El nombre de Córdoba resuena en la ciudad palestina de Hebrón. Es el nombre del único colegio público que se encuentra en Tel Rumeida, un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera, de no ser por el destino que la ocupación israelí le ha reservado a los habitantes de este barrio. Los niños que acuden a este colegio tienen que enfrentarse cada día a la cara más dura de la ocupación, tratar con soldados extranjeros fuertemente armados y jugarse la vida para asistir a las clases. Dicen los libros de historia que en Hebrón (Al-Jalil) se cerraron las primeras transacciones comerciales y que sus fábricas y telares eran famosas en todo el mundo. Un ciudad dividida en un país no reconocido, donde si las paredes hablaran contarían historias de dolor y heroicidad casi diarias. Hebrón, una localidad al sur de Cisjordania con 4.000 años de historia, es un microcosmos de lo peor de la ocupación israelí.
Un año después de la Guerra de los Seis Días, en 1968, se instaló el primer asentamiento israelí en Hebrón. Desde entonces, sus calles son testigo de la impotencia, lucha por la tierra, violencia y contradicciones de la ocupación. En la actualidad, 800 colonos israelíes, la mayoría provenientes de Estados Unidos y todos muy violentos, son escoltados por más de 2.000 soldados. Según los Acuerdos de Oslo, la ciudad está teóricamente dividida en dos partes: la H1, que está bajo control de la Autoridad Palestina, y la H2, bajo control militar israelí. Pero nada más lejos de la realidad. Israel controla los accesos y dicta caprichosamente la vida diaria de todos sus habitantes.
Nisreen Hashem Azzeh es una artista y activista palestina que resiste con sus hijos en Tel Rumeida, una colonia ilegal, según el derecho internacional, en el centro histórico de la ciudad. Malvive en una ladera rodeada por colonos israelíes, amenazada de forma constante y con el miedo de posibles agresiones, como ya ha sufrido repetidas veces. “Estudié Artes en la Universidad de Jordania, hago pinturas para ganarnos la vida y aprovecho para evadirme de todo”, relata Nisreen en el salón de su casa. Su historia es la de una heroína, una historia que bien pudiera repetir cualquiera de los habitantes de esta ladera de Hebrón.
Nos recibe con una sonrisa honesta y, por ello, con mirada triste. Desde que murió su marido, el doctor Hashem Azzeh, el 21 de octubre de 2015, tras inhalar gases lacrimógenos lanzados por el Ejército de ocupación israelí, ella ha ocupado su lugar.
El doctor Azzeh se dedicaba en su tiempo libre a mostrar a periodistas y activistas la crudeza de la ocupación. Ahora su hogar ya no tiene la privacidad deseada. Los periodistas y activistas la visitan casi a diario para conocer su historia. “Es nuestra obligación mostrar nuestra angustia para que todo el mundo sepa lo que aquí está pasando y lo detenga”, subraya.
Desde el sitio a la ciudad, puerta a puerta, los colonos asaltan su casa, envenenan sus parras y sus olivos y golpean las ventanas con el único objetivo de echarlos de sus casas. “Una noche sentimos mucho miedo porque intentaron romper las ventanas, desde entonces hemos puesto unas rejas para evitarlo”, confiesa Nisreen mientras muestra una precaria reja colocada en su ventana.
Nisreen vive junto a sus cuatro hijos, y trabaja en la ciudad de Hebrón, por lo que cada día tiene que cruzar el checkpoint que bloquea la calle Shuhada, que da acceso a la colonia, y enfrentarse a la caprichosa voluntad de los soldados. Cuando llega a casa, hace repaso de todas las tareas del hogar, pero ya no sube a la terraza a tender la ropa: una torre militar se encuentra a escasos diez metros de su tejado con soldados apuntándole. La vida aquí es angustiosa, casi un castigo.
La calle comercial, Al-Shuhada, está siempre desierta, excepto cuando los niños y niñas palestinos salen del colegio Córdoba, el único colegio palestino dentro del asentamiento colono. “Intentamos mantenerlos alejados del ambiente de violencia y opresión que conlleva la ocupación”, explica Nora, directora del colegio. Todo alumno o alumna que viva fuera de la colonia tiene que pasar diariamente por el conocido Checkpoint 56. Nisreen solo puede acompañar a sus hijos hasta la puerta del puesto de control por miedo a alguna agresión. “Tratamos psicológicamente a los niños con juegos psicosociales e intentamos celebrar actividades más entretenidas para que olviden la situación por un tiempo”, dice Nora.
La Asociación Al-Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Árabe lleva desde 1999 realizando labores de denuncia y apoyo internacional en toda Palestina. Desde Málaga, ofrecen apoyo al Centro de Información Alternativa, que se dedica al monitoreo y denuncia de la situación en Hebrón. Desde la asociación dan cuenta de cómo la impunidad de los israelíes ante la ley es latente en los asentamientos ilegales. Tel Rumeida, en la parte oeste de Hebrón, fue ocupado en 1984, violando la Resolución 446 de la ONU, aprobada en 1979. Es uno de los asentamientos ilegales existentes en Cisjordania, en los que, según el censo israelí de 2012, vive más de medio millón de colonos judíos.
Mientras, los palestinos y palestinas ven cómo su futuro y sus tierras son robados sin que la comunidad internacional haga nada para impedirlo. Issa Amro, conocido activista palestino, nos habla de un sistema de apartheid y recuerda las resoluciones de Naciones Unidas incumplidas, así como las constantes violaciones del derecho internacional y de los derechos humanos por parte de Israel. “Tenemos a la ley de nuestro lado, tenemos la razón de nuestro lado, el derecho a permanecer en nuestra tierra. Estamos en el lado correcto de la historia”, subraya.
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