“Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en barrios de La Habana”

carolina bedoya monsalve fotografías: Alejandro Ramiréz

Ciudad de México. Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en barrios de La Habana trata sobre los dos primeros años de la Gira Interminable, una serie de conciertos de Silvio y músicos invitados en barrios pobres de la capital cubana y otras provincias, relata Mónica Rivero coautora del libro junto con las fotografías y un próximo documental de Alejandro Ramírez Anderson, cineasta de origen guatemalteco radicado en Cuba y parte del consejo editorial de Desinformémonos.

“Ruinas, improvisación, expectativa”, así describe Mónica Rivero los barrios de Cuba, esos que durante casi cuatro años han sido escenario hasta de un Unicornio Azul en un Amanecer. La autora relata que el protagonista del libro no es el cantautor, son los hombres y las mujeres, los ancianos y niños que habitan esos barrios humildes, en las periferias acaloradas de un país, que para muchos es desconocido.

Para la cubana, en los barrios de aquella isla se pueden encontrar todo tipo de personas, desde profesionales hasta taxistas o cuentapropistas (trabajadores privados). Estas y muchas otras personas hacen parte de la gira de Silvio por los barrios, esos barrios viejos, con casas despintadas, perros en las calles polvorientas, pero más coloridos y cálidos que los grandes teatros que presentan a un Silvio Rodríguez quizá antipático y un poco gruñón.

“En el barrio la gente camina, se mueve, suda, está a la intemperie, viste como un día cualquiera, o no lo hace, pero lo puede hacer. Permanece en la irregularidad de lo cotidiano. Puede mirar el concierto desde el portal de una casa conocida, puede mirarlo desde el interior mismo de su casa, porque esta vez su casa pertenece al escenario. El espacio inmediato que rodea una tarima ocasional se permea del arte y todos los que entran en él son parte del espectáculo; y al revés, sobre todo al revés”, escribe Mónica Rivero en una de sus crónicas en el diario Cuba Debate.

A continuación reproducimos la entrevista que Desinformémonos le realizó a Mónica Rivero.

Si bien dices que el libro le da voz a los habitantes de a pie, y no se centra tanto en Silvio ¿Puedes contarnos un poco sobre estas personas que habitan la isla?

En los barrios pobres de Cuba vive toda clase de personas; a diferencia quizás de otros países donde la composición social de estos lugares tiene a ser más homogénea. En los barrios que han visitado Silvio y su equipo pueden encontrarse profesionales, obreros, personas sin vínculo laboral reconocido, cuentapropistas (trabajadores privados), etc. Incluso, como lo describimos en el texto, puede que la misma persona se desenvuelva en más de una actividad de diverso tipo. Puede, por ejemplo, ser profesor en las mañanas y taxista por las noches o camarero.

Aun así, no hay duda de que hay tendencias. La decisión de ir a un barrio determinado obedece a sus índices de violencia, de delincuencia, de peligrosidad, de ingresos por familia, de problemas sociales y económicos en sentido general. Los cubanos que van a estos conciertos de Silvio son los cubanos más alejados de los centros de la vida económica y cultural del país. Son gente humilde y mucha de ella se muestra pesimista, agotada.

¿Cómo eran los conciertos, donde se hacían, como era el ambiente, la gente, los barrios?

Los conciertos han sido todos muy sui generis. La gente asiste con desenfado, se muestra como en su vida cotidiana, puesto que se encuentran en el espacio en que esta se desenvuelve.

El hecho artístico sucede como una especie de intervención en la comunidad que estimula a sus habitantes, y los entusiasma y los convoca. Se pone el escenario en la calle, Silvio esperará el momento de subir en una casa de la propia comunidad, interactuando con la familia que lo haya acogido cada vez. Lo mismo los músicos y el resto del equipo.

La energía que se percibe es de emoción, de felicidad, de gratitud. La gente le habla mucho al trovador que está sobre el escenario, en confianza le pide canciones, le celebra interpretaciones y hace coro con él.

El barrio vive un momento de comunión, comparte una experiencia. El propio Silvio ha comentado que ese día sale lo que todos tienen de amigo y de novio, y el barrio se muestra a sí mismo la maravilla que puede ser.

¿Cómo es ese espacio y ese tiempo que da nombre al libro?

El nombre del libro surge del título de una canción de Silvio: “Por todo espacio, por todo tiempo”. La variación responde al argumento que ha dado el trovador para esta gira: en los momentos que vive Cuba hoy, dice, siente como una necesidad ir a cantarles a esta gente. En tal sentido, quisimos precisar “este” tiempo. Esta gira está pasando ahora, y no arbitrariamente, sino por una decisión expresa, el presente de Cuba la llamó, la invocó de alguna manera. Y “por todo espacio” lo acogimos porque la gira supone que el arte salga de los teatros y eche a andar por las calles, con la gente, en su barrio, en sus casas; que asistan y participen de él tal como son.

¿Dónde surgió la idea de una gira por los barrios de Cuba y para que hacerlo?

No es la primera vez que Silvio “responde” a un llamado como este. En el 89, con el derrumbe del bloque socialista europeo, ante la señal que eso significaba sobre los tiempos difíciles que sobrevendrían para toda Cuba, él se lanzó a lo que llamó la Gira por la Patria. Empezó en la cima de la montaña más alta de Cuba (el Pico Turquino) y terminó en la Plaza de la Revolución.

El proyecto de este tipo que antecedió a la Gira por los barrios fue Expedición, también una serie de conciertos, pero en las prisiones. Fue justamente un oficial que trabajaba en uno de estos centros, quien, ya trabajando en otras funciones en la vecindad de Silvio, tocó a su puerta y lo invitó a que hiciera un concierto en una comunidad pobre cercana. Silvio cuenta que percibió que ese era un buen camino que seguir. Y lo está siguiendo.

El móvil es modesto –que no poca cosa–: ofrecer música a modo de regalo, de acompañamiento en lugares donde la vida diaria es difícil por un sinnúmero de contingencias que desgastas, que obstaculizan el desarrollo de la vida y el espíritu, a veces por condiciones objetivas, pero también por mucha desidia, mucha indolencia, mucha impunidad y mucho olvido.

Silvio ha dicho que busca entregar y recibir, “amar y ser amado”. Nosotros, como testigos, podemos decir que estas visitas le devuelven algo valioso a la gente; además, sonreír y cantar en compañía, aunque sea una noche, no es poca cosa.

¿Por qué consideras importante esta gira que emprendió Silvio y para qué?

La importancia de este proyecto sería difícil de encerrar en unas pocas líneas, y con tan poco tiempo. En sentido general, se trata del regreso a lo mejor de la tradición cultural revolucionaria que defendía la entrega de lo mejor del arte al pueblo, el pueblo como centro y protagonista del movimiento artístico y cultural. Estos barrios ha sido dejados detrás, han sido relegados, por toda una mezcla de factores. Silvio demuestra con esta gira que hay que volver a la raíz, hay que ir a donde está esta gente, hay que darles y recibirles, hay que decirles, pero ya se les ha dicho mucho: hay que escucharlos. Hay que recordar todos los días que existe esa gente, que está ahí y que importa.

¿Por qué fue importante además de plasmarlo en un libro, hacerlo con un documental y con las fotografías?

La primera idea fue la del documental. Fue el libro el que se incorporó por el camino. El proceso de compilación de testimonios, la construcción de las visiones, fue parte de un mismo curso de acontecimientos. En sentido general, ahora que está el libro y viene pronto el documental, podemos decir que hemos querido explotar esta experiencia en la mayor diversidad de lenguajes posible. El libro congela una historia y la sitúa de manera que se pueda contemplar, mirar y remirar, leer y releer. En ese sentido propone un discurso más reposado. El documental está hecho en resonancia con el ritmo de la vida del barrio, la imagen en movimiento recrea su dinámica, su tempo. Es más intenso. Los personajes hablan con su voz, sin mediaciones; si bien la edición también recrea esos testimonios y arma con ellos un discurso que es el del realizador.

¿Cómo y qué es “enfocar la cámara Isla adentro”?

Es registrar en imagen toda la isla inmensa, terrible y hermosa, que no está en nuestros medios, que a ciertos efectos no existe, es desconocida. Hacerlo no es difícil: contradictoriamente, esa isla invisible para los medios es la más visible fuera de ellos, nos damos en la nariz con ella todos los días. Basta andar.

¿Qué significó para ustedes esos 40 conciertos?

Un viaje, una redimensión del país en que vivimos, de su gente. Un baño de humildad, una cura para juicios arbitrarios o cómodos.

¿Por qué es importante leer el libro y mirar el documental? Y ¿se podrá conseguir fuera de Cuba?

El valor que encontramos en ambos materiales es su dimensión testimonial. Dibujan el mapa de una Cuba desconocida para muchos, con la dicha de que el dibujo se haya hecho con la participación de cubanos del pueblo y acompañando los pasos del artista que es Silvio Rodríguez.

El documental eventualmente se subirá en Internet. Del libro se hizo una tirada de solo 3200 ejemplares, que ya está casi agotada. Restaría conocer si alguna editorial está interesada en un relanzamiento fuera de Cuba.

¿Podrías describirnos estos barrios en una frase?

Ruinas, improvisación, expectativa.

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En una de las crónicas que escribe la periodista para el diario cubano, cuenta una de las cosas “casuales” que suceden en estos espacios.

Lo contaba así anoche en Facebook la profesora Herminia Rodríguez: La era…, gritó el tipo a todo pulmón. Silvio, sin inmutarse, cantó lo que tenía programado en su concierto, el número 54 de esta gira que él mismo reconoce interminable. La era…, repitió el hombre, mientras otros pedían Unicornio, Ojalá, El necio. La era… ya era como la tercera o cuarta ocasión que aquella voz sobresalía entre el público reclamando atención. Silvio lo buscó con la mirada: “Quiero verte la cara; ven, sube a cantar conmigo”.

¿Un borracho? ¿Alguien que buscaba un minuto de fama? Al escenario subió un mulato entrado en años que, en lugar de cantar, hilvanó unas pocas palabras: “Cuando este hombre fue a dar un concierto en el Combinado –dijo señalando al artista– yo estaba allí. Al día siguiente, salí en libertad”. Dicho lo suyo, bajó del escenario y se puso a seguir el ritmo de la música con palmadas.

Por unos segundos, el público enmudeció. En medio de la neblina súbita que emborronaba las imágenes, se vio a algunos músicos tragar en seco mientras se aferraban a sus instrumentos; el enorme contrabajo del fondo se tambaleó por un instante; algo –quizás un ángel– rozó la cara de Silvio y, a mi lado, Ale lloró. Luego, no recuerdo más que los aplausos en medio de la canción.

“La prisión termina. La prisión se rompe. Es lo que pensé, evocando también un verso del propio trovador, cuando subió al escenario aquel hombre flaco, con un pullover a rayas, un tipo con aspecto sencillo y con voz y dicción de gente buena, y dijo lo que dijo como lo dijo”, concluye la periodista cubana en su crónica.

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