Nabih Saleh, Palestina. Las revoluciones en Túnez y Egipto nos ofrecen grandes lecciones para la lucha palestina desde distintos puntos de vista. Una de las más importantes es la increíble efectividad de la resistencia que llevaron adelante sus respectivos pueblos. Esencialmente ambas revoluciones se basan tanto en la renuncia a la violencia como en el uso de nuevos métodos de resistencia; es decir, las podemos definir como revoluciones pacíficas.
En el mundo árabe, el término Revolución se asocia casi exclusivamente al uso de las armas, contrariamente a lo que hemos observado durante los últimos años, en los que la mayoría de la gente retiró los fusiles de la escena. El éxito de estas revoluciones tiene que ver precisamente con esa renuncia y en esa certeza de la no-violencia como medio efectivo de lucha. A través de medios pacíficos, los pueblos de ambos países tuvieron éxito a la hora de neutralizar los sistemas de seguridad y a sus ejércitos nacionales. Lo importante en todo esto es la rapidez y lo relativamente bajo del costo -en términos de vidas humanas y violencia- de esta victoria; un ejemplo que llama la atención en la región por la posibilidad de que esta vía pueda ser practicada en otros países.
Considero la posibilidad de aplicar las valiosas lecciones de Túnez y Egipto en el contexto de la resistencia palestina contra la ocupación israelí. Es decir, la puesta en práctica de métodos de resistencia pacífica y no violenta en Palestina, haciendo a un lado definitivamente el uso de las armas y poniendo en el centro una nueva visión y práctica política. Hasta ahora nuestra rica, profunda -y no pocas veces amarga- experiencia han determinado la forma y la naturaleza de nuestra lucha; sin embargo, no existe forma de resistencia que sea inmune a la crítica, la revisión o incluso el abandono por parte de quienes la ejercen. Y es que el tipo de resistencia adoptada hasta ahora podría causar un daño irreversible al proyecto de reconstrucción nacional que deseamos. En estos momentos, es necesario reflexionar sobre el sentido de la resistencia para que ésta no se convierta en un fin por sí misma, sino que sea precisamente un medio para conquistar nuestros objetivos.
El presente y futuro, a la luz de la lucha de resistencia en las últimas dos décadas -desde la primera Intifada en 1987-, las condiciones internas de la región y el contexto regional y nacional, junto con las ricas y profundas lecciones de las revoluciones en Túnez y Egipto, indican que es tiempo de adoptar una resistencia popular no violenta y abandonar el camino de las armas.
El criterio básico detrás de la elección de los métodos no violentos gira en torno a tres elementos clave: su eficiencia, la posibilidad de su aplicación y las circunstancias locales que los favorecen en cada caso. Estos elementos son tan útiles en Palestina como lo fueron en varias ciudades de Túnez y Egipto, donde las masas derrocaron dos férreas dictaduras y a sus respectivos sistemas políticos. La resistencia en estas condiciones es, como se ha visto, capaz de movilizar a millones de personas y de ganar el consenso de una opinión pública mundial favorable a las demandas de libertad y justicia de ambos pueblos.
A la luz de la experiencia de la resistencia armada en Palestina y su obvia inefectividad para asegurar los derechos básicos al pueblo palestino en las últimas dos décadas, es necesario considerar la posibilidad de adoptar formas de lucha que, como se ha visto, son más efectivas, impactantes e influyentes en la conciencia nacional e internacional. Curiosamente, esta idea no es para nada nueva entre los palestinos, y a pesar de que está presente en el discurso político desde hace tiempo, nunca fue verdaderamente puesta en práctica, y la resistencia popular no ha logrado que su voz se escuche en medio del ruido de las armas.
Es importante subrayar que en contexto de Nabi Saleh, la resistencia no violenta alude a una práctica concreta que incluye manifestaciones y protestas contra la colonización israelí o contra el muro en Cisjordania, y la búsqueda del apoyo a nivel internacional al boicot contra Israel (principalmente comercial y académico). La idea de estas acciones es evidenciar las políticas racistas de Israel y su conversión en un Estado de apartheid. Tenemos la esperanza de hacer conciencia entre la opinión pública internacional para eliminar la ceguera ante los crímenes que comete Israel con su ocupación del territorio palestino. En ese sentido, es fundamental hacer presión sobre Israel para que obedezca las leyes internacionales como sucedió en Sudáfrica o en India -después de la lucha pacífica encabezada por Gandhi contra la ocupación inglesa.
Hay muchas justificaciones para impulsar la idea de la resistencia popular en estos términos. Antes que nada, es notable el crecimiento del consenso y la convicción entre los palestinos de todas las facciones en lo que respecta al cambio de rumbo, inclusive a pesar de las diferencias que nos dividieron en el pasado. La mayoría de las facciones están de acuerdo en la resistencia pacífica; también algunas voces a lo interno de Hamas están convencidas de que es mejor abandonar la lucha armada en la franja de Gaza para adoptar esta vía.
Es evidente que una de las mayores ventajas de una resistencia popular no violenta es que, por sí misma, es una garantía para la participación de todos los palestinos en la lucha. Para entenderlo basta recordar el caos y los aspectos negativos que trajo consigo la segunda Intifada del año 2000: la gente efectivamente resistía, pero sólo las organizaciones armadas tenían el control de los campos de batalla y de la estrategia política de la lucha palestina.
La pregunta en este caso es si una resistencia no violenta puede o no devolverle al conjunto de los palestinos el protagonismo y el espíritu de lucha en el terreno de la acción pública. Lo que está sucediendo en Nabi Saleh, Bilin y Nilin y otras partes es una prueba de que es posible. El creciente apoyo a la resistencia no violenta incluye a todas las organizaciones, tanto oficiales como no gubernamentales, además de parlamentarios y políticos. La naturaleza no violenta de la resistencia ayuda a atraer la simpatía y la participación de más y más gente, porque la legitimidad de esta vía es prácticamente imposible de minar por los engañosos discursos de los medios masivos de comunicación, que relativizan el genocidio calificándolo de una guerra en igualdad de condiciones. La moral, la ética y la razón de esta resistencia popular sólo avergüenzan al enemigo y a sus aliados. La resistencia no violenta goza de un estatus moral elevadísimo comparado con el absurdo despliegue militar que sostiene la ocupación israelí y la arrogancia sionista. Tal vez la violencia que ha demostrado Israel contra nuestras manifestaciones pacíficas en los últimos años es una prueba de la efectividad e influencia de nuestra lucha.
Por último quiero subrayar que la nuestra es una lucha de persistencia. Nuestro pueblo lo recuerda con una anécdota que viene de los primeros años de la ocupación. En aquel entonces, un periodista israelí vino a Nabi Saleh y se dirigió a un hombre que estaba sentado bajo la sombra de un árbol. El periodista le preguntó sarcásticamente ¿Cuánto tiempo llevas aquí, anciano?, y el viejo contestó: ¿Te acuerdas cuando Adán bajó del cielo buscando a Eva? Yo ya estaba sentado aquí cuando vino él y me preguntó si había visto a Eva.
Mohammad Ataallab Tamimi es un periodista independiente de Palestina, fundador del sitio Nabib Saleh Solidarity.
Publicado el 03 de junio de 2013