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Las tres desapariciones de Wenceslao José García, “El Sam”

Francisco López Bárcenas

Se llamaba Wenceslao José García, pero en el auge de su vida se le conoció más por sus nombres de guerra: Hermenegildo, Renato, Isidro, Samuel, Chilo, Saúl y Sam. Su vida fue fugaz, vivió apenas veinticinco años, tiempo en el que fue líder estudiantil, organizador de círculos de estudio de las teorías revolucionarias y guerrillero. En esta faceta fue miembro del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR); impulsor de La Partidaria; miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), de la cual llegó a ser uno de sus máximos dirigentes; era responsable del Comité Regional de esa organización en el estado de Sinaloa cuando se organizó el “Asalto al cielo”; fue también comandante militar del Comando “Genaro Vásquez” en Guerrero y después de la Brigada Revolucionaria “Emiliano Zapata”, en el estado de Oaxaca.

Los años formativos

Su vida fue extraordinaria. Nació un 28 de septiembre de 1951 en la comunidad de Zaragoza, municipio de Santa Cruz Itundujia, estado de Oaxaca, en la cima de la mixteca alta, rodeado de montañas, ríos y cerros; entre ellos el Yucucasa, memorable porque había dado cobijo a las huestes del general José María Morelos y Pavón, cuando se dirigía de Oaxaca al puerto de Acapulco para arrebatárselo a los realistas y ponerlo al servicio de la causa insurgente; durante el siglo XIX en él se hicieron fuertes los pueblos que se rebelaron contra los antiguos insurgentes que ahora buscaban despojarles de sus tierras; ya entrado el siglo XX lo mismo cobijó a magonistas que a zapatistas y carrancistas que buscaban, cada uno a su modo, derrotar a sus enemigos para hacerse del poder y desde ahí defender sus intereses. La comunidad donde nació era un lugar con mucha historia y, sin saberlo, él se encargaría de engrandecerla.

Como la de todos los niños mixtecos, su infancia transcurrió entre penurias porque nació en una familia pobre pero también porque la situación no permitía en ese tiempo vivir de otro modo. Sus padres, el señor Francisco José Zúñiga y la señora Tranquilina García, procrearon doce hijos, de los cuales él fue el mayor. De sus hermanos sólo conoció a los primeros ocho: Simón, María, Francisco, Jacinto, Regina, Sabina, Donato y Doroteo; de los dos últimos ya no supo porque cuando nacieron él ya andaba buscando cómo cambiar el mundo. Ser el mayor de todos también marcó su destino, porque en ese tiempo era costumbre entre las familias mixtecas que los hijos mayores ayudaran a los papás en las labores a las que se dedicaran para obtener el sustentos o que cuidaran de los hermanos menores mientras ellos trabajaban para conseguirlo.

Cursó hasta el cuarto año de educación primaria en su comunidad de origen, en una escuela unitaria. Con el apoyo del profesor Primitivo García Álvarez, quien aceptó que viviera con él a cambio de que lo ayudara en sus quehaceres domésticos, emigró al municipio de Chalcatongo, también en la mixteca alta, a completar su educación primaria. En 1964, cuando cursaba el último año, obtuvo el primer lugar en el concurso de aprovechamiento de la escuela y después lo volvió a obtener en el concurso zonal. Aconsejado por sus maestros, terminada su primaria se marchó a la normal rural “Moisés Sáenz”, ubicada en el municipio de Reyes Mantecón, en los valles centrales de Oaxaca, a cursar su educación secundaria y luego la normal para convertirse en maestro rural. No se sabe si esa era su vocación, de lo que no hay duda es que era la única opción de los pobres para acceder a una educación superior por carecer de recursos económicos.

Después de pasar los exámenes de ingreso y soportar las novatadas estudiantiles de bienvenida, Wenceslao comenzó sus estudios de secundaria en 1965. Desde un principio destacó como alumno responsable , dedicado a los estudios y a cumplir con sus obligaciones escolares y políticas; además de asistir a clases y realizar sus tareas, acudía a las asambleas generales y obedecía los acuerdos que de ella emanaban. Durante los tres años de secundaria fue un alumno sobresaliente, siempre con muy buenas notas, tanto en las dieciocho materias que contemplaba el plan de estudios como en las quince actividades cívicas, artísticas, físicas, tecnológicas y agropecuarias que incluía. El espíritu de superación para ser alguien en la vida permeaba sus actividades.

En 1967, a la edad de 16 años, ingresó al primer semestre de educación normal en esa misma institución. Como en la secundaria, su desempeño académico durante el primer año fue excelente. De las seis materias que cursó tres las acreditó con 10, dos con 9 y sólo una con 8. Su rendimiento académico repercutía en su presencia política, ámbito en el que también se preparaba. Leía cuanta literatura de izquierda caía en sus manos, con lo cual iba formando su criterio; participaba en las asambleas que convocaba la representación estudiantil, donde se discutían temas de la lucha del sector pero también de la educación y, en general, del país y del mundo. Los fines de semana, cuando salía de la normal, aprovechaba para formar círculos de estudio con jóvenes que, como él, creían que en México se necesitaba un cambio de régimen; cuando visitaba a sus familiares y amigos aprovechaba para llevarles lecturas de izquierda, revolucionaria.

En 1969 el gobierno federal, encabezado por Gustavo Diaz Ordaz, decidió cerrar catorce normales rurales de todas las que existían en el país. Los estudiantes se movilizaron para defender sus casas de estudio. Declararon una huelga nacional y salieron a las comunidades a solicitar el apoyo de los campesinos para echar atrás esa medida. Los campesinos les apoyaron, pues sabían que era la única opción para que sus hijos estudiaran; muchos maestros también lo hicieron, cómo no lo iban a hacer si en ellas habían estudiado. La huelga fue una escuela de formación para quienes participaron de ella, pero más para los integrantes del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos que la dirigieron, entre quienes se encontraba Wenceslao José García.

En las actividades políticas que realizaban para sostener la lucha, un día conoció a Armando González y a José Luis Martínez, quienes se acercaron al Comité Ejecutivo Estudiantil declarando que iban a solidarizarse con su lucha. Con ellos comenzaron a realizar círculos de estudio sobre la realidad mexicana, la necesidad de un cambio profundo y la forma de llevarlo a cabo. Pronto coincidieron en que la situación no ofrecía oportunidades para que este cambio fuera por la vía pacífica y, como consecuencia, se iban inclinando por la vía armada. Al final, los visitantes hablaron claro, le dijeron que eran integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que estaban impulsando una organización para llevar a cabo ese cambio por la vía que fuera necesaria. Después de ese encuentro tuvo otro con José Luis Pérez, quien lo reclutó para formar parte del MAR, aunque siguió actuando en la lucha pacífica.

La movilización no fue suficiente para que el gobierno echara reversa y las normales rurales fueron cerradas. Los estudiantes fueron acomodados en las otras que siguieron funcionando en el país. A Wenceslao lo enviaron a la de Mactumaczá, en el estado de Chiapas, a donde llegó con la secundaria terminada y el primer año de la carrera de normalista acreditado, con muy buenas notas como se ha dicho, pero también con un expediente de rebelde que las autoridades no olvidarían. Como le faltaban dos años para culminar sus estudios, seguramente pensaban que terminaría la carrera sin problemas. Solo que él, al parecer, ya tenía otros planes. Había cambiado su futuro de maestro por el de revolucionario. Aun así, no dejó de cumplir sus compromisos académicos. Siguió manteniendo notas bastante buenas: en las dieciocho materias que cursó en tres semestres, tres las cursó con 10, diez con 9 y cinco con 8.

Para ese tiempo sus prioridades eran la política y eso fue relajando su observancia del reglamento escolar, lo que al final dio motivo para que fuera expulsado de la institución y perdiera sus derechos como estudiante. Cuando eso sucedió ya no quería ser maestro rural; había decidido dedicarse de lleno a la actividad revolucionaria. Sin la presión de los compromisos académicos se dedicó de tiempo completo a recorrer comunidades en Oaxaca para concientizar a la gente de la situación en que vivía, invitándoles a comprometerse en la lucha para cambiarla; con quienes se interesaban en su propuesta formaba círculos de estudio sobre el marxismo-leninismo como teoría revolucionaria y estudiaban la realidad del país que pretendían transformar. Había muerto el estudiante mixteco y había nacido un revolucionario nacional.

De estudiante a guerrillero

La expulsión de Wenceslao José García de la normal de Mactumaczá y su incorporación al MAR coincidió con la decisión de esta organización de conseguir apoyo del gobierno de Corea del Norte para que los preparara militarmente; hacia allá se trasladaron cincuenta y tres miembros del MAR , divididos en tres grupos. Wenceslao José García formó parte del tercero. Su vida había dado un cambio vertiginoso. Había tomado un camino que no tenía regreso. En muy poco tiempo había pasado de estudiante normalista a militante revolucionario, y de ahí a prepararse para la lucha armada. Para hacerlo, el 1 de febrero de 1970 solicitó en la Secretaría de Relaciones Exteriores un pasaporte que le permitiera viajar por los Estados Unidos de Norteamérica, Europa, Asia y Africa y el 7 de febrero se le extendió para que saliera del país por el resto del año.

En septiembre de 1970 terminó la preparación y regresaron a México del mismo modo en que habían salido: en varios grupos, por separado, en distintos tiempos y por diversas rutas. Días despues de su regreso a México Wenceslao José García hizo contacto con los dirigentes de la organización, quienes le indicaron que consiguiera un trabajo “para cubrir las apariencias” y que más tarde tendría noticias de ellos. Con esas indicaciones se convirtió en vendedor de cursos de inglés en el estado de Oaxaca, labor que desempeñó hasta el mes de diciembre, cuando volvió al Distrito Federal, donde conoció a Roberto, Horacio, Cornelio, César y Alejandro, todos dirigentes del MAR. No pudo integrarse luego a la lucha porque, para su mala suerte, estos fueron detenidos por la policía entre los meses de febrero y marzo de 1971 y perdió contacto con ellos.

Dadas las circunstancias decidió actuar por su propia cuenta para cuidar su seguridad y actuar como miembro de la organización. Anduvo por muchos lugares, de Oaxaca viajó a Tabasco, donde se desempeñó como albañil; ahí estuvo pocos días, tomando el pulso de los acontecimientos, y cuando calculó que ya no había peligro viajó al Distrito Federal buscando relacionarse con sus compañeros. En esta ocasión volvió a hacer contacto con Cornelio, Horacio y César, quienes le informaron que ya estaban comenzando a reorganizar el trabajo, le ordenaron que se trasladara a Oaxaca para generar condiciones que les permitieran ir preparando nuevos reclutas para la lucha. Así lo hizo, y junto con otros compañeros que conoció durante su estancia en Corea del Norte comenzaron a preparar a las personas que les enviaban los dirigentes.

A finales de marzo el MAR organizó una reunión nacional para darse una nueva estructura y fijar sus nuevos horizontes después de los golpes sufridos entre febrero y marzo de ese año. Escogieron la ciudad de Puerto Vallarta para hacerlo. En esa reunión Wenceslao fue electo como uno de los dirigentes de la organización, junto con Leonardo Mendoza Sosa (Sergio), José Luis Guerrero Moreno (Andrés), Octavio Márquez Vásquez (César), José Luis Martínez Pérez (Néstor), Armando Gaytán Saldívar (Oscar) y Marta Maldonado Zepeda (Lázara). Su papel como revolucionario iba en ascenso y él se preocupaba por desempeñarlo de la mejor manera.

Como dirigente procuró la unidad de las organizaciones revolucionarias. Impulsó las relaciones con el Movimiento 23 de Septiembre (M-23), continuadores de lo que había sido el Grupo Popular Guerrillero de Chihuahua, con quienes hacía tiempo tenían contacto pero se habían perdido durante los golpes a la organización. Uno de los acuerdos que tomaron fue el envío de un comando de exploración a la sierra de Chihuahua, para explorar la viabilidad de reinstalar una columna guerrillera en la sierra de Sonora; la pretensión era coordinar actividades con otra columna que los del MAR habían enviado anteriormente a la sierra de Chihuahua. Como parte del comando se designó a Wenceslao José García junto con Marta Maldonado Zepeda(Lázara) y Angela, quienes se dedicaron a realizar “investigaciones socioeconómicas” de la región entre octubre de 1971 a enero de 1972. A su regreso del norte se le comisionó al estado de Oaxaca, para que formara parte de la directiva de la organización en ese estado.

En marzo de 1972, después de la reunión del MAR en Puerto Vallarta, cayó preso Candelario Pacheco Gómez (Víctor) miembro de la dirección nacional del MAR que se ocupaba del reclutamiento de nuevos militantes y su lugar lo pasó a ocupar Wenceslao José García. Desde esa posición retomó los diálogos con el Movimiento 23 de Septiembre (M-23), que desde enero de ese año habían iniciado con miras a integrar una sola organización, fpero fueron suspendidos por cuestiones de seguridad. Fruto de este esfuerzo, en junio de 1971 las dos organizaciones se fusionaron en una que adoptó el nombre de Movimiento de Acción Revolucionaria 23 de Septiembre (MAR-23). La Dirección de la nueva organización se integró por nueve elementos, los seis de la dirección del MAR -que incluía a Wenceslao José García- a los que se sumaron tres del M-23, los hermanos Manuel (Julio) y Eleazar (Andrés) Gámez Rascón y Rodolfo Gómez García (El Viejito).

Wenceslao José García recorrió varias partes de la República buscando contacto con las organizaciones revolucionarias con miras a la unificación. Puso especial empeño en la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) del Partido de los Pobres (PDLP), comandada por Lucio Cabañas Barrientos. Buscando la manera de llegar a él hizo contacto con el profesor Vicente Estrada Vega (Dionicio), un amigo suyo, antiguo miembro de la Liga Comunista Espartaco, que, como Lucio Cabañas, había estudiado en la normal rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, y formaba parte de un grupo de base del PDLP en el estado de Morelos; Wenceslao le informó de la existencia del MAR-23 y sus intenciones de relacionarse con la BCA. Correspondiendo a la confianza mostrada por el “marino”, Dionicio ofreció transmitir el mensaje al comandante de dicha organización y, si así se lo pedían, traerle una respuesta.

Lucio Cabañas aceptó la entrevista, porque Dionicio le aseguró que Wenceslao era gente seria y también porque necesitaba de apoyos para sostener y extender su organización y su lucha. En los primeros días de agosto de ese año, Wenceslao José García subió a la sierra para entrevistarse con Lucio Cabañas y exponerle la necesidad de iniciar un proceso de unificación. Al final de la reunión no se logró lo que Wenceslao proponía y que ambos dirigentes revolucionarios deseaban, pero acordaron apoyarse mutuamente en preparación militar, apoyo logístico para sus acciones y la integración de una coordinación que evaluara los avances. Wenceslao (Saúl)regresó contento de esa reunión. Informó a la Dirección del MAR-23 los pormenores de su encuentro con Lucio Cabañas, resaltando los acuerdos que habían tomado y los compromisos que representaban para su organización. La dirección aprobó los acuerdos y se comprometió a cumplirlos.

Navegando entre tiburones

Los avances en la unificación no marchaban al ritmo que sus impulsores deseaban. Las buenas noticias de los acuerdos entre la BCA del PDLP y el MAR-23 pronto fueron opacadas por las pugnas que surgieron entre las organizaciones que componían a esta última. La razón era que Manuel Gámez Rascón (Julio) y Rodolfo Gómez García (El Viejito) que venían del M-23 proponían que los “teóricos”, o sea ellos, fueran quienes fijaran las directrices y los “prácticos”, los que tenían la preparación militar, o sea los del MAR, las ejecutaran. Era una propuesta aparentemente lógica que escondía la intención de los “teóricos” de controlar la organización. Los dirigentes provenientes del MAR así lo entendieron y lo expresaron, insinuando la posibilidad de terminar con la propuesta de unidad si los “teóricos” insistían en su propuesta. Colocados ante esa posibilidad estos no insistieron pero tampoco la retiraron, dando lugar a un impasse que en el futuro inmediato tendría sus repercusiones.

Así estaban las cosas cuando se encontraron con Raúl Ramos Zavala, dirigente de los Procesos, con su propuesta de una alianza de todos los grupos revolucionarios. Uno de sus primeros acuerdos fue reunirse los primeros días de1972 en la ciudad de México para discutir la propuesta. La cita no fue posible porque en esas fechas cayeron varios dirigentes guerrilleros, lo que puso en alerta a todos. Los contactos entre las diversas organizaciones se reanudaron hasta mayo y por parte del MAR-23 acudió Wenceslao José García, a quien después se unieron Manuel Gámez Rascón (Julio), Rodolfo Gómez García (El Viejito)y Marta Maldonado Zepeda(Lázara); quienes coincidieron con las propuestas de los Procesos y entre todos convencieron a Wenceslao y Marta Maldonado Zepeda(Lázara) de unirse con ellos, dejando fuera al resto de la dirección del MAR y por consiguiente a sus seguidores. Wenceslao valoró que la unidad revolucionaria era mejor que la fidelidad a sus compañeros y se separó de ellos para participar en la construcción de lo que después fue La Partidaria, donde además del M-23 y Los Procesos, participaron Los Guajiros, Los Lacandones y Los Enfermos.

Una actividad importante de La Partidaria fue la relación que buscó establecer con la BCA del PDLP. Aprovechando las relaciones que Wenceslao había tenido con Lucio Cabañas y los acuerdos de colaboración entre el MAR y la BCA, del año pasado, además de las que Leopoldo Angulo Luken (El General)había establecido desde el otoño de 1970 como miembro de Los Guajiros, se fue organizando el encuentro entre las dos organizaciones. En mayo de 1972 los dirigentes de La Partidaria lo comisionaron para que subiera a la sierra con el objeto de establecer relaciones con Lucio Cabañas y proponerle una fusión de las dos organizaciones. La entrevista se realizó pero el comandante de la BCA del PDLP no le dio a la propuesta la importancia que le daban sus impulsores.

En el fondo de la discrepancia se encontraban temas fundamentales para el futuro. Los de La Partidaria consideraban que el sujeto que debía dirigir la revolución era la clase proletaria y en la BCA del PDLP eran campesinos que peleaban según sus condiciones económicas y sociales concretas; de igual manera, estaban convencidos que la revolución debía dirigirla el partido proletario, es decir ellos, y por tanto la BCA y el PDLP se deberían someter a sus lineamientos, mientras en el PDLP postulaba que el partido revolucionario se iría construyendo en la medida en que se trabajara con la gente y esta se incorporara a la lucha. Además de esto, los de La Partidaria veían en el PDLP posiciones pequeñoburguesas y en su dirigente prácticas caudillistas que ellos rechazaban, al menos en los principios. A esto se agregaba que el PDLP mantenían relaciones con el MAR, de las cuales el mismo Wenceslao había sido artífice, organización a la cual se excluyó por los creadores de La Partidaria. Eso no fue obstáculo para que acordaran apoyos mutuos, similares a los que el PDLP había establecido con el MAR. Al parecer, Wenceslao coincidía con las posturas del PDLP pero pesó más su fidelidad a los principios de su organización.

En agosto de 1972 Ignacio Salas Obregón (Vicente u Oseas), acompañado de Leopoldo Angulo Luken (El General) y Julio, subieron a la sierra de Atoyac con el objetivo de plantearle a los dirigentes de la BCA una alianza orgánica nacional de la guerrilla mexicana, así como explicarles los documentos básicos en que se fundaban la creación y funcionamiento de La Partidaria. El encuentro no resultó como los visitantes esperaban, no hubo acuerdo para avanzar en una alianza orgánica, solo un apoyo en formación militar de los miembros de la BCA, que sería evaluado en seis meses, que era lo que ya se venía haciendo. Como consecuencia de los acuerdos, días después La Partidaria envió varios cuadros militares más a la sierra, pero las discrepancias aumentaron y meses después fueron expulsados.

En febrero de 1973 Lucio Cabañas bajó de la sierra y se internó por varios lugares de la República con la intención de sopesar el trabajo de La Partidaria. En una acción poco inteligente, La Partidaria decidió aprovechar esa situación y desplazarlo de la dirección del PDLP, poniendo en su lugar a Carmelo Cortés. Al principio Wenceslao, responsable de la relación entre ambas organizaciones, se opuso, apoyado por Carlos Cevallos Loya (Julian); pero Rodolfo Gómez García (El Viejito), que viajó a la sierra con el propósito de operar la destitución de Lucio Cabañas, lo convenció y se plegó a las decisiones de La Partidaria. En mayo vuelve Lucio Cabañas, retoma el control del PDLP y su BCA y después de dos tensas asambleas en las que debaten él y Wenceslao José García, ambos defendiendo sus propias posturas, los miembros de La Partidaria, que para esos tiempos ya se había convertido en la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S) son expulsados de la sierra.

Antes del descalabro de la sierra, los dirigentes de La Partidaria redoblaban sus esfuerzos con miras a unificar a todos los grupos revolucionarios en una sola organización. Con ese fin, el 14 de febrero de 1973, mientras Lucio Cabañas andaba en su gira para conocer el trabajo de La Partidaria, Ignacio Salas Obregón (Vicente)reunió en la ciudad de México a los integrantes de esta, ahí tomaron el acuerdo de realizar una “reunión máxima” con grupos afines para concretar la unificación. Para llevarla a cabo, el 15 de marzo de ese mismo año se reunieron en la calle Porfirio Díaz del sector Libertad, en la ciudad de Guadalajara, Ignacio Salas Obregón (Vicente), Gustavo Hirales Morán (Fermín), Francisco Rivera Carbajal (El Chicano), José Ángel García Martínez (El Gordo), Manuel Gámez Rascón (Julio), Eleazar Gámez Rascón (Andrés), Emilio Rubio (El Pocholo), Rodolfo Gómez García (El Viejo o Nacho), Leopoldo Angulo Luken (El General), Ignacio Olivares Torres (Sebas) y Wenceslao José García (Sam).

Entre todos ellos representaban organizaciones como Los Guajiros, el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), Los Macías, Los Lacandones y Los Enfermos. Se invitó a participar a la BCA pero se negó a hacerlo porque no coincidía con la línea de La Partidaria, pero también porque mantenía relaciones con el MAR, que había sido excluido. La reunión duró casi dos semanas, tiempo en el que analizaron la necesidad de crear una organización revolucionaria única y las bases para su actuación. Al final acordaron crear la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), en memoria de los combatientes caídos en el asalto al cuartel Madera en 1965. La base de su actuación fueron los Madera, que ya venía distribuyendo La Partidaria, renombrados como “Cuestiones fundamentales del movimiento revolucionario”.

La estructura que le dieron a la recién creada organización político-militar fue la de una Coordinadora Nacional conformada por los representantes de las diversas organizaciones que se fusionaron para darle origen; debajo de ella se encontraba el Buró de Dirección, como máximo órgano ejecutivo, el cual quedó integrado por Ignacio Salas Obregón (Vicente), Manuel Gámez Rascón (Julio), José Ángel García Martínez (El Gordo), Rodolfo Gómez García (El Viejo o Nacho) y Leopoldo Angulo Luken (El General), al cual se le encomendó el control y supervisión de los trabajos de los Comités Coordinadores Político Militares, que conformaban el tercer nivel de organización y eran la base para que la Liga operara en diferentes regiones de la República. Ahí mismo los presentes acordaron dividir el país en cinco Comités Coordinadores: Noroeste, Noreste, Occidente, Valle de México y Sur. Este último, que abarcaba los estados de Guerrero, Oaxaca, Tabasco y parte de Veracruz, quedó bajo la responsabilidad de Wenceslao José García y Silvia Soto Hernández.

En los frentes de batalla

La actividad de los Comités Coordinadores Político Militares quedó marcada por la ruptura con la BCA del PDLP. Ante la imposibilidad de incorporarlos a la naciente LC23S esta decidió formar brigadas que operaran en diversas regiones rurales, entre ellas el denominado Cuadrilátero de Oro, que abarcaba los estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango. Al principio estuvo dirigido por Manuel Gámez y más tarde fue encabezado por Leopoldo Angulo Luken (El General) en su carácter de jefe militar. Otro frente rural de efímera existencia fue la Brigada “Genaro Vásquez” formada con los expulsados de la BCA del PDLP. Al principio el responsable de ella fue Wenceslao José García, pero poco tiempo después de creada quedó al mando de Paulino Peña Peña (Ramón) y Tomás Lizárraga Tirado (Tom de Analco), mientras que a Wenceslao se le trasladó a las costas de Oaxaca para dirigir las operaciones de la Brigada Revolucionaria “Emiliano Zapata” (BREZ).

La actividad de la Brigada “Genaro Vásquez” fue de fracaso en fracaso. En ello influyó el hecho de que los campesinos, si bien estaban descontentos con el régimen, luchaban por resolver sus problemas inmediatos, no por hacer una revolución socialista, que era por lo que la LC23S luchaba. Querer forzar a los campesinos a cambiar sus objetivos en la lucha trajo como consecuencia que no apoyaran las pretenciones de los guerrilleros. A esto se unió el hecho de que la BCA del PDLP hizo pública su ruptura con la LC23S y señaló como militarista, lo que generó más desconfianza entre la población hacia ellos, y a la postre les dio la razón. Otra causa fue que los miembros de la LC23S desconocían el terreno en que pretendía operar. Al final, la LC23S decidió su desintegración y que sus miembros pasaran a reforzar las actividades de la Brigada Revolucionaria “Emiliano Zapata” (BREZ), que operaba en las costas del estado de Oaxaca. El Tom de Analco fue retirado de la zona y enviado a reforzar el mando de Wenceslao José García (Sam) a las costas de Oaxaca, mientras que Ramón fue destituido del mando de la Brigada y después se decretó su expulsión de la organización.

La operación de la BREZ en la costa de Oaxaca tampoco fue cosa fácil. Región dominada por el cacicazgo de la familia Iglesias Meza, asentada en el municipio de Santiago Jamiltepec y que desde épocas del porfiriato mantiene el control económico y político de la región, en la década de los setenta vivió un descontento producto del hartazgo de los campesinos despojados de sus tierras y de los productos que cosechaban en aquellas que les quedaban, todo ello bajo la protección de las estructuras gubernamentales. En 1972 hubo una ola de movimientos campesinos en todo el estado, incluida la región de la costa, que luchaban por la restitución de sus tierras despojadas en distintas épocas. Los caciques y sus pistoleros respondieron con actitudes prepotentes y provocadoras. Cansados de las humillaciones, el 16 de enero de 1973 los campesinos “ajusticiaron” a varios de ellos y en respuesta los pistoleros asesinaron a varios campesinos que intentaron incendiar la finca de los caciques pero no lograron hacerlo por la intervención de los militares, quienes detuvieron a Esteban Oviedo Escareño, un estudiante de economía de la UNAM, que fungía como dirigente.

Con la BREZ sucedió algo similar a lo acontecido en Guerrero con la Brigada “Genaro Vásquez”. En sus análisis, los de la BREZ concluyeron que el fracaso en el incendio de la finca de los caciques se debió a la falta de dirección correcta, pues la consideraban parte de la lucha democrático-burguesa y lo que el movimiento requería era enfocar sus esfuerzosno para derrocar a un cacique, que al fin y al cabo si caía sería reemplazado por otro que les seguiría explotando, sino para luchar y “barrer con todos los capitalistas”, ligando al movimiento campesino de la región “con el gran movimiento de la clase obrera, adoptando aquel, el punto de vista de esta e impulsando la lucha guerrillera en pos de la revolución socialista, destruyendo en primer lugar al Estado burgués”. Para la BREZ la lucha no era por la tierra sino por la revolución socialista, hecho que no convenció a los campesinos costeños y les fue alejando de la lucha.

Aun con ese divorcio entre la población descontenta y los cuadros profesionales de la BREZ, la LC23S consideraba que esa era una posición estratégica para la guerrilla rural y reforzaban sus actividades cada que tenían oportunidad. En abril de 1973 la Dirección Nacional de la LC23S visitó la región. Ignacio Salas Obregón, los hermanos Eleazar y Manuel Gámez García, así como Wenceslao José García se reunieron con los miembros de la BREZ por la sierra de Flores Magón, quienes les insistieron en alejarse de las posiciones “blandengues”, “pequeñoburguesas” y “oportunistas”, y fortalecer las posiciones revolucionarias. Para el mes de mayo se sumó a la BREZ Joel López de la Torre (Ernesto), quien posteriormente integró a su hermano Hugo (Federico o Simplicio), y para agosto se incorporaron Luis Miguel Corral García (Joel), Silvino Escuen (Camilo), Simón José García (Antonio), hermano de Wenceslao, y José Luis Bustamante Castillo (Luis). En enero de 1974 llegaron más cuadros, entre los que se contaban los que formaron parte de la Brigada “Genaro Vásquez” y los reclutados recientemente.

Con ese conjunto de guerrilleros experimentados y alentados por la Dirección de la LC23S, la BREZ desplegó una campaña de agitación y reclutamiento, inclusive formó un Comité de Reclutamiento que se estableció en Pinotepa Nacional, para asegurarse de que no faltara propaganda. También dividió a sus integrantes en dos grupos, uno con base en El Platanillo y otro cerca del poblado Flores Magón, desde donde organizaban sus incursiones propagandísticas y reuniones. Después pasaron a acciones de mayor impacto. Como parte de las acciones de hostigamiento ordenadas por la LC23S, el 18 de enero de 1974 secuestraron al ganadero Raymundo Soberanes Otero, por el que pidieron 1,500,000.00 pesos, al que ejecutaron al no cubrirse el rescate y verse amenazados por las incursiones del ejército para perseguirlos. La entrada en escena de los militares los obligó a reducir sus acciones y a movilizarse constantemente para evitar que los detuvieran.

En noviembre de 1973 la Coordinadora Nacional de la LC23S acordó la realización de jornadas nacionales de agitación y propaganda, con la finalidad de dar a conocer los ideales y principios de su lucha y llamar al pueblo de México a la insurreción, la justicia, el socialismo, el derrocamiento del gobierno de la burguesía y la instauración de una dictadura proletaria, mediante un gobierno popular de obreros y campesinos. Eligieron la capital del estado de Sinaloa como un lugar en donde podría ensayarse la insurrección, a la que bautizaron como “Asalto al Cielo”. Hacia allá dirigieron sus principales cuadros para prepararla y dirigirla. Ahí estuvieron Salvador Corral García, Hector Escamilla Lira (El Panterita) e Ignacio Olivares Torres (El Sebas), de la Coordinadora Nacional de la LC23S, dirigiendo los trabajos; ellos se coordinaban con el Comité Local de la LC23S en la ciudad de Culicán. Son los que se conocen pero hubo más, de hecho la Coordinadora Nacional de la LC23S acordó que participarían noventa y cuatro guerrilleros, pero al final solo lo hicieron sesenta y cuatro.

Un miembro de la LC23S que estuvo ahí fue Wenceslao José García, que también formaba parte de la Coordinadora Nacional; inclusive desde antes de los acuerdos de llevar a cabo las jornadas de agitación y propaganda ya se le mencionaba como responsable del Comité Regional de la LC23S en el estado de Sinaloa. El 29 de octubre de 1973 José Eduardo Arredondo Silva declaró ante la policía de la Dirección Federal de Seguridad que Wenceslao José García y dos personas más de su organización se habían ido a formar parte del grupo de Los Enfermos, en Culiacán, Sinaloa, y José Antonio Castillo Viloria corroboró esta información el 14 de noviembre; el 1 de noviembre Juan Bosco García de León había declarado ante la misma corporación policiaca que en Culiacán él y otros compañeros se encontraron con Wenceslao, quien le ordenó que se trasladaran a Guadalajara, Jalisco.

Wenceslao José García no solo andaba en Culiacán sino participaba activamente en la organización de la insurrección popular. El 27 de marzo Guadalupe Yañez Ocaña, detenido por su participación en el “Asalto al Cielo”, declaró ante la Dirección Federal de Seguridad que Wenceslao José García participó en una reunión que se realizó entre los días 11 y 12 de enero, es decir, cinco o cuatro días antes de la insurrección, en una casa de seguridad ubicada en la colonia Libertad, de la capital del estado. En esa reunión se acordaron los detalles de la movilización del día 16 de enero, “una movilización a forma de guerrillas en los campos agrícolas de Culiacán, Sinaloa”, dijo. Tambien declaró que fueron Wenceslao José García y Andrés Ayala Nevárez los responsables de recoger el armamento que habían escondido en el monte, mismo que usarían para defenderse en caso necesario.

Andrés Ayala Nevárez, por su parte, declaró que en los primeros días del mes de enero, unos días antes del “Asalto al Cielo”, Wenceslao José García le entregó una pistola escuadra calibre 32 con un cargador y unos 30 tiros de repuesto, en una casa donde al declarante lo llevaron “clavado”. De lo anterior se deduce que los dirigentes de la LC23S preveían que pudiera haber una respeuesta rápida de las policias gubernamentales o del mismo ejército y se preparaban para repelerla. Si Wenceslao andaba recogiendo y repartiendo armas es probable que no participaba sólo como apoyo en la organización de la insurrección, sino como responsable de ella, muy probablemente de su expresión militar. No hay que olvidar que había recibido preparación militar en Pyongyang, Corea del Norte. Además era inconfundible porque, según los declarantes, “habla mucho el caló”, es decir, no hablaba como culichi.

En todas estas actividades se mostraba una tendencia a relegar a Wenceslao a actividades prácticas, aunque los trabajos que desempeñaba incluían las teóricas, de dirección nacional, que era la actitud de los militantes provenientes de las organizaciones de Los Procesos y Los Guajiros desde antes de que se encontraran y unificaran. No se decía, pero al parecer, en una idea simplista y mecánica, entre los revolucionarios estaba presente la idea de que los proletarios eran los que venían de la ciudad, porque habían estado cerca de las fábricas aunque conocían de sus relaciones de explotación de los obreros más por haberlas leido que por haberlas vivido. No era el caso de Wenceslao, quien de su comunidad pasó a las normales rurales y, de alguna forma, siguió reproduciendo su cultura. Era una actitud que no solo se reflejaba en sus relaciones con él, sino con todos los que tenían su origen en el campo.

El 23 de enero de 1974, siete días después del “Asalto al Cielo” -que en público la LC23S consideraba un éxito pero al interior veía como un fracaso-, Salvador Corral García, su coordinador principal, viajó de Culiacán a la Ciudad de México para encontrarse con Ignacio Salas Obregón. Después de la reunión viajó en compañía de Ignacio Olivares Torres (El Sebas) rumbo a Sinaloa. Ignacio tenía como destino Mazatlán y Salvador Culiacán. Ninguno pudo llegar al suyo. El 30 de enero fueron detenidos en la carretera por la Policía Judicial Federal y trasladados a la sede de la DFS en la Ciudad de México, como lo consignó el capitán Luis de la Barreda en un oficio firmado. En las instalaciones de la calle Morelia número 8, en la colonia Roma Norte, se les interrogó en presencia del jefe del Departamento Jurídico, Julián Slim Helú. A ambos detenidos se les realizaron fichas de filiación con fecha 31 de enero de 1974. El 2 de febrero de 1974 sus cuerpos fueron encontrados en colonias de Guadalajara y Monterrey. El lugar que dejó Salvador Corral García en la dirección de la LC23S lo pasó a ocupar Wenceslao José García.

El resultado de estas acciones hicieron pensar a la Dirección Nacional de la LC23S que las cosas no marchaban como se habían planeado y convocaron a una reunión para analizar la situación. Esta, que era la Tercera Reunión Nacional, se realizó en Popo Park Americana, en el municipio de Atlautla en el estado de México, en los primeros días de abril de 1974. Desde los inicios de la reunión los ánimos se caldearon por los señalamientos de que en su interior se manifestaban posiciones oportunistas. En cada uno de los puntos se discutió este problema, dando la impresión de que esas posturas dominaban sus actuaciones, teniendo como resultado un atraso organizativo que a su vez impedía a la LC23S convertirse en el partido de la clase obrera, y como consecuencia la generalización y transformación de la lucha revolucionaria en México. Ubicado el problema se plantearon una serie de medidas para erradicarlo.

Otro resultado de la reunión fue la desaparición temporal de la Coordinadora Nacional y del Buró Político de Dirección, que permitió la creación de una Comisión Nacional en la cual se centralizaron las funciones de ambos organismos siendo la única que determinaría el trabajo de la LC23S. La Comisión Nacional quedó integrada por Ignacio Salas Obregón, Rodolfo Gómez, Miguel Ángel García Corral, Miguel Ángel Barraza, Edmundo Medina, David Jiménez Sarmiento, Eleazar Salinas Olea, Jorge Luna Lujano Francisco Rivera Carbajal y Wenceslao José García (Sam).

Detención y tortura

En el mes de octubre de 1975 la estrella de Wenceslao José García se comenzó a apagar. La LC23S había preparado para ese mes una reunión nacional de balance sobre sus actividades, a la que la BREZ ordenó a Simón José García (Antonio o Toño), que en compañía de Dionicio Gutierrez Sánchez (Emiliano o Pablo) asistieran e informaran sobre las actividades de la BREZ, ¿después de los ajustes que se habían realizado en su dirección. Simón José García y Dionicio Gutierrez Sánchez salieron de la región el 8 de octubre por la tarde rumbo a la ciudad de México, a donde llegaron la mañana del día 10. Ahí los recogió Wenceslao José García (Samuel), quien se presentó en compañía de Ana o La Flaca, y los trasladó a una casa de seguridad de la organización para que descansaran. Antes de que lo hicieran Wenceslao les dijo que al día siguiente, antes de la reunión, irían a una clínica del Seguro Social para que un médico revisara a Dionicio Gutiérrez Sánchez, pues al parecer andaba enfermo de tuberculosis.

El día 11 de octubre, por la mañana, salieron de la casa de seguridad en un coche Falcón que manejaba Wenceslao José García (Samuel) quien, como el día anterior, iba acompañado de Ana o La Flaca. Circulaban sobre la avenida Insurgentes. Todo marchaba bien. Pero de pronto todo cambió. En la esquina de Insurgentes y Felix Cuevas, muy cerca del Parque Hundido, Wenceslalo se pasó un alto y, para su mala suerte, la patrulla # 66 de la Dirección General de Policía y Tránsito se percató de la falta, los siguió y les ordenó que se detuvieran. Wenceslao detuvo el automóvil y se bajó de él con la intención de llegar a un arreglo con la policía de tránsito. Un descuido de su parte puso a la vista la pistola que llevaba al cinto, los policías se dieron cuenta de ello y la situación cambió, ya no querían dialogar sobre la falta de tránsito cometida sino desarmarlo y someterlo.

Wenceslao se resistió al desarme y la detención, de las palabras pasaron a las manos, forcejearon y de ahí pasaron a las armas. Tanto Wenceslao como los policías comenzaron a disparar. Wenceslao hirió a un policía pero estos también lo hirieron a él en un costado. Su hermano Simón y Ana se dieron cuenta que la situación se estaba complicando y bajaron del automóvil; haciendo disparos contra la policía, corrieron para cubrirse y tener una mejor posición de defensa. Desde donde se encontraban se percataron que los policías de tránsito habían solicitado apoyo a las diversas policías de la ciudad y por todos lados comenzaron a llegar vehículos con elementos policiacos que comenzaron a cercar a sus compañeros heridos. Entonces decidieron abandonar el lugar, pues también Dionicio Gutiérrez Sánchez se encontraba herido dentro del automóvil. Sigilosamente se alejaron del lugar y cuadras adelante abordaron un traxi, el conductor se dio cuenta que Ana iba armada, se negó a transportarlos y lo ejecutaron para evitar que los delatara, más adelante tomaron otro que los sacó del lugar.

En el Parque Hundido Wenceslao siguió resistiendo, para lo cual echó mano de todos sus conocimientos militares obtenidos en Corea del Norte. Parapetado entre los árboles del Parque, presentó feroz resistencia a todos los elementos policiacos que acudieron en auxilio de los policías de tránsito. Durante aproximadamente treinta minutos los mantuvo a raya y sólo fue sometido cuando le incrustaron cuatro balas en el vientre que lo dejaron bastante herido y ya no pudo seguir disparando. Una vez detenido fue trasladado al Hospital Central Militar, donde le intervinieron quirúrgicamente, extirpándole ochenta centímetros de intestino, con lo que le salvaron la vida. Dionicio Gutiérrez Sánchez, tambien herido, fue hecho prisionero en el interior del automóvil en que viajaban, pues dado su precario estado de salud no presentó resistencia.

Todo el alboroto que se armó para detener a Wenceslao José García debió llamar la atención de la policía política del país, quien ordenó rastrear los antecedentes del detenido. Tres días después de su detención -el 14 de octubre- cuando Wenceslao todavía se encontraba en el hospital, la policía ya tenía un amplio informe sobre él. Elaborado con información aportada por diversos guerrilleros detenidos con anterioridad, cruzada con la conseguida en otras fuentes, sabían de su origen, sus estudios, sus inicios en la política, su incorporación al MAR, su entrenamiento militar en Corea del Norte, su participacion en los diálogos para llegar a un entendimiento con la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres, su participación en la formación en La Partidaria y después en la integración de la Liga Comunista 23 de Septiembre, sus actividades en Chihuahua y Sinaloa al lado del Movimiento 23 de septiembre y Los Enfermos, su responsabilidad en la formación de la Brigada Revolucionaria “Emiliano Zapata” en la costa de Oaxaca y la Brigada Revolucionaria “Genaro Vásquez” en Guerrero. Todo lo sabían.

Con esta información en sus manos la policía ordenó conservarlo con vida y cuando tuvo la certeza de que podía torturarlo para obtener más información sobre el movimiento revolucionario en México ordenó trasladarlo a los sótanos del Campo Militar # 1, donde se le torturó brutalmente para obligarlo a informar sobre lo que sabía. Con esos crueles métodos la policía logró corroborar la mayor parte de los datos que ya conocía por las declaraciones que había obtenido de otros guerrilleros detenidos antes que Wenceslao, usando los mismos métodos. El 23 de octubre, doce días después de la detención de Wenceslao y nueve después de haber tenido el informe previo sobre las actividades del detenido, el Capitán Luis de la Barreda Moreno, Director Federal de Seguridad, firmó un informe sobre la declaración del detenido, misma que, básicamente, reproducía la información que ya conocían por el informe previo sobre sus actividades.

Con los datos obtenidos y una vez que estuvo un poco recuperado de las lesiones que le causaron los policías durante su detención, a las que se sumaron las provocadas por la tortura, finalmente, a las 14:30 horas del 15 de noviembre de 1974, la Secretaría de la Defensa Nacional, mediante oficio número C-50527, lo presentó en la cárcel preventiva del Distrito Federal -prisión de Lecumberri-, a disposición del Juzgado 11 Penal, acusado de los delitos de lesiones contra agentes de la autoridad, disparos de arma de fuego contra agentes de la autoridad, resistencia a particulares y daño en propiedad ajena. Acababa de cumplir 24 años, era soltero y dijo que se desempeñaba como maestro, información falsa porque, como aquí se ha dicho, no terminó la carrera magisterial y tampoco impartió clases.

El juez que conoció su caso lo sometió a proceso penal -expediente número 306/74- por los delitos de lesiones contra agentes de la autoridad, resistencia a la autoridad y daño en propiedad ajena, dejó fuera el de disparos de arma de fuego contra agentes de la autoridad y resistencia a particulares, tal vez porque la autoridad que lo consignó -la Secretaría de la Defensa Nacional- no aportó elementos de prueba que le permitieran sustentarlos. Tal vez. De todos modos, en la audiencia de sujeción a proceso, el Juez le dejó claro que los delitos por los que se le acusaba eran graves y no le permitían llevar su proceso en libertad mediante el pago de una fianza. Tendría que esperar el tiempo que el juicio durara para conocer la sentencia que le sería dictada y el tiempo que estaría en la cárcel.

La consignación de Wenceslao José García ante los tribunales para que fuera juzgado por sus acciones revolucionarias, que las leyes del estado consideraban delitos, arrojan muchas dudas ¿Por qué sabiendo quién era lo consignaron sólo por los actos del 11 de octubre y no por los anteriores? ¿Por qué lo consignó la SEDENA y no la policía que lo detuvo? ¿Estaba la policía en desacuerdo con que se le consignara a los tribunales y por eso lo consignó la SEDENA? ¿Estaba la policía en desacuerdo con que se le consignara y no proporcionó a la SEDENA la información con que contaba para que sustentara una acusación más amplia? Alberto Ulloa Bornemann, compañero de prisión en Lecumberri, afirma que le dijo que quienes presionaron para que lo consignaran ante los tribunales fueron los médicos militares que lo atendieron.

Antes de que Wenceslao José García fuera sometido a proceso, las autoridades de la cárcel preventiva lo recluyeron en la crujía “H”, con la anotación “exxesiones” en su expediente, seguida de “a reserva de clasificación”. Una vez que se le sometió a proceso y sus compañeros presos lo reconocieron, lo ubicaron en la crujía “O”, la de los presos políticos, donde recibió todo el apoyo que sus colegas pudieron darle, que al parecer fue con el único con que contó. Su defensa jurídica corrió a cargo del defensor de oficio. Vicente Estrada Vega (Dionicio), el profesor que fue el contacto para la entrevista entre Wenceslao José García y Lucio Cabañas Barrientos, cuando buscaba tejer alianzas entre el MAR y la BCA-PDLP, y que también se encontraba preso cuando Wenceslao José García ingresó a la cárcel, dice que le solicitaron al abogado que los apoyaba que también le apoyara, pero se negó a hacerlo. “Díganle a Dionicio que no se meta en más problemas”, dice que les mandó decir, dando a entender que había consigna gubernamental de no apoyarlo.

Su estado de salud no lo eximía de cumplir con el reglamento carcelario, como la realización de la fajina o el pago a alguien que la hiciera por su cuenta. Buscó apoyo en el exterior y logró localizar a su hermana María José García, quien, como muchas mujeres indígenas en esa época, había emigrado al Distrito Federal para emplearse como trabajadora doméstica y obtener algunos ingresos para cubrir sus necesidades y las de su familia. En diciembre de 1974 Wenceslao le escribió un carta donde le comunicaba que se encontraba preso en Lecumberri y le pedía que fuera a visitarlo. La hermana se sorprendió al recibirla pues hacía años que no sabía de él. Pensó mucho antes de decidirse a visitarlo. Tenía un miedo atroz a los tribunales, pero el cariño hacia su hermano fue mayor y armándose de valor lo hizo. No sabía cómo llegar ni a quién dirigirse para verlo, pero lo hizo.

Cuando los hermanos se encontraron se saludaron, con la curiosidad de quien no se ha visto por largo tiempo. No se contaron mucho de su vida. Ella sólo le dijo lo que él ya sabía: que estaba en el Distrito Federal trabajando de ama de casa; él, por su parte, no le explicó las razones de su situación, se limitó a informarle que no sabía cuánto tiempo iba a estar preso porque el juez le había dicho claramente que no tenía derecho a fianza. Además de informarle sobre su situación, Wenceslao le pidió que consiguiera dinero para pagar la fajina, pues debido a las heridas de bala que tenía no podía hacerla personalmente, y si no pagaba era sometido a duras golpizas por el mayor de la crujía en la que se encontraba. La hermana sintió una gran pesadumbre, con su sueldo no podía apoyarlo y en la ciudad no conocía a nadie que pudiera apoyarla. Además, si a alguien conociera ¿qué le iba a decir: qué tenía un hermano preso, que el dinero era para apoyarlo?

Eso no aminoró los problemas de Wenceslao, quien aún apoyado por sus compañeros presos políticos y su hermana no soportaba su situación y, conforme se iba reponiendo de sus heridas de bala sufridas en el enfrentamiento con la policía durante su detención y las provocadas por la tortura en los sotanos del Campo Militar # 1, pensaba en la fuga. Al principio era sólo una idea, pero conforme el tiempo pasaba fue tomando forma. Sus compañeros de celda que se enteraron de sus planes hicieron lo que pudieron para convencerlo de que desistiera de ese propósito, pues la cárcel de Lecumberri estaba tan bien vigilada que era imposible traspasar sus muros sin que la vigilancia lo detectara. Él respondía que no se preocuparan, al tiempo que les pedía no involucrarse para que no tuvieran problemas.

Desaparición y olvido

No tuvo que hacerlo, un día de agosto de 1975 unas personas que dijeron ser policías se presentaron en la cárcel de Lecumberri y lo condujeron con rumbo desconocido, con el argumento de llevarlo a unas diligencias judiciales. Las autoridades del penal accedieron sin exigir la orden judicial para ello. Su hermana María fue la primera en notar la irregularidad. Muchos años después, le contó a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) que “en el mes de agosto de 1975, al presentarme a Lecumberri a visitar a Wenceslao, unos compañeros internos me comunicaron que cuatro días antes unas personas, al parecer de la policía, se llevaron a Wenceslao, pero que no me preocupara, porque ya se habían dado casos en que se llevaban a las personas para interrogarlas y después de varios días las regresaban; sin embargo, al preguntar por Wenceslao en las oficinas del penal, me informaron que mi hermano había salido en libertad bajo fianza, cosa que me extrañó, y la externé a quien me daba la información, ya que los únicos que podrían haber tramitado la fianza eran mis familiares, sin embargo, no contamos con el dinero para realizar tal trámite”.

Las autoridades se habían enredado. ¿Cómo era posible que afirmaran que Wenceslalo había obtenido su libertad bajo fianza si el juez que lo sometió a proceso claramente le había informado que no tenía derecho a ello porque era acusado por delitos graves y eso no lo permitía? Además, María José García estaba en lo correcto, quien pudo haber pagado la fianza eran sus familiares y no lo habían hecho porque no contaban con el dinero para hacerlo. Para complicar más el asunto, el funcionario penitenciario que la atendía le dijo que la fianza había sido pagada por un empresario de Guadalajara. Se lo dijo como si nada, sin darse cuenta que los empresarios de esa ciudad eran los más interesados en que los guerrilleros de la Liga 23 de Septiembre pagaran con su libertad o su vida por los actos que habían cometido, muchos de los cuales sucedieron justamente en ese lugar.

El asunto no terminó ahí. El 5 de septiembre de 1975 la jefatura de vigilancia de la cárcel de Lecumberri emitió una comunicación dirigida al “Grupo Espartaco Liga 23 de Septiembre” para informarle lo siguiente: “El interno del dormitorio ‘O’, Wenceslao José García ó Rubén García Jiménez el día de hoy 5 de septiembre de 1975 obtuvo su libertad bajo fianza de $2,000.00 (Dos mil pesos 00/100 M.N) por el Juzgado 11 Penal. Boleta de excarcelación: 120356”. El enredo era mayor. Según las autoridades penitenciarias, Wenceslao José García había alcanzado su libertad mediante una fianza que, según le había comunicado el juez que conocía de su caso, no era posible, por estar acusado de delitos graves; a esta irregularidad se sumaba el hecho de que había sido liberado a mediados de agosto, sin que hubiera constancia de ello, pero la penitenciaria informaba que su libertad sucedió el 5 de septiembre, alrededor de quince días despues en que realmente lo habían sacado de la cárcel. Era claro que algo irregular estaba sucediendo y nadie informaba ni se hacía cargo de los acontecimientos. Y, por lo mismo, tampoco se explicaban las razones de esos sucesos.

En 1994 la CNDH inició una investigación sobre crímenes del pasado. Como parte de sus indagatorias solicitó al Poder Judicial “una copia certificada, completa y actualizada, del proceso penal número 306/74, de Wenceslao José García”. En lugar de entregarle el documento solicitado, las autoridades judiciales le comunicaron que “a pesar de haber realizado una búsqueda minuciosa, no ha sido localizado el paquete en el cual se encuentra dicho expediente”. No sólo había desaparecido Wenceslao José García, sino también el expediente de su proceso. En lugar de inconformarse por la respuesta, la CNDH cerró el caso concluyendo que en las evidencias encontradas sólo aparecían algunos indicios que por sí mismos resultaban insuficientes para acreditar la desaparición forzada de Wenceslao José García.

El enredo seguía creciendo. En el documento “Relación de elementos del Movimiento de Acción Revolucionaria (M.A.R.) que estuvieron en prisión y actualmente se desconoce su paradero”, elaborado por la Dirección Federal de Seguridad el 10 de abril de 1979, cuatro años despues de su desaparición, aparece Wenceslao José García junto con setenta y dos personas más; lo que equivale a decir que la policía política del país permitió la liberación de uno de los principales dirigentes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, una de las organizaciones guerrilleras más importantes de esa época, y lo dejó circular libremente por donde le pareciera sin seguirle la pista. Una versión tan inocente que seguramente ni la propia policía la creía.

Tres meses después de que se elaboró esta lista, la misma institución elaboró otra con los nombres de los miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre que, según ella, habían muerto, donde vuelve a aparecer el nombre de Wenceslao José García. Esta lista, dice Gustavo Hirales Morán, quien fuera miembro de la LC23S, es la prueba de que Wenceslao José García fue asesinado por agentes estatales, por una decisión de Estado. “Se trata de un listado encontrado en los archivos de la DFS, donde aparecen los nombres de miembros de la Liga ‘que han muerto’ hasta el 16 de julio de 1977: se menciona a Ignacio Salas Obregón, Jesús Piedra Ibarra, Simón José García (hermano de Wenceslao), Antonio Gallangos Cruz, Leonardo Jiménez Alvarado, José de Jesús Corral García, Lázaro Torralba Álvarez y Wenceslao José García”.

Con base en esos datos el exguerrillero se pregunta: ¿Cómo sabía la DFS que dichos miembros de la Liga habían muerto, si no cayeron en enfrentamientos ni sus cuerpos fueron reclamados por sus familiares? ¿Cómo lo supo cuando todos, con la supuesta excepción de Wenceslao, fueron en su momento reclamados como desaparecidos, después de haber sido detenidos ilegalmente por corporaciones policíacas igualmente ilegales? ¿De dónde saca la DFS tanta certeza? “Sólo hay una explicación creíble: lo sabían porque ellos los asesinaron. No se me ocurre otra respuesta”, concluye.

En los primeros días de la desaparición de Wenceslao José García, nadie hizo nada por conocer su paradero. Como he dicho, la primera que se enteró de ello fue su hermana María José García, quien lo visitaba en la cárcel cada que su trabajo y su tiempo se lo permitían. Lo visitaba más para saber de la situación en que se encontraba, para darle consuelo en su situación. Algunos abogados que asesoraban a otros presos políticos en sus procesos penales se negaron a hacerlo con él, dando a entender que había orden gubernamental de no hacerlo. Al parecer, fueron sus compañeros de prisión quienes solicitaron formalmente saber de su paradero, gracias a esa solicitud y la contestación que recibió de parte de las autoridades de la penitenciaría es que las autoridades declararon que había sido puesto en libertad el 5 de septiembre de 1975. Fuera de eso nadie más hizo nada por conocer su paradero.

El silencio de su familia se entiende por el estigma que representaba -y en muchos casos representa-, para las familias del campo y particularmente las de ascendencia indígena, tener un presidiario entre sus integrantes. Este juicio, como ya he dicho, se emite aún antes de conocer las causas que llevaron a dicha persona a prisión y aunque al final se pruebe judicialmente la inocencia del detenido, o se justifique socialmente lo justo de las acciones por las que se les juzga -como podría ser el caso- la condena social persiste. Opera lo que dice el refrán: “palo dado ni Dios lo quita”. Por eso seguramente sus familiares no hicieron mucho por conocer su paradero. Y aunque lo hubieran hecho ¿a quién podían acudir para que los orientara en sus pesquisas? ¿Con qué recursos podrían hacerlo en la pobreza en que se encontraban? ¿Quién podría apoyarlos?

Eso en una situación normal, de paz. Pero no era el caso de Wenceslao José García. O al menos no era la concepción del Estado, quien lo consideraba un enemigo al que había que desaparecer para que sirviera de ejemplo entre sus compañeros y otras personas que quisieran seguir su ejemplo. Congruentes con esta concepción, después de que lo desaparecieron su familia tuvo muchos problemas con elementos de la policía, quienes varias veces viajaron al municipio de Itundujia para difundir entre sus habitantes que Wenceslao era un delincuente al que seguramente habían ejecutado sus propios compañeros y que ninguna persona de buen vivir debía creer en lo justo de las razones que lo llevaron a tomar las armas contra el gobierno. Como efecto de eso, la gente del pueblo comenzó a aislar a sus familiares, como excluyéndoles de las actividades comunitarias.

Aun así, las familias deciden cargar con ese rechazo y hacen su mejor esfuerzo para encontrar a su familiar desaparecido y darle sepultura. Ya no importa saber qué pasó, cuáles fueron las razones de su desaparición, quiénes fueron los responsables de ello. Lo que importa es encontrar su cuerpo para hacerle los rituales de despedida pueda partir al ñuu ndii, el pueblo de los muertos, para que finalmente pueda descansar. Pero hasta eso intentó evitar el Estado y de alguna manera lo logró. Lo hizo utilizando los mismos métodos que usó en otros casos: la amenaza de que a ellos podía sucederles lo mismo que a su familiar si insistían en seguir buscándole. Eran amenazas directas sobre sus familiares que aún vivían en la comunidad de Zaragoza, hasta donde llegaron varias veces para cumplir su cometido. En esa situación, sus familiares optaron por olvidarse del cuerpo y rezarle en silencio, en la intimidad del hogar para ayudarlo a ingresar al ñuú ndii. Después cerraron el caso.

El silencio de sus compañeros es un misterio. Producto de la guerra sucia, durante esta y varios años después, casi no se reivindicaron las acciones de guerra y menos a sus autores, pesaba todavía la amenaza de la represión sobre sus familiares. Pero poco a poco se fueron abriendo espacios para hacerlo. El más significativo de ellos fue el Comité ¡Eureka! donde se agruparon los familiares y compañeros de desaparecidos políticos por parte del Estado mexicano. Al parecer los familiares no se aparecieron por Wenceslao y sus compañeros que lo hicieron nada dijeron sobre él y su lucha, inclusive lo ignoraron cuando hablaban de dirigentes con los que compartió ideales y acciones. ¿Sería porque aunque abrazó el marxismo como teoría revolucionaria, no abandonó los valores comunitarios del ser mixteco y eso cuestionaba al marxismo como única explicación revolucionaria? Es un misterio que se esconde entre muchos silencios.

De esa manera Wenceslao José García, su lucha y sus ideales fueron arrojados a los sótanos del olvido. Desapareció de los expedientes judiciales por obra y omisión de las autoridades encargadas de preservarlos, que al parecer actuaban por órdenes superiores; desapareció de la escena pública cuando sus familiares y compañeros de lucha dejaron de buscarlo, debido al hostigamiento que sufrieron por parte de las policías para que se abstuvieran de hacerlo, o al menos dejaron de hablar de él. Ahora se sabe que ha desaparecido también del nuevo censo de personas desaparecidas nombrado “Estrategia General de Búsqueda Generalizada” que elabora el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, dado a conocer el pasado mes de diciembre. Tres desapariciones son las que ha sufrido y sufre Wenceslao José García, el mixteco que dejó su comunidad para convertirse en maestro y abandonó el magisterio para convertirse en revolucionario.

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