Rarámuris conmemoran con danzas el viacrucis (La Jornada, 30 de marzo)

Miroslava Breach

Decenas de rarámuris elegi- dos en la comunidad para participar en las ceremonias religiosas de Semana Santa, danzaron este Viernes Santo en honor a la Virgen María, a la que pidieron fuerza y sabiduría para preservar el equilibrio entre el bien y el mal, y los mantenga como guardianes de su territorio.

Los pintos, representantes del espíritu del bien, bajaron de todas las rancherías cercanas para participar en la festividad religiosa más importante del año, mezcla de rituales paganos y católicos. Desde el 6 de enero fueron elegidos los organizadores de la fiesta, y los tambores que llaman a las fuerzas naturales y las energías positivas no han parado de sonar en las montañas desde ese día.

Hombres adultos, jóvenes y niños se sumaron a las danzas tradicionales, que representan la forma esencial de la resistencia de este pueblo indígena. Apenas amaneció, cuando el sonido ensordecedor de los tambores avisó que el ceremonial había iniciado.

Los hombres vestidos con zapetas pintaron sus cuerpos con polvo de piedra caliza del arroyo que pasa atrás de la vieja misión de San José. Niños de apenas cinco años, tiritaban por el aire fresco de la mañana, mientras sus padres les pintaban cuidadosamente puntos y figuras en el torso, brazos, piernas y rostro con la piedra mojada.

Las mujeres fueron espectadoras de este ritual casi exclusivo para los hombres de la comunidad. Ellas lucieron sus mejores galas. Viernes Santo es también día de estrenar sipucha (vestido), y bautizar a los chamacos. Día de fiesta.

En su concepción, los indígenas no viven la Pasión y muerte de Cristo como lo impone la liturgia católica. Ellos bailan durante dos días, pequeños grupos de danzantes entran al templo y oran ante la Virgen pidiendo fuerza, energía, paz, abundancia de cosechas y el valor para derrotar al mal.

Aquí, muy pocos rarámuris quieren representar al mal, encarnado en los soldados. Apenas consiguieron cuatro jóvenes, que aparecieron armados con viejas carabinas cargadas con cartuchos, que hoy sábado de gloria dispararán a la hora de la batalla final entre las fuerzas de la luz contra la oscuridad, antes de quemar al judas, encarnación del mal, casi siempre representado en la figura de algún cacique mestizo.

«Nosotros bailamos para cuidar la costumbre de siempre. Traemos a los hijos para que aprendan y sigan tradición rarámuri», dijo José Guadalupe Miguel, elegido este año como capitán mayor, responsable de la organización de la celebración religiosa.

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