La revuelta asedia los palacios del poder

Con información de Global Project y Contropiano Traducción: Alejandro González Ledesma Foto: Ryan Anderson

Los manifestantes en Ucrania se vuelcan por miles a la histórica plaza Maidan y toman edificios gubernamentales, para pedir la dimisión del gobierno y protestar por el congelamiento del acuerdo de acercamiento con la Unión Europea (UE) El grito que predomina es “Libertad y revolución”, y la gente se manifiesta deseosa de ayudar a su país. Pero desde Italia, analistas advierten que las clases dominantes de la UE quieren amplificar el mito filo-europeo en Ucrania para paliar la desilusión actual entre los pueblos europeos que, por la vía de los hechos, ya están (des) integrados de Europa.

La Rusia de Vladimir Putin mantiene un control casi absoluto sobre la Ucrania de Viktor Ianukovich. Desde siempre, la balanza comercial de ambos países se inclina en favor de Rusia: Ucrania depende totalmente del gas y del petróleo rusos, lo mismo para echar a andar su industria que para la calefacción doméstica en el gélido invierno continental, por no hablar de la dependencia alimentaria, de productos siderúrgicos, farmacéuticos y tecnológicos.

Se entiende cómo es que a Putin le basta con invocar la posibilidad de la cancelación del abasto energético para garantizarse el control de las decisiones que se toman en Kiev, tal como sucedió, por ejemplo, durante la Revolución Naranja de 2004, cuando la población se rebeló contra el fraude electoral que llevó al líder pro ruso, Viktor Ianukovich, al poder.

Durante la cumbre de Vilnus, Lituania, los días 28 y 29 de noviembre, la Unión Europea (UE) debió ratificar el inicio de una política de acercamiento con Ucrania y otros países de ex bloque soviético) pero, sin tener nada en concreto que ofrecer en el delicado ámbito energético, la UE no pudo obtener prácticamente nada. El presidente Viktor Ianukovich dio marcha atrás y juró amistad eterna a Moscú, que no ve con buenos ojos la interferencia de Occidente en lo que considera su área de influencia.

Parece que el presidente Ianukovich no hizo bien sus cuentas, ya que las plazas se llenaron de miles de personas que, al grito de “libertad y revolución” y “fuera la casta corrupta del poder”, exigen con determinación un cambio radical en Ucrania. Se trata sobre todo de una revuelta juvenil y urbana, marcada por el hartazgo hacia las mafias del poder político y el deseo de obtener la libertad de movimiento hacia el oeste. La conquista de un modelo de vida occidental y de nuevas relaciones sociales son, al parecer, los alicientes de un movimiento que no puede ser silenciado fácilmente por los chantajes del nuevo “zar de todas las Rusias”, Vladimir Putin.

En la más imponente manifestación desde los tiempo de la filo-occidental Revolución Naranja, cientos de miles de personas se movilizaron el primero de diciembre contra el gobierno de Kiev, en la céntrica plaza Maidan. Esta plaza no sólo es el lugar más simbólico de la Revolución Naranja, también es una zona estratégica de la capital, en la que hace varios años un tribunal administrativo decidió prohibir todo tipo de manifestación pública.

La mayor parte de los asistentes protestaron de manera pacífica contra la decisión del gobierno de suspender la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Sin embargo, se dieron violentos enfrentamientos delante del palacio presidencial, con cifras que hablan de más de 140 policías y 165 manifestantes heridos, de acuerdo con el sitio Contropiano.org.

Los manifestantes ocuparon el municipio de la capital de Ucrania, la sede de los sindicatos, e intentaron derribar la estatua de Lenin. El presidente Viktor Ianukovich, que la mañana del dos de diciembre expresó su voluntad de hacer todo lo posible para acercar al país a Europa, puede declarar un toque de queda en Kiev, e incluso en todo el país, si las revueltas en el interior superan la capacidad de las fuerzas policiacas. Por su parte, la oposición -responsable de organizar las manifestaciones-, se desmarcó de la violencia denunciando la presencia de “provocadores”.

“Estoy aquí por la revolución”, afirma Dmitro, que tose con violencia por el efecto de los gases lacrimógenos. “Ya no podemos aguantar más a este gobierno, todo el clan de Ianukovich se volvió millonario a costa de la gente”. Una joven, mientras tanto, distribuye mascarillas para protegerse del gas. En una de las calles aledañas a la plaza, se improvisó un espacio para atender a los heridos, organizado por voluntarios que se distinguen por sus camisas blancas con una cruz roja pintada. Entre ellos está Katia, de 28 años: “Soy pediatra y estoy aquí para ayudar a los manifestantes y para ayudar a mi país”.

La mayor parte de los enfrentamientos entre las manifestantes y fuerzas del orden se dieron de noche. No obstante los repetidos llamados a la calma por parte de Bruselas, y una llamada telefónica del presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Barroso, al presidente Ianukovich, la situación puede deteriorarse todavía, debido a la llegada de numerosos refuerzos, incluido un contingente militar, para contener las protestas en Kiev.

Ianukovich aseguró a Barrosso que tiene la intención de “indagar sobre el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía, y de volver públicos los resultados de las pesquisas”. El presidente ucraniano  pidió al presidente de la CE recibir a una delegación para discutir “algunos aspectos del Acuerdo de Asociación y el área de libre intercambio”. La petición fue aceptada, pero se excluye la posibilidad de negociar ulteriormente el acuerdo, tal como precisó la Comisión Europea.

El carácter pro-europeísta de esta nueva ola de protestas lo demuestran las numerosas banderas de la UE, de Ucrania y de los tres principales partidos de oposición que ondean entre los nutridos contingentes. Otro prueba es sin duda alguna el rechazo al gobierno de Ianukovich, por darle la espalda a la Unión Europea, cediendo a las presiones del Kremlin después de un encuentro semi secreto con Vladimir Putin.

El asunto es más que delicado. Actualmente Ucrania mantiene un estatuto neutral y una política de no adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), al tiempo que mantiene intensas relaciones con la Federación Rusa, una situación que no corresponde a la voluntad de las potencias occidentales. Pero esta vez la UE parece buscar una injerencia mayor en la dinámica interna del país.

A decir de Alessandro Avvisato, articulista de Contropiano.org, “quizá la población no imagina lo que le espera con la Unión Europea. El mito del progreso y la modernización europea se esfumó desde hace al menos veinte años, y las clases dominantes de la UE parecen querer amplificar el mito filo-europeo en Ucrania para paliar la pérdida del consenso y la desilusión actual entre los pueblos europeos (sobre todo en el área mediterránea) que, por la vía de los hechos ya están (des) integrados de la UE».

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