México. En un espacio de tiempo menor a dos semanas suceden en Europa dos eventos ligados a la crisis sistémica: las elecciones griegas, donde los sondeos dan como favorita a la coalición de izquierda Syriza, y el anuncio del rescate a los bancos privados españoles.
Los cien mil millones de euros para sanear a los bancos privados, concedidos como deuda pública, traerán condiciones para el manejo del gasto gubernamental y recortes en derechos para la población española.
Hace más de una década, cuando España inició el uso del euro, los costos de esta integración monetaria europea pasaron al ciudadano común en forma de “una enorme subida de los precios”, recuerda Lola Sepúlveda, ciudadana española. Todos los precios comenzaron a ser redondeados, “si algo costaba 4.52, se pasaba inmediatamente a 5 euros”. Otra forma consistió en el aumento directo de los precios. Las máquinas con forma de caballo o automóvil en las que suben los niños, por ejemplo, costaban 100 pesetas y “cuando llegó el euro, pasaron a costar un euro. Teniendo en cuenta que el cambio era de un euro igual a 166 pesetas, imagínate la subida. Y así, casi todo”.
Los ingresos de los españoles, en cambio, no aumentaron. Carlos Hernández, quien era estudiante en 2001, gozaba de una beca de 110 mil pesetas al mes, con lo que le alcanzaba “para ahorrar y todo”. Esa beca se transformó en 660 euros, con lo que dejó de llegar bien a fin de mes. A esta “inflación oculta” se sumaron “la corrupción generalizada de las instituciones españolas y europeas, el déficit democrático y la inoperancia de Bruselas, además del pacto que institucionalizaba ‘la Europa policial’, blindaba las fronteras y certificaba un eurocentrismo total”.
Otro lado de la integración europea fue el aumento en el nivel de consumo de la población, tanto por un mayor flujo de dinero inyectado por los fondos europeos, como por la presión social, recuerda Susana, joven madrileña que participó en el movimiento del 15M. “Nos engañaron con una burbuja de dinero que no era real. Salimos de una situación restringida a ‘tener’ más dinero y los bancos te animaban a adquirir créditos e hipotecas, ya no sólo para comprar tu casa –aunque ganaras mil euros, te daban para una casa de 400 mil, por encima de tus ingresos– , sino para amueblarla, para el coche, y eras mal visto si no lo hacías”.
Ella considera que todo era parte de un juego financiero lleno de corrupción, en el que se construyó en suelos donde no se debía y se infló el valor de los inmuebles; ello generó ganancias de miles de millones de euros a los especuladores, los bancos y las constructoras. Ahora, señala, “esa burbuja se ha roto y no hay opción”. Susana califica como una locura el tema de los desahucios de familias enteras que no pueden hacer frente al valor inflado de sus créditos, dan la casa al banco y, aún así, deben seguirla pagando.
Juan Torres escribió en Público: “No contentos con los beneficios que les daba el negocio inmobiliario que condenaba al monocultivo a la economía nacional, (los gobiernos) impusieron políticas de bajos ingresos y recortes salariales para que las familias y pequeños empresarios vivieran en el filo de la navaja y tuvieran que endeudarse hasta las cejas. Los bancos españoles se convirtieron en los más rentables del universo, justo, eso sí, en la misma medida en que situaban a nuestra economía entre las más vulnerables”.
Los bancos españoles pidieron prestado a bancos extranjeros para hacer frente a los créditos que ellos mismos habían concedido y que luego se volvieron impagables, y sobre todo a sus malos manejos financieros, que derrumbaron su credibilidad.
Luego, llegó el rescate para evitar el colapso del sistema financiero, algo que los movimientos sociales españoles califican como “fraude”. Los costes pasarán directa y rápidamente a la población, expone el economista Jaime Pastor: “Las consecuencias de este rescate a los banqueros especuladores y corruptos van a suponer de inmediato, para la gente común, un alto número de despidos en el sector bancario afectado y más recortes en salarios, derechos sociales y servicios públicos básicos en general, especialmente en sanidad, educación y pensiones. Mientras, problemas fundamentales como el de la vivienda siguen sin resolverse, pese a que España es el país con más viviendas vacías de toda Europa; también se anuncian aumentos de impuestos indirectos y de tasas en toda una serie de servicios básicos, todo ello en nombre del pago de una deuda pública creciente y del cumplimiento de la ‘regla de oro’ del déficit y bajo la vigilancia permanente de la troika”.
Los aumentos de impuestos se explican porque, como explican Íñigo Errejón y Alfredo Serrano, en el diario Página 12, “este préstamo concedido no es directo a la banca privada, evitando así asumir el correspondiente riesgo de impago, sino que se hace a través del Estado, de tal manera que mientras se pague o no, el préstamo pasará a ser más deuda pública y el pago de intereses se hará con cargo al déficit público”. Además, se suma la reforma constitucional pactada por el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), “que da prioridad a los pagos de la deuda por encima de cualquier gasto social”.
Susana reclama que los recortes han venido a la sanidad y otros derechos sociales “que le llaman gasto del gobierno, pero son inversión”. En cambio, “no hay recortes a la Iglesia, la monarquía o los militares”, en medio de “una situación de corrupción masiva e impunidad; se pierden derechos sociales básicos para financiar a estos cretinos que nos han robado”. La plataforma 15MpaRato ha iniciado las acciones para llevar a juicio a Rodrigo Rato, a quien han elegido como símbolo de la corrupción que ha llevado a este momento. En menos de 24 horas lograron recabar entre los ciudadanos el dinero necesario para costear el proceso.
La situación ha hecho que analistas especulen sobre una situación parecida a la griega. Consultado por Desinformémonos, el economista Jaime Pastor, asegura que “las diferencias con la situación griega están sobre todo en que allí la crisis sistémica estaba más generalizada, derivada de las condiciones mismas en las que ese país entró en la eurozona, hasta el punto de que se haya hablado de Estado fallido”, mientras que en España “ha sido sobre todo el enorme peso que ha tenido la burbuja inmobiliaria que, al estallar, está acarreando una crisis financiera cuyo ‘agujero negro’ está todavía por verse, con el consiguiente aumento espectacular del paro y el estancamiento económico”.
Pero las diferencia no se ubican solamente en el plan económico, sino en las movilizaciones populares, que en Grecia “han permitido el ascenso electoral de una fuerza política como Syriza, que aparece como una esperanza de cambio de rumbo y desobediencia a los dictados de la troika si es capaz de apoyarse en el bloque popular que se ha ido formando en defensa de su soberanía. Aquí, en cambio, pese a la potencia de movimientos como el 15M, las movilizaciones han tenido hasta ahora menor fuerza y tampoco existen fuerzas de izquierda a la altura de los retos que exige la prueba de fuerzas que tenemos por delante”.
Sin embargo, el economista sí encuentra una similitud, que radica en que “en ambos países, los pueblos se ven sometidos a una política del shock que está acabando con todas las conquistas sociales e imponiendo la ‘dictadura de los mercados’ frente a la soberanía popular”.
Publicado el 18 de junio 2012