2023
Enrique Kolmans
Agrónomo, Alemania 1971
Especialización principal: Agroecología y Desarrollo Rural Sostenible
Desempeño profesional:
Alrededor de 25 años de asistencia técnica, asesorías y gerencia de proyectos de la cooperación alemana, para el desarrollo rural de la agricultura familiar en las Amazonía y región andina del Perú y en 16 países de América Latina y del Caribe (Desde México a Argentina).
Más de 10 años entre conducción de una granja agroecológica propia y la organización y dirección de programas de ecodesarrolo territorial y agroecológico para la ONG IDMA y gestión de la formación del movimiento agroecológico en el Perú (RAE), con representación en los directorios del movimiento latinoamericano (MAELA) y mundial (IFOAM).
Actualmente:
Asesor del CBC en Agroecología y Soberanía Alimentaria.
Publicaciones principales:
- Manual de Agricultura Ecológica, Una introducción a los principios básico y su aplicación, Managua 1996, La Habana 1999 y 2001.
- Construyendo procesos de campesino a campesino, Stuttgart, 2006.
- Guía Básica de prácticas agroecológicas para pisos andinos de 2000 a 4000 msnm, Cusco, 2022.
Bibliografía
- Estermann, J. (2012). Crisis civilizatoria y Vivir Bien: Una crítica filosófica del modelo capitalista desde el allin kawsay/suma qamaña andino. Polis (Santiago), 11(33), 149-174. https://doi.org/10.4067/S0718-65682012000300007
- Grillo, E., & Regio, G. (1990). Agricultura y cultura en los Andes. HISBOL/PRATEC.
- IFOAM. (2020, marzo 6). Principles of Organic Agriculture. IFOAM Organics International. https://ifoam.bio/principles-organic-agriculture-brochure
- Rodríguez Mendoza, M. (2012). Tratados de Libre Comercio en América del Sur.Tendencias, perspectivas y desafíos. Serie Políticas Públicas y Transformación Productiva N° 7, Banco de Desarrollo de América Latina
- Rosset, P., Val, V., Barbosa, L., & McCune, N. (2021). Agroecología y La Vía Campesina II. Las escuelas campesinas de agroecología y la formación de un sujeto sociohistórico y político. Desenvolvimento e Meio Ambiente, 58, 531-550. https://doi.org/10.5380/dma.v58i0.81357
- Santos, G. (2020, agosto 19). La agricultura orgánica salva a familias de Huánuco de la escasez de alimentos. Ojo Público. https://ojo-publico.com/2018/la-agricultura-organica-salva-huanuco-de-la-escasez-de-alimentos
- SPDA. (2015, junio 25). [Galería fotográfica] Ocho datos que debes saber sobre el campesino peruano. [SPDA Actualidad Ambiental]. https://www.actualidadambiental.pe/galeria-fotografica-ocho-datos-que-debes-saber-sobre-el-campesino-peruano/
- Tiete, T. (2017, noviembre 25). Nikolai Vavilov and the Centres of Origin of Cultivated Plants [SciHi Blog]. SciHi Blog daily blog on science, tech & art in history. http://scihi.org/nikolai-vavilov-cultivated-plants/
Publicado originalmente en Qawarisun