Un paso gigante hacia el derecho al aborto

Soledad Vallejos

Por 129 contra 125, la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto de legalización del aborto. La votación sobrevino tras casi 22 horas de sesión, en un Congreso abrazado por una marea verde de chicas y chicos que resistieron temperaturas bajo cero durante la noche a la espera de la ley, y mientras las redes sociales bullían de reclamos a indecisos y agradecimientos a quienes avalarían la media sanción. A las 9.51, cuando los números aparecieron registrados en la pantalla de la Cámara, el recinto estalló en gritos y aplausos. Quedaba atrás una noche, un día larguísimo.

Las intervenciones en contra del la legalización sostuvieron un amplio espectro que iba desde presuntas inconstitucionalidades (que habían sido ya desmentidas) y presuntas violaciones de tratados internacionales (también desmentidas) hasta comparaciones novedosas, como la que sostuvo un paralelismo entre una mujer embarazada y una perra preñada o entre los humanos y los marsupiales. Una de las diputadas que desde abril más resistió el trámite legislativo del proyecto, Elisa Carrió, no expuso en la Cámara, apenas estuvo los minutos necesarios para votar. En el medio, alcanzó a gesticular durante la última intervención de Silvina Lospenatto (aplaudida por diputadas y diputados de todos los bloques cuando cerró enumerando los nombres de mujeres de la Campaña) y despedirse antes de la votación en particular, con un grito de “lloren, lloren”.

En cambio, alrededor de las 3 de la mañana, después de haber tuiteado la foto de una capilla, se presentó en el Salón de Pasos Perdidos para señalar que, aun cuando sabía que habrá mujeres que morían por el aborto clandestino, votaría en contra. Con diferencia de minutos, mientras la multitud verde seguía frente a un escenario, una pantalla gigante que transmitía la sesión, un grupo de diputadas y diputados que fue clave para llegar a la instancia del tratamiento en la Cámara, subía al escenario, en un momento inédito. Rodeadas de artistas que arengaban la espera hasta convertirla en fiesta, Araceli Ferreyra, Victoria Donda, Romina Del Pla, Daniel Lipovetzky, Karina Banfi, Olga Rista, Mayra Mendoza, Silvina Lospenato, Cecilia Moreau, Lucila De Ponti, Mónica Macha salieron a la calle, participaron de la vigilia motorizadas por la Colectiva de Actrices y la Campaña y pidieron a la multitud que continuara acompañando la sesión.

Congreso adentro, la sesión, además de extensa, estuvo plagada de conteos y reconteos incesantes de votos prometidos a favor y en contra, posibles abstenciones y ausencias, rumores de suspicacias en torno a tácticas de seducción a cargo de diputados antiderechos. Uno de esos trascendidos, sin embargo, cobró cuerpo de manera oficial en el recinto, cuando Victoria Donda, alrededor de las diez de la noche, denunció que, aunque se había convenido que en el sector de legisladores non habría invitados, hacía horas deambulaba por allí un médico del Hospital Austral, por intermediación de Nicolás Massot. El macrista, que, horas antes, había intentado provocar a los diputados Mayra Mendoza, Horacio Pietragalla y Juan Cabandié (ver aparte), respondió que pediría al médico que se retirara.

Durante horas, la trama transversal que llevó adelante el tratamiento del proyecto en comisiones se vio reflejada en el recinto, no sólo en discursos de diputadas y diputados de distintos partidos que subrayaron el valor del trabajo de consenso, sino también en cómo fueron acompañándose durante las horas dentro y fuera del recinto, cuando las negociaciones en despachos y pasillos eran febriles.

Las exposiciones, por mención y por omisión, también dejaron el claro el peso de las presiones de los sectores antiderechos sobre los votos. Entrada la madrugada, uno de los diputados que durante las semanas previas había sentido esa presión —al punto tal que fue objeto de mención en el Te Deum del obispo provincial el 25 de mayo, y además denunció públicamente haber recibido amenazas por parte de los antiderechos, que habían divulgado su número de teléfono— resolvió votar en contra. Aun cuando encontraba que había más argumentos para la despenalización, digo Facundo Garretón, el tucumano que además había postergado su decisión en base a una encuesta realizada online, votaría en contra.  Poco después, el diputado Atilio Benedetti, señalaba con preocupación que había “pueblos del interior donde se han radicalizado las posiciones”.

La tucumana Teresita Villavicencio, otra de las tucumanas presionadas públicamente por el obispo provincial en una misa, explicó que avalaba la legalización porque un episodio puntual de su trabajo anterior, como policía, le había cambiado la perspectiva. “Tuve que ir al hospital para investigar por qué cuatro mujeres habían muerto por aborto provocado. El juez me ordenó que trate de conseguir pruebas”, recordó, y añadió que por eso pidió a un médico del hospital, que había atendido a esas mujeres, que le brindara nombres y pruebas. “No imaginé que iba encontrar un médico comprometido con la realidad de esas mujeres. Le pregunté quiénes eran esas mujeres, que necesitaba esa información. Y él me respondió si yo tenia seguridad de que él me iba a dar esa información. Le dije que sí, que era su obligación, no me contestó nada. Se limitó a mostrarme las prendas humildes que habían quedado de esas mujeres. Pude sentir el olor a la miseria, al abandono, pude sentir el olor al Estado ausente. Después me preguntó si yo conocía la realidad de esas mujeres, las circunstancias que las llevan a tomar esa decisión así, por qué estaban en el hospital. Si sabía que se habían hecho abortos con agujas, con sondas. Le dije que no, porque en la escuela de policía me habían formado para perseguir un delito. A partir de ahí seguimos conversando sobre la falta de educación sexual, que hoy está en boga en el recinto, varias provincias no tienen educación sexual. No podía hablar. Pero sí tenía una certeza de en qué lugar estaría de ahí en más. La vida y los ciudadanos me honraron con esta banca, que no es mía, es de esas cuatro mujeres a las que nunca conocí. Es de ese médico que cambió mi mirada para siempre”, narró.

“Este proyecto habla de los derechos de las mujeres, de ampliarlos. Nunca nadie puede arrepentirse de ampliar derechos”, dijo a su turno Karina Banfi, que refirió tangencialmente las razones de algunos indecisos: “nadie puede ver amenazada su carrera política por ampliar derechos”. Recordó, luego, que el proyecto instaura una opción, no una obligación. “No queremos más mujeres amenazadas de muerte, queremos mujeres que puedan elegir libremente. Escuché argumentos de los varones que van a votar en contra porque no están incluidos en la decisión de la práctica de un aborto. El Estado no se puede meter en la vida de sus parejas, es parte de sus vidas privadas. Pueden enojarse, pelearse, separarse, odiar a esa mujer toda la vida. Lo que no pueden hacer es pedirle al Estado que la meta presa porque no quiere esa mujer tener un hijo de ustedes”, añadió. Enumeró. Dijo que si el debate se sostenía era por las activistas de la Campaña, las estudiantes, las profesionales, las autoras, las escritoras, las actrices movilizadas. “Está llena la calle, vayan”, animó a los indecisos y los opositores.

Horas antes, la diputada antiderechos Estela Regidor había sorprendido con una argumentación que equiparaba a mujeres con mascotas. “Seguro que muchos de ustedes tienen mascotas ¿Qué pasa cuando una perrita queda embarazada? No la llevamos al veterinario a que aborte”, razonó, antes de continuar: “enseguida salimos a buscar a quién regalarle los perritos”. En cambio, preguntó, “¿qué nos pasa a los seres humanos que tenemos esta maldita razón que nos tapa el corazón? Si fuéramos un poquito más animales, no mataríamos a nuestras crías, las criaríamos como fuera”.

Por eso, a su turno, Hugo Yasky señaló que “si el ejemplo de los perritos que se regalan lo hubiese planteado un diputado, un hombre, en este Congreso, ahora habría un escándalo”, porque se trata de “un pensamiento rústicamente patriarcal, en el que la mujer es el vientre”. Yasky, además, reservó un tiempo para rastrear, inclusive, la razón machista en el origen de los bajos salarios que históricamente cobran los docentes (porque se contrataba a mujeres, dijo, se les pagaba menos). En la madrugada, cuando el frío no barría los pañuelos verdes de las calles, advirtió a sus colegas de recinto que todavía “a estas horas, con esta temperatura» la movilización rodeaba el Congreso. Hay un «nuevo sujeto social colectivo en la calle, esperando”, dijo.

 

Publicado originalmente en Página 12

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