«No he sido bien tratada por los hombres de mi comunidad, especialmente con los que he trabajado. Me he encontrado carteles a la salida del trabajo en los que se decía sobre mí que no era una persona de una reputación fiable. Si eres una mujer joven, valiente y honesta los demás te temen».
Manjula Pradeep trabaja desde hace dos décadas como abogada y presidenta de la Fundación Navsarjan Trust en la defensa de los derechos de las mujeres dalit o intocables: la casta más baja de la India, a la que ella también pertenece.
Los intocables de la India no tienen derecho al acceso a la salud, la educación, la tierra y la vivienda… «Sufren numerosas discriminaciones porque la leyes que protegen sus derechos no son implementadas con eficacia», asegura Manjula. Se convirtió en abogada motivada por sus ganas de defender los derechos de la gente de su comunidad. Manjula está de visita en Madrid donde participará en la charla «Mujeres contra la impunidad».
Desde entonces hasta ahora, su trabajo con decenas de mujeres y niñas dalit víctimas de violencia sexual le ha hecho recibir varios reconocimientos: en 2011, se le otorga el premio Women PeaceMaker, de la Escuela de Estudios para la Paz Joan B. Kroc, de la Universidad de San Diego (EEUU). Y la Fundación Navsarjan Trust que ella dirige recibió en 2013 el premio Times of India al Impacto Social en el campo «Advocacy y Empoderamiento».
Manjula alcanzó reconocimiento internacional como abogada en 2008, cuando logró encarcelar a siete profesores que habían violado a una de sus alumnas de 17 años. Las violaciones habían sido sistemáticas durante 10 años, y no solo a ella, también a otras de sus compañeras. Pero esta joven fue la única que se atrevió a denunciar. Cuando Manjula la visitó en el hospital, le impactó mucho su fragilidad y su voz desesperada. Le pedía ayuda.
«Al darme un fuerte abrazo sentí el dolor tan desgarrador que ella estaba sintiendo». La crueldad y la falta de comprensión que mostró su padre hacia esta joven víctima, y la actitud de la policía y los vecinos contra ella, fue lo que acabó por convencer a Manjula. Se dedicó en cuerpo y alma para que se hiciera justicia con la joven. Y lo consiguió: los 7 violadores fueron condenados a 14 años de prisión. «Fue un caso que sentó un precedente en la historia de la justicia de la India», afirma Manjula.
Pese a ello, no se logró cambiar la legislación en India que sigue siendo muy permisiva. «Pero se consiguió captar más la atención sobre las violaciones y los abusos sexuales a mujeres y niñas, por lo que son cada vez más los casos que se denuncian en Gujara» (un Estado al oeste de la India en el que sucedió este hecho y del que Manjula es originaria).
Tras este caso vinieron más. Uno de los dos hechos que Manjula recuerda con especial interés fue el de una joven de 14 años a la que cinco hombres raptaron para ser vendida con fines de explotación sexual. Tras un año buscándola dieron con su paradero y los hombres fueron juzgados por ello. Cuando la adolescente regresó, su madre la echó de casa. La fundación que dirige Manjula se encarga desde entonces de darle el soporte que necesita.
El segundo caso es el de otra joven de 17 año, raptada por cuatro hombres. Tras rescatarla, se dieron cuenta de que el secuestro había provocado la pérdida de su estabilidad mental. Desde entonces, la fundación que dirige Manjula le proporciona tratamiento psicológico y un lugar seguro donde pueda rehacer su vida. «En este caso no conseguimos hacer justicia, pero sí que la chica cursara estudios superiores».
En la actualidad Manjula pasa mucho tiempo tratando de apoyar el empoderamiento de las mujeres dalit. Planean hacer una campaña contra la violencia de las mujeres en alrededor de 600 pueblos rurales del Estado de Gujarat. También tienen en mente crear un consejo sobre los derechos de las mujeres dalit, liderado por ellas mismas.
«Cada vez hay más mujeres dalit que se levantan»
«Cada vez hay más mujeres dalit que se levantan para hacer valer sus derechos, y así, ayudar a otras mujeres que están en su misma situación», comenta Manjula. Cree que la mejor manera de hacerlo es estar junto a ellas escuchándolas y acompañándolas en el proceso. «Lo primero en lo que me centro cuando trabajo con mujeres es en tratar de curar su mente y su corazón que están muy dañados por toda la humillación que han sufrido desde niñas».
A partir de ahí llega un proceso de aceptación individual, en primer lugar, y posteriormente la concienciación colectiva de que es necesario luchar por sus derechos. «Esto es fundamental para poder conseguir un cambio social transformador».
Dentro de la población dalit, las niñas y las mujeres son las más menospreciadas. Ellas padecen lo que se conoce como la «triple discriminación»: de casta, de clase y de género. En India se calcula que hay alrededor de 100 millones de mujeres dalit, de las cuales tan solo el 9% sabe leer y escribir. «Ser una mujer de casta dalit en la India significa ser una esclava de los esclavos», sentencia categórica Manjula.
Ella, como mujer dalit, sabe lo que se siente al ser humillada. Siendo una niña sufrió abusos sexuales por parte de cuatro hombres de su vecindario y mientras estudiaba su primera licenciatura en asuntos sociales descubrió cómo a los de su casta se les trataba mucho peor en los colegios universitarios, algo que recuerda con mucho dolor.
También sufrió la incomprensión de su familia, sobre todo la de su padre, quien tenía preparado para Manjula un futuro muy distinto del que ella se estaba forjando. «Mi padre quería que fuera funcionaria, como había sido él. Es muy pesimista y cree que mi trabajo no va a servir para cambiar la vida de los dalit».
La relación con su padre se acabó de truncar cuando en 2012 los servicios secretos de inteligencia que espiaban a Manjula para ver cuáles eran las intenciones de su trabajo se presentaron en casa de sus padres. «Mi padre me dijo que o dejaba ese trabajo o me iba de casa». Ella optó por lo segundo. Todavía hoy, el conflicto con su padre sigue sin resolverse. «No está preparado para escucharme ni para entenderme», comenta.
Manjula vive bajo amenaza a causa de su trabajo. En 1999 sufrió un ataque por parte de grupos de derechas por ayudar por la vía legal a trabajadores dalit que se encontraban en condiciones laborales de semiesclavitud. Manjula es consciente de que su trabajo conlleva riesgos, «lo asumo y trató de utilizar la sabiduría de mi mente y mi corazón para seguir adelante», asegura.