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Los motivos de Felipe Cazals, renovador del cine mexicano

Adolfo Sánchez

Foto: Sashenka Gutiérrez / Cuartoscuro

La mañana del 16 de octubre, los cinematógrafos se apagaron durante la función de matiné: había fallecido Felipe Cazals, uno de los directores más importantes del cine mexicano contemporáneo. Vanessa Bauche y Everardo González, dos de sus amigos más cercanos, pudieron hablar con él poco antes de su muerte. Su contribución a la reapertura judicial del “caso Digna Ochoa” fue reconocida unos días después, 19 de octubre de 2021, durante la entrega del primer reconocimiento Digna Ochoa en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM).

Vanessa Bauche tenía 14 años cuando conoció a Felipe Cazals. Paseaba junto a su madre por las calles de la colonia Roma, en la Ciudad de México, cuando vio anunciadas las películas El apando y Canoa en la marquesina del Cine Gloria. Llena de curiosidad, quiso entrar, pero se lo negaron: no eran aptas para menores de edad. 

–Armé tan tremendo berrinche, que el señor del cine se apiadó de nosotras –recuerda en entrevista. 

Pudo entrar a sala, pero su madre le advirtió que si aparecía “algo fuerte” en pantalla debía taparse los ojos. Ahí, con la mirada oculta entre las butacas, Vanessa escuchó la voz de Ernesto Gómez Cruz en Canoa. Poco después, desafió la orden de su madre y alcanzó a ver a una joven Delia Casanova flotando en una alberca de sangre en El Apando.

–Es como cuando escuchas un sonido que te marca, que te llega profundamente al alma, que hace una resonancia contigo –dice emocionada–. Y te pasas la vida tratando de volver a encontrar esa sensación o volver a vibrar de esa forma. Ahí entendí que ese era el tono y el tipo de directores con los que yo quería trabajar; que la denuncia social era imprescindible.

Cazals nació en la Ciudad de México el 28 de julio de 1937 y en la década de los años 60 se formó en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía de París (IDHEC, por sus siglas en francés) con maestros como Joris Ivens, Jean Rouch y John Cassavetes, cineastas que, a partir de las noticias policiacas, convertían sus películas, tanto ficciones como documentales, en retratos políticos y sociales. Así, en una época en la que el cine mexicano escondía la realidad tras coloridas películas “yeyé”, se propuso hacer de su obra un instrumento de denuncia: un cine que indagara en el drama humano de habitar contextos de violencia, como el nuestro. 

Las películas de Cazals abrevaron, más de una vez, en la nota roja y se apoyaron en documentación exhaustiva, diálogos contundentes y escenarios cerrados; incomodaron, por igual, tanto al público en general como a políticos y jerarcas religiosos. Esta poética quedaría plasmada en filmes como El apando (1975), famosa adaptación de la novela del mismo nombre de José Revueltas; Canoa (1975), que aborda las confusiones ideológicas y el fanatismo en un año clave: 1968; Las Poquianchis (1976), donde retrata la red de explotación sexual encabezada por las hermanas González Valenzuela; Bajo la metralla (1983), basada en la obra de teatro Los Justos de Albert Camus; Los motivos de Luz (1986), que expone el caso de Elvira Luz Cruz, una mujer de escasos recursos que enfrenta un juicio por el homicidio de sus cuatro hijos, y Digna… hasta el último aliento (2004), docudrama de estructura coral que reconstruye y cuestiona de forma minuciosa el expediente judicial que consideró como “suicidio” el asesinato de Digna Ochoa, abogada defensora de derechos humanos.

Felipe Cazals, Vanessa Bauche, Chema Yazpik
Vanessa Bauche y José María Yazpik acompañaron en 2006 al director Felipe Cazals en la presentación de la película “Las vueltas del citrillo”, que ambos protagonizan. / Foto: Paola Hidalgo / Cuartoscuro.com

“NO COMPRES BANDERAS AJENAS”

A principios de la década del 2000, cuando el cine social había perdido relevancia en México, Felipe Cazals junto con Jorge Fons y Diana Bracho buscaron que las nuevas generaciones de cineastas valoraran el documental como pieza fundamental de la cinematografía mexicana. Aquel esfuerzo se vio reflejado cuando, en 2004, Everardo González, un joven alumno del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), recibió un premio Ariel por su proyecto de tesis: el largometraje documental titulado La canción del pulque, algo poco usual en aquellos años.

–Sin darme cuenta se convirtió en mi ópera prima; en buena medida, gracias al impulso que empezó a ponerle Felipe Cazals al documental mexicano. 

Junto a él estaban nominados Carlos Reygadas con Japón y Julián Hernández con Mil nubes de paz cercan el cielo, amor… jamás acabarás de ser amor.

Pocos días después de obtener el Ariel, Everardo recibió una invitación. Cazals pedía que asistiera a su reunión de cumpleaños en una cantina de Coyoacán. Acudió nervioso. Sonríe al recordarlo y le imprime a su voz la ilusión de aquel instante: “Llegué con mucha emoción. Como estudiante de cine, encontré a los que iban a ser no solo mis maestros sino mis mentores, mis consejeros y mis amigos, después”. 

Gracias a la invitación de Cazals, Everardo tuvo la oportunidad de sentarse a la mesa con Jorge Fons, Paul Leduc, Blanca Guerra, entre otras prominentes figuras del cine nacional. Cauteloso, al joven Everardo le sorprendió que la plática no discurriera en torno al arte sino a la política. 

–Algunos me empezaron a decir que era la “mascota” de ese grupo porque yo era un muchacho de unos… ¿qué será? 28, 27 años, más o menos, sentado con los monstruos de la cinematografía mexicana.

Cazals y él desarrollaron una relación profunda de cariño y admiración: compartían la visión de un cine nutrido no solo del ingenio sino de la convulsión de las noticias diarias. Llegaron a ser tan cercanos que, cuando Everardo tenía alguna duda ética o una confrontación con otros cineastas, llamaba a Cazals por teléfono en busca de consejo o alivio. 

Fue gracias a Cazals que pudo terminar Los ladrones viejos, por ejemplo. 

–Armó un escándalo en el Instituto Mexicano del Cine (Imcine) porque negaron una cantidad ridícula de recursos para que la película se financiara. Finalmente accedieron, la película se logró terminar y, bueno, pues hasta hoy ha sido la película más popular que he tenido en mi vida: la que me regaló la carrera.

Pocos días antes de la muerte de Cazals, Everardo intercambió un último mensaje con su maestro. “Me dijo que no dejara que las situaciones del presente afectaran la trascendencia de mi obra. Que no comprara banderas ajenas”. Hace hace una pausa: “Ese fue su último gran consejo para mí: ‘No compres banderas ajenas’”.

Everardo González, documentalista
Everardo González / Foto: Victoria Valtierra / Cuartoscuro.com

ROMPER LA CULTURA DEL SILENCIO

Además de actriz, Vanessa Bauche es presidenta del Centro Nacional Cultura de Paz. Recuerda en entrevista a la niña de 14 que vio El apando y Las Poquianchis: aquella experiencia, afirma, la inspiró a levantar la voz.

–Él tiene mucho que ver con mis años de labor social: acercarnos a su obra es indignarnos, es conmovernos, es querer cambiar la realidad en la que vivimos. Su obra apostó a romper la cultura del silencio.

Fue en 2003 cuando a Vanessa le llegó la oportunidad de trabajar con Cazals. 

–El maestro me habló, me dijo. “Hay que vernos”. Nos vimos y empezamos a platicar. Primero me mandó el guion de Las vueltas del citrillo. Me dijo: “Léalo y me avisa qué piensa”. 

Ese mismo día Vanessa leyó las páginas de un guión que recogía dos años de investigación lingüística realizada por Cazals en torno al habla popular posrevolucionaria, de donde saldrían frases como: “Yo namás ‘toy acá entre mula y mula, oyendo las patadas” o “Te juzgué melón y resulta que es calabaza”. El guión, además, rompía su propio paradigma al permitirse, por primera vez, explorar el realismo mágico.

Pero, antes de comenzar el rodaje, Cazals debía terminar otra película iniciada en 2002: el docudrama sobre Digna Ochoa, asesinada un año antes. Y, como dicha película no tendría diálogos, Cazals se había propuesto trabajar con una “no actriz”; había descartado a más de 60 candidatas, pero aún no encontraba a alguien que se pareciera físicamente a la abogada.

“Creo que usted, por su compromiso social, podría interpretar a Digna”, le dijo Felipe a Vanessa mientras le mostraba una foto de la abogada. Vanessa aceptó de inmediato. Para ello tuvo que subir nueve kilos de peso en dos semanas.

La actriz reconoce que, aunque logró crear un lazo de confianza y complicidad con Cazals, por su gran sentido del humor, en algún momento le llegó a tener pavor. 

–Un día que se enojó en el set le dije: “Maestro, no grite, le va a hacer daño. Eso ya no se usa. Eso es de otra época” –recuerda.

Cazals no sólo le compartió consejos en torno a la actuación y la dirección cinematográfica; también su conocimiento en torno a la edición, la post-producción; pero, sobre todo, insiste, de él aprendió congruencia y la necesidad de comprometerse con la justicia, la memoria histórica y la verdad.

Vanessa Bauche, actriz
En 2005, Vanessa Bauche formó parte del elenco de la pelicula “Las vueltas de Citrillo” que fue dirigida por Felipe Cazals. / Foto: Miguel Dimayuga / Cuartoscuro.com

UN HOMBRE QUE SE SABÍA PODEROSO

Felipe Cazals se caracterizó por plantarse frente a funcionarios públicos, aparatos políticos y hasta procesos sociales. 

–Era un hombre que se sabía poderoso, y no necesariamente por ejercer el poder sino por la relevancia y respeto que tenía su trabajo –afirma Everardo González. 

Pero el poder suele ser un ejercicio complejo, problemático. 

En 1986 se estrenó la cinta Los motivos de Luz. Para su realización, Cazals había trabajado de cerca con Dana Rotberg, directora del documental Elvira Luz Cruz, pena máxima, resultado de años de entrevistar a Elvira Luz Cruz, que en 1982 fue inculpada y sentenciada a cadena perpetua por el asesinato de sus cuatro hijos en San Miguel Ajusco, al sur del Distrito Federal. Sin embargo, en aquel momento la mujer se encontraba todavía defendiéndose de lo que parecía un crimen cometido, en realidad, por su esposo y su suegra. El trabajo de Cazals, además de ciertas licencias dramáticas que tomó el guionista Xavier Robles, derivó en una demanda de Elvira Luz Cruz por calumnias y difamación. De acuerdo con la cronista Josefina Estrada, Cazals y Robles fueron absueltos y Elvira Luz Cruz recibió por parte de la productora y distribuidora de la película el 15% de las ganancias de taquilla como indemnización. La mujer fue liberada en 1993 debido a que su defensa, la doctora Mireya Toto, encontró diversas irregularidades en su sentencia.

LA RESURRECCIÓN DE DIGNA

Cuando en 2002 la, entonces, Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal cerró el caso de Digna Ochoa catalogando su muerte como suicidio por “problemas mentales”, Cazals quiso “hacer algo”. Tras conversar con Óscar González, exdirector de la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH), el cineasta inició una batalla contra la versión oficial. Se trataba de enfrentar la verdad encapsulada en una película contra una verdad judicial.

En 2004, una entrevista para el periódico La Jornada,Cazals declaró: 

—Estoy convencido de que el asunto de Digna Ochoa no permanecerá en la oscuridad, por más que les duela a quienes quieren que este caso desaparezca de la faz de México. Y no será gracias a la película sino a la intuición popular, en la que creo profundamente; en ese colectivo que hay en México que, conociendo la trascendencia de la falta de justicia en este país, se dice a sí mismo: es verdad, Digna Ochoa no se suicidó.

Por toda la información allí vertida, el docudrama se volvió una pieza clave para que, en abril de 2021, el gobierno mexicano acatara la orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de reabrir las investigaciones del asesinato de Digna Ochoa y aceptara parcialmente su implicación en él.

–Lo más sorprendente –señala Bauche– es que si escuchan los dos días de audiencias con especialistas forenses internacionales, donde el maestro sustenta la hipótesis del asesinato, se les va a enchinar la piel después de ver la película. Es sorprendente que 16 años antes el maestro se atreviera a plantearlo en este docudrama.

En el vigésimo aniversario de la muerte de la abogada, y en el marco de la reapertura del caso, el Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, defensoras de derechos humanos y diversas organizaciones civiles convocaron a la familia de Digna Ochoa, junto con Felipe Cazals y todo el equipo que hizo posible el documental, a recibir el Primer Reconocimiento Digna Ochoa en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México el martes 19 de octubre de 2021.

Cazals no iba a lograr asistir y se comunicó con Vanessa el viernes 15 de octubre por la tarde. 

–Me dijo que estaba mal y que estaba en Acapulco, pero que Rosa Eugenia, su esposa, iba a mandar unas palabras para que yo las dijera y recogiera el reconocimiento. Jamás me imaginé que al otro día iba a trascender –lamenta Vanessa.

Cazals encontró en la realidad, en las noticias diarias del país, una semilla para empezar a construir otra cosa: una obra que entendiera las dimensiones dramáticas de sus personajes, pero consciente del impacto político del cine y de cómo se representa a las personas.

–¿Dónde está contenido el drama humano? En la realidad convulsa, no en la inventiva, necesariamente –concluye Everardo González.

Felipe Cazals, quien junto con Jorge Fons, Arturo Ripstein y Tomás Pérez Turrent (guionista de Canoa y Las poquianchis) transformó el cine mexicano para siempre, falleció la mañana del sábado 16 de octubre de 2021 a los 84 años. 

Publicado originalmente en Corrientes Alterna

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