Roma, Italia. Lucha y Siesta es, antes que todo, un espacio: un edificio de dos plantas con un pequeño jardín, en medio de un barrio lleno de carros y caos. Hace más de 10 años era una oficina de la sociedad del transporte público de la ciudad. Cuando quitaron la línea del tranvía que pasaba por el barrio, cerraron la oficina y el edificio se quedó abandonado muchos años. Luego llegamos nosotras.
Nosotras formamos parte de una organización de lucha por la vivienda, llamada Action, que desde hace muchos años lucha en contra de la especulación, para que la vivienda sea un derecho para todos. Nuestra lucha consiste en ocupar edificios vacíos que son abandonados, dejados a la espera de que su precio suba, mientras la ciudad se llena de mujeres, hombres y niños que viven en la calle o en pequeños departamentos y que trabajan sólo para pagar la renta: los proletarios de la especulación edilicia.
Trabajando en esta organización nos dimos cuenta de que la mayoría de las personas que se unían al grupo eran mujeres, y que además del problema de la casa tenían muchos otros. Tenían historias de mujeres, habían vivido esa forma específica de violencia y desprecio que el mundo y la sociedad ejercen sobre nosotras. Así fue que pensamos en ocupar una casa sólo para mujeres. Para encontrar caminos y caminantes. Para encontrar otras soluciones a los problemas. Para encontrar otra forma de búsqueda entre nosotras misma.
Soñamos con una casa para acoger a todas las mujeres: las que tuvieron historias difíciles, las que simplemente por ser mujeres tienen sueldos más bajos que los hombres o las que por no ser italianas son discriminadas y trabajan en casas como esclavas. Queremos una casa donde podamos tomarnos un tiempo para organizar la propia vida, un lugar de tránsito sin plazos determinados.