«El comedor estuvo abierto durante las vacaciones de Navidad, ya que hay alumnos que corrían el riesgo de no comer durante 15 días», dice un director de escuela de un barrio desfavorecido de Lisboa, capital de un país en crisis donde se han censado 13 mil escolares con dificultades y, lo que es peor, donde el problema no para de crecer.
Ante la constatación de que había «alumnos que llegaban el lunes al borde del colapso tras varios días sin alimentarse correctamente», este responsable, que desea permanecer en el anonimato, tomó la iniciativa de ofrecer un almuerzo durante las vacaciones a unos cuarenta alumnos de 4 a 18 años, de los 800 de este centro del norte de Lisboa.
Al ritmo que aumentan los casos de menores con problemas para alimentarse en este país bajo perfusión financiera internacional, esta escuela ya se prepara para abrir las puertas del comedor durante las vacaciones de Semana Santa para «80 o incluso cien alumnos».
Estos almuerzos durante el periodo escolar, financiados con los beneficios de la cafetería y las ventas de material realizadas en el centro, benefician en su mayoría a alumnos «cuyos padres están sin trabajo ni ayudas», comenta una de las asistentas sociales del centro.
«Pese al hambre, una veintena de alumnos, adolescentes en su mayoría, han preferido no venir al colegio para almorzar esta Navidad para no someterse a la mirada de sus compañeros ni asumir que sus padres están en la indigencia», agrega el director, que explica que se trata de un «fenómeno de pobreza vergonzosa».
El año pasado, el colegio empezó a dar desayunos a algunos alumnos. Ahora, «con la agravación de la crisis, constatamos que hay cada vez más niños que no consiguen alimentarse adecuadamente», lamenta el director del centro.
A finales de noviembre, 13 mil alumnos carecían de una alimentación apropiada en el país, unos 3.000 más que en octubre, según un nuevo programa escolar de ayuda alimentaria.
Operativo desde el inicio del curso, este dispositivo ofrece el desayuno gracias a las donaciones de supermercados y otras empresas de alimentos.
— «Emprobrecimiento generalizado» —
Los servicios sociales asisten a los alumnos con menos recursos y a sus familias, pero no dan abasto. «La seguridad social nos dice que hay que orientar a estas familias a uno de los tres comedores sociales del barrio, donde le servirán las comidas, pero no hay ni una plaza disponible», dice el director del colegio del norte de Lisboa.
En Sacavém, ciudad dormitorio a las puertas de Lisboa, la coordinadora del colegio de preescolar y primaria Ana Parente cuenta que este año «muchos más padres, hasta ahora sin problemas, están desempleados y, por primera vez, damos desayuno a diez alumnos de primaria» de los 270 del centro.
En esta localidad de Loures, cerca del 55% de los padres de alumnos de preescolar y de primaria no paga nada o solo el 50% de los gastos de la escolaridad de sus hijos.
Y este año, todas estas familias han dejado durante las vacaciones a sus hijos en la guardería, donde las comidas están incluidas, el doble que el año pasado, explican en la alcaldía.
«Desde 2010, padres considerados de clase media se acercan ahora al umbral de pobreza», dice el presidente de la Confederación Nacional de Asociaciones de Padres de Alumnos (Confap), Albino Almeida. «Aunque el nuevo programa de ayuda alimentaria permite actuar rápidamente y paliar el problema, no lo soluciona», advierte.
Este año, con las nuevas medidas de austeridad introducidas el 1 de enero, se espera que las dificultades de las familias «crezcan exponencialmente». «Existe un empobrecimiento generalizado del país, se producen pobres a un ritmo desconocido hasta ahora», concluye Almeida.