Me llamo Leopoldo Guerrero Flores, pero todos me dicen Polo. Nací aquí, en la Ciudad de México, hace 51 años. Cuando tenía 23 años me fui a Estados Unidos con unos amigos de donde crecí, la colonia Obrera aquí de la ciudad. Me fui con un amigo de la colonia y su familia. En ese entonces uno estaba joven, quería conocer, estaba inquieto, quería conocer la vida afuera del país, deseaba ver otras cosas, conocer gente nueva y así me fui. Me fui sin papeles obviamente y crucé por Tijuana a San Isidro. Me atrapó la policía de allá (Estados Unidos) y me regresaron. Estuve luego otros quince días en Tijuana y en el segundo intentó logré quedarme allá.
Tardé cuatro años sin volver a México. Llegué a radicar en el estado de California, en el Este de Los Ángeles, luego en Monte California. Después, en los años siguientes, Arizona, en Nuevo México, parte de Utah. Llegué a la casa de la familia de mi amigo y luego me pude quedar en casa de una prima lejana.
Tras varios años pude regularizarme con el programa de regularización del gobierno. Cumplí los requisitos que pedían y así conseguí los papeles. Cuando llegué (a los Estados Unidos), encontré un trabajo en una fábrica de tortillas. Pero sólo duré una noche…pues estaba cabrón…tenía que agarrar la masa caliente que salía de una máquina, y así sin protección, tenía que meterla en otra que le diera la forma de la tortilla. Yo nada más duré una noche y les dije “ahí nos vemos” y me fui.
En ese entonces ya me había apuntado en una escuela de inglés. Por medio de un amigo de la escuela comencé a trabajar en una fábrica donde se hacían máquinas extractoras de humo, cargadores de baterías y otras cosas. Trabajé ahí cerca de un año, pues en ese entonces logré comenzar a trabajar en lo que realmente me gustaba, es decir, las motocicletas. Esa es una pasión vieja. Comencé a meterle mano a las motos cuando tenía 13 años, aquí en la ciudad, en un taller.
Después del trabajo en la fábrica entré al taller del maestro Ricardo Medina, el mismo que aún tiene su taller allá en Los Ángeles. Trabajé con él cerca de ocho años y seguimos en contacto. Me habla, me pide que vaya pará allá a trabajar, pero me ves, ya estoy instalado muy bien aquí. Independientemente del trabajo que tengo y que me agradó desde siempre, pues me considero una persona de origen humilde y siempre se me inculcó de parte de mi familia que a donde fuéramos había que aprender y trabajar.
Me parece excelente, apenas había hecho un comentario sobre «la otra mirada» y me encuentro con la mirada de Matteo hacia los que yo decía que también hay que mirar. Recuperemos muchas historias así.