En un discurso emitido el sábado 19 de septiembre en la universidad New School de Nueva York, Noam Chomsky explicó por qué cree que EE.UU. representa la mayor amenaza contra la paz mundial. “[Estados Unidos] es un país deshonesto, indiferente a las leyes y convenciones internacionales, con derecho a recurrir a la violencia a su voluntad. Piensen, por ejemplo, en la doctrina Clinton, a saber, que Estados Unidos es libre de recurrir al uso unilateral de poderío militar, aun para fines tales como asegurar el acceso sin restricciones a mercados clave, suministro energético y recursos estratégicos, por no hablar de seguridad o cuestiones supuestamente humanitarias. Y la adhesión a esta doctrina está muy bien confirmada y practicada, y necesita ser discutida seriamente por la gente que desea analizar los hechos de la historia actual”. Chomsky también explicó por qué cree que EE.UU. y sus aliados más acercamos, a saber Arabia Saudita e Israel, están socavando las posibilidades de paz en Medio Oriente. “Cuando decimos que la comunidad internacional se opone a las políticas de Irán o la comunidad internacional hace alguna otra cosa, eso significa Estados Unidos y algún otro país que esté de acuerdo con su política internacional”.
TRANSCRIPCIÓN
AMY GOODMAN: Compartimos una hora con el profesor del MIT, escritor, activista, disidente político, Noam Chomsky. Durante el fin de semana, habló para una audiencia que abarrotaba el The New School, aquí en la ciudad de Nueva York.
NOAM CHOMSKY: El antiguo Partido Republicano se ha convertido en una «insurgencia radical» que ha abandonado la política parlamentaria. Cito a dos analistas políticos muy respetados, muy conservadores: Thomas Mann y Norman Ornstein del instituto de derecha American Enterprise Institute. Y, de hecho, pueden lograr el aumento de las sanciones, e incluso sanciones secundarias a otros países, y llevar a cabo otras acciones que podrían llevar a Irán a abandonar el acuerdo con Estados Unidos.
Sin embargo, eso no implica necesariamente la nulidad del acuerdo. Al contrario de cómo se lo presenta a veces aquí, no se trata de un acuerdo entre Estados Unidos e Irán. Es un acuerdo entre Irán y lo que se denomina el «P5+1», los cinco miembros con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, más Alemania. Y los demás participantes podrían estar de acuerdo en proceder, al igual que Irán. Luego podrían unirse a China e India, que ya han encontrado formas de evadir las restricciones de Estados Unidos sobre las interacciones con Irán. Y de hecho, si lo hacen, se unirán a la gran mayoría de la población mundial, al Movimiento de Países No Alineados, que siempre ha venido apoyando vigorosamente el derecho de Irán a desarrollar sus programas nucleares como miembro del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP).
Pero recordemos que no son parte de la comunidad internacional. Así que cuando decimos que la comunidad internacional se opone a las políticas de Irán o que la comunidad internacional hace alguna otra cosa, eso significa Estados Unidos y cualquier otro miembro que se adscriba en ese momento, para que las descartemos.
Si los demás siguen respetando el acuerdo, algo que podría suceder, Estados Unidos quedará aislado del mundo, situación que no nos es desconocida. Ese también es el trasfondo del otro elemento de lo que se conoce como el legado de Obama, su otro logro principal en materia de política exterior, el inicio de la normalización de las relaciones con Cuba. Con relación al tema de Cuba, Estados Unidos ha estado casi totalmente aislado durante décadas. Si nos fijamos, por ejemplo, en las votaciones anuales en la Asamblea General de la ONU sobre el embargo de Estados Unidos, rara vez se las menciona en los medios, pero EE.UU. esencialmente vota en solitario. En la última, se le unió Israel. Pero, por supuesto, Israel viola el embargo; solo tiene que unirse porque tiene que acompañar al amo. En ocasiones, se unen las Islas Marshall o Palau u otros.
Y en el hemisferio, Estados Unidos ha estado totalmente aislado durante años. Las principales conferencias hemisféricas han fracasado porque Estados Unidos simplemente no quiere acompañar al resto del hemisferio en los principales temas que se discuten. En la última en Colombia, los dos temas principales eran la admisión de Cuba al hemisferio —Estados Unidos y Canadá se negaron, todos los demás estuvieron de acuerdo— y la guerra de Estados Unidos contra las drogas, que está devastando América Latina, y quieren salir de ella, pero EE.UU. y Canadá no están de acuerdo. Ahora, ese es en realidad el trasfondo de la aceptación de Obama de los pasos hacia la normalización de las relaciones con Cuba.
Otra conferencia hemisférica se iba a llevar a cabo en Panamá, y si Estados Unidos no hubiera hecho ese movimiento, probablemente habría sido expulsado del hemisferio, así que, por lo tanto, Obama hizo lo que aquí se llama un gesto noble, un movimiento valiente para terminar con el aislamiento de Cuba, aunque en realidad el factor de motivación era el aislamiento de Estados Unidos. Así que, si Estados Unidos termina completamente aislado en el tema de Irán, eso no será nada particularmente nuevo y, de hecho, hay unos cuantos casos más. Pues bien, en el caso de Irán, los motivos de preocupación de EE. UU. están articulados clara y repetidamente: Irán representa la amenaza más grave para la paz mundial.
Con frecuencia se escucha esa idea, desde los puestos más altos —funcionarios del gobierno, comentaristas, y otros— en Estados Unidos. También sucede que hay un mundo ahí fuera, y tiene sus propias opiniones. Es bastante fácil averiguar estas opiniones a través de fuentes convencionales, como la principal encuestadora estadounidense. Las encuestas Gallup indagan sobre la opinión internacional. Y una de las preguntas que ha planteado es: ¿Qué país cree que representa la amenaza más grave para la paz mundial? La respuesta es inequívoca: Estados Unidos es la respuesta más frecuente por un amplio margen. Muy atrás, en segundo lugar está Pakistán —inflado, seguro, por el voto de la India— y luego un par de países más. Se menciona a Irán, pero junto con Israel y algunos otros, mucho más abajo.
Esa es una de las cosas que no sería conveniente decir y, de hecho, los resultados que arroja la encuestadora líder de Estados Unidos no llegaron a ser difundidos a través de los portales de lo que llamamos la prensa libre. Pero no desaparece por esa razón. O sea, teniendo en cuenta la doctrina imperante acerca de la gravedad de la amenaza iraní, podemos entender la postura casi unánime de que Estados Unidos tiene derecho a reaccionar con el uso de la fuerza militar —unilateralmente, por supuesto— si sostiene que detecta una desviación de los términos del acuerdo por parte de Irán.
Así que, repito, recogiendo de la prensa nacional un ejemplo casi al azar, consideremos la editorial principal del domingo pasado en el diario The Washington Post. Se le pide al Congreso —cito— que «deje en claro que Obama o su sucesor tendrá apoyo para ordenar una inmediata acción militar estadounidense si se detecta que Irán intenta construir una bomba». Es decir, si Estados Unidos lo detecta. Así que los editores, repito, dejan en claro que Estados Unidos es un caso excepcional. Es un Estado delincuente, indiferente a la ley y los convenios internacionales, que cuenta con el derecho a recurrir a la violencia cuando le parezca.
Pero no se puede criticar a los editores por tomar esa postura, porque es casi universal entre la clase política de esta nación excepcional, aunque lo que significa es, repito, que se trata de una de esas cosas que no sería conveniente decir. A veces la doctrina adopta una forma bastante notable, y no solo en el ámbito de la derecha, en absoluto. Así que, tomemos el ejemplo de la doctrina Clinton, a saber: Estados Unidos tiene la libertad de recurrir al uso unilateral de la fuerza militares, incluso para fines tales como asegurar el acceso no restringido a mercados clave, suministros de energía y recursos estratégicos— y ni hablar de fines relativos a la seguridad o por supuestas preocupaciones humanitarias.
Y la adhesión a esta doctrina está muy bien confirmada y ejercida, ya que no hay necesidad de discutirla entre la gente dispuesta a observar los hechos de la historia actual. Bueno, pues los editores de The Washington Post también dejan claro por qué Estados Unidos debe estar preparado para tomar medidas tan extremas en su papel de superioridad internacional. Si Estados Unidos no está preparado para recurrir a las fuerzas militares, explican ellos, entonces Irán podría —cito— «incrementar sus intentos de establecer su hegemonía sobre Oriente Medio por la fuerza». Eso es lo que el presidente Obama llama la agresión de Irán, la cual hay que contener.
Para aquellos que no son conscientes de cómo Irán ha estado intentando establecer su hegemonía sobre Oriente Medio por la fuerza —o si incluso soñase con hacerlo— los editores aportan ejemplos, dos ejemplos: su apoyo al régimen de Assad y a Hezbollah. Yo no voy a insultar su inteligencia hablando sobre este argumento para demostrar que Irán haya estado tratando de establecer su hegemonía sobre la región por la fuerza. Sin embargo, en cuanto a la agresión iraní, hay un ejemplo, —creo que uno solo en los últimos siglos— a saber, la conquista de Irán de dos islas árabes en el Golfo bajo el régimen del Sha respaldado por Estados Unidos en 1970.
Pues bien, estos escandalosos esfuerzos iraníes para establecer su hegemonía regional por la fuerza se pueden contrastar con las acciones de los aliados de Estados Unidos— por ejemplo, Turquía, aliada de la OTAN, que apoya activamente a las fuerzas yihadistas en Siria. El apoyo es tan fuerte que parece que Turquía ayudó a sus aliados en el Frente al-Nusra, el grupo afiliado a Al-Qaeda, para matar y capturar las pocas decenas de combatientes que el Pentágono introdujo en Siria hace unas semanas. Es el resultado de varios años y quién sabe cuántos miles de millones de dólares de entrenamiento.
En efecto, entraron y fueron inmediatamente capturados o asesinados, al parecer con la ayuda de la inteligencia turca. Y más importante todavía es el papel central que tiene el principal aliado estadounidense, Arabia Saudí, para los rebeldes yihadistas en Siria e Irak, y, de forma más general, para que Arabia Saudí haya sido —cito— «una fuente primordial de financiación para organizaciones rebeldes y terroristas desde los años 80».
Eso es de un estudio, un estudio reciente, llevado a cabo por el Parlamento Europeo, y que repite lo que ya es ampliamente conocido. Y aún desde una perspectiva más general, el fervor misionero con el que Arabia Saudí promulga su doctrina Wahhabista-Salafista, radical, extremista mediante el establecimiento de las escuelas coránicas, mezquitas, y envíando a clérigos radicales a lo largo y ancho del mundo musulmán, con un enorme impacto.
Uno de los observadores que examina la región de más cerca, Patrick Cockburn, escribe que la «Wahhabización» por parte de Arabia Saudí, «la ‘Wahhabización’ de la corriente principal del Islam sunita es uno de los desarrollos más peligrosos de nuestra era», siempre con un fuerte apoyo de Estados Unidos. Estas son cosas que no sería conveniente decir, además del hecho de que estos acontecimientos perniciosos son una consecuencia directa de la tendencia que ha seguido Estados Unidos ya desde hace tiempo, como sucedió con Gran Bretaña anteriormente, de apoyar las facciones radicales del Islam en oposición al nacionalismo secular.
Estos son compromisos que vienen de antaño. Hay otros, como la embajadora de la ONU Samantha Power, que condenan la desestabilización que causó Irán en la región. La desestabilización es un concepto interesante presente en el discurso político. Entonces, por ejemplo, cuando Irán acude para ayudar al gobierno de Irak y al Kurdistán iraquí en la defensa contra el ataque de ISIS, eso representa una desestabilización, y tenemos que evitarlo, o puede que incluso represente una agresión.
Por el contrario, cuando Estados Unidos invade Irak y mata a cientos de miles de personas, genera millones de refugiados, destruye el país y dispara un conflicto sectario que está desgarrando a Irak y, por ahora, a toda la región, y encima aumenta el terrorismo en todo el mundo por siete, solo en el primer año; eso es la estabilización, que forma parte de nuestra misión que debemos continuar para el beneficio de todo el mundo.
En realidad, el excepcionalismo de las instituciones doctrinales de EE.UU. es bastante asombroso. Volviendo a los editores de The Washington Post, se unieron al mediador de Obama, el mediador de Obama con Clinton, Dennis Ross, Thomas Friedman, otros notables… para pedirle a Washington que le suministre a Israel bombarderos B-52, y tal vez hasta bombarderos B-2 más avanzados, y enormes, lo que se llama artillería masiva de penetración —conocidos también de forma informal como bombas antibúnker.
Pero hay un problema: no cuentan con pistas de aterrizaje para aviones tan grandes como esos. Pero pueden usar, tal vez, las pistas de aterrizaje de Turquía. Y nada de esto es para defensa. Estas no son armas defensivas, recordemos. Todas estas armas son armas ofensivas para que Israel bombardee Irán, si decide hacerlo. Y desde que Israel es cliente de Estados Unidos, hereda del amo la libertad del derecho internacional, así que no es nada sorprendente que le brinde grandes suministros de armas ofensivas para usarlas cuando desee. Bueno, la violación del derecho internacional va más allá de la amenaza; se transforma en la acción, incluidos los actos de guerra, que son orgullosamente proclamados, presuntamente, porque es nuestro derecho como nación excepcional.
Un ejemplo es el sabotaje exitoso de las instalaciones nucleares iraníes por medio de la ciberguerra. El Pentágono tiene sus puntos de vista sobre la ciberguerra. El Pentágono considera la ciberguerra como un acto de guerra, lo que justifica una respuesta militar. Y hace un año, la OTAN confirmó la misma posición, y determinó que la agresión a través de ataques cibernéticos puede desencadenar obligaciones de defensa colectiva por parte de la OTAN, es decir, si un país es blanco de ataques cibernéticos, toda la alianza puede responder por medio de ataques militares. Eso se refiere a los ataques cibernéticos contra nosotros, no de nosotros contra ellos. Y la importancia de estas posturas es, repito, algo que no sería conveniente mencionar. Y se puede comprobar si se cumple de verdad con esa condición.
AMY GOODMAN: Noam Chomsky, que habló el sábado en The New School en Nueva York. Después de la pausa, el profesor Chomsky seguirá comentando sobre la cuestión de Oriente Medio, las relaciones entre Estados Unidos e Israel, la política presidencial y Donald Trump. Seguimos en un minuto.
[Pausa]
AMY GOODMAN: En nuestro especial de Democracy Now!, continuamos nuestra transmisión con Noam Chomsky, disidente político, lingüista y escritor de renombre mundial. También es profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde ha enseñado durante más de medio siglo. Es autor de más de cien libros. Ahora veremos el resto de su discurso, «Sobre el poder y la ideología», que ofreció este fin de semana en The New School en Nueva York.
NOAM CHOMSKY: Tal vez Estados Unidos e Israel justifican su terror ante Irán debido a su poder militar extraordinario. Y es posible evaluar esa preocupación. Por ejemplo, se puede recurrir al análisis acreditado, detallado, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, la principal fuente de dicha información, que en abril pasado realizó y publicó un largo estudio sobre el equilibrio militar regional. Y hallaron —cito— «un argumento decisivo sobre el hecho de que los Estados árabes del Golfo tienen… una ventaja abrumadora [sobre] Irán en cuanto al gasto militar y al acceso a armas modernas». Allí se incluyen los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo: Bahrein, Kuwait, Omán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos. Ellos gastan ocho veces más que Irán en armas. Es un desequilibrio que se remonta a décadas atrás. Y su informe señala además que «los Estados árabes del Golfo han adquirido y están adquiriendo algunas de las armas más avanzadas y eficaces en el mundo, [mientras que] Irán ha [sido esencialmente] obligado a vivir en el pasado, a menudo dependiendo de sistemas originalmente entregados en tiempos del Sha», hace 40 años, que están prácticamente obsoletos.
Y el desequilibrio es, desde luego, aún mayor con Israel, que, junto con el armamento más avanzado de Estados Unidos y su papel como base militar virtual en el extranjero de la superpotencia mundial, tiene un enorme arsenal de armas nucleares. Por supuesto, hay otras amenazas que justifican las serias preocupaciones y que no pueden dejarse de lado.
Un Estado poseedor de armas nucleares podría filtrar armas nucleares a los yihadistas. No es broma. En el caso de Irán, la amenaza es minúscula. No solo los yihadistas suníes son los [enemigos] mortales de Irán, sino que los clérigos gobernantes, sin importar lo que uno piense de ellos, no han mostrado signos de demencia clínica, y saben que si hubiera siquiera un indicio de que causaron la filtración de armas, ellos y todas sus posesiones serían pulverizados instantáneamente.
Sin embargo, eso no significa que podamos ignorar la amenaza, no de parte de Irán, donde no existe, sino de parte del aliado de Estados Unidos, Pakistán, donde la amenaza es, de hecho, muy real. Dos científicos nucleares paquistaníes muy destacados lo discutieron recientemente, Pervez Hoodbhoy y Zia Mian. En la principal revista británica sobre Asuntos Internacionales, escribieron que los temores cada vez mayores de que los «militantes incauten armas o materiales nucleares y desaten el terrorismo nuclear [han llevado a] la creación de una fuerza de más de 20.000 soldados dedicada a proteger las instalaciones nucleares.
No hay ninguna razón para suponer, sin embargo, que esta fuerza sería inmune a los problemas asociados a las unidades que custodiaban las instalaciones militares regulares», que con frecuencia han sufrido ataques con «ayuda interna». En otras palabras, todo el sistema está teñido con elementos yihadistas, en gran medida, debido a lo que describió Patrick Cockburn, la «Wahhabización» del Islam sunita por parte de Arabia Saudí con el firme apoyo de Estados Unidos, desde el gobierno de Reagan. Bueno, en resumen, el problema es muy real, la verdad. No se está abordando con seriedad. Ni siquiera se discute. Más bien, lo que nos preocupa son fantasías, inventadas por otras razones, sobre el enemigo oficial actual.
Quienes se oponen al acuerdo nuclear con Irán sostienen que Irán tiene la intención de desarrollar armas nucleares. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos no puede encontrar pruebas al respecto, pero no hay duda de que en el pasado, de hecho, Irán lo ha intentado. Y lo sabemos porque fue claramente expuesto por las autoridades más altas de Irán. La máxima autoridad del Estado iraní informó a periodistas extranjeros que Irán desarrollaría armas nucleares «sin duda, y antes de lo que se piensa».
El padre del programa de energía nuclear de Irán, el exjefe de la Organización de Energía Atómica de Irán, expresó su confianza en que el plan de la dirección es «construir una bomba nuclear». Y un informe de la CIA tampoco tuvo, en sus propias palabras, «ninguna duda» de que Irán podría desarrollar armas nucleares si los países vecinos también las desarrollan, como por supuesto han hecho. Todo esto sucedió bajo el mandato del Sha, la «máxima autoridad» que acabamos de citar. Es decir, durante el período en que funcionarios de alto rango de EE.UU. —Cheney, Rumsfeld y Kissinger— instaban al Sha a continuar con los programas nucleares, y también estaban presionando a las universidades para que se ajustaran a estos esfuerzos. Mi propia universidad fue un ejemplo, el MIT.
Bajo la presión del gobierno, hizo un trato con el Sha para admitir estudiantes iraníes en el departamento de ingeniería nuclear a cambio de subvenciones del Sha. Esto se hizo a pesar de las firmes objeciones del cuerpo estudiantil, pero con un fuerte apoyo por parte del profesorado. Esa es una distinción que plantea una serie de preguntas interesantes acerca de las instituciones académicas y del modo en que funcionan. Los profesores o los estudiantes de un par de años atrás tendrían una posición institucional diferente.
Quienes se oponen al acuerdo— de hecho, algunos de estos estudiantes del MIT ahora están ejecutando los programas nucleares iraníes. Quienes se oponen al acuerdo nuclear sostienen que no avanzó lo suficiente. Hemos oído mucho de eso. Y curiosamente, algunos de los partidarios del acuerdo opinan lo mismo, y exigen que llegue más allá de lo que se ha logrado y que todo Oriente Medio debería deshacerse de las armas nucleares y, de hecho, de todas las armas de destrucción masiva en general. De hecho, estoy citando al ministro iraní de Asuntos Exteriores, Javad Zarif. Reitera el llamado del Movimiento de Países No Alineados —la mayor parte del mundo— y los Estados árabes, durante muchos años, para que se establezca una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio. Esa sí sería una manera muy directa de hacer frente a cualquier amenaza que se alega que Irán representa. Pero hay mucho más que eso en juego.
Esto lo discutieron recientemente en la principal revista de control mundial de armas de Estados Unidos, «Arms Control Today» (El control de las armas hoy), dos figuras destacadas en el movimiento antinuclear internacional, dos científicos que son veteranos del movimiento Pugwash y de agencias de la ONU. Ellos observan que «la exitosa adopción en 1995 de la resolución sobre el establecimiento de una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio era el elemento principal de un paquete que permitió la… extensión del [Tratado de No Proliferación]». Ese es el tratado más importante de control de armas que hay, y su continuación está condicionada por la aceptación de movimientos hacia el establecimiento de una zona libre de armas de destrucción masiva, una zona libre de armas nucleares, en Oriente Medio. En repetidas ocasiones, la implementación de este plan ha sido bloqueada por Estados Unidos en las reuniones anuales que se realizan cada cinco años para revisar el Tratado de No Proliferación, la ocasión más reciente fue en 2010 y fue rechazada por Obama, y de nuevo en 2015, hace un par de meses.
Los mismos dos especialistas antinucleares comentan que en 2015 este esfuerzo fue bloqueado de nuevo por Estados Unidos «en nombre de un Estado que no es parte del [Tratado de No Proliferación] y que muchos piensan que es el único en la región que posee armas nucleares». Esa es una referencia amable y discreta a Israel. El hecho de que Washington sabotee la posibilidad, en defensa de las armas nucleares israelíes, sin dudas puede socavar el Tratado de No Proliferación, así como mantener la peligrosa inestabilidad en Oriente Medio— por supuesto, siempre en nombre de la estabilidad.
Por cierto, este no es el único caso en el que las oportunidades para poner fin a la supuesta amenaza iraní se han visto socavadas por Washington— hay algunos casos muy interesantes; pero no hay tiempo y no voy a abordarlos. Pero toda esta situación plantea interrogantes muy interesantes, que debemos preguntarnos, sobre lo que realmente está en juego. Así que, volviendo a eso, ¿cuál es en realidad la amenaza que plantea Irán? Claramente, no se trata de una amenaza militar. Es obvio. Podemos dejar a un lado los pronunciamientos febriles sobre las agresiones iraníes, el respaldo al terrorismo, la búsqueda de hegemonía sobre la región a la fuerza, o la noción aún más descabellada de que, incluso si Irán tuviera una bomba, podría usarla y, por lo tanto, sufrir su propia destrucción en el acto.
La verdadera amenaza ha sido claramente explicada por los servicios de inteligencia de EE.UU. en sus informes al Congreso sobre la situación de la seguridad mundial. Que, por supuesto, se ocupan de Irán. Y señalan que— —cito a la inteligencia estadounidense— «el programa nuclear de Irán y su voluntad de mantener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares es una parte central de su estrategia de disuasión». ¿Verdad? Es parte de la estrategia de disuasión de Irán— no hay políticas ofensivas, pero están intentando construir un elemento de disuasión. Y el hecho de que Irán tiene un interés serio en una estrategia de disuasión no se pone en duda entre los analistas serios. Lo reconoce, por ejemplo, la inteligencia estadounidense. Así, el influyente analista, veterano de la CIA, Bruce Riedel, que de ninguna manera es pacifista, escribe que «si yo fuera un coordinador de la seguridad nacional de Irán, querría desarrollar armas nucleares» como elemento de disuasión. Y las razones son bastante obvias.
Él también hace otro comentario crucial. Señala que el margen estratégico de maniobra de Israel en la región sería limitado por un elemento de disuasión nuclear iraní. Y, por supuesto, también es cierto respecto a Estados Unidos. El «margen de maniobra» significa recurrir a la agresión y la violencia. Y estaría limitado por un elemento de disuasión de Irán. Para los dos Estados corruptos que arrasan libremente con la región —Estados Unidos e Israel— cualquier elemento de disuasión es, por supuesto, inaceptable. Y para aquellos que están acostumbrados y dan por sentado su derecho a gobernar por la fuerza, esa preocupación fácilmente se intensifica hasta llegar a ser lo que se llama una amenaza existencial.
La amenaza de la disuasión es muy grave, si vas a recurrir a la fuerza de manera unilateral a tu propia voluntad para lograr tus objetivos, como EE.UU. y, en segundo lugar, Israel hacen habitualmente. Y más recientemente, el segundo aliado de Estados Unidos, Arabia Saudí, ha estado intentando entrar en el club, de modo bastante incompetente, invadiendo Bahrein con el fin de evitar suaves medidas reformistas, y más recientemente con su bombardeo exhaustivo de Yemen, que está provocando una enorme crisis humanitaria.
Así que para ellos, un elemento de disuasión representa un problema, tal vez incluso una amenaza existencial. Ese creo que es el meollo de la cuestión, aunque no fuera conveniente decirlo o pensarlo. Y a excepción de los que esperan evitar un posible desastre y avanzar hacia un mundo más pacífico y justo, el resto deben atenerse a estas ordenes.
Estas son cosas que no sería conveniente decir, no sería conveniente pensarlas— la gente no lee sobre ellas, no oye sobre ellas— pero son, en mi opinión, el meollo de la cuestión. Gracias.
AMY GOODMAN: El profesor Noam Chomsky, hablando en The New School este fin de semana.
AMY GOODMAN: Después de su charla, el profesor Chomsky leyó y respondió preguntas de la audiencia. Esta es una de las preguntas.
Traducido por Victoria Rodríguez. Editado por Javier Albarran, Igor Moreno y Democracy Now! en Español.