Libres, 16 de 85 jóvenes arrestados en el operativo (La Jornada, 4 de diciembre)

Mirna Servín

Los jóvenes liberados durante las primeras horas de ayer confirmaron que fueron detenidos mientras transitaban por calles del Centro Histórico, Eje Central y Avenida Reforma y Juárez, sólo por estar en medio del operativo.

Cuando vimos que todos corrían, tratamos de resguardarnos y fue a los que estábamos ahí viendo, a los que alcanzaron a detener, aseguró un estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades, quien junto con otros compañeros de escuela fue a marchar contra la imposición de Peña Nieto como presidente.

Otros detenidos, entre ellos quien dijo llamarse Manuel, aseguraron que ni siquiera eran participantes de las marchas.

Fui a comprar bolsas de plástico al Centro. No sabía que había manifestaciones, pero estábamos en una calle donde se metieron varios chavos encapuchados y, tras arrinconarnos, empezaron a pegarnos en la cara; nos sometieron y sin ninguna explicación nos metieron a las patrullas, a unas cuadras adelante de donde nos detuvieron, relata.

Sin embargo, los testimonios de abusos y vejaciones causaron diferentes reacciones. Lo único que deseaban hacer la mayoría de los padres que vieron salir sólo a 16, de un total de 85 detenidos, era abrazarlos. La indignación y zozobra de las horas anteriores, de pronto se convirtió en júbilo, sonrisas.

Fueron los otros, los cientos de padres, tías, abuelas y hermanos, los que consternados preguntaban por el resto de los aprehendidos, con muestras de enojo e indignación.

Se van a llevar a Juan Carlos al reclusorio, se lamentaba una mujer junto a su esposo, quien sostenía hojas fotocopiadas con los nombres de todos los consignados.

Desde el sábado en la noche, las instalaciones centrales de la procuraduría capitalina, ubicadas en la colonia Doctores, quedaron rodeadas de granaderos que resguardaban la presencia de familiares.

Tras las primeras 12 horas de espera, todos se organizaban para tener una defensa común, recopilaban fotos y videos que sirvieran como prueba de que en los desmanes no estaban sus hijos y sostenían por horas los teléfonos celulares pidiendo papeles de identificación, documentos escolares y laborales o cualquier cosa que les ayudara a mostrar que eran gente de bien.

El domingo por la noche, aunque hasta un grupo musical de jóvenes estaba en el plantón, el cansancio y desesperación ya habían invadido a la mayoría de los presentes. Habían dormido y comido en la calle con la esperanza de llevarse a su familiar a casa.

Durante la mañana, cuando una de las jóvenes detenidas salió de la Agencia Central de Investigación, dudaba en irse de ahí. “Yo iba con mi novio caminando sobre Paseo de la Reforma. Queríamos llegar a la plaza comercial cuando oímos el desmadre.

Nosotros nos asustamos, porque pensamos que iban a tocar piedras o golpes. Lo irónico es que fueron los policías que llegaron quienes nos tiraron al piso, nos jalaron del cabello y nos trataron como delincuentes. A mi novio sí se lo van a llevar al reclusorio, contó.

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