Ciudad de México, 2018
Los compas nos estaban provocando a salir a las calles más allá de las marchas cada vez menos convocadas y más de autoconsumo, pero a las que tampoco hemos dejado ni dejaremos de asistir.
Agrupadas cada una en nuestra red delegacional correspondiente, mi compañera y amiga Eréndira y yo decidimos buscar sitios en los que pudiéramos realizar la tarea que se nos había asignado. La dinámica geográfica no nos resultaba siempre cómoda, pues nuestros puntos de coincidencia no siempre empatan con lo que se nos asigna como “territorio.”
Nos aventuramos, pues, desde la primera semana a realizar esa búsqueda.
Nuestra vecindad nos llevó a probar Cineteca pues Ere vive en el pueblo de Xoco y yo en el de Axotla, a ambas nos quedaba muy cerca y queríamos intentar crear comunidad en nuestro entorno.
La respuesta fue más que satisfactoria. Las primeras en acercarse fueron las vecinas del lugar para platicar y darnos su apoyo, lo siguiente fue buscar a las personas en el acceso peatonal a la Cineteca. Desde los primeros días la respuesta fue estimulante y decidimos generar raíz en ese lugar. Nos propusimos ser un referente constante al que la gente pudiera acudir no solo a dar su firma, sino por información e incluso ayuda.
La primera decepción la tuvimos con los comerciantes que venden películas quienes fueron en todo momento muy poco solidaria e incluso hostiles. La mesa desde un unció definió no confrontar y buscar en todo momento convivir con la armonía que fuera posible. Con ellos nunca pudimos generar vínculos, pero logramos aminorar en mucho la hostilidad. Fuimos testigos de la extorsión “consensuada” al ver los pagos que las patrullas les pedían periódicamente para permitirles realizar sus ventas.
A la mesa se fueron sumando poco a poco compañeras y compañeros quienes encontraron ahí un espacio constante y amable para trabajar en colectivo. Esta suma de esfuerzos permitió darle periodicidad a la mesa, pues siempre estuvo garantizada la presencia de alguno de nosotros cuando otros estábamos trabajando o cubriendo otras actividades también relacionadas con el apoyo al CIG ( mesas de control, relatorías, asambleas, etc).
Platicando durante las largas jornadas nos conocimos y aprendimos no solo del proceso organizativo sino de nuestros compañeros y compañeras. Platicamos mucho de nuestras vidas y experiencias, y compartimos distintas perspectivas sobre nuestro hacer en estos años de resistencia. Cada día era una especie de tertulia que consideramos atraía la curiosidad de las personas. A nosotros nos gustaba mucha que nos preguntaran “quién es Marichuy” pues representaba la oportunidad no solo de informar sobre una lucha y la historia de los pueblos, sino de contagiar el amor y compromiso que tenemos por este proceso.
Cada uno teníamos nuestras distintas formas de llamar a las firmas y eso también restaba monotonía.
A mí me daba mucha emoción recibir a las personas y siempre exclamaba “eh, qué bueno”. Una vez en Twitter alguien citó su experiencia y la exclamación. Todos sabía que se trataba de mí. La compañera Blanca siempre paciente explicaba con detalle la historia de la propuesta y muchas veces la gente respondía su generosidad obsequiando su tiempo para escuchar y muchas veces tomándose un tiempo más para entregar su firma.
Continuamente tuvimos la visita de un señor muy incómodo que, evidenciando mucha confusión y desinformación, nos reprochaba nuestra labor. El compañero Alberto Coria intentó muchas veces escucharlo y después informarlo; el señor nunca se interesó en escuchar. Optamos por ignorarlo colectivamente y así evitarnos malos tragos.
Siempre nos conmovía mucho que la gente preguntara “¿y cómo vamos?”, pues aunque lamentábamos no dar cifras optimistas, era hermoso sentir que las personas hacían suya la campaña de apoyo.
Un día llegó rápido un niño, jaló la primera hija que vio y nos dijo “¿cómo firmo por Marichuy?” No quisimos decepcionarlo diciéndole que solo podían hacerlo mayores de edad, así que le dimos una hoja y le pedimos que pusiera su nombre para apoyarla y le obsequiamos un cartel. Se fue emocionado porque lo iba a mostrar en su escuela.
En la mesa de Cineteca siempre había comida, no solamente los días de feria por San Sebastian Mártir, la rosca o los tamales; sino que comprábamos empanadas con el joven de a lado que se hizo nuestro compa y nos acompañábamos en las jornadas. Don papas ya sabia que las papas me gustan con salsa de la que pica y sin sal; y la señora de los tamales apartaba nuestros pedidos y por supuesto nos dio su firma.
El altercado que el martes 13 de febrero tuvimos con el policía que custodia la entrada a la Cineteca nos catapultó a la fama por la actitud prepotente e intransigente del policía, la digna resistencia de la compañera Blanca quien nunca se dejó intimidar, porque la compañera Eréndira y el compa Rogelio llegaron literalmente corriendo para apoyar, por mi lectura puntual de los artículos de la ley que nos ampararon; y por supuesto por la transmisión en vivo que el compañero Luis realizó de manera estoica.
Cuando el policía exigió la lectura de la ley, Blanquita contundente respondió que sí y me dijo “Argelia, la ley”, entré en pánico disimulando seguridad y pedí de inmediato ayuda a la compañera abogada del colectivo Infrarrealismo jurídico. De inmediato fuimos auxiliadas y dimos lectura. Sentir ese respaldo en un momento tan de emergencia fue sencillamente hermoso.
Nos achicopalaba un poco que después del doloroso accidente de la caravana del CIG y Marichuy, la gente nos dijera “Es la que se accidentó , ¿no?” Hubiéramos querido que jamás hubiera sucedido aquel accidente que en mucha medida dio fama a nuestra vocera.
También llegaba gente que con mucho respeto y sinceridad nos preguntaba “¿Cómo sigue Marichuy?” A Eréndira y a mí nos rodaron un par de lagrimas cuando un señor, que días antes nos confió su firma, se acercó con timidez a decirnos: “Supe del accidente de Marichuy, me preocupé y quise venir a preguntarles cómo está.” Ambas teníamos la voz quebrada, porque las dos percibimos la profunda sinceridad del gesto. Tuvimos que respirar y alternadamente responder.El señor nos miraba y escuchaba atento, tomó su bolsa de rafia y nos dijo: “Bueno, ya me voy porque no vivo por aquí, vivo en Azcapotzalco; solamente quería saber cómo estaba Marichuy.” Eréndira y yo nos miramos unos segundos, ella espabiló y alcanzó a decirle: “Señor, ¿no quiere llevarse un póster?”
¡Respeto, Admiración y Agradecimiento por su interés y esfuerzo en la lucha de Marichuy y el CNI por la VIDA en un MÉXICO Incluyente con todos y cada uno de sus Ciudadanos ! FELICIDADES por el Logro alcanzado 🤗 🙏🏽 ❤️ 🇲🇽