A aquellos 350 pasajeros que embarcaban después de ser abandonados por las mafias que los conducirían a Malasia, les esperaría un trato aún más denigrante que el vivido tras dos meses de navegación en condiciones inhumanas, en las que las riñas por conseguir comida y agua eran constantes al igual que arrojar a sus compañeros muertos hacia el océano.
Uno de los supervivientes, afirmó que en el momento en que la embarcación arribaba a una costa eran expulsados e incluso amenazados para que no volvieran, como el caso de la Fuerza Naval tailandesa que aseguró dispararía a los tripulantes si regresaban a Tailandia.
Sólo terminó este viaje por el mar cuando unos pescadores de la isla de Sumatra los llevaron a tierra firme, desobedeciendo las órdenes de no conducirlos al puerto, expresadas por la Fuerza Naval indonesia.
Al mismo tiempo, Tailandia encaraba dicha crisis de navegantes inmigrantes involucrándose con el tráfico humano, secuestrando a los pasajeros que se dirigían a Malasia para recluirlos en campos de muerte, donde quedaban sometidos a tratos violentos y hambruna, a menos que pagaran un equivalente a 2 mil dólares.
Después de un escándalo en Padang Besar, campo localizado entre la frontera de Malasia y Tailandia, donde fue encontrado un joven con desnutrición extrema que permanecía entre los cadáveres de los internos, se ordenó la desarticulación de estos campos similares y otras instalaciones utilizadas con el mismo propósito de reclutamiento y violencia, pero éstas aún no han sido destruidas.
Aun cuando las posturas de Malasia, Tailandia e Indonesia inicialmente rechazaban el permitir embarcaciones con tripulantes de este tipo en sus costas, tras la concientizaciones por parte de la ONU y Estados Unidos, tan sólo Malasia e Indonesia han accedido a acoger por únicamente un año a los que llegaran a sus territorios, ordenando a sus Fuerzas Navales a ir en auxilio de estos migrantes rohingya y bangladeshíes.
Por otra parte, ni Birmania, que es donde se inician las emigraciones, ni Tailandia, que es responsable de las mafias del tráfico humano, han cambiado de parecer ante la crisis que atenta con las vidas de 7 mil personas que se estima, todavía faltan por rescatar.
Con información de Periodismo Humano
