Fronteras Abiertas

Laura Carlsen

2016: Organizándonos para un futuro mejor

En estos días han salido una multitud de proyecciones para el año nuevo–económicas, políticas, astrológicas, personales, sociales.

Se dicen y se contradicen. Algunas (la mayoría) auguran tiempos difíciles, mientras otras se unen a los optimistas.

¿Qué podemos esperar del año 2016?

El problema está en la pregunta misma. No podemos esperar nada. Después de un año en que las cosas se fueron de mal en peor, en que vimos un deterioro en la situación de derechos humanos, graves atentados contra la democracia, un auge en la desigualdad, y ataques a la libertad de expresión y quién lo ejerce, estamos frente a un año en que no podemos quedarnos a la espera a ver que camino tomamos en la encrucijada.

Nosotros, ciudadanas y ciudadanos, tenemos que tomar el volante.

Los mensajes de las organizaciones sociales no se reparan en lamentar lo mal que les fue en 2015. Reiteran en sus palabras y en sus acciones el mismo tema—¡organícense!

En ocasión del aniversario 22 de la insurrección zapatista, los Subcomandantes Moisés y Galeano lo dicen claramente: “Tenemos que organizarnos, prepararnos para luchar, por cambiar esta vida, por crear otra forma de vida, otra forma de gobernarnos, nosotros mismos los pueblos.”

“Porque lo que hemos aprendido como zapatistas que somos y sin que nadie nos lo haya enseñado, como no sea nuestro propio paso, es que nadie, absolutamente nadie va a venir a salvarnos, a ayudarnos, a solucionar nuestros problemas, a aliviar nuestros dolores, a regalarnos la justicia que necesitamos y merecemos. Sólo lo que hagamos nosotras, nosotros, cada quien según su calendario y su geografía, según su nombre colectivo, su pensamiento y su acción, su origen y su destino.”

Afortunadamente, contamos con valiosos ejemplos de organización en México, incluso más allá de la inolvidable experiencia de los zapatistas en Chiapas. Son las voces que se atreven decir la verdad donde impera la mentira; los grupos que defienden colectivamente su tierra, su territorio, su familia, su persona, su dignidad y su país.

2015 fue un año completo de movilización para los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. No pasó un solo 26 del mes sin el grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Omar García, sobreviviente de los ataques y uno de los voceros de lo que ahora es un movimiento nacional e internacional explica el compromiso de organizarse:

“Queremos exigir al movimiento, a los estudiantes, a los sectores que han luchado históricamente y a los que no han luchado, que la lucha debe ser en serio. Tenemos que destinar parte de nuestro tiempo a participar en las acciones organizadas para transformar a nuestro país. Hay referentes que demuestran que sí se puede transformar las cosas de manera pacífica.”

La organización no siempre es marchar en las calles. Muchas veces es el trabajo de hormiga, invisible, sin adrenalina. Es sentarse horas en el sol, como lo hicieron los organizadores de la caravana de madres centroamericanas cuando fueron a los pueblos que arrojan migrantes y instalaron puestos para que la gente reportara sus desaparecidos, para ir poco a poco convirtiendo el dolor personal en indignación y la indignación en organización.

O como lo hizo el tribu yaqui, hombres y mujeres, en el bloqueo de la carretera 15 en defensa del agua.

También está el ejemplo de los “otros desaparecidos”—los familiares de los más de 26,000 personas desaparecidos en el país—que se han organizado en una red nacional para exigir al gobierno sus derechos, pero también para emprender la búsqueda de sus seres queridos y de la justica de manera autónoma, sin esperar respuesta de las autoridades. Se creen espacios propios de consuelo y de indignación, de esfuerzo y de esperanza.

Sin duda, existen núcleos duros de organización social en el país. En Ciudad Juárez las y los trabajadores de la maquila están exigiendo un salario digno y el derecho a la libre sindicalización. Las mujeres se organizan contra el feminicidio y la violencia patriarcal. Los y las maestros no ceden en su lucha contra la violación de sus derechos laborales y a la educación pública.

Estos movimientos y otros han cruzado fronteras estatales y nacionales, construyendo relaciones, simpatías y fuerzas. La globalización desde abajo es necesario para enfrentar a la globalización desde arriba.

Lo que hacen falta son más conectores entre estas luchas, y estos se construyen no solo entre los integrantes de los movimientos sino entre todas las personas que entienden que ninguna lucha es aislada en su impacto en la sociedad, así como ninguna injusticia es ajena al bien común.

El 2016 será un año de duros desafíos y de acciones audaces. No hacen falta pronósticos ni predicciones. Será el año que nosotros lo hagamos de él.

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