África en América, América en África

Mary Farquharson Y Eduardo Llerenas

En los años sesenta, – todavía muy joven– Eduardo Llerenas escuchaba todos los vinilos de música africana que el sello francés Ocora logró exportar a México. Gastaba de su beca de doctorado en la música de Burundi, los cantos polifónicos de los pigmeos de los bosques de Ituri, de la hoy República Democrática del Congo y de las cuerdas de África Occidental. El canto de una jovencita de Burundi, de cabeza y pecho, fue solo uno de los muchos temas que lo inspiraron a buscar la huella de África en la música de México y más allá. La encontró en muchísimos países de la región: Cuba, Panamá, Haití, República Dominicana, Belice, Venezuela entre ellos.

Todos estos países han creado música propia, pero las raíces africanas se encuentran presentes en los diferentes estilos. La voz aguda y penetrante de la mambó, o sacerdota, en una ceremonia vudú en Haití, expresó la misma pasión que había escuchado en las cantantes de Burundi. Las percusiones de los ‘tamboritos’ de Panamá, los batá de Cuba y los rezos de la santería, las percusiones rituales de ‘culo e puya’ de Venezuela, la ‘bomba’ de Puerto Rico, son solo unas de las muchas músicas creadas en América originalmente por los esclavos africanos.

En 1992, Eduardo produjo el álbum de tres CDs, ‘África en América,’ con grabaciones de 19 países. El siguiente año produjimos 26 programas para Radio UNAM, ‘África, África, la huella de África en la música del mundo’; en la década de los 2000, presentamos conciertos en México de Oumou Sangare, Salif Keita, Ladysmith Black Mambazo, la Orquesta Baobab, Fatoumata Diawara y muchos artistas africanos más.

Sin embargo, fue hasta 2003 cuando Eduardo hizo su primer viaje de grabación en África. Uno de los artistas que habíamos presentado en México, Kasse Mady Diabate, quiso que Eduardo le grabara en su propio país, en Mali. Eduardo aceptó la invitación, pero la extendió a Lucy Duran, una amiga que es una renombrada especialista en la música de África Occidental.

Eduardo y Lucy se vieron en Bámako, la pequeña ciudad capital de Mali, en la ribera del Niger, o  Jolibah, como lo conocen localmente. Al llegar a Bamako, fueron invitados a una boda. La novia estuvo sentada en su cama, acompañada por parientes y amigas y por una cantante una djeli, o griot tradicional. Tanto la voz aguda que a veces se acerca a un grito de alegría, como los vestidos y los turbantes exuberantes; las risas contagiosas de unas 250 mujeres; y sobre todo la generosidad de dejarles pasar a este espacio femenino a Lucy y a Eduardo, fue una bienvenida extraordinaria. 

Kasse Mady Diabate heredó de su abuelo su nombre y la capacidad de provocar, con su canto, lágrimas de placer. Su abuelo aprendió el canto, la música, la danza y las historias épicas de transmisión oral. Esta herencia familiar viene desde los tiempos de Sunjata Keita, fundador del Gran Imperio de Mali en el siglo 13. Nos cuenta nuestro amigo Ery Cámara que, en Guanajuato en la gira del 2000, Kasse Mady cantaba en un dialecto medieval, pero que su letra tenía relevancia a lo que vivimos actualmente.  Conocerle a Kasse Mady Diabate es darse cuenta de culturas ágrafas en donde– más que en museos o bibliotecas– la historia y la sabiduría se resguardan en la memoria de sus djelis.

Para llegar lo más cerca posible a la raíz de este profundo pozo de sabiduría, Eduardo y Lucy decidieron grabar a Kasse y su grupo fuera de la capital de Mali, en el pueblo natal de los Diabate, Kela. A pocos kilómetros del pueblo, está la modesta tumba del gran emperador Sunjata, en el sur del país, cerca de la frontera con Guinea.

Kela recibió a Kasse Mady con cantos y gritos. Luego caminó solo por la sabana, pasando por las casas, color de tierra, que contrastaban con el azul rey de su largo ‘babou’.

En las afueras del pueblo, convertimos una vieja construcción de adobe en estudio y Kasse Mady empezó a cantar, acompañado por las percusiones, por el balafón del joven Lassana Diabate, por los diferentes ngoni e, importantemente, por la flauta transversa de Dramane Coulibaly. Él vivió ocho años en Cuba y aprendió tocar la música de las orquestas cubanas del momento. En este viaje de grabación, Dramane tocaba sin cesar un viejo cassette de la Orquesta Aragón. Eduardo tuvo que pedir que lo dejara de tocar, pero lo recompensó por esta afrenta, dos años después, al lograr que Dramane tocara en persona con la Orquesta Aragón, en el Zócalo de la Ciudad de México. Dramane provocó cierto susto a los cubanos de la Aragón, cuando los acompañó espectacularmente en el escenario con su flauta.

Gracias a Dramane, grabamos ‘Balomina Mwanga,’ una versión maliense del éxito de la Orquesta Aragón, compuesta por un compositor congolesa, Franklin Boukaka, que los cubanos conocieron durante su primera gira a África. Igual que ‘Maimouna’, fue un éxito para el grupo Las Maravillas de Mali, fundado por Dramane a su regreso a Mali, en el que Kasse Mady cantaba. 

Desde los años 1940, los cubanos habían encontrado un gran público en el Occidente y Centro de África. Artistas como Salif Keita y Manu Dibango empezaron tocando ‘Quizas quizás’, ‘El  manisero’, ‘El yerbero’ y otros clásicos., Machito, La Aragón, Guillermo Portabales, Johnny Pacheco y otros caribeños marcaron los gustos de las generaciones de africanos anteriores a Youssou N’dour, Babba Maal y los músicos del afropop.

Aparte de ‘Balomina’ y ‘Maimouna’, lo que en Kela fue música tradicional contemporánea, con sus fuertes raíces en el pueblo de los Diabate. Antes de realizar la grabación, fue necesario pedir permiso al Consejo de Ancianos, institución regidora del pueblo. Eduardo y Lucy se sentaron con ellos en su casa redonda, para presentar la propuesta. Afortunadamente, debido al respeto y cariño que ha logrado Lucy durante muchas décadas, aprobaron nuestra petición.

Después del viaje de investigación, regresamos a Mali con un ingeniero de sonido mexicano, que grabó con una grabadora ADAT y otras dos de DAT, alimentadas a través de un no break invertido, por un par de baterías de coche, ya que no había electricidad en el pueblo. Las baterías se cargaban cada cinco horas con el motor del coche, que Mary manejaba, en lejanía del estudio para evitar el ruido del motor. Mujeres y niñas del pueblo, todos Diabate, se ofrecieron para hacer coros en algunos temas del grupo de Kasse Mady.

El CD que produjimos con Lucy, ‘Kassi Kasse’ resultó ser la primera grabación de un equipo mexicano en África y fue nominado al Grammy como ‘Mejor disco de World Music 2004’.  Kasse Mady Diabate, se murió hace dos años, pero su hija, Hawa, y su nieta Rokia, lo representan en forma excelente tal como Kasse representaba la gloria de su propio abuelo.

(Para los amantes de la música africana, presentaremos un concierto virtual del intérprete de la cora, Seckou Keita, en el 48 Festival Internacional Cervantino, el 14 de octubre a las 12.00p.m.)

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