Los Folkloristas le cantan a la muerte y a la alegría

Beatriz Zalce

México. Por los caminos del sur se llega al minúsculo departamento donde Los Folkloristas ensayan tres veces por semana para presentar su nueva producción discográfica “Los Folkloristas cantan con la muerte” y con la que celebran 48 años de vida, de trabajo independiente, con un concierto en el Teatro Metropolitan de la Ciudad de México el próximo jueves 30 de octubre a las 20:30 horas.

Los Folkloristas están vivitos y cantando. A sus 48 años combinan experiencia y madurez con juventud e ímpetu. Son siete músicos, siete universos, siete para dar los colores del arcoíris musical de México y América Latina y siete para tocar las doce notas y llevarnos por los infinitos caminos y veredas de la música. Olga Alanís, Valeria Rojas, Diego Ávila, Omar Valdez, Enrique Hernández, Sergio Ordoñez y José Ávila integran este grupo fundado en la Ciudad de México en  la primavera de 1966.

Al cantar con la muerte se permitieron acercarse a ella: con la tranquilidad que da creer en otras vidas, con las reservas propias del caso, con la convicción que no hay más vida que ésta, sabedores que todo lo que nace crece y finalmente muere; Olga Alanís en pleno proceso de duelo por la muerte de su papá y Valeria Rojas en pleno embarazo y nacimiento de su hijo Oliver. No es fácil cantarle a la muerte en un país tan violentamente enlutado como el nuestro. Sin embargo, ellos lo hacen y la muerte los mira con verdes ojos atónitos desde un poster en la pared: Fondo negro como el luto, por no decir tan negro como el panorama nacional.

Los siete Folkloristas son mexicanos. Conocen bien nuestra manera de ver la muerte, de cantarle, de volverla deliciosa calaverita de azúcar, traviesa artesanía que imita la vida y la rebasa. Pero hasta para ellos resultó una sorpresa, un descubrimiento y todo un aprendizaje ir construyendo el repertorio y adentrarse en la manera tan semejante a la nuestra que tienen los demás latinoamericanos de cantarle a la muerte.

Sergio Ordoñez toma la palabra calmosamente, tiene todas las tablas del maestro que convive con adolescentes: “En el mundo prehispánico un cráneo representado en un códice o en un glifo no simbolizaba dolor sino transmutación, cambio. Y se vuelve alegría. Va más allá de perder a alguien. Casi todas las letras de las canciones del disco convierten el velorio en fiesta como en la Refalosa del adiós: ‘Cuando yo me muera que nadie me haga velorio, que toditos mis amigos chupen y canten a coro’. No es burlarnos de la muerte y sí es decirle: Vente pa’cá. Vamos a cantar tú y yo, de tú a tú y a ver en qué quedamos”.

Pepe, fundador del grupo, incansable promotor del mismo, agrega: “Para mí todo el repertorio que estamos haciendo es de vida”. Olguita, con los ojos, con el corazón, le dice a una Catrina que adorna una manta que les fue obsequiada por unos migrantes mexicanos en Estados Unidos y que lleva más de 25 años atestiguando los ensayos del grupo: “Mejor cuatitas en vez de que me lleves, ¿no? Hay un gran temor a la muerte porque la vida es maravillosa, pero para quienes quedamos vivos, el recuerdo es inigualable. Te alimenta. Quienes hemos tenido pérdidas valoramos la vida de otra manera. Nuestros muertos ahí están, por eso cantamos con la muerte”.

Para Valeria la música es una manera de librarse de la muerte, de trascender; con su hijito en brazos, sonríe. La maternidad la ha vuelto infinita. Antropóloga social, ha encontrado su camino a través del canto y el baile.

La música es la gran compañera de la vida. Acompaña al ser humano en los nacimientos, en las fiestas, en el enamoramiento y el desenamoramiento, en los dolores y en las despedidas. A esto Sergio lo llama la función utilitaria de la música.

Hace unas semanas murió la cantante Tehua, la de la voz de cristal. Rafael Mendoza le hizo unas décimas que Pepe Avila comparte: “La muerte es otro principio/ Al mismo tiempo es final/ Es un proceso normal/ Un salto en el precipicio/ Pero nos saca de quicio/ Cuando sentimos su paso/ Cuando tira su zarpazo    /Sobre la gente que amamos/ A pesar de que entendamos/ La muerte es un chingadazo.”

 -La muerte siempre es un chingadazo –repite Olguita y lo dice percutiendo la voz, testereada su alma fuerte, vulneradas su sonrisa y la chispa de sus ojos.- Yo afortunadamente tenía una relación maravillosa con mi papá, su edad avanzada me hacía pensar que eso podía… -busca las palabras y sólo dice ocurrir’. -Justo a la semana del fallecimiento de mi padre empezamos a buscar el material para el repertorio. A la semana siguiente. Eso me permitió pasar por todas las etapas del duelo…Ver como otros lo vivían me ayudó. Todas las letras, todas, tenían sentido para mí. Me hacían reflexionar, me hacían entender este sentimiento incomprensible que es el ¿por qué no está la persona que amas? ¿Por qué ya no está? Logré llevar a los muertos en el corazón, de ahí nunca se van. La música te permite estar con ellos en cada momento.

Omar también es maestro. Toca con maestría los más diversos instrumentos de aliento y además da clases: “Todo ser vivo tiene su ciclo: nace, crece y muere. Cuando venimos al mundo empezamos a crecer y empezamos a morir –explica y, en ese momento, Oliver se inquieta, a su modo está atento a la plática y participa en ella haciendo ruiditos. Pasa de unos brazos a otros. Cada quien lo arrulla a su manera y él se deja querer.

Valeria explica que la técnica de respiración para cantar bien es la misma que para pujar al parir. Hasta los doctores estaban sorprendidos de lo rápido que fue el nacimiento de Oliver… El canto en ese sentido la ayudó muchísimo a dar vida.

Sergio bromea: Oliver ya se sabe todos los coros. Valeria prosigue: “Lo único que yo empaqué fue mi Ipad con música. Había preparado una serie de música para mí muy significativa: una pieza de Colombia, un Curulao, que habla de una mujer que está remando. Lo primero que le canté fue Ríe, Chinito.

Hijo de Pepe Ávila y Beatriz Ríos, quien fuera integrante del grupo musical Ihuaye, Diego nació y creció entre guitarras y tumbadoras. Es el integrante más nuevo del grupo pero respaldado con toda su experiencia de vida. Le emociona que su primer disco grabado con Los Folkloristas sea el primero temático…

-Pero, ¿dónde dejan Canto nuevo, Los Folkloristas cantan a los niños, Nuestra América Negra, pudiéramos decir también La Misa Criolla? ¿Qué no son temáticos? –se les pregunta.

Pepe toma la palabra, explica y convence: “Nuevo Canto es de chile, dulce y manteca. No está hablando sobre una sola cosa. Le cantamos al amor, a un evento histórico, le cantamos a una posición ideológica. En Los Folkloristas cantan a los niños escogimos piezas del folklor de México y de Latinoamérica para acercar el folklor a los niños, ahí no hay unidad temática. Va desde el Somos, somos hasta La Paloma pasando por El comal y la olla. Si ves Nuestra América Negra hay un punto de unión: la influencia de las culturas afroamericanas, ése sí es un punto de agarre pero no hay un tema como tal, como en este caso en que aunque cambien los géneros, todos hablan de la muerte”.

Otros le han cantado a la muerte. Está el disco de Oscar Chávez Amorosas, Divertidas y Horrorosísimas Canciones de la Calaca Flaca; Nada es para siempre… la muerte en la música tradicional mexicana de Guillermo Contreras. El INAH editó No morirán mis cantos… y Suenen tristes instrumentos: Cantos y música sobre la muerte. La gran aportación de Los Folkloristas es mostrarnos que en Latinoamérica también se le canta a la muerte. Siendo Los Folkloristas y teniendo la oportunidad y la facilidad para interpretar otros géneros del folklor latinoamericano se dijeron: ¡Ésta es la nuestra! Y empezaron a buscar el repertorio.

Pepe había oído muchas veces unos viejos cantos afrocubanos pero no se había fijado en un canto funerario abakuá. Otro descubrimiento es Chimbilili, un canto básicamente femenino, un género desconocido pero tan alegre como su nombre: bullerengue. La película Sangre de cóndor del boliviano Jorge Sanjinés, que se puede ver por Youtube, narra la desesperación de un pueblo cuando descubre que el equipo médico estadounidense que atendió a sus mujeres de parto aprovechó para esterilizarlas. Los hombres se juntan y tocan las zampoñas o sikús para rogarle a la madre tierra, a la Pachamama. Es una situación directamente vinculada con la muerte. A Pepe y a René Villanueva, esta película los impactó mucho, en ese entonces quisieron incluir la pieza Pillco en el repertorio pero sólo fue posible hasta ahora pues exige un supremo esfuerzo pulmonar y de interpretación.

Enrique no dice que ya lleva 15 años con Los Folkloristas y que desde hace 30 años toca con Zazhil, grupo el que es fundador, prefiere platicar de un Festival de Vida y muerte, en Xcaret donde estrenaron: “un buen del material del disco que se presenta este jueves 30 de octubre, en el Teatro Metropolitan. Fue padre porque estábamos en una gruta, el lago subterráneo a espaldas nuestras”. La escenografía recordaba un camposanto pero en las tumbas en vez de nombres de personas estaba el de las canciones. Esto da pie para que Pepe hable del velorio del investigador musical José Raúl Hellmer, conocido como “El gringo jarocho”, en la Peña de Los Folkloristas, allá en agosto de 1971.

La voz de Pepe baja, hay mucha emoción contenida: “Fue muy impresionante porque era un tipo muy querido. Hellmer era un investigador siempre muy accesible. Como era músico era muy cercano a todo lo que él grababa, a todos los músicos y estaba cercano a Los Folkloristas. De pronto iba a nuestros conciertos y al final nos pasaba una hojita con sus observaciones.

“Se enferma. Para ayudar a pagar los gastos, Los Folkloristas dimos un concierto para los médicos en el Auditorio del Hospital Inglés donde se le atendía. Un día, fui a donar sangre, pasé a verlo y me dice: “Ay, manitou –Pepe imita el acento gringo-, gracias: Ahora voy a tocar el cuatro muy bien”.  Muere Hellmer y sus cenizas se velan en la Peña de Los Folkloristas. Llegó cualquier cantidad de músicos a cantarle a Hellmer. Fue un ambiente mucho más festivo que mortuorio. Fue un agradecimiento de los músicos a este cuate tan a todo dar, buen músico, buen hombre, crítico positivo, fabuloso.”

 -Le han cantado a compañeros Folkloristas que han muerto: A René Villanueva, a Salvador, El Negro, Ojeda; a compañeros de camino como Amparo Ochoa y, recientemente, a Tehua.

Olguita ataja: “Todos ellos hicieron lo que les gustaba hacer en la vida: ser músicos, en contra de todo. Antes se decía: Te vas a morir de hambre, no sirve para nada… Todo lo que se ha dicho a lo largo de la vida y que todos los que hemos decidido ser músicos hemos enfrentado. Hacer lo que realmente te gusta crea un sentido de la vida y permite morir a gusto.

Enrique ha convertido la canción El Necio de Silvio Rodríguez en una especie de credo, por eso continúa diciendo: “Cuando ves gente que muere siendo consecuente con sus ideales, con su concepto de la vida, dices: Va, me la rifo igual. Los más cercanos a mí fueron René y Amparo. Me quedé con esa lección: Es padre morir siendo consecuente, convencido de tu rol, luchando por lo que quieres”.

A Diego le impone un fragmento de La Martiniana. Imagina que se lo dice alguien a quien respeta mucho, pone de ejemplo a los exFolkloristas que ya no están. El verso que dice: Cuando yo muera no llores sobre mi tumba, canta sones alegres, mamá, cántame la Zandunga. Diego confiesa tenerle  mucho miedo a que se le vaya gente cercana. Ese verso le da la respuesta: “No estés triste, mejor canta sones alegres porque yo ya estoy mejor”.

Sergio, reflexivo, comenta: “Detrás de los músicos que ya se han ido hay muchas enseñanzas y eso es lo que nos dejan. Es como decir: Pus sí, terminó su clase, ya aprendimos y tenemos otras clases con otros maestros. Me acuerdo mucho cuando se nos fue Marcial Alejandro, decía Rafa Mendoza: Mugroso Marcial: hasta aquí tiene capacidad de convocatoria y nos junta a todos otra vez. Lo recuerdo y digo: fue profundo, fue grato estar todos juntos sabiendo que estaba Marcial entre nosotros, a pesar de… Pero hay momentos en que te sacude fuerte y te hace entrar en una reflexión muy muy profunda. Cuando cantamos algo de Víctor Jara me lleno de un profundo respeto porque es uno de los más grandes maestros: con el ejemplo nos enseñó”.

Los Folkloristas hicieron un pequeño documental durante la grabación del CD; en él, Sergio habla de las enseñanzas que le deja este disco: “Llegamos con todas las ganas a grabar y de momento Pepe me decía: Ahora toca esto. Órale, va. Y, chin, salía. Esa espontaneidad le dio esa chispa al disco. Trajimos una versión pero al final se fue otra en la grabación. Te repito: fue un reto. Un reto para todos. Yo viví junto con mis compañeros parir: Valeria parió a Oliver, y nosotros, este disco. No fue nada fácil. (Oliver se deja oír). La situación nos llevó a un aprendizaje a todos”.

Para Pepe: “Este es el primer disco que grabamos en paz, sin prisas, sin medir la hora, sin problemas del estudio de grabación, porque el ingeniero de grabación fue (señala a Diego con orgullo, con la admiración de un padre hacia su hijo, con el agradecimiento de un músico a un ingeniero de grabación que es juez y parte).

¿Qué haría cada uno de Los Folkloristas después de su muerte? Omar es el primero en responder. Habla poquito porque su expresión es siempre a través de la música más que de la palabra, pero es contundente: “En todas mis vidas anteriores he sido músico. En la siguiente vida voy a seguir siendo músico”.

Diego ve en la música su escudo, un lugar seguro y siempre quiere ir hacia la música: “Para mí es un aprendizaje eterno. Dicen que el abecedario tiene 29 letras y la música tiene doce. El abecedario da un número finito de palabras y la música es infinita. Con doce letras, con las doce notas puedes estar encontrando y sorprendiéndote eternamente. No tengo muy claro qué sigue cuando uno muere pero me gustaría ser congruente, morir en paz y si hay una siguiente vida, seguir aprendiendo desde la música.”

Olguita ha pensado muchas veces en el momento de su propia muerte: “Cuando  ya no respiras, no te mueves, te ponen en la cajita, todos lloran… Ese momento es el que más me he imaginado. Les digo a mis hijos: Hice en la vida lo que quería hacer. Me voy a morir bien contenta. He tenido situaciones difíciles, como cualquiera, pero en general me la he pasado muy bien. No piensen: Pobrecita, mi mamá se murió. ¡Para nada! En buena onda, voy a estar bien contenta. Imagino esa escena con una cantidad impresionante de flores blancas, cada uno me va a llevar muchas flores pero les digo a mis hijos: Díganle a todos que se las lleven. El que traiga una flor que se la lleve. Porque luego los de las funerarias las vuelven a agarrar y las revenden.

“En esta concepción no tan clara que tengo del más allá… -prosigue Olguita- me imagino en ese lugar, cantando y bailando con niños. Para mí estar con los niños es de una gran importancia y de un gran respeto. Así me imagino, cantando con muchos niños.”

Y Valeria haciendo voz de niña contesta: “Yo quisiera ser Shakira -aunque pronuncia Chaquira. Todos se ríen y ella se apura a decir: “No es cierto, no es cierto, estaba jugando”. Más risas todavía. Entonces ella sube la voz y repite: “No es cierto, es broma. Me hubiera gustado ser en la otra vida clarinetista o parte de una gran banda oaxaqueña.”

Sergio sabe que en la otra vida seguirá siendo músico porque no concibe la vida, ni aquí ni allá, de otra manera: “Sería feliz si como alma en pena, como calaca, pudiera pararme en una asamblea de la ONU y decir: A ver, señores, cada quien tome su lugar y cada quien que tome su responsabilidad y vamos a tocar todos juntos. Con esa insolencia llegar y decir ¡Basta! Basta de palabrería, vamos a tocar y vamos a hacer un fandango chingón, vamos a con-cer-tar.

“Para mí eso sería lo más padre: estar al mismo tiempo con los negros de Harlem y con unos huicholes; estar en Singapur y en ‘Tlaxcala Saudita’, y con todos armar cosas que hacen falta y quitar tantos atavismos, tantas máscaras. Sería una misión que me encantaría realizar en la otra vida.”

La grabadora pasa a manos de Pepe, muy cerca de Oliver que parece agitarse y querer declarar algo…

-Yo opino muy diferente. Sumamente diferente. -Pepe no se anda por las ramas. -No creo en la otra vida. Creo en la dualidad, en que hay materia y espíritu en el ser humano. Las teorías de la reencarnación son sumamente respetables. Si yo creyera en eso, obviamente me gustaría volver a ser músico. Todo lo que han dicho ustedes de la otra vida es para esta vida, no para otra. La otra, quién sabe, te la juegas.”

Olguita le completa: “En vida, Hermano, en vida”.

Enrique se dio a la tarea de investigar: “Platiqué con mi abuela, en paz descanse, con mis padres y no hay un solo músico en la familia. Yo desde la secundaria estaba haciendo música, estudié hasta el primer semestre de la carrera de Ingeniería en Computación… Tuve que tomar la decisión, no fue nada agradable el trance de decirle a la familia… Pero pienso que ya traes una misión que hacer. La música tiene algo de divinidad, es una producción subjetiva de cada ser humano. Hay chamanes que cantan para que el alma llegue a la luz. Agarran una sonajita y empieza el canto, ya tendido el cuerpo, para que el alma siga hacia la luz. Lo hacen con música. Esa pieza, no se me olvida, se llama “Caminar derecho”; ésa es la traducción al español. En el otro terreno me gustaría estar creando música.”

Pero lo que sí es seguro es que el jueves 30, a las 20:30 horas, Los Folkloristas estuvieron en el Teatro Metropolitan cantando con la muerte. Hicieron un esfuerzo para mantener muy bajo el tabulador de precios, para que todos puedan ir. Sin embargo, al momento de escribir estas líneas 43 jovencitos normalistas no aparecen, no se sabe si pasan hambre o frío, no se sabe nada de ellos. Faltan 43 luceros por los caminos del sur. Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

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