¿Que por qué las familias salimos a buscar a nuestros amados desaparecidos?

Graciela Pérez Rodríguez, Milynali Red CFC, A. C.*

No estoy segura de que la búsqueda de mis familiares desaparecidos en 2012 haya iniciado igual que la de miles de familias que hoy pueden contar su historia. Lo que sí puedo contar es mi experiencia personal de búsqueda que en principio inició buscando instituciones, darme cuenta cuáles debían hacerse cargo de buscar a mi única hija, a mi hermano y a mis tres sobrinos que regresaban de un viaje de cuatro días a Estados Unidos, y comenzar a tocar puertas que me cerraron –como en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tamaulipas–. 

A nueve días de los hechos, en reunión con personal de “alto nivel”, el entonces Director General de la Policía Ministerial frente a su Procurador me dijo que me fuera con militares o marinos porque ellos no iban a salir a buscarlos pues estaba muy peligroso. Esa respuesta fue devastadora.

A esa respuesta se unió el darme cuenta que no existía la Desaparición como delito en la Ley, por lo tanto las procuradurías buscaban perpetradores, lo que me abrumó más para entender cómo buscar a mis amados desaparecidos.

Hice caso y me fui con militares y marinos, desconocía que no era de su competencia buscarlos, lo que sí sabía era que patrullaban en las calles, montes, brechas, ejidos, ranchos y tenían objetivos/personas de la delincuencia organizada para captura, todos buscando perpetradores y nadie a nuestros desaparecidos.

Comencé a recopilar información para saber a quién le correspondía la búsqueda de desaparecidos y a la par documentar la radiografía delincuencial de la zona con la esperanza de poder identificar si detenían a alguno de los míos, secuestrados u obligados a formar parte de sus filas delincuenciales, ya que mis familiares se trasladaban por carreteras de Tamaulipas hacia nuestra casa en la Huasteca Potosina.

Documentar y sistematizar información comenzó a dar frutos en torno a lugares donde ocurrían eventos delictivos, casas de seguridad, campamentos, enfrentamientos, etc., a los que solicitaba a las autoridades competentes fueran conmigo, lo que no ocurría, y nos íbamos por nuestra cuenta. Para entonces ya no era yo sola: ya nos estábamos uniendo más familias, ubicábamos el lugar, documentábamos y regresábamos con una petición formal. Así que no les queda de otra que acudir.

Como colectivo, nos fuimos desempeñado activamente en la búsqueda de nuestros seres amados. Búsqueda que, en sus múltiples formas, además de que nos orilló a enfrentarnos a un contexto de violencias, nos hizo saber que existe una amplia posibilidad de encontrar a nuestros familiares en alguno de estos sitios. Situación por la cual, desde esa misma fecha, hemos sido testigos de diversos levantamientos forenses exprés, en los que, como Milynali Red pudimos constatar que los levantamientos de restos y fragmentos óseos se hacían de manera rápida, local y sin seguir protocolos forenses.

Ejemplo de ello, fue una reunión con servidores públicos adscritos a la coordinación de la Procuraduría General de la República (PGR, hoy FGR), en donde el Delegado Estatal en funciones, instruyó a la Ministerio Público en turno, usar –únicamente– una bolsa de papel estraza y guantes para el levantamiento de los fragmentos óseos, asegurando que no se requería de ningún otro tipo de equipo (Notas de campo, 2015). Esto, en respuesta a una solicitud que hicimos para que se autorizara el uso de un vehículo forense, que contaba con todo el equipo necesario para la realización de las diligencias en campo –incluyendo una planta de luz–, y que, se encontraba sin ser usado en Reynosa.

Debo admitir que lo primero que me venía a la mente, antes de llegar a cada lugar, era imaginar que mis familiares estaban ahí privados de la libertad y que llegaríamos a rescatarlos; tristemente y después de varias veces me enfrenté a una realidad inimaginable, encontrar sitios de exterminio. 

Hablar de sitios de exterminio ha causado mucha polémica, periodistas han conversado con expertas y expertos forenses haciendo preguntas como ¿Qué siente la población vecina de los centros de exterminio? ¿Cuáles son los retos forenses que implica la identificación humana en lugares de este tipo? ¿Por qué nombrar sitios de exterminio a estos lugares? ¿Quiénes podrían ser los responsables de estos crímenes atroces? [1]

Es inevitable reconocer que, hasta el 12 de octubre del 2023, México ha llegado a la catastrófica cifra de 112,446 personas desaparecidas y no localizadas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Lo grave de la situación no es que hayamos llegado a esa cifra, lo terrible es que todos los días se siguen sumando casos de desapariciones, además de casos de personas que se encuentran como no localizadas.

La pregunta siguiente es dónde buscarlos, lo que nos ha llevado a crear nuestro Protocolo estandarizado de búsqueda ciudadana en sitios de exterminio [2] un documento producto de dos tipos de registros. Por un lado, de la memoria del Colectivo, en particular, de su labor en los sitios de exterminio al sur de Tamaulipas. Espacios en donde se ha probado con éxito un ejercicio de coordinación entre colectivos ciudadanos con servidores públicos de los diferentes niveles de gobierno en más de once años de búsqueda. Y por el otro, del contexto de una sociedad sometida en el miedo y el terror.

En nuestro protocolo explicamos que la desaparición de personas es una técnica utilizada desde mediados del siglo pasado, ideada con el objetivo de ocultar el paradero de personas detenidas en conflictos bélicos, para negar algún tipo de comunicación con su familia o, al ocultar su muerte y, por ende, su cuerpo. En la actualidad, grupos civiles armados continúan ejecutando este tipo de prácticas inhumanas sobre personas inocentes con fines como la trata o desaparición de personas para esparcir el terror sobre determinadas poblaciones.

En lo relativo al ocultamiento de los cuerpos sin vida, en varias regiones del país como Tamaulipas, México, han pasado de inhumarlos clandestinamente a desintegrarlos/disolverlos mediante diversos métodos. Hasta hace algunos años el más conocido de ellos se basaba en el uso de la sosa cáustica, en lugares como Baja California. No obstante, tras el hallazgo de los sitios de exterminio en diferentes partes del noreste del país, en particular en Tamaulipas, hoy tenemos certeza de la existencia de otros métodos como la calcinación de restos óseos en minúsculos fragmentos que son dispersos por grandes extensiones de terrenos [3].

Distinguir los terribles métodos usados por los grupos delictivos para desintegrar/disolver un cuerpo, de los métodos que implican su ocultamiento en inhumaciones clandestinas, es esencial no sólo para rastrearlos y registrarlos geográficamente, sino también para discutir el tipo de técnicas que deberán ser usadas por el arqueólogo forense durante el levantamiento de indicios como parte de la cadena de custodia. Así como de los métodos científicos que tendrán que ser implementados en laboratorio por el antropólogo físico forense con el fin de que éste pueda obtener los elementos necesarios para una posible identificación de los cuerpos a los que se les busca negar su identidad [4]. En este sentido, parte de la certeza que podamos tener como familiares en la búsqueda de personas desaparecidas dependerá de la pericia forense con que se trabaje tanto en los sitios de exterminio como en los laboratorios para la emisión de los peritajes científicos.

A 11 años en el camino de la búsqueda de personas desparecidas, en Milynali Red estamos seguras que conocer el contexto del sitio de exterminio, su temporalidad, sus posibles perpetradores, hasta los posibles casos de personas desaparecidas que coinciden con la temporalidad del sitio nos dan grandes posibilidades de localizar a las personas que estamos buscando, sin embargo la tarea aun es larga, minuciosa y siempre cuesta arriba.

El largo camino de búsqueda no ha provocado además pausarnos un poco para mirarnos. Por años nos olvidamos de nuestro cuerpo y eso ha mermado nuestra salud, física, psicológica, digital y financiera, haciendo que la inseguridad se extienda desde nuestro entorno hasta nuestro cuerpo, por lo que seguimos buscando en campo pero al mismo tiempo creando nuestro propio plan de seguridad holística para seguir nuestra Causa Buscadora.

***

Graciela Pérez Rodríguez: Comunicóloga en mi otra vida, buscadora de personas desaparecidas por necesidad y madre en busca de su única hija, hermano y tres sobrinos desaparecidos desde 2012 en Cd. Mante, Tamaulipas. Fundadora de Milynali Red CFC, A.C. ha recibido el Premio por los Derechos Humanos de Canadá y Tulipán de los Países Bajos, así como reconocimientos por la Women of Peace Award, la revista Quién, el Instituto de las Mujeres del estado de S.L.P.

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“La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición del LEVIF ni de A dónde van los desaparecidos”.

Referencias:

[1]https://elefanteblanco.mx/2021/07/28/sitios-de-exterminio-una-sacudida-para-un-pais-acostumbrado-a-la-violencia/

[2] https://www.milynaliredcfc.org/protocolo-de-busqueda 

[3] Otras entidades con los mismos patrones delictivos son Nuevo León, Coahuila, Veracruz y San Luis Potosí. [4] El proceso de identificación humana forense es comparativo, sistemático y ordenado. Incumbe a otras especialidades, como la dactiloscopia, genética o la odontología forense, pues, “[…] involucra toda la información disponible como: la historia de la desaparición o del fallecimiento, los datos provenientes de la investigación preliminar (contexto, lugar y fecha del hallazgo, circunstancias, testimonio, etc.), la información ante mortem (datos físicos, médicos, dentales, dactiloscópicos, genéticos, etc.) y la información post mortem (resultados del análisis forense de los restos).” (CICR, 2016, p. 57).

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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